miércoles, 15 de diciembre de 2021

A TI TE ENTREGARÉ TODO LO QUE SOY. CAPITULO 9

 SESIONES, SEXO Y BDSM

Hablar con Katia me hizo bien, me sentí más tranquila después de colgar, fue como si me hubiera quitado un peso de encima al contarle todo aquello. Aun así, seguía echándola de menos y en menos de un minuto empecé a echar de menos a todos los que había dejado allí en Rusia, a mis padre, a mis hermanos, a mis primos. Salí del baño y me encontré a Andrey sentado en el sofá hablando con Sara que estaba sentada en el sillón que había a un lado del sofá.

— ¿Qué hacías ahí dentro? — me preguntó Andrey al verme.

— Hablaba por teléfono con Katia.

— ¡Ah, bien! Sara y yo estábamos hablando, ya le he dicho que creo que lo mejor es que se vaya cuanto antes — dijo enfrentando a Sara cara a cara y añadió: — sabes de sobra que ese niño que esperas no es mío, tú y yo no lo hicimos ni una sola vez.

Sara bajó la mirada al suelo avergonzada y en voz baja, como si tuviera miedo dijo:


— Es cierto, tienes razón no es tuyo, pero… — hizo una pausa, supongo que para ordenar sus ideas o lo que quería decirnos — es que no sé quien es el padre y tú…

— Yo soy el único con dinero y posibilidades para criar a ese niño ¿verdad? — dijo Andrey subiendo el tono de voz, empezaba a estar enfadado — y pensaste que me lo podrías endosar.

— No es eso — dijo ella tratando de salir airosa de aquel embrollo.

— Entonces ¿qué es?

Sara volvió a bajar la vista al suelo, luego se acarició el vientre y dijo:

— No tengo nada, solo un trabajo de mierda de camarera en un bar nocturno, por el que me pagan una mierda y en el que tengo que aguantar que cuatro babosos me manoseen y me toquen el culo cuanto quieran. Mira todo lo que tú tienes, tu casa, tu restaurante, dinero suficiente para criarlo y darle un futuro. Conmigo este bebé sería un desgraciado, pero contigo… contigo sería…

— Nada Sara, conmigo no sería nada tampoco, porque no es mi hijo y no voy a criarlo como tal. No puedes endosarme un hijo que no es mío. Mis hijos serán los que tenga con Irina, en un futuro, y ellos tendrán todo lo que yo les pueda dar, y ellos heredaran algún día todo esto. Tu hijo solo sería… no sé, para mí y supongo que para Irina aún más, no será nada.

— Pero algo podremos hacer por ella y ese niño ¿no? — dije yo.

— ¿Qué quieres que hagamos?

— No sé, podemos darle trabajo en el restaurante, como camarera quizás, y Sara puede quedarse en la habitación de invitados, por lo menos hasta que tenga al bebé. Le haremos de tíos, ¿no? — añadí divertida.

Andrey me miró como si estuviera loca, sin embargo, a mí me parecía una idea fantástica y a Sara, por la cara que ponía, también le parecía una idea brillante.

Andrey se rascó la cabeza, se levantó del sofá y mientras se dirigía a la puerta dijo:

— No sé, dejadme pensarlo.

Luego salió.

— Gracias Irina — me dijo Sara cuando Andrey ya estaba en la puerta de la calle.


— De nada, ya verás como encontraremos una solución — le dije tratando de tranquilizarla.


Sin saber como, al verla tan desvalida sentí que de algún modo tenía que ayudarla. A fin de cuentas, yo había llegado apenas unos meses atrás tan sola y desvalida como ella, y gracias a Andrey, pero también a sus amigos y a Alex y a toda la gente que había conocido había logrado adaptarme a aquella gran ciudad y aquel país. Sara solo necesitaba eso, que alguien la ayudara. Supongo que hasta ese momento, nunca nadie lo había hecho, todo el mundo le había girado la cara, quizás porque era joven, huérfana, no sé, por lo que fuera. Pero no parecía una mala persona, solo alguien que había tenido muy mala suerte.


— ¿Sabes quien es el padre? — le pregunté.


