martes, 26 de enero de 2021

NO TE ARREPIENTAS. CAPITULO 4 Y ULTIMO

 Mientras volvía a casa en el coche, no dejaba de pensar que tenía que hablar con Juan, no podía seguir cerrando los ojos a lo evidente. Nuestro matrimonio hacía tiempo que no iba bien, y en algún momento tendríamos que enfrentarnos a eso y decidir que hacer. Pero seguir juntos, por pura inercia como habíamos hecho hasta ese momento no tenía sentido.

- Buenas noches - saludé al llegar a casa.

- Hola, llegas un poco tarde.

- Sí, hubo un accidente y había atasco. ¿Qué hay para cenar?

- Pizza.

- Bien.


Cenamos como cada noche, los tres juntos y después de acostar a la niña, me senté en el sofá junto a Juan y entonces le dije:

- Tenemos que hablar.

- Sí - respondió como si estuviera esperando que aquel momento llegara.

Le miré fijamente y empecé a decirle:

- Creo que nuestro matrimonio está... - no sabía como decirlo, no encontraba las palabras.

- Acabado, dilo así Sara, no tengas miedo, está acabado, hace tiempo que solo nos tratamos como si fuéramos simples amigos que comparten piso.

- Sí, además, sé que tienes una aventura con tu secretaria desde hace mucho tiempo - le dije.

- Pues sí, y sé que quizás debería habértelo contado, pero...

- Nos hemos acomodado en esta situación porque nos sentíamos cómodos, creo - dije yo - pero creo que es hora de enfrentarnos a la verdad. Además he conocido a alguien con quien estamos empezando algo - le dije.

- Bien, me alegro por tí - dijo él con cierto halo de tristeza en su voz.

- Tendremos que decírselo a la niña.

- Sí y creo que será mejor que yo busqué un lugar donde quedarme.

Al final lo que hasta ese momento me había parecido que iba a ser un momento difícil, no lo fue tanto, creo que ambos teníamos ya asumido que tarde o temprano tendríamos que ponerle fin a aquel fracasado matrimonio.

Al día siguiente en la academia cuando Víctor llegó me saludó y me miró expectante, yo también le saludé. Y durante la tarde, coincidimos en la sala de descanso, él se estaba tomando un café con otro profesor. Pero Víctor le dijo algo al otro profesor al oído y este salió dejándonos solos.

- ¿Cómo va? - me preguntó.

- Bien.

- Tenía miedo que no quisiera hablar conmigo hoy.


- Ya, pero no es así. Lo que me dijiste ayer, de vivir esto y que no te volviera a ignorar, que no me arrepintiera, me hizo pensar y cuando llegué a casa decidí hablar con mi marido. - Le expliqué - nuestro matrimonio hace tiempo que está roto, aunque nosotros tratábamos de ignorarlo, de hacer como si no fuera así. Así que ambos decidimos coger el toro por los cuernos y vamos a separarnos.

- Bien, me alegro por tí.

- Ya. Además, quería darle una oportunidad, a lo que hay entre nosotros. Qué como tú dijiste no sé donde nos va a llevar, pero, creo que merecemos vivirlo.

Y entonces, me cogió repentinamente por la cintura y me besó apasionadamente.

Sin duda, empezaba algo que no sabía a donde nos iba a llevar. 

sábado, 23 de enero de 2021

NO TE ARREPIENTAS CAPITULO 3

 - Hola, ya estoy en casa - grité cerrando la puerta.

- Hola, cielo ¿qué ha pasado, por que llegas tan tarde? - preguntó mi marido, asomando por la puerta de la cocina.

- Un apagón, me quedé encerrada en el ascensor.

- ¿Otra vez?

- Sí. ¿Qué hay para cenar?

- Tortilla de patatas

Cenamos todos juntos y tras la cena acosté a la niña como cada noche y me senté en el sofá junto a mi marido para ver una película. La misma rutina de siempre.

Durante los siguientes días, traté de evitar a Victor tanto como pude, pero a veces, era difícil, así que cuando coincidíamos, en algún pasillo o en la sala de descanso, ni siquiera le miraba a los ojos. Hasta que tras una semana de esquivarle a todas horas, era ya la hora de cerrar, como cada día hice el repaso por todas las clases revisando que no quedara nadie, hasta que al llegar a la de informática me lo encontré a él, aún sentado en su mesa.

- Hola - me saludó.

- Hola, tengo que cerrar.

- Sí, ya lo sé, pero me gustaría hablar contigo - me dijo levantándose .

Esta vez no podía escapar, por mucho que quisiera hacerlo y sabiendo que era lo más fácil, pero tenía que armarme de valor y afrontar lo que él tenía que decirme.

- Sí, lo siento - fue lo primero que fui capaz de decirle.


- ¿Te crees que eso es suficiente? - cogió una de mis manos con la suya, haciéndome sentir esa corriente eléctrica que me hacía desearle tanto - Llevas toda una semana evitándome, esquivándome. ¿Acaso te arrepientes de lo que pasó en el ascensor?

- Bueno, no es algo de lo que me sienta orgullosa tampoco, estoy casada, tengo una hija, entiéndelo.

- Lo entiendo y yo no te he pedido nada, pero tampoco quiero que pases por mi lado y no seas capaz ni de mirarme a la cara. Tú me gustas mucho y esperaba que fueras... no sé, por lo menos que fueras capaz de tratarme como a alguien con quien te lo has pasado bien. Alguien que te importa.

- Tú me importas y quizás por eso he estado esquivándote. Lo siento, de verdad, tú me gustas mucho - le dije cogiendo su cara entre mis manos y mirándole a los ojos - y te deseo, más de lo que nunca he deseado a nadie, me gustó mucho, tanto lo que pasó entre nosotros...pero...

- No puede volver a pasar ¿Es eso?

- Sí, no sé, no sé, estoy hecha un lío.

Y entonces me rodeó por la cintura con su brazo, me acercó a él y me besó apasionadamente, haciéndome sentir su virilidad creciendo entre ambos. Cuando rompió el beso, musité:

- No, Víctor, otra vez no.

- Pero lo deseas tanto como yo - dijo él, y tenía razón, me moría de ganar por sentirle, por tenerle de nuevo dentro de mí.

Pero a la vez sentía que había tantas cosas que nos separaban y que me decían que no debía seguir, que no podía seguir. Sentí sus manos acariciando mi culo por encima de la ropa. Aquel día me había puesto una falda y una blusa blanca. Volvió a besarme y yo correspondí al beso. Subió mi falda poco a poco, para acariciar mi culo por debajo de la ropa. Le deseaba y no podía evitar acariciarle, corresponder sus caricias, desnudarle, desabrocharle el pantalón que llevaba.

- Sara, si no paras ahora, te voy a tumbar sobre la mesa y te voy a hacer mía otra vez. ¿Es lo que quieres?

- Sí, quiero que lo hagamos otra vez, sí, joder, quiero que me folles y que me hagas sentir que soy la mujer más sexy del mundo - le confesé finalmente.

Y entonces, cogió mis brazos por las muñecas, las unió a mi espalda y me las ató con su cinturón,

- Espera, ¿qué haces? - protesté sabiendo que no tenía opción, que ya no podía escapar de él y que en realidad, aquello me gustaba y era lo que quería.

Quería que él fuera salvaje, que me hiciera sentir única, especial. Quería sentirme de nuevo suya, amada y deseada como nunca nadie me había deseado antes.

- No quiero que te escapes.

Cerré los ojos y le dije:

- Hazme tuya.


Y no tuve que decir nada más. Me inclinó sobre la mesa, y empezó acariciando mis piernas suavemente con la yema de sus dedos. Solo sentir esa caricia, me hizo estremecer y me puso los pelos de punta, activando todos mis sentidos. Suavemente, tiró de mis braguitas, y las deslizó hacía abajo por mis piernas. Un gemido escapó de mi boca. Todo aquello me parecía tan sensual y excitante. La forma en que se movía, en que me tocaba haciéndome estremecer. Sentí sus manos sobre mis nalgas, apretándolas como si fueran naranjas o melones. Luego besó una y luego la otra, y después la mordió, y todo mi cuerpo tembló. Lamió mi sexo, moviendo su lengua arriba y abajo. Nunca antes, ningún hombre me había hecho algo así, y me estaba dando un placer que nunca había sentido. Introdujo mi lengua en mí y musité:

- ¡Oh por Dios, fóllame, métemela ya! - le urgí.

Se puso en pie, se tumbó sobre mi espalda y me susurró al oído:

- No, todavía no, quiero que lo desees como nunca antes has deseado que te follen.

- Lo deseo, lo deseo tanto - le dije.

- No, dime ¿te duele el coño? - me preguntó.

- No - le respondí, sintiendo como mi sexo se humedecía aún más.

- Entonces aún no lo deseas tanto, tiene que dolerte el coño.

Se incorporó, y sentí sus dedos acariciando mis labios vaginales suavemente, despacio, era como si lo estuviera dibujando despacio. Pasó sus dedos por la hendidura y deseé que metiera uno dentro, pero... Me estaba matando de deseo. Siguió acariciando suavemente mi sexo, pasando sus dedos hasta mi culo. Cada vez estaba más excitada, cada vez le necesitaba más, y entonces, metió un dedo dentro de mí, y lo movió unas cuantas veces dentro y fuera, sacándolo luego y volviendo a acariciar mis labios vaginales, mi clítoris. Fue entonces cuando el deseo se hizo tan fuerte que realmente empezó a dolerme el coño por las ganas que tenía de que me poseyera. Y entonces le supliqué:

- Por favor, fóllame, me duele el coño, por favor.

- ¡Uhm está bien, pero pídemelo bien, tienes que decir: Por favor, Señor, fóllame.

Y obedecí, suplicándole:

- Por favor, Señor, fóllame.

Sentí entonces su pene a la entrada de mi vulva, empujó suavemente y enseguida sentí como se deslizaba dentro de mí y muy despacio empezaba a moverse dentro y fuera. Gemí al sentirle, me sentía por fin plena, llena de él. Se dobló sobre mi espalda. Metió sus manos entre mi cuerpo y la mesa y cogiendo mis senos los apretó fuerte, me quejé un poco, pero me gustó. Me gustaba lo que estaba haciendo. Besó mi cuello suavemente, luego mi hombro y lo mordió, clavándome sus dientes, lo que hizo que gritara y me excitara aún más, tanto que finalmente llegué al orgasmo, exprimiendo, estrujando su sexo lo que provocó que también él se corriera y finalmente se abandonó sobre mi. Permanecimos asi unos minutos, hasta que él se incorporó, me ayudó a incorporarme y me desató y cuando iba a vestirme, tomó mi cara entre sus manos y acercando su boca a la mía me besó. Al separarnos, me dijo:

- Por favor, no te arrepientas de nada, no olvides todo esto, no hagas como si no hubiera pasado nada. Porque ha pasado, y para mí ha sido maravilloso y creo que para tí también. Y no sé si podemos tener un futuro juntos, pero por lo menos, tratemos de disfrutar lo que tenemos ahora, disfrutemos cada minuto y cada segundo de esto.

- Está bien. - le dije.

Ambos suspiramos a la vez, luego nos separamos y nos vestimos. Apagamos todas las luces de la academia y cogidos de la mano cogimos el ascensor. Al llegar a la calle, nos despedimos.

- Nos vemos mañana.

- Sí, hasta mañana - le dije y me dirigí a mi coche que había dejado a unos metros de allí.

 

miércoles, 20 de enero de 2021

NO TE ARREPIENTAS CAPITULO 2

 En los siguientes días, ambos estuvimos bastante esquivos el uno con el otro, nos saludábamos cuando él llegaba a la academia y cuando se iba y poco más. Aunque debo confesar que le deseaba, ¿y quién no hubiera deseado a aquel muchacho? sí era joven, guapo, rubio, con un cuerpo de infarto. Desde que me había besado aquel día, era inevitable que no pensase en él en algún momento del día, sobre todo cuando estaba en la academia y le veía pasar por delante de mí. 

De vez en cuando le descubría mirándome, pero en cuanto yo le enfrentaba la mirada, él la apartaba. A veces, en cambio, era algo que no podíamos evitar ninguno de los dos, si coincidíamos en la sala de descanso y había alguien más, entonces, sus ojos se cruzaban con los míos y era inevitable mantener la mirada. 

    Hasta que de repente una noche de tormenta, llegada la hora de cerrar, di la vuelta que siempre daba para comprobar que no quedara nadie, cuando de nuevo me lo encontré en el aula de informática.

- Voy a cerrar ya - le dije.

- Sí, estoy apagando los ordenadores, dame un minuto.

- Bien, te espero en la recepción.

- Sí, claro.

Apagué las luces y Víctor no tardó en aparecer.

- ¿Nos vamos?

- Sí.

Salimos de la academia y mientras yo cerraba la puerta con llave, él llamaba al ascensor, ya que estábamos en un segundo piso. El ascensor llegó y entramos. Nos colocamos cada uno en una esquina. Ninguno de los dos osaba decir nada. El beso había quedado olvidado o eso parecía.

Y de repente, el ascensor se detuvo bruscamente, las luces se apagaron y...

- ¡Ostras, ¿qué pasa?! - dijo Víctor

- No sé, quizás hay algún apagón en el edificio, es bastante viejo.

- Pues vaya.  


Estábamos a oscuras y solo podía saber donde estaba por el sonido de su voz. Y parecía que ahora estaba más cerca que cuando habíamos entrado en el ascensor.

De repente sentí su mano rozando la mía y una especie de corriente eléctrica me alcanzó.

- Te he echado de menos - me susurró al oído - Sé que el otro día me sobrepasé con ese beso, pero... no me arrepiento, porque me gustó y tenía muchas ganas de dártelo.

Poco a poco, nos dejamos caer al suelo y nos sentamos el uno junto al otro.

- Y a mí me gustó que me lo dieras - le confesé - hacía mucho tiempo que nadie me daba un beso tan apasionado como ese.

Y de nuevo sentí su boca cerca de la mía y al segundo siguiente, me estaba besando apasionadamente, igual que la primera vez. Mi corazón empezó a latir fuertemente.

Necesitaba luz, necesitaba ver su cara, así que busqué mi móvil en el bolso y encendí la linterna. Estaba sonriendo.

- ¿Qué haces? Me estás deslumbrando.

- Quería ver tu cara.

Volvimos a besarnos, y dejé el móvil sobre el suelo. Nuestras manos empezaron a recorrer nuestros cuerpos, después a desabrochar y quitar prendas, acariciando entonces nuestro cuerpo. Le deseaba, y él también a mí y ambos sabíamos que no íbamos a salir de aquel ascensor sin follarnos.

Me tumbó sobre el frío suelo y se echó sobre mí, y entonces me susurró:

- ¿Sabes que va a pasar ahora, no?

- Sí - le respondí.

- ¿Y estás segura, quieres hacerlo? - me preguntó como si tuviera miedo de que en el último momento me fuera a arrepentir.

- Sí, estoy segura, quiero que me folles - le dije sin tapujos y empezando a desabrocharle el pantalón que aún llevaba puesto. Él también me desabrochó el pantalón, me lo bajó por mis piernas, mientras me besaba, me devoraba. Descendió hasta mis pechos y atrapó uno en su boca, chupándolo vehementemente. Gemí al sentir su lengua jugueteando con mi pezón y sus dientes mordiéndolo, me quejé.

- ¡Oh, cuanto he deseado esto! - musitó, mientras se acercaba al otro pecho y hacía lo mismo, atrapándolo en su boca y mordiéndolo.

Entretanto su mano estaba entre mis piernas, acariciando mi clítoris, mis labios vaginales, haciéndome estremecer.


Gemí, tratando de meter mi mano dentro de sus pantalones, pero entonces Víctor cogió mis manos, uniendo mis brazos por encima de mi cabeza y cogiendo su cinturón me ató las manos.

- ¿Qué haces? - le pregunté un tanto extrañada.

- Hacer que esto sea aún mejor, más excitante. Tú confía en mi.

Me mordí el labio inferior y él me dijo:

- No hagas eso, me estás volviendo loco.

- A lo mejor eso es lo que quiero - le respondí.

Se rio contra mi boca y entonces fue él quien mordió mi labio inferior y mientras lo hacía sentí su pene en la entrada de mi vagina y como luego empujaba y me penetraba. Empezó a moverse, dentro y fuera, dentro y fuera, mientras yo solo le sentía, sentía su polla entrando y saliendo de mí, dándome un placer que poco a poco iba aumentando, iba llenándome. Quería tocarle, abrazarle, pero no podía. Él me besaba, acariciaba mis tetas, me mordía ahora en el labio, ahora en el cuello, me estaba volviendo loca, y sabía que no tardaría en explotar. Mis gemidos subían de intensidad, y finalmente exploté en un agradable y maravilloso orgasmo como hacía años que no tenía. Víctor siguió follándome, moviéndose sobre mí un poco más hasta que también él se corrió. Me gustó sentirle dentro de mí, sentir como su pene se hinchaba y como me llenaba con su semen. Y justo en el instante en que lo hacía, le mordí el hombro. Tras eso cuando ambos dejamos de temblar. Me desató, musitando en mi oído:

- Ha sido maravilloso.

- Sí, la verdad es que sí - le dije.

Y enseguida empecé a arrepentirme de lo que acababa de suceder. Aunque aquel chico me gustaba mucho, y en los últimos días, había soñado con algo como aquello un montón de veces, ahora, en aquel momento me sentía fatal por lo que acabábamos de hacer.

Y de repente, la luz volvió. Le miré, me miró y me preguntó:

- ¿Qué pasa? ¿Te arrepientes de esto?

No sabía si responderle la verdad o...

- Vamos a vestirnos, y salgamos de aquí - fue todo lo que fui capaz de decir.

Él no dijo nada, solo me obedeció y se vistió. Cuando ambos estuvimos listos, apreté el botón y el ascensor se puso en marcha de nuevo.

Llegamos a la planta baja y salimos del ascensor. Me despedí de él con un simple:

- Hasta mañana - y me fui hacía donde había dejado mi coche aparcado al llegar.

Ni siquiera miré atrás, ni siquiera le miré, ni le di un beso de despedida. Quería olvidarlo, volver a casa y olvidar que acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida gracias a un joven de 25 años. 

lunes, 18 de enero de 2021

NO TE ARREPIENTAS. CAPITULO 1

CAPITULO 1. EL NUEVO PROFESOR DE INFORMATICA. 

De nuevo el despertador sonó, como cada mañana a las siete en punto. Otro día más. Otra vez, levantarse, despertar a la niña, llevarla al colegio, cada día la misma rutina. Mi vida parecía aquella película, en la que el mismo día se repetía una y otra vez. Un aburrimiento total, pero lo que yo no sabía es que aquel día iba a cambiar y quizás para siempre.

Después de comer y fregar los platos, me preparé para ir a trabajar. Llegué a la academia a las cuatro en punto, debía llegar la primera, pues era yo la que abría. Unos 15 minutos más tarde empezaron a llegar los profesores. El director de la academia, Pablo, llegó media hora más tarde, y nada más llegar y tras saludarme me dijo:

- Hoy vendrá el nuevo profesor de informática. Enséñale su aula cuando llegue y explícale como funciona todo esto.

- Sí.

Faltaban solo unos cinco minutos para que llegaran los primeros alumnos a sus clases de repaso, cuando apareció el profesor nuevo.

- Buenas tardes - me dijo - soy el nuevo profesor de informática.

- Buenas tardes. Yo soy la recepcionista y secretaria, me ocupo de la parte administrativa - me levanté de mi mesa diciéndole: - Ven conmigo, te enseñaré tu aula. Bienvenido a la academia.


- Gracias - me respondió.

Era un chico joven de unos veinticinco años, alto, rubio y de ojos verdes. Le llevé hasta el aula de informática haciéndole entrar.

- Esta es tu aula, como ves hay ordenadores para todos y el tuyo está sobre tu mesa.

- Muchas gracias - me dijo. Le sonreí y salí del aula.

- De nada, vuelvo a la recepción pues seguro que no tardaran en llegar los alumnos.

La tarde pasó bastante tranquila. Y cuando llegó la hora de cerrar, como siempre revisé todas las aulas una por una, se suponía que ya todos los profesores debían estar fuera, pero al llegar a la de informática, el nuevo profesor de informática aún estaba allí.

- ¡Oh, vaya! Pensé que ya no había nadie, es hora de marcharse, tengo que cerrar - le dije.

- ¡Ah, si, perdón! Estaba revisando algunos emails.

- Bien, pues te espero en la recepción.

- Sí, claro.

Unos minutos más tarde apareció por la recepción.

- ¿Nos vamos? - me preguntó.

- Sí, vamos.

- Oye, ¿cómo te llamas? - me preguntó amablemente.

- Sara ¿y tú?

- Victor. ¿Hace mucho que trabajas aquí?

- Sí, unos cuantos años, desde que nació mi hija casi - le expliqué mientras cerraba la puerta con llave.

- ¿Tienes una hija, pero cuantos años tienes? - me preguntó sorprendido.

- ¿Cuántos me echas? - le reté.

- No sé, no me atrevo a decirlo ¿y si me equivoco?

- Si te equivocas, mañana abres tu la academia.

- Vale ¿y si acierto?

- No sé - respondí pensativa.

- Ya sé, si acierto te doy un beso donde yo quiera.

Me reí por su ocurrencia, pero le respondí:

- Está bien, trato hecho - le dije tendiéndole mi mano.

- Cuarenta - dijo, dando de lleno en la diana.

- Sí, has acertado.

- ¿De verdad? - preguntó sorprendido mientras bajábamos en el ascensor.


- Sí, así que ya puedes besarme - le dije, pensando que se trataría de un simple beso en la mejilla. Pero entonces Víctor me miró directamente a los ojos y acercando su boca me besó en los labios. Fue un beso dulce, sorprendente, apasionado y maravilloso. Cuando rompió el beso, el ascensor ya había llegado a la planta baja y las puertas se estaban abriendo, yo me había quedado petrificada y sin poder reaccionar, y entonces él dijo:

- Lo siento, no debería...

- No, no pasa nada, hicimos un trato.

- Sí, pero...

Me dirigí a la puerta de salida y allí le dije:

- Hasta mañana. 

miércoles, 13 de enero de 2021

LLAMAME SEÑOR. CAPITULO 8 Y ULTIMO

8. MUSICA CELESTIAL

Aquella noche me costó conciliar el sueño a pesar de lo tarde que era. No podía dejar de pensar en Nico y en lo sucedido en el reservado. Además me había dejado con las ganas, pero no quería desahogarme sola. Lo quería a él, quería hacerlo con él.

Pasé el domingo con Julián, fuimos a pasear, luego a comer por el centro y finalmente fuimos a su casa. Él tenía ganas de follar, pero yo no. Además la idea de dejarle no paraba de dar vueltas en mi cabeza, no podía seguir con él, no podía seguir mintiéndole, diciéndole que me sentía bien con él y que le quería cuando no era verdad. Y además, no podía seguir mintiéndome a mi misma, ya que seguía locamente enamorada de Nico. Y la prueba estaba en que con solo unas pocas palabras, había conseguido hacerme temblar y derretirme y pasarme la noche pensando en él. Y con Julián nunca me había pasado eso.


- ¿Quieres que lo dejemos, verdad? - me preguntó Julián, después de que le rechazara.

- Sí, creo que es lo mejor, yo... no siento lo que tú sientes por mí y...

- Sigues enamorada de tu ex, lo sé.

- Sí. Anoche le vi y... no sé, con él siento cosas que nunca he sentido por nadie más. Lo siento, pero no quiero seguir mintiéndote y engañándote - le dije.

- Lo entiendo - dijo levantándose del sofá y poniéndose la chaqueta.

Me sabia mal que se fuera así, y que lo nuestro terminara de aquella manera, pero...

- Bien, pues, nos vemos. Ha sido un placer - le dije finalmente, despidiéndome de él.

- Sí, nos vemos. Mucha suerte.

- Gracias.

 

Era mejor dejarle, que seguir mintiéndole. Aunque no sabía que iba a pasar con Nico. Era la primera vez en mi vida que dejaba a un hombre porque estaba enamorada de otro. En realidad, era la primera vez que estaba realmente enamorada de alguien.

 

 

A la mañana siguiente al volver a la oficina, teníamos una reunión de todo el equipo con Nico, para hablar sobre como iban los trabajos que todos teníamos entre manos. Era el primer lunes desde hacía varias semanas que tenía ganas de ir a la reunión y de encontrarme con Nico.

Me estaba vistiendo, buscando algo adecuado para aquel día cuando recibí un mensaje en mi móvil. Era de Nico: "Buenos días, princesa, no te pongas braguitas hoy" decía. Estuve tentada de preguntarle porque, pero finalmente decidí no hacerlo. Prefería dejarme llevar.

Cuando llegué a la oficina, le busqué, y al no verle ni en su despacho ni en la puerta de la sala de juntas pensé que estaría ya dentro, pero al ir entrar en la sala oí su voz justo detrás de mí, susurrando en mi oído:

- Buenos días, princesa.

Me asustó un poco. Entramos en la sala juntos. Aún no había llegado nadie. Y acercándose a mi oído de nuevo me preguntó:


- ¿Me has hecho caso? - Mientras su mano descendía por mi espalda hasta mi culo y palpaba tratando de adivinar si así era.

- Sí, Señor - le respondí metiéndome en mi papel de sumisa.

Enseguida entró alguien y Nico se apartó. Nos sentamos cada uno en su sitio y todos empezaron a aparecer. Nico empezó la reunión haciendo un repaso de los trabajos. De vez en cuando, disimuladamente me miraba.

Le tocó el turno a mi trabajo y Nico lo revisó, se acercó a mí con el guión que yo le había pasado para que lo revisara y dijo:

- Te he apuntado algunas notas. Revísalas.

Cogí las hojas que había dejado frente a mí y en la segunda ví que había un post-it pero no lo leí. Prefería esperar a estar en mi mesa, pues no quería que nadie que estuviera a mi lado pudiera leerlo y descubrir lo que pasaba entre Nico y yo.

Cuando volví a mi mesa con la revisión pude por fin mirar la nota decía: "Te espero a las doce en mi despacho", Obviamente las horas se me pasaron muy lentamente aquella mañana y cuando por fin eran las doce, me fui a su despacho tratando de no levantar sospechas.

Llame a la puerta y asomé mi cabeza.

- Puedes pasar Carol - me dijo él.

Entré, cerrando tras de mí y él mismo me indicó:

- Cierra con la llave.

Mi corazón empezó a latir a cien por hora al imaginar lo que iba a pasar en aquel despacho.

- He dejado a Victoria - fue lo primero que me dijo dejándome sin palabras - Quiero..., te quiero y quiero que seas parte de mi vida, quiero que seas mía. Mi mujer - dijo.

-¿Qué? - no podía creerme lo que estaba diciendo, no podía creer que me estuviera pidiendo que me casara con él.

- Quiero casarme contigo, ¿quieres casarte conmigo? - me preguntó.

- ¿Lo estás diciendo en serio? ¿Has dejado a Victoria? ¿Por mi?

- Sí, Princesa. Te quiero y no puedo vivir sin ti.

- Pero... la editorial, tus planes.

- A la porra con mis planes. Fundaré mi propia editorial y tu me ayudarás, y juntos la llevaremos a lo más alto ¿que te parece?

- Bien.

Se acercó por fin a mí y tomándome por la cintura me estrechó entre sus brazos diciéndome:

- Y serás mi sumisa ¿verdad?

- ¡Uhmm, sí! - le respondí emocionada y mirándole a los ojos, y entonces me besó larga y apasionadamente.

Sentí como su sexo crecía bajo los pantalones. Y me arrimé más a él, pero creo que enseguida notó mis ganas y me dijo:

- No, ahora no. Tenemos que trabajar. Cuando termine el día nos vemos. ¿Vale? Te quiero.

Su declaración me sonó a música celestial. Ese te quiero, fue la mejor melodía que podía tocarme. Estaba deseando que fuera la hora de salir. Y entonces me acordé que yo no le había dicho nada de mí y de mi relación con Julian.

- Yo también he dejado a Julián - le dije.

Y entonces salí de su despacho. Por fin, me sentía libre y feliz de poder amar al hombre que yo quería.

A las seis, ya casi todo el mundo se había ido, estaba yo sola en la oficina. Aunque sabía de sobra que Nico estaba en su despacho, esperando a que todos se fueran para salir juntos. Al cabo de  15 minutos y viendo que no salia de su despacho me encaminé hacía él. Llamé a la puerta y me hizo pasar.

- Hola, preciosa, ¿qué quieres? - Me preguntó como si no fuera lo más natural del mundo que entrara en su despacho a esas horas.

Estaba sentado en un pequeño sofá que tenía a un lado del despacho.

- ¿Nos vamos a casa ya? - le pregunté añadiendo - Es tarde.

- No, aún no. ¿Queda alguien ahí fuera? - me preguntó.

- No, todos se han ido - le respondí.

- Bien, entonces ven aquí y arrodíllate frente a mí - dijo.


Obedecí, sintiéndome liberada, feliz. Postrada a sus pies, bajo él, me sentía segura, me sentía feliz al saber que sería suya. Así que le dije:

- A tus pies, mi Señor.

Él me sonrió feliz también. 

lunes, 11 de enero de 2021

LLAMAME SEÑOR. CAPITULO 7

7. LO QUE TE ESTÁS PERDIENDO

Pasamos casi todo el día en la cama, lo que me hizo olvidar a Nico por unas horas. Aunque era difícil para mí no compararles, sobre todo en el plano sexual, donde Nico me hacía ver las estrellas y Julian... Julian sólo me servía para pasar el rato, para apagar las ganas, pero nada más.

Eran casi las cuatro de la tarde y acabábamos de comer cuando llamaron a la puerta, y antes de que abriera, Lidia gritó desde el otro lado de la puerta:

- Ábreme loquita.

- Voy, ya voy.

Abrí la puerta y al verme medio desnuda Lidia preguntó:

- ¿Estás sola?

- No, pero puedes pasar, acabamos de comer. Estoy con Julian - le informé.

- Vaya, vaya.

- Hola Lidia - la saludó Julian que salia de la cocina.

- Hola Julián - le contestó ella.


- Ven vamos a la salita, Julián fregará los platos, ¿verdad? - le dije sin darle opción.

- Claro, princesa.

Así pues Lidia y yo nos pusimos a hablar. Le conté todo lo sucedido con Julián aquel fin de semana.

- Así pues, parece que lo vuestro va viento en popa, ¿no?

- Sí, bueno, hay algo, aun no sé el que, pero sí - le dije a Lidia.

- Me alegro.

Nos abrazamos y justo en ese momento. Oí la voz de Julián detrás nuestro.

- Bueno, yo me voy.

- Bien.

Me levanté del sofá y le acompañé hasta la puerta.

- Gracias por todo - le dije antes de que se marchara.

- No tienes porque dármelas, me lo he pasado muy bien este fin de semana contigo.

- Y yo contigo - le dije.

Me dió un tierno beso en la boca y me dijo:

- Nos vemos Princesa.

- Sí, nos vemos.

- Bien, ahora ya podemos hablar tranquilamente - dijo Lidia al ver que nos habíamos quedado solas - Venga, dime que ha pasado con Julian.

- La verdad es que no gran cosa, hemos salido este fin de semana, pero poco más. En la cama es un poco soso, pero tampoco me va mal un poco menos de salsa, ¿no? Eso sí, en todo lo demás es un amor, friega los platos, me prepara la comida, esta mañana se ha presentado aquí con una bandeja llena de pastas para desayunar.

- Vamos, el hombre que toda mujer sueña - dijo Lidia.

- Bueno, si no te importa tener un muermo en la cama, claro.

- Ya, claro.

 

 

El lunes al volver al trabajo, traté de evitar a Nico todo lo que pude a pesar de formar parte del mismo equipo de trabajo. Pero él no dejaba de mirarme, de buscarme. A media mañana me envió un mensaje al móvil: "No puedo soportarlo, verte aquí, pasar por tu lado y saber que no podremos volver a..." Le respondí:"Pues tendrás que soportarlo, hemos terminado y eso es todo"

No volvió a escribirme en todo el día, hasta que a la hora de la salida, como casi siempre me quedé la última. Estaba recogiendo mis cosas, cuando oí su voz detrás de mí:

- ¿Aún por aquí?

- Sí, ya sabes, siempre soy la última, no me gusta dejar mi trabajo sin acabar.

- Ya - dijo simplemente.

Cogí mi bolso, coloqué bien mi silla y le dije:

- Adiós, nos vemos mañana.

- No, espera - dijo deteniéndome. Le enfrenté a los ojos y esperé a que me dijera lo que quería: - Tenemos que hablar, Carol.

- No tenemos nada más que de hablar, Nico. Hemos terminado, eso es todo.

- Pero yo... nosotros...

- Nico, no hay un nosotros, tú lo sabes, tú decidiste que así fuera. No sé porque estás tan empeñado en casarte con esa furcia de Victoria, pero no voy a ser la otra. No quiero. Te quiero y si no puedo tenerte como... prefiero alejarme de tí. ¿Entiendes?

- ¿Qué has dicho? - me preguntó sorprendido.

- Que si no puedo tenerte... - me interrumpió diciendo:

- No, antes de eso - y entonces me dí cuenta que acababa de confesarle lo que sentía por él.


- Que te quiero, me he enamorado de tí, no sé como ha pasado, pero es lo que siento. Pero tú...

- Sí, ya lo sé, estoy comprometido con Victoria. Y no voy a dejarla. Ella es... tú no lo entiendes.

- Claro que no lo entiendo, porque te aferras a alguien a quien realmente no quieres, ¿por qué, para qué?

- Sabes por qué, por la editorial, quiero esa editorial más que nada en el mundo, es lo que siempre he soñado y...

- ... ya, vale. Creo que no tenemos nada mas que hablar. Buenas noches -  dije finalmente cogiendo mis cosas y saliendo de aquel despacho.

 

 

Estaba viendo televisión, eran ya las once de la noche, cuando sonó mi móvil, era una llamada de Nico, no la cogí. Luego me escribió un mensaje, y así durante los siguientes días, me llamaba continuamente y me enviaba mensajes diciéndome que no podía vivir sin mí, que quería verme,  pero yo lo ignoraba. En el trabajo lo evitaba todo lo que podía, y cuando coincidíamos en algún sitio a solas, simplemente le decía que lo nuestro había terminado y que ya no había una segunda oportunidad.

Con Julián, la cosa iba avanzando. Me gustaba estar con él, salir con él, ir al cine, a tomar algo. El sexo no estaba mal, pero obviamente no tenía ni punto de comparación con lo que hacía con Nico. Eso era lo que más echaba de menos, la sesiones de bondage con Nico. Pero estaba decidida a dejarle atrás.

- Entonces no has vuelto a ver a Nico.

- No, fuera del trabajo, no - le respondí a Lidia.

Era nuestra noche de chicas. Viernes noche y nos estábamos arreglando para salir.

- ¿Ha dejado ya de llamarte y enviarte mensajes?

- Sí, creo que por fin ha entendido que no hay posibilidad de que vuelva con él. Por lo menos si sigue con Victoria.

- Bueno, me alegro por tí, la verdad, y espero que con Julian seas feliz.

- Gracias, aunque no sé, empiezo a aburrirme con él.

- Bueno, no tienes porque quedarte con él.

- No, es verdad, quizás lo deje, en algún momento.

Salimos a cenar primero y después fuimos a una discoteca. Y estaba bailando sola en un lugar un poco apartado de la pista, cuando oí una voz detrás de mí, en mi oído, diciéndome:

- Ve y siéntate en un privado, te quitas las braguitas y esperas a que yo venga - era Nico y sólo con susurrarme esas palabras en mi oído ya había conseguido que me pusiera húmeda como hacía semanas que nadie lo lograba - y sin protestar ni cuestionarme.

- Pero...

- Haz lo que digo, luego hablaremos.

Sentía un cosquilleo entre mis piernas que no podía evitar, algo que hacía tiempo que no sentía. Y aunque dudé un momento, finalmente decidí obedecer a Nico.


Entré en uno de los privados y me senté en el sofá. Había una mesa pequeña en el centro, además del sofá y poco más. Las luces eran muy tenues para dar privacidad. Nico no tardó en entrar. Se sentó junto a mí y metiendo su mano entre mis piernas empezó a acariciarme suavemente.

- Espera - le dije - ¿qué vas a hacer?

- Lo que realmente estás deseando, lo que ese tal Julián no puede ni sabe darte.

- Pero... no deberíamos, lo sabes.

- Sí, lo sé, sé que tu cabeza te dice que no debes, pero tu corazón te está gritando que esto es lo que más deseas en el mundo. ¿O acaso me equivoco? Sino no hubieras venido.

Tenia razón. Su mano ya había alcanzado mi sexo y empezaba a acariciar suavemente mi clítoris por encima de las braguitas.

- No - le respondí - pero no voy a volver contigo, lo sabes, no hasta que dejes a Victoria - le dije.

- Lo sé. Pero ahora, disfrutemos de este momento, por favor. Deja que te dé ese placer. Por favor.

Cerré los ojos y me abandoné, dejando que él controlara aquel momento, aquella situación. Apartó las tela de mis braguitas, y al sentir su dedo sobre mi clítoris todo mi cuerpo se estremeció. Nico se acercó más a mí y me envolvió en sus brazos, susurrándome al oído:

- Tú sólo déjate ir.

- Uhmm, sí - susurré empezando a sentir el placer que sus dedos me proporcionaban.

Metió uno de sus dedos dentro de mí y de nuevo todo mi cuerpo se estremeció. Me gustaba, me encantaba aquello, sentía que volvía a sentir el vértigo, la emoción y el placer que sólo él me hacía sentir. Algo mucho más grande y potente que lo que jamás hubiera sentido con ningún otro hombre y ni siquiera con Julián.

Empecé a gemir más fuerte, sintiendo oleadas de placer y justo cuando parecía que estaba a punto de alcanzar el punto culminante. Nico sacó sus dedos de mí. Se levantó, se arregló la ropa diciendo:

- Nos veremos, buenas noches, preciosa.

- Pero... - empecé a decirle atónita, sorprendida - ¿no vas a terminar, me vas dejar así?

- Sí, así te darás cuenta de lo que te estás perdiendo - dijo, saliendo del reservado.

Me arreglé la ropa, me recompuse como pude y salí del reservado, buscándole, enfurecida por lo que acababa de hacer, pero ya se había ido, se había escapado de mí. A quién si me encontré a Lidia.

- ¿Dónde estabas? - me preguntó - Llevó media hora buscándote.

- Yo, bueno, he ido al baño - le dije, escondiéndole la verdad, era mejor que no lo supiera porque estaba segura que me reñiría y con razón, ya que había sido una incauta dejándome engañar por Nico otra vez.

- Y te has enrollado con algún tio, ¿no? Eres incorregible - me recriminó sin posibilidad de explicarme - Anda, vámonos, estoy agotada.

- Bien, vale - Acepté, era lo mejor, así no volvería a caer en los brazos de Nico.