domingo, 4 de agosto de 2019

EL AMANTE MISTERIOSO CAPITULO 5

CUATRO PARA UNA
Alma oyó pasos pero no eran los de una sola persona, estaba segura, y además la puerta tardó un rato en cerrarse, señal de que efectivamente entraba más de una persona. Repentinamente sintió una presencia tras de sí y luego su voz susurrando en su oído:
- ¡Hola princesa! He traído a unos amigos para que hagan realidad esa fantasía, ¿recuerdas? La de ser follada por varios tíos, y sentirte como una puta – Dijo él.
- Sí – respondió sintiendo como su sexo se humedecía al imaginarlo.
- Bien, pues me he traído a unos amigos, para que te follen como a una puta.
Alma sonrió, había imaginado aquella situación miles de veces y ahora iba a hacerse realidad. Su sexo ardía de deseo. Y antes de que pudiera decir nada más, empezó a sentir unas manos acariciando sus senos, eran las de alguien que estaba a sus espaldas, besándole la nuca suavemente. Sintió otra mano manoseando su sexo, comprobando la humedad y una voz a la altura de su sexo que decía:
- ¡Joder, esta ardiendo esta puta, su coño parece una fuente!
Era una voz desconocida para ella y estaba segura que no era de nadie de la oficina. Sintió entonces otras manos, separando sus nalgas y una lengua tratando de lamer su agujero posterior, era otro hombre. Había tres, tres serían los amantes de esa noche, o cuatro, pues no estaba segura de que su misterioso amante pudiera se uno de aquellos tres que la estaban magreando. La ávida lengua penetró en su agujero trasero y todo su cuerpo se estremeció. Mientras las manos que acariciaban sus senos seguían haciéndolo, sobándolos y apretando los pezones, causándole incluso cierto dolor. El otro hombre, le había obligado a abrir las piernas, y lamia su clítoris con la lengua. Empezó a sentir que le flaqueaban las piernas.
- ¿Por qué no la ponéis sobre el sofá? – Sugirió su amante, del cual oyó la voz algo alejada de ellos, es decir, que no estaba entre los tres hombres que la manoseaban.
- ¡Ah, sí! – gimoteó Alma.
- Esta bien, haremos lo siguiente – dijo el que estaba lamiendo su clítoris – Yo me sentaré en el sofá, y la chica sobre mí y dejaré su culito libre para el que quiera follársela por ahí.
- Esperad – protestó Alma un tanto confundida aún por la situación - ¿No vais demasiado deprisa?
- No, tú ardes como una tea y nosotros también estamos deseoso de probar a una buena puta como tú, ¿para que ir más despacio? Además somos tres, para follarte, cuatro si contamos a tu querido príncipe, no podemos andarnos por las ramas.
Alma no dijo nada más, se dejó hacer por aquellos hombres y como había dicho el que la llevaba ahora en brazos, este se sentó en el sofá con ella encima, palpó su húmedo sexo que realmente chorreaba jugos por lo excitada que estaba con aquella situación y guiando el erecto pene hasta la vulva, la penetró. No tardó en acercarse el segundo que los hombres que había hablado y diciéndole al otro:
- Ábrele bien ese culito que seguro que también arde como el coñito.
Alma se estremeció y sintió como las masculinas manos abrían sus nalgas y un pene se situaba entre ellas empujando. Gimió cuando notó como entraba el glande y continuó haciéndolo cuando el resto de la verga se metió en el estrecho agujero, ya un poco más agrandado tras la anterior sesión con su amante. Se sentía llena, y como si estuviera en otro mundo, un mundo donde sólo cabía el placer y la sensación de sentirse la más puta de todas las mujeres, como siempre había deseado. Pensó que aquello sólo podía conducirla a la más grande locura sexual de su vida. Pero era feliz, estaba cumpliendo su fantasía y se sentía llena, deseada y feliz; así que se dejó llevar. Los dos hombres empezaron a moverse alternativamente, haciendo que sus vergas entraran y salieran del cálido refugio femenino. Mientras su otro compañero protestaba:
- Y ¿Yo qué?¿Dónde la meto?