— No, bueno, tengo un par de candidatos, dos chicos que podrían serlo, me acosté con los dos el mismo día.


— ¿Y por qué hiciste eso?



— ¿Acaso no sabes lo excitada que me dejaba Andrey después de una sesión con él? — me preguntó.


— Sí, lo imagino, bueno… — me sentí un poco avergonzada al hablar de aquel tema.


— Aquel día la sesión fue bastante intensa y me dejó con unas ganas terribles de sexo, porque como además estaba castigada no dejó que me corriera. Así que por la noche, en el bar donde trabajo, un cliente habitual, muy guapo y que siempre que venía me tiraba los tejos, aquel día también lo hizo, claro y en lugar de rechazarle como hacía siempre, nos fuimos a su casa cuando salí del bar y lo acabamos haciendo. Y luego por la mañana, después del desayuno me encontré con un buen amigo al que hacía mucho tiempo que no veía, y acabé enrollándome con él también.


— Joder, admiro a las chicas de este país, sois muy desinhibidas la mayoría.


— ¿En tu país no son así?


— ¡Oh, no, claro que no! Y menos en el pueblo del que vengo.


Seguimos hablando y yo le conté como eran las cosas en el lugar de donde venía, todo tan distinto a como eran allí y poco a poco fui descubriendo a una chica divertida y locuaz. Ella también me contó sobre ella y su vida y así descubrí que había tenido muy mala suerte en la vida y que justamente por ser huérfana, mucha gente le había dado la espalda, y ella sola había tenido que salir adelante como había podido. Nadie le había dado nada. EE. UU. era un país maravilloso, el país de las oportunidades decían, pero a la vez, también era un país en el que tenías que apañártelas tú solo, y nadie te daba nada gratis.


Andrey volvió justo antes de empezar a preparar las cosas para el servicio de cenas y justo después de que lo hiciera Mijaíl. Cuando oí ruido en el restaurante, le pedí a Sara que bajáramos a ver quien había llegado. Mijaíl y Andrey estaban planificando todo el trabajo que tenían para ofrecer las cenas. Enseguida me di cuenta de como Sara miraba a Mijaíl.

— ¿Quién es ese chico tan rubio? — me preguntó.

— Es Mijaíl, ayudante de Andrey.

Cuando nos vieron ambos levantaron la cabeza de lo que estaban haciendo para observarnos.

— ¡Hola, ¿ya has vuelto?! — le pregunté a Andrey.

— Sí, he estado pensando.

Mientras hablaba con Andrey pude observar que también Mijaíl se fijaba en Sara.

— ¿Y?

— Qué sí, que Sara puede quedarse como camarera, le pagaré el sueldo base y si veo que lo hace bien, pues le haré un contrato. Tienes dos semanas de prueba — dijo dirigiéndose a Sara.

— Gracias — respondió ella ilusionada — y gracias a ti también — dijo dirigiéndose a mí.

— ¡Bah, no ha sido nada! — declaré quitándole importancia a lo sucedido.

— ¿Cómo que no? ¿Sabes cuantas personas han hecho lo que tú has hecho desde…?, bueno, nunca nadie había hecho nada por mí nunca, como lo has hecho tú hoy.

— Irina es así, todo corazón — apostilló Andrey con cierto orgullo.


Los cuatro nos reímos y en menos de un minuto aquello parecía una reunión de amigos en lugar de la cocina del restaurante en hora punta. Los cuatro estábamos tranquilos y relajados, hablando de nosotros, de lo que nos gustaba, de salir a tomar algo o de tomarlo al terminar el servicio. Incluso acabamos hablando de sesiones, sexo y BDSM.

Cuando terminaron las cenas y se fue el último cliente, Andrey nos dijo que Sara y yo ya podíamos subir y que enseguida subiría él. Mijaíl se despidió diciendo que había sido un día raro, pero muy divertido y que había disfrutado mucho y se fue. Nos pusimos a ver la televisión, una película, pero ninguna de las dos prestaba atención, ya que nos pusimos a hablar de nosotras, poco a poco nos dábamos cuenta de que congeniábamos muy bien y empecé a pensar que quizás Sara podría ser una buena amiga. Mi primera amiga en Estados Unidos.

