viernes, 30 de octubre de 2020

Y SI FUERA ÉL CAPITULO 5

 Cuando desperté por la mañana estaba sola en la cama. Mi amante se había marchado, aunque había dejado una nota sobre la almohada: “Ha sido una noche maravillosa, espero poder repetirla pronto. Y por favor, cuando te vistas para ir a trabajar, no te pongas braguitas, nunca se sabe quién puede aparecer ….”

Sonreí. Aquella nota dejaba mucho a mi calenturienta imaginación. Sin duda, aquella relación prometía.

Me levanté y me duché, me vestí con una minifalda corta, sin medias, y sin braguitas, arriba me puse una blusa blanca que se transparentaba un poco y un sujetador blanco. Durante la mañana todo fue tranquilo. Hacia las doce recibí la llamada de Ana, mi mejor amiga.

-         Buenos días, guapa – me saludó.

-         Buenos días, ¿qué tal?

-         Eso quisiera saber yo, ¿qué tal la cita con ese maravilloso hombre?

-         Bien – le contesté ilusionada – Fue una noche maravillosa, al final nos quedamos a cenar en casa y....

-         Bien, y follasteis por lo que veo, jajaja, se te nota en la voz que te dejó satisfecha – dijo mi amiga, tan abierta y sincera como siempre.

-         Pues sí, para que negarlo – le dije.

-         Me alegro por ti, Emma, y espero que te vaya bien.

-         Gracias, tengo que dejarte, el jefe está aquí. Ya hablaremos.

-         Bien, hasta luego.

Mi jefe frente a mí, me entregó algunos papeles para archivar; y estaba entretenida en ello cuando recibí una llamada justo media hora antes de ir a comer :

- Buenos días, preciosa – era su voz.

- Buenos días.

- ¿Qué tal si quedamos para comer? - Me preguntó sin más, casi como si ya supiera la respuesta.

- Bien - le respondí nerviosa, me apetecía tanto volver a verle.

- Entonces pasaré a recogerte en media hora, te espero en el vestíbulo.

-         Vale - acepté.

Inmediatamente le envié un Whassap a Ana para decirle que comería con él.

Media hora más tarde recogí mi mesa, mi bolso y bajé al vestíbulo, donde me estaba esperando Alberto. Me acerqué a él, estaba guapísimo, con un traje gris marengo y una camisa blanca.

- Hola - me saludó dándome un tierno beso en los labios.

- Hola - respondí.

- Vamos, tengo el coche aquí fuera.

Salimos a la calle y subimos a su coche, al asiento trasero. Alberto le dijo al chofer donde debía ir, y luego se abrochó el cinturón. Yo hice lo mismo. Seguidamente, Alberto se giró levemente hacia mí, metió su mano por mi falda y tocó mi sexo desnudo.

- Perfecto, veo que me has obedecido, así me gusta. Si me obedeces siempre, te prometo que vivirás momentos muy excitantes.

Y movió sus dedos, acariciando mi clítoris, lo que me hizo estremecer. Luego los sacó y volvió a sentarse cómodamente en su lugar diciéndole al chofer que ya podía arrancar.


Diez minutos más tarde habíamos llegado ya al restaurante. El chofer dejó el coche en el aparcamiento y antes de bajar Alberto se acercó a mí y me ordenó:

-         Abre las piernas.

Obedecí y metió su mano entre ellas, alcanzando mi sexo, que acarició con un par de dedos, haciéndome estremecer mientras me susurraba al oído.

-         Te quiero excitada y dispuesta para mí en todo momento – su voz susurrante y su dedo acariciando mi clítoris hizo que mi sexo empezara a mojarse excitado.

Cuando le pareció que estaba convenientemente excitada se detuvo, sacó su mano y dijo:

-         Venga, vamos.

Salimos del coche y entramos en el restaurante, nada más entrar, el maître ya le reconoció y dijo:

-        ¿La misma mesa de siempre, señor?

-         Sí, gracias Antonio.

Nos llevó hasta un reservado, pequeño y coqueto en el que solo había una mesa. Nos sentamos y el camarero nos dejó las cartas, y mientras observaba que pedir, Alberto me preguntó:

-        ¿Llevas sujetador?

-         Sí, señor - Le respondí en mi perfecto papel de sumisa.

-         Bien, pues ve al baño y quítatelo – me ordenó.

-         Si, señor – le respondí levantándome sin cuestionar su orden. Me gustaba la manera en que me daba las órdenes, el tono de voz tranquilo y autoritario que utilizaba.

Me fui al baño y me quité el sujetador, guardándolo en mi bolso. Cuando volví al reservado y tras sentarme en la mesa, Alberto me preguntó:

-         ¿Te lo has quitado? Enséñamelo.

Abrí ligeramente la blusa por delante para que lo viera.

-         No, mejor desabróchate la blusa y muéstrame tus senos desnudos y te los dejas así.

Me sorprendió su demanda y protesté un poco.

-         Pero...

-         Haz lo que te digo o te castigaré, no te preocupes, solo podrá verte el camarero, es el único autorizado a entrar en este privado mientras estamos comiendo.

Finalmente obedecí y dejé mis senos totalmente descubiertos, aunque sin acabar de desabrochar la blusa. El camarero trajo entonces el primer plato y lo dejó frente a mi, sin inmutarse siquiera un poco. Empezamos a comer tranquilamente y Alberto me preguntó:

-         Dime, ¿cuánto tiempo estuviste con tu último Amo?