- En esta linda boquita – sugirió el que estaba frente a ella, tras besarla suavemente.
No tardó el tercero de los hombros en apoyar el glande sobre los femeninos labios, para que Alma supiera que podía abrir ya la boca y recibirle. Ella lo hizo y enseguida se encontró con la larga verga alojada en su boca y tratando de chuparla mientras el hombre tiraba de su pelo para follarle la boca.
En pocos segundos, los tres hombres alcanzaron una armonía perfecta con el cuerpo de la chica entre los suyos, atrayéndola, alejándola, metiéndosela, sacándola. Ahora de la boca, ahora del culito, ahora del coñito; un empujón fuerte por el coño, otro por el culo y el tercero por la boca, y entre tanto Alma gemía y se deshacía de placer mientras su misterioso amante observaba la escena abstraído, excitado y pensando que el ataque final de aquella noche sería sólo para él.
Alma gemía cada vez más, y cada vez se sentía más llena, el orgasmo empezaba a nacer entre sus piernas extendiéndose por todo su cuerpo, hasta que empezó a cabalgar a los hombres, a ser ella quien llevaba la situación para finalmente rendirse al placer gimiendo y convulsionándose como nunca antes lo había hecho, también ellos estaban a punto de correrse, primero lo hizo el que la follaba por el culo, díó un par de fuertes empujones después de que ella se hubiera corrido y se vació en aquel tierno culito. Seguidamente Alma sintió el líquido salado llenando su boca, y su compañero empujando con fuerza hacía su garganta, Alma tragó todo lo que pudo pero antes de terminar, sintió como el que la estaba follando por el coño también se corría salvajemente, empujando su ingle contra la de ella, adentrándose en su vagina hasta vaciarse por completo. Alma cayó exhausta sobre el sofá, y los tres hombres la dejaron allí tendida.
Uno de ellos le dijo a su misterioso amante:
- Tienes una buena putita. Aquí tienes lo acordado.
Alma entendió desde su ceguera obligada que le estaban pagando con dinero. Pero exhausta como estaba ni siquiera se atrevió a protestar, además había cumplido otra de sus fantasías, ya sólo le quedaba una por cumplir, pero ¿Cuándo sería eso? Alma oyó que los hombres se alejaban por el pasillo y luego oyó la puerta cerrarse. La asustó entonces, escuchar la voz de su misterioso amante frente a ella preguntándole:
- ¿Cómo te encuentras? ¿Estas bien?
- Sí, estoy muy bien – musitó.
En realidad, se sentía cansada, cansada pero feliz.
- Bien, pues aún te queda un último trabajito por hoy, princesa – le dijo su amante cogiéndola del brazo y haciéndola poner en pie.
A ciegas la llevó hasta la mesa, la hizo inclinarse sobre ella mostrándole el culito y haciendo que pegara las tetas sobre la fría superficie de madera. Observó aquel culo que tanto veneraba y tanto le gustaba, que tan buenos momentos le estaba dando. Lo acarició suavemente, luego cogiendo a Alma de los brazos, hizo que los extendiera y se cogiera al borde de la mesa, y con sus manos resiguió los brazos acariciándolos, continuó por el femenino cuerpo acariciando suavemente cada centímetro de su piel. Llegó hasta las nalgas que también acarició con suavidad, luego introdujo sus dedos entre las piernas, buscó el clítoris, lo masajeó unos segundos haciendo estremecer a la muchacha, luego llevó los dedos hasta la vulva, apartó los labios vaginales y los metió en el cálido agujero; Alma gimoteo y él pudo sentir lo húmeda que estaba y lo llena de semen que sus amigos la habían dejado, aquello lo enloqueció, lo excitó aún más y sin más preámbulo llevó su sexo erguido hasta aquel agujero y empujando con fuerza penetró en él. Alma sintió como su amante arremetía con ímpetu y la empujaba contra la mesa haciendo que esta se le clavara en las ingles. Gimió y dejó que su amante la follara así, que la maltratara, por que las siguientes arremetidas fueron igual de fuertes o más, su misterioso amante parecía un animal en celo dispuesto a darle otro nuevo orgasmo lo antes posible. Alma aguantaba las acometidas, sujetándose en el borde de la mesa y empujando hacía su amante y cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo, sintió como él sacaba su sexo de aquel calido refugio y lo metía con el mismo ímpetu en el culo de la joven. Alma gritó:
- ¡Aaaahhh!
Pero su amante ni se inmutó, siguió arremetiendo, sintiendo como el ano femenino se amoldaba a su sexo, como el caliente semen del otro hombre lo enloquecía. Así y como había hecho con el femenino coño empezó a empujar salvajemente, obligando de nuevo a la chica a sujetarse firmemente en el borde de la mesa. En cada arremetida ella lanzaba un grito no sólo de placer sino también de dolor. Dolor y placer mezclados en aquella extraña pero placentera sesión de sexo que la debilitaba cada vez más, deseaba que él terminara, que se vaciara por fin en ella porque temía no poder aguantar más aquellas embestidas, sobre todo cuando empezó a sentir el orgasmo renaciendo en su culo, y extendiéndose poco a poco por todo su sexo hasta hacerla explotar en un maravilloso éxtasis. El hombre sintió como el ano de la joven se contraía alrededor de su verga y eso también lo llevó a la locura del orgasmo, haciendo que se vaciara por fin en aquel castigado agujero. Cuando ambos dejaron de convulsionarse, y el hombre se apartó de Alma, esta aflojó sus manos de la mesa, sintió como las piernas le flaqueaban y empezó a caer al suelo. Su amante la recogió antes de que su culo besara el suelo, la alzó en sus brazos y cuidadosamente, a pesar de que él también estaba rendido, la llevó hasta la habitación depositándola en la cama. A continuación se tumbó junto a ella y ambos cayeron en un profundo sueño.
Cuando despertó, algunas horas más tarde, parecía estar sola en la habitación. Aún llevaba la venda puesta y no se atrevió a quitársela, hasta que palpó a su lado y vió que no había nadie, e inmediatamente escuchó una grabación con la voz de su misterioso amante que le decía.
- ¡Buenos días, princesa! Tienes el desayuno en la cocina, he hecho tostadas, zumo, lo que quieras. Si quieres ducharte, el baño está saliendo de la habitación la primera puerta a la izquierda y te he dejado un traje de chaqueta y una blusa encima de la cama para que puedas ponerte ropa limpia, verás que no hay ropa interior, es que prefiero que no te pongas. Nos veremos, princesa, que tengas un buen día.
Alma se levantó y se dirigió a la ducha, luego se vistió con la ropa que él le había indicado. La blusa era semitransparente y se le notaban los pezones, menos mal que podía ponerse la chaqueta del traje para disimular un poco. Seguidamente desayunó y salió del piso. Al llegar a la zona de los buzones se detuvo para ver si estaba escrito el de su misterioso amante, pero no, el buzón no tenía ningún nombre. Decepcionada salió hacía su trabajo.
El resto del día fue tranquilo y sin noticias de su misterioso amante, hasta que a eso de las cinco de la tarde su jefe la llamó a su oficina y le dijo:
- Tienes que ir a esta dirección a las afueras de la ciudad, a recoger un paquete importante. Puedes ir por la comarcal - le sugirió su jefe.
- De acuerdo – aceptó Alma, a pesar de que le molestaba tener que hacer un viaje, por corto que fuera, casi a última hora.
Tras recoger su mesa salió en el coche hacía la dirección que su jefe le había dado. Por el camino no dejaba de recordar la situación vivida la noche anterior, aun se sentía algo escocida. Cuando cogió la carretera comarcal a los pocos minutos vió un policía que la seguía y tras algunos kilómetros este le hizo indicación de que se parara en el arcén. Alma obedeció maldiciendo su suerte y detuvo el coche en el arcén esperando que el policía se acercara…