Cuando Andrey llegó, estábamos hablando muy animadamente.

— Vaya, veo que os lleváis muy bien vosotras dos.

— Sí, la verdad es que sí — afirmé.

— Andrey — empezó a decir Sara — creo que debo disculparme por lo que te he hecho, lo siento, perdóname.

— Estás perdonada — le respondió él, condescendiente.

— Y a ti también quiero pedirte perdón — añadió mirándome a mí.

— Ya está todo olvidado.

— ¿Vamos a dormir? — me preguntó Andrey.

— Sí, vamos.

Subimos las escaleras, Sara se dirigió a la habitación de invitados. Yo iba a ir a mi habitación, cuando Andrey me cogió de la mano, tiró de mí y me abrazó rodeándome con sus manos por la cintura y me preguntó:

— ¿Dónde vas?

— A mi habitación — le respondí.

Me dio un beso tierno primero, suave después, y arrebatador finalmente, haciendo que su lengua entrara en mi boca por completo.

— ¿No habíamos quedado en que dormirías conmigo, en mi habitación?

— Sí, pero no sé, con ella aquí, yo pensé…

— Pues pensaste mal — dijo dándome una zurra en el culo.

— ¡Andrey! — me quejé, haciéndole callar poniendo mi dedo índice sobre sus labios.

Me arrastró hasta su habitación y tras cerrar la puerta me riñó suavemente:

— Usted no me hace callar, señorita.


Luego me colocó sobre sus rodillas, me subió la falda, y empezó a azotarme en el culo con la palma de su mano mientras me hacía contar los azotes uno tras otro. Al poco rato, después de unos 20 azotes el culo empezó a escocerme. Lo sentía ardiendo, enrojecido, pero a la vez, sentía la húmeda excitación que me producían aquellos azotes, y empecé a gemir.

— ¿Te gusta que te azote, eh, putita? — preguntó Andrey llevándome al límite.

— Sí, Señor — le respondí como él me había enseñado que debía hacer como su sumisa.

Sentía un extraño dolor en mi coño anunciando el deseo que sentía.

Y entonces pensé que dormir con él en su habitación iba a aportarnos grandes momentos y grandes sesiones a nuestra dinámica de juego Amo-sumisa, lo que nos llevaría también a tener más compenetración el uno con el otro. Y así, poco a poco, Andrey y yo nos estábamos convirtiendo en una sólida pareja, y quizás no era tan mala la idea casarnos.

La última palmada cayó sobre mi culo y yo la conté con el número treinta. Entonces Andrey acarició mis nalgas doloridas y sentí una paz que me obligó a cerrar los ojos. Seguidamente, Andrey introdujo sus dedos entre mis piernas, acariciando mis labios vaginales y me estremecí. Sentía que podía dejarme llevar en sus manos, dejarme hacer todo lo que él deseara y eso me transportaba a un momento y un lugar en el que solo estábamos él y yo, en el que me sentía suya, completamente suya como si fuera algo más que una propiedad, como si fuera una parte de él. ¿Era aquello amor?, ¿o solo un espejismo? ¿Sería aquello lo que había sentido Sara?, ¿lo que la había traído hasta allí a buscar a Andrey?

Y cuando introdujo un par de dedos dentro de mí, desperté de mis pensamientos y en un par de minutos en los que él cada vez los movía más rápidamente dentro de mí, sentí como me corría deshaciéndome realmente con él. Andrey me abrazó entonces y me susurró en mi oído:

— Muy bien, pequeña, lo has hecho muy bien.

Me besó y me abrazó tratando de tranquilizarme, de hacer que bajara a la tierra, porque después de un orgasmo como aquel, o después de cada orgasmo que tenía durante una sesión era como si hubiera subido a la luna, como si hubiera tenido un viaje alucinante, mi adrenalina se había disparado y ahora tenía que conseguir que el bajón fuera suave. Cerré los ojos y me abandoné en los brazos de Andrey.

No hay comentarios:

Publicar un comentario