-         ¿Cómo sabes que tenía “Amo”? – Le pregunté.

-         Porque desde el primer momento has aceptado y te has posicionado en el papel de Sumisa, sin que yo te lo pidiera, cada vez que te he dado una orden la has obedecido sin cuestionarla. Ahora contesta a mi pregunta, por favor.

-         Estuve tres años con él, en realidad fue mi primer Amo, con él he aprendido todo lo que sé del BDSM, él me introdujo en este mundo, y él supo desde el principio que eso era lo que más me ponía. Durante un buen tiempo, pensé y creí que era el hombre de mi vida – le dije, olvidándome que llevaba los senos desnudos.

-         ¿Y qué pasó entre vosotros? ¿Por qué lo dejasteis?

-         Porqué me lo encontré con otra. Es cierto que él me había pedido tener otra sumisa, pero... – me detuve.

-         Tenías miedo.

-         Si – afirmé – tenía miedo de perderle, de que todo lo que teníamos se fuera al traste, de que se enamorara de ella y se olvidara de mí. – dije, confesándome por primera vez ante mí misma incluso.

-         Mira te seré sincero – empezó a decirme – me gustaría que fueras mi sumisa, pero antes de seguir quiero que sepas algunas cosas de mí, quiero ser sincero contigo porque creo que lo importante entre dos personas que tienen una relación, sea la que sea es la sinceridad. No me gusta compartir a mi sumisa, lo hice una vez y… en fin, no salió bien y me prometí a mí mismo no volver a hacerlo nunca más. Pero me gusta jugar con ella en público y quizás permitirme algunos juegos en los que pueda entrar alguna otra sumisa, pero solo como algo esporádico.

Por mi está bien, Señor – le dije sonriendo. El juego empezaba en aquel momento y me apetecía mucho jugar con él.

Estableceremos unas normas por ambas partes, que ambos deberemos cumplir, y los castigos que te aplicaré si no cumples esas normas ¿de acuerdo?

 Si – respondí feliz.

- Y para empezar te voy a poner deberes, me harás una lista con las prácticas que te gustan y las que no, y la quiero para mañana. A partir de eso, haremos un contrato.

- Bien, me parece bien – le dije.

- Por mi parte yo haré lo mismo. Y así a partir de ahí podremos establecer las prácticas y castigos.

A todo esto, ya estábamos en los postres y el camarero ya había sacado casi todos los platos. Vi como el camarero traía una fuente con nata y la dejaba sobre la mesa, no trajo cucharillas ni platos. Y se retiró sin decir nada. Alberto sonrió con picardía, de nuevo vi en sus ojos esa mirada de que estaba maquinando algo. Me miró y me ordenó:

Desnúdate.

¿Qué? – Pregunté sorprendida y un poco incómoda.

Que te desnudes, no te preocupes, no entrará nadie, el camarero ha cerrado la puerta y ni siquiera él entrara en la próxima media hora.

Suspiré aliviada, y poniéndome en pie, empecé a desnudarme. Alberto siguió sentado en su silla, observándome, cuando terminé de desnudarme apartó lo poco que quedaba en la mesa y me ordenó:

Ponte en la mesa boca arriba.


Obedecí y vi como abriendo el maletín que llevaba consigo, Alberto sacó algunas cuerdas. Ató mis manos y mis pies a las patas de la mesa, dejándome abierta y expuesta para él. Empezaba a sentirme excitada imaginando lo que iba a pasar. Vi como Alberto sacaba también una gagball del maletín y acercándose a mí me decía:

Voy a ponerte esto en la boca, porque no queremos que nadie te oiga, ¿verdad? Por qué voy hacer que grites de placer como nunca antes lo has hecho.

Gemí al oír esas palabras, sintiendo como la excitación aumentaba. Me puso la gagball y hurgó de nuevo en el maletín, y enseguida empecé a sentir un agradable cosquilleo en el clítoris. Era algo maravilloso y empecé a gemir despacio, suave.

Es un pincel - me dijo - por la parte de las cerdas.

Mientras lo movía, yo gemía y me removía sobre la mesa, excitada, sintiendo como esa excitación subía y subía. Dejé de sentir el cosquilleó y Alberto me advirtió:

Ahora con el mango.

Y efectivamente, empecé a sentir algo duro moviéndose sobre mi clítoris, que me hacía estremecer tanto o más que las cerdas. Gemí y me convulsioné, aunque mis gemidos casi no se oían, pues los tapaba la bola que tenía en la boca. Alberto metió el mango del pincel dentro de mí vagina y lo movió. Lo sacó y volvió a meterlo meneándolo, mientras yo gemía y me convulsionaba sintiendo la excitación subiendo y subiendo. Sacó el mango del pincel de mí, y entonces sentí su boca alrededor de mi clítoris. ¡Oh Dios, iba a hacerme una mamada y yo estaba tan excitada! Sabía que no tardaría en correrme. Su lengua jugueteó y lamió mi clítoris durante unos minutos, y enseguida me corrí, gemí y sentí como el orgasmo explotaba en mi clítoris. Fue maravilloso y no me pude contener, estaba tan excitada, que no pude evitarlo. Alberto siguió lamiendo durante un rato, bebiendo mis jugos, aunque estoy segura de que sabía que me había corrido. Cuando lo creyó conveniente, se apartó y me dejó descansar. Luego me desató, y ofreciéndome la mano, me ayudó a incorporarme.

Te has corrido demasiado pronto – musitó en mi oído.

Lo sé, pero estaba tan excitada, que no pude evitarlo – me disculpé.

Por esta vez no te lo tendré en cuenta, pero en el futuro, será motivo de castigo, ya que sólo te correrás cuando yo te de permiso, ¿de acuerdo?

Si Señor.

Me ayudó a bajar de la mesa y me vestí. Salimos del privado y él pagó la cuenta en la caja, luego salimos del local y me llevó de nuevo hasta mi despacho. Allí, antes de que saliera del coche, me dijo:

No te olvides de los deberes. Nos veremos mañana y lo repasaremos todo. ¿De acuerdo? ¡Ah, y piensa en un nombre de sumisa!

Si, Señor – le dije bajando del coche. 

Subí hasta el despacho e hice mi trabajo lo mejor que pude, aunque sin dejar de pensar en él y en lo que habíamos hecho en el restaurante. Tras el trabajo cuando llegué a casa, cogí una libreta en blanco y empecé a escribir sobre lo que me gusta y lo que no. Aunque al principio de la hoja puse el nombre con el que deseaba ser llamada como sumisa “Princesa”. Luego empecé a escribir una lista de las cosas que me gustaban:

“Me gusta dar y recibir sexo oral, disfruto haciéndolo, pero no me gusta que me metan la polla hasta la campanilla y me provoquen arcadas, ese es uno de mis límites. Me gusta el sexo anal y lo disfruto y me encanta usar plugs, a veces como castigo. También me gusta jugar con todo tipo de consoladores y artefactos que puedan caber en mi coño y me den placer. Me encanta masturbarme, aunque me intimida un poco hacerlo delante de alguien y sobre todo en un lugar público, otro de mis límites que espero mi Señor, me enseñe a sobrepasar. Me encanta masturbar a mi señor y hacer que su leche caiga sobre mis tetas. Me gusta el sexo telefónico, y aunque nunca he sido ciber sumisa, me gustaría experimentar esa vertiente de algún modo. Me excita pensar en tener sexo en un lugar público, pero a la hora de la verdad, me intimida un poco, es otro de mis límites, creo. No me gusta compartir a mi amo con otras, ese es otro de mis límites, aunque ver a mi amo con otra me excita, soy un poco Voyeur, en ese aspecto tengo sentimientos contradictorios. Tampoco me siento nada cómoda siendo compartida o cedida a otro Amo. Es algo que realmente no tolero de ninguna manera, lo pondría como un límite duro. Me encantan los juegos con cuerdas, la sensación de estar atada y no poder hacer nada, cediéndole todo el poder a mi Amo, que es quien controla mi placer y mi cuerpo en ese momento, y obviamente disfruto de ser atada en la Cruz de San Andrés y que una vez ahí, mis ojos sean vendados y no pueda ver nada, y no sepa que va a pasar, me gusta entregarme a lo que siento en ese momento. No me gusta ser encerrada o enjaulada, ese es otro de mis límites y este es duro, sin duda. Tampoco soporto las máscaras de látex que cubren toda mi cara. Me producen ansiedad. Nada de quemaduras. Me atrae el fisting, pero también me asusta un poco. En cuanto, a ser azotada, o recibir bastonazos o cachetadas, son cosas que me excitan y a la vez me asustan. Los he recibido como castigo, pero a veces también son un premio, es difícil describir lo que siento cuando mi Amo me azota, quizás debas comprobarlo tú mismo. Me encanta que tiren de mi pelo, pero durante el acto sexual, cuando mi amo me folla tan fuerte que siento que me va a partir, cuando hunde su polla en mí por completo e incluso me duele, en ese momento su tirón del pelo me hace sentir viva, al igual que si lo hace cuando me está follando la boca, y trata de controlar las embestidas. Tampoco tolero las agujas, ni pinchazos, es algo que detesto enormemente. Otro de mi limites duros, pero este es durísimo. Tampoco me gustan los juegos que incluyan sangrado. Ni la lluvia dorada, ni marrón, de nuevo limites muy duros. Nada de marcas permanentes, y tampoco que me escupan, todo eso se engloba en los limites duros, durísimos que por nada del mundo voy a sobrepasar. Y nada de electrocuciones, la electricidad y yo, nos llevamos muy, muy mal. Me encantan los cepos, y estar atrapada en uno es uno de mis sueños, ser follada mientras estoy colocada en un cepo y no sé quién me está follando. No me gusta besar los pies, ni lamerlos, es otro de mis límites, aunque no es de los duros. Me gustan los juegos de colegialas y ser secuestrada y violada, es una de mis fantasías. No me gustan demasiado los juegos en los que tenga que actuar como un perro o un caballo, pero son un límite blando, quizás cuando lo haga me guste. Y aunque no lo he hecho nunca, me atrae el hecho de ser usada como mueble.”.

Cogí la hoja y la arranqué de la libreta poniéndola en un sobre. Empezaba una nueva etapa para mí como sumisa y me hacía mucha ilusión, porque Alberto parecía un amo tan imaginativo como lo había sido Armando, y eso me gustaba. 

martes, 27 de octubre de 2020

Y SI FUERA ÉL CAPITULO 4

 -         Creo que será mejor que cenemos aquí – propuso, mientras se limpiaba y arreglaba la ropa.

Me incorporé y cogí las braguitas para subirlas, pero él me ordenó entonces.

-         No, no te vistas, mejor desnúdate, quítate toda la ropa, hazme la cena desnuda y deja que te posea cuando me apetezca.

Esas palabras volvieron a encenderme, haciéndome estremecer. Hice lo que me pedía y me desnudé por completo, dejando la ropa en mi habitación. Volví al salón y le pregunté si deseaba tomar algo mientras tanto.

-         No, solo verte mientras cocinas.


Nos dirigimos hacia la cocina y me puse un delantal. Alberto se quedó en la puerta de la cocina, mientras yo trasteaba en la nevera sacando algunas cosas para cocinar. Saqué una lechuga, dos zanahorias y un par de tomates para hacer una ensalada y también un par de huevos para hacer tortillas, pues no tenia mucho más, ya que no esperaba que cenaramos allí. Estaba excitada, y sentía los ojos de Alberto sobre mi espalda. Estaba segura de que estaba maquinando algo, aunque le hubiera conocido aquella misma mañana, algo en mi me decía que le conocía mejor que a nadie en el mundo, y podía sentir su deseo por mí, sus ganas de poseerme, sus pecaminosos pensamientos hacia mí. Estaba inmersa en esos sentimientos y en esos pensamientos, cogiendo el cuchillo para cortar las verduras, cuando sentí su cuerpo pegarse al mío. Sus manos acariciaron mis senos por debajo del delantal, luego dirigió una hacia donde estaban las zanahorias y cogió una, la más grande.

- Separa las piernas, nena - me ordenó y yo obedecí.

Abrí las piernas y sentí como restregaba la zanahoria contra mis labios húmedos, abrió mi sexo con sus dedos y finalmente metió la zanahoria, entera hasta el fondo. Un estremecimiento, seguido de un gemido me hicieron temblar de placer, me alcanzaron. ¿Cómo conseguía aquel hombre ponerme tan caliente en tan pocos segundos? Me hizo inclinar sobre el mármol y movió la zanahoria unas cuantas veces, dentro y fuera, dentro y fuera de mí, haciéndome estremecer y gemir de placer. Luego la sacó y me ordenó:

- Continúa cocinando, nena – y se quedó la zanahoria.

La decepción me hizo temblar. Seguí cocinando, pero mi amante siguió detrás de mí, acariciándome a veces, excitándome, metiéndome la zanahoria otras veces, y haciéndome suspirar de deseo. Como pude terminé de hacer la cena, la serví y nos sentamos a la mesa. Allí, Alberto siguió excitándome, acariciando mi sexo de vez en cuando, metiendo sus dedos en mí o acariciando mis senos. Al terminar la cena yo estaba tan excitada que no creía que pudiera aguantar más, necesitaba liberarme, sentirle dentro de mí y correrme. Y él pareció comprender que esa era mi necesidad, pues tras ayudarme a quitar la mesa me dijo:

-  Dóblate sobre la mesa como antes, voy a follarte otra vez.

Todo mi cuerpo se estremeció ante aquella declaración e hice lo que me ordenaba, me incliné sobre la mesa, abrí las piernas y esperé, mientras él se bajaba el pantalón y se ponía un condón. Sentí como me penetraba, como se introducía en mi de un solo golpe, enterrando toda su verga en mi hasta el fondo, gemí, luego empezó a moverse dentro y fuera, dentro y fuera, se detuvo y esperó unos segundos, luego sacó su miembro casi por completo y volvió a penetrarme hasta el fondo, yo gemía extasiada. Volvió a sacar su miembro casi por completo y a penetrarme con él y empecé a sentir el orgasmo por lo que le avisé:

- Señor, me voy a correr.

- Pues córrete, dame tu placer - me dijo, empujando con fuerza una y otra vez, hasta hacerme explotar en un maravilloso orgasmo. Siguió empujando y también él se corrió. Se derrumbó sobre mí y nos quedamos inmóviles un rato, hasta que él se levantó y dejó que también me levantara.

Estaba aturdida, satisfecha y feliz.

- Creo que necesito una ducha - le dije a Alberto.

- Bien, si me permites, creo que yo también la necesito – dijo quitándose el condón.


Lo cogí de la mano y lo llevé hasta el baño. Allí lo desnudé y una vez desnudo, me arrodillé frente a él, su sexo se mostraba altivo, erecto de nuevo, lo cogí, acerqué mi boca y lamí el glande, luego lo introduje en mi boca, sin dejar de observar a Alberto que me observaba relamiéndose de deseo. Enredó sus manos en mi pelo y yo seguí chupando, sintiendo el sabor de su erecta verga, lamiéndola, chupeteándola, disfrutando. Alberto gemía y dirigía mis movimientos sobre su verga, hasta que extasiado me dijo:

-         Ponte en pie, ven.

Me puse en pie y él me hizo poner de cara al espejo, frente al lavamanos, dándole la espalda, metió sus dedos entre mis piernas, acarició mis labios vaginales y metió un par de dedos en mi vagina, gemí al sentirle, estaba tan húmeda, excitada, le quería dentro de mi otra vez. Pero en lugar de penetrarme, me llevó hasta la ducha, encendió el agua y se metió conmigo. El agua empezó a resbalar por nuestros cuerpos, me abrazó y me besó con pasión durante unos minutos. Después me aupó, apoyándome sobre la fría pared de mármol y se incrustó entre mis piernas, guiando su verga penetrándome completamente. Gemí al tenerle de nuevo dentro, mordí sus labios que aún me besaban y no tardé en sentir sus embestidas. Me penetraba con fuerza, salvajemente, como si quisiera atravesarme con su polla, y yo me sentía en la gloria, disfrutando del mejor sexo que había tenido en meses, sintiendo como su verga se hinchaba dentro de mí, como me llenaba, aunque está vez puesto que no se había puesto condón, sacó su polla de mí justo antes de correrse. Me hizo arrodillar frente a él y metió su verga en mi boca, haciendo que la chupara. Entro y salió de mi boca varias veces, hasta que finalmente se corrió ordenándome:

Trágatelo todo, puta.  



Y lo hice. Traté de tragarme todo su semen. Cuando terminé, me hizo poner en pie, me beso apasionadamente y continuamos duchándonos. Después, me llevó a la cama. Estaba agotada y necesitaba dormir al igual que él.

viernes, 23 de octubre de 2020

Y SI FUERA ÉL. CAPITULO 3

 Sentada en la mesa de la oficina, estaba revisando unos documentos, cuando sentí el olor de la colonia de hombre que solía llevar Armando, pero una voz fuerte me sacó de mi error:

-         Buenos días, soy Alberto Rodríguez, creo que el Sr. Cortés me está esperando.

Me quedé petrificada al verle, era un hombre de unos treinta años, guapo, alto, castaño de intensos ojos azules, que con solo mirarme me hizo sentir que me derretía por él.

-         S... sí, Señor, un momento.

Me levanté, llamé a la puerta del despacho de Pedro y tras llamar entré asomando la cabeza solo para decirle:

-         El Sr. Rodríguez está aquí.

-         Hazlo pasar y coge tu libreta, tienes que coger algunas notas – dijo mi jefe.

Volví a donde estaba el Sr. Rodríguez y le dije:

-         Puede pasar – cogí una libreta y mi boli – por aquí – le indiqué abriendo la puerta del despacho de mi jefe.

El Sr. Rodríguez pasó y yo le seguí sin perder detalle de su bien formada espalda que hacía que el traje le quedara como un guante. Mi jefe se levantó de la mesa y le tendió la mano al cliente diciéndole:

-         Buenos días, Alberto ¿qué tal? Supongo que no te importará que mi secretaria tome nota.


-         No, para nada – respondió el cliente mirándome de arriba abajo.

Yo sonreí y antes de sentarme le ofrecí una silla al Sr. Rodríguez.

-         Gracias – me respondió mirándome a los ojos directamente, lo que me hizo sentir algo intimidada y bajé la mirada al suelo.

La reunión transcurrió tranquilamente, yo tomé las notas necesarias y mi jefe llegó a un acuerdo con el Sr. Rodríguez que en todo el rato no dejó de mirar mis piernas disimuladamente.

- Bien, pues redactaré el contrato y se lo haré llegar por correo electrónico – le dijo mi jefe a Alberto.

-         Gracias.

-         Acompaña al Sr. Rodríguez – me ordenó mi jefe.

-         Si Señor – respondí, indicándole al cliente que pasara.

Ambos hombres se despidieron con un apretón de manos y yo le pedí al Sr. Rodríguez que me siguiera. Lo llevé hasta el ascensor y allí me despedí, al darme la mano para estrecharla dijo:

-         ¿Puedo invitarla a cenar Srta.?

Sus ojos volvieron a cruzarse con los míos, su mirada me embrujaba. No sabía que responderle, había algo en él que me atraía y mucho y algo que me intimidaba.

-         Sí, claro – respondí finalmente, sintiendo como mi corazón corría a cien por hora.

-         ¿Qué le parece si paso a recogerla luego, cuando termine su trabajo?

-         Pero, yo... esta ropa...

-         No se preocupe, si quiere antes de ir a cenar puedo llevarla a su casa para que se cambie.

-         ¡Oh, no, yo.. no puedo dejar que haga eso!

-         ¿Por qué no? No supone ninguna molestia para mí y así podemos pasar más tiempo juntos.

Su respuesta me dejó atónita, y al mirarle a los ojos me di cuenta de que estaba maquinando algo. Me recordó a Armando.

-         Esta bien, salgo a las seis – le dije.

-         Aquí estaré, la esperaré a esa hora en el vestíbulo. Nos vemos

-         Sí.

El ascensor se abrió frente a nosotros y él entró, las puertas se cerraron y sentí como si me quedara sin aire.

Volví a mi mesa y me pasé el resto del día pensando en él y deseando que fueran las seis de la tarde.

Precisamente sobre las cinco no pude evitar coger el teléfono y llamar a Ana, mi mejor amiga, con la que había compartido tantas cosas, desde mis mejores momentos con Armando hasta los últimos meses en que tantas veces había llorado en su hombro por la pérdida de Armando.

-         Vaya, así que tienes una cita con un hombre interesante – me dijo tras contárselo.

-         Si, y creo que promete.

-         Eso espero, realmente te lo mereces, preciosa. A ver si por fin levantas cabeza y te olvidas de ese desgraciado.

-         ¡Ana! – la reñí.

-         Emma es verdad, no puedo darle otro nombre, es un desgraciado, después de todo lo que le diste, lo que hiciste por él, y el muy desgraciado se atreve a ponerte los cuernos con la primera que se abre de piernas.

-         Ana, por favor.

-         Bueno, diviértete con ese bombón, ¿vale? Te lo mereces, te dejo ya que mi jefe viene para acá.

-         Vale, ya te contaré.

A las seis en punto recogí, me puse mi chaqueta y bajé al vestíbulo. Allí en el centro me estaba esperando Alberto. Me tendió su brazo y salimos a la calle, donde un hermoso Mercedes, con chofer nos esperaba. Armando me hizo subir y el chofer arrancó. Durante el trayecto a casa, Alberto sentado a mi lado, se limitó a meter su mano entre mis piernas y acariciar mi muslo, pero lo hizo de manera tan suave y sensual que desee más.

Y ese más llegó cuando llegamos a mi casa, abrí la puerta sintiendo que mi corazón iba a mil por hora, sabía que iba a pasar algo y algo muy caliente y excitante entre él y yo, pues la atracción sexual entre nosotros era evidente y así fue.

Entramos y casi sin decirme nada, me cogió del brazo llevándome en volandas hasta el comedor, me hizo inclinar sobre la mesa, se quitó la corbata y poniendo mis manos por encima de mi cabeza me ató a una de las patas. Sentí mi sexo humedecerse con anticipación y un gemido ahogado escapó de mi garganta, mientras oía como se bajaba la cremallera del pantalón y sus manos subían la falda y me bajaban las bragas.


-         ¡Oh, Alberto! – suspiré sintiendo mi sexo palpitar. Poco importaba la urgencia con que me había llevado hasta la mesa, yo estaba tan ansiosa como él de que me follara.

-         Voy a follarte, nena – anunció - lo he estado deseando desde que te vi por primera vez en la oficina y no puedo esperar más.

Todo mi cuerpo se estremeció ante aquella declaración y sin darme tiempo a nada, sentí la dura polla de Alberto penetrándome, metiéndose en mi hasta el fondo. Un gemido ahogado en su boca, otro en la mía y sus manos sujetando mis caderas, su polla empezando un endiablado camino hacia el placer, entrando y saliendo de mí, haciéndome gemir y excitándome como nunca. Deslizó una de sus manos por mi espalda, hasta mi pelo y tiró de él, empujando con fuerza dentro de mí, haciendo que su verga se hundiera en mi hasta los huevos, y mi cuerpo ardiera de placer sintiéndole dentro de mí, quemándome. Gemidos y más gemidos, jadeos de cuerpos que se dan placer mutuamente, fuertes embestidas que me hacían estremecer y el orgasmo empezando a nacer entre los pliegues de mi húmedo sexo.

-         ¡Oh, Alberto, me voy a correr!

-         Pues córrete, córrete, nena, dame tu placer.

Y todo mi cuerpo tensándose en un maravilloso placer, mi sexo estrujó el suyo y sentí como se hinchaba dentro de mí para explotar también, liberándose en un maravilloso orgasmo. Su voz jadeando un:

-         ¡Aaaaahh! – en mis oídos, mientras se dejaba caer sobre mí y todo mi cuerpo se convulsionaba sin remedio sintiendo los últimos estertores del mejor orgasmo que había tenido en los últimos meses.

Nuestros cuerpos se aquietaron y permanecimos inmóviles unos segundos. Luego sentí como despacio sacaba su miembro de mí y me desataba las manos. Y en un susurro me dijo al oído:

-         Eres mía, nena. Sólo mía, no lo olvides.

-         No Señor – respondí casi sin pensar, viendo cómo se quitaba el condón que había usado.

lunes, 19 de octubre de 2020

Y SI FUERA ÉL. CAPITULO 2

  

-         ¿Y qué vas a hacer ahora? – me preguntó Ana consolándome mientras lloraba en su hombro.

-         Voy a volver a casa de mis padres, no tengo otro remedio.

-         Oye, ¿por qué no te quedas en mi viejo piso? Ya sabes que aún no lo he alquilado y está libre.

-         No sé Ana, no quiero abusar, y no estaría a gusto sabiendo que estas perdiendo un dinero que te va de perlas para pagar tu nuevo piso – repuse.

-         Bueno, pues si te hace sentir mejor, te cobraré un pequeño alquiler – me propuso Ana.

-         Esta bien, si es así, me encantaría, ya que no me hace demasiada ilusión volver con mis padres, ya sabes cómo están las cosas con ellos.

-         Esta bien. Anda, ya puedes llevar todos tus trastos allí ahora mismo – me dijo dándome las llaves del piso.

Así pues, recogí todas mis cosas y me trasladé al que sería mi nuevo piso de soltera, dejando atrás una preciosa etapa de mi vida. Mi relación con Armando, el que hasta ese momento había creído el hombre de mi vida se había terminado.

En los siguientes días recibí varias llamadas de él, pero no quería saber nada, así que no le respondí a ninguna. No tenía nada que decirle, me había decepcionado y aquello había terminado. Aunque me sentía triste, porque con él había descubierto mi verdadera sexualidad, mi rol de sumisa en una relación de dominación que me encantaba, él había sido mi primer Amo y dicen que el primero nunca se olvida, no sabía si iba a olvidarlo. Pero ahora había terminado todo, debía seguir a adelante.


Volví al trabajo una semana después.

-        ¿Qué tal las vacaciones? – me preguntó Pedro, mi jefe.

-         Bien – dije sin mucho entusiasmo.

-        ¿Solo bien? Que poco entusiasmo le has puesto a ese bien ¿ha pasado algo?

-         Bueno, Armando y yo lo hemos dejado, solo eso.

-        ¿Sólo eso? ¿Te parece poco? Lo siento, hacíais una buena pareja. Si necesitas algo... – se ofreció mi jefe.

Mi jefe era un tipo guapo, unos 10 años mayor que yo, o sea 36, moreno, alto y divertido, además de sensible. Hacía solo medio año se había quedado viudo, ya que su mujer había muerto a causa de un cáncer de matriz. Lo había pasado mal al principio y ahora parecía estar saliendo del bache.

-         Gracias Pedro – musité bajando la vista al suelo.

-         Bueno, vamos a trabajar – me dijo, tratando de quitarle hierro al asunto.

E inmediatamente nos pusimos a trazar el plan de trabajo para aquella semana, pues teníamos varias reuniones con algunos clientes.

Durante las siguientes semanas evité ir al club de BDSM que solía frecuentar con Armando. Íbamos allí cada viernes y sábado noche y siempre realizábamos allí algunas de nuestras escenas, ya que a él le encantaba ser observado mientras me castigaba o me follaba. Los recuerdos se agolpaban en mí y por eso durante un tiempo preferí no ir, pero dada mi naturaleza sumisa, al final decidí ir tras una invitación de Luna, la dueña del local, y buena amiga mía. Me apetecía verla y hablar con ella y quizás encontrar algún amo que me diera lo que necesitaba. Pues tras un mes de abstinencia sentía mono, ganas de ser follada y tratada como una sumisa.

Aquella noche me vestí a conciencia. Me puse un vestido estrecho que dejaba a la vista mis tetas y tapaba mínimamente mi sexo y mi culo. Me peiné y me perfumé y me dirigí hacia el club, obviamente con una gabardina. Al llegar me recibió Luna en la puerta.

-         Hola cielo, estas guapísima – me dijo al verme.

-         Gracias.

Me quité la gabardina y se la dí al portero, que la puso en el guardarropa y junto a Luna nos dirigimos hacia la barra.

-         Siento mucho lo de Armando – me dijo – hacíais muy buena pareja. Me sorprendió saber que estaba con otra.

-         Ya, yo también – afirmé sonriendo, tratando de no hablar mucho de Armando, pues aún me entristecía saber que estaba con otra.

-         Bueno, de todos modos, habrá más de uno con ganas de pillarte por aquí, ya lo sabes – me advirtió – como Paul – me dijo mirando hacia donde este estaba sentado.


Paul era un inglés, que trabajaba aquí como profesor, y solía ir al club cada fin de semana. Mientras estaba con Armando, se me había insinuado varias veces y siempre nos observaba en nuestros juegos, pero yo siempre le había dicho que no.

-         No sé, quizás te sorprenda con sus juegos – me dijo Luna – por probar no pierdes nada.

-         Sí tienes razón – afirmé observando a Paul y sonriéndole.

Total, pasar aunque fuera solo un rato con él, haría que me olvidara un poco

Me dolían los pezones, y el dolor no remitía, había estado toda la mañana un poco molesta, sobre todo porque aquel dolor sordo me hacía recordar lo frustrante que había sido la experiencia con Paul. Me llevó a una de las habitaciones del club, en la que había una silla en medio. Me hizo inclinarme sobre la silla boca abajo, con el culo expuesto. Cogió un par de pinzas y mes las colocó en los pezones. Sentí un dolor sordo al notar como me los pinzaban, pero amé ese dolor que hacía ya algunos meses que no sentía. Luego vi como cogía una paleta de la pared.

-         Has sido una chica mala – empezó diciendo – me rechazaste todas las veces que me insinué.

-         Sí, amo – acepté yo en mi rol de sumisa.

-         Por eso voy a azotarte, te daré diez azotes y tu los contarás uno por uno ¿de acuerdo?

-         Sí, amo.

-         Luego te follaré.

-         Si amo.

Y enseguida sentí el primer golpe sobre mi nalga derecha.

-         Uno – conté.

Otro golpe:

-         Dos.

Mi sexo inundándose de deseo y dolor.

-         Tres- dije tras el tercero. Paul no decía nada, solo ejecutaba el castigo:

-         Cuatro.

Un nuevo golpe y mi sexo palpitando.

-         Cinco.


Paul se detuvo unos minutos, acarició mi nalga enrojecida y ardiente y luego se trasladó al otro lado y de nuevo la paleta cayó sobre mi nalga izquierda esta vez:

-         Seis – gemí.

Otro nuevo golpe.

-         Siete.

Mi voz se tornaba excitada y jadeante.

-         Ocho

De nuevo mi sexo palpitó ansioso, dos golpes más y el castigo terminaría.

-         Nueve – grité esta vez tratando de liberarme, pero el silencio de Paul me quemaba mas que los golpes que me daba.

-         Diez.

Se detuvo por fin y oí como se bajaba la cremallera del pantalón. Ni siquiera le miré. Sentí su mano hurgando en mi sexo húmedo y palpitante.

-         ¡Uhm estas mojada, putita! Perfecto, porque ahora te follaré hasta que te corras – me dijo al oído.

Creo que fue en ese momento cuando empezó mi frustración, cuando empecé a echar de menos los juegos imaginativos de Armando y deseé que en lugar de Paul, fuera él el que estuviera allí. Inmersa en esos pensamientos sentí como Paul me penetraba y como empezaba a bombear dentro y fuera de mi, haciendo que me excitara con cada empujón, más por el hecho de que llevaba tiempo sin follar que porque realmente él lo hiciera bien, excitante y demoledor como a mi me gustaba. Empecé a gemir, también él gemía y empujaba sin parar una y otra vez, hasta que exploté en éxtasis. No fue ni de lejos el mejor orgasmo de mi vida, fue solo un orgasmo, una liberación a los meses de sequía que había pasado, nada más. Tras eso, Paul se levantó y se arregló, yo también me levanté. Me besó suavemente en los labios y me dijo:

-         Gracias preciosa.

Luego salió de la habitación.

Tras eso yo había salido de la habitación y del local con ese maldito sentimiento de frustración al sentir que Paul no tenía lo que yo buscaba en un Dom.

-         Así ¿que fue una noche desastrosa? – me preguntó Ana mientras cenábamos en mi casa

-         Pues más o menos, la verdad que ese tal Paul no me va demasiado, me ha dejado dolorida y... buf, creo que voy a estar algunos días sin volver por el club. Y ¿tú que tal con Pedro y los preparativos de la boda?

-         Bien, muy bien, genial. Ayer fuimos a ver el restaurante, es fantástico y los precios están muy bien. Por cierto, el sábado resérvate la mañana para mí, vamos a ir con mi madre y mi hermana a comprar el vestido de boda. ¿vale?

-         Vale.



jueves, 15 de octubre de 2020

Y SI FUERA ÉL. CAPITULO 1

 Empiezo nueva serie, espero que os guste.  Os dejo la sinopsis y el primer capitulo.

SINOPSIS: Emma está locamente enamorada de Armando, con el que tiene una relación AMO – SUMISA perfecta, pero de repente un día, se lo encuentra con otra mujer, por lo que decide dejarlo. Y empieza entonces su búsqueda de un nuevo AMO, que la haga sentir única y especial como Armando, alguien que la comprenda, tras alguna experiencia fallida, encontrará a Alberto que le hará cambiar su forma de ver la vida y sobre todo la relación AMO-SUMISA.

Armando iba delante de mí, solo nos faltaban unos metros para llegar a lo alto de la montaña, el calor y el sol apretaban de lo bueno en aquel primer día del mes de agosto. Acabábamos de empezar nuestras segundas vacaciones juntos y estaba ilusionada con la idea de compartirlas con él, habíamos alquilado un pequeño apartamento en un bonito pueblo de montaña para poder hacer excursiones.


Armando iba unos metros por delante de mí. Vi que alcanzaba por fin la cima y traté de acelerar mi paso, pero después de una hora y media caminando y subiendo por escarpados caminos de tierra y piedras, estaba ya bastante agotada.

Unos minutos después que, Armando, llegué a la cima, él estaba sentado debajo de un árbol, esperándome, había abierto la mochila y estaba bebiendo agua, me acerqué a él y me senté a su lado. Nos miramos, en sus ojos saltaban chispas y me sonrió pícaramente.

Estaba claro que estaba pensando en algo sumamente excitante. Gracias a Dios, nos habíamos asegurado de elegir una cima a la que subir, a la que no viniera mucha gente.

Armando me besó salvajemente entonces, mientras introducía su mano dentro de mis pantalones cortos, bajo los que no llevaba nada, ya que a él le gustaba que estuviera así. Gemí al sentir como su mano encontraba mi clítoris. Sentí mi sexo humedecerse y las ganas de que me poseyera allí mismo quemando dentro de mí.

-        ¡Quítate la ropa! – me ordenó repentinamente, estaba claro que empezaba uno de nuestros juegos.

Miré a mi alrededor, controlando que no hubiera nadie cerca que pudiera

vernos y luego, obedecí sin rechistar y sin dejar de mirarlo a los ojos. Una vez

desnuda, sentía el aire rozar mi piel, mis senos, lo que aún me excitaba más.

-         Ahora abraza el árbol – me ordenó.

Le miré extrañada, preguntándome que estaría maquinando, pero le obedecí, y desnuda como estaba, me coloqué abrazando el tronco del árbol. Oí como Armando buscaba algo en su mochila e inmediatamente, sacó una cuerda, que empezó a atar a mi alrededor, de manera que quedé atada al árbol sin poner moverme, con las piernas abiertas y los brazos extendidos. Era una posición extraña, pero me sentía excitada, abierta.

-         Perfecto – musitó cuando terminó de atarme.

Se colocó tras de mí y recogió algo del suelo, aunque dada mi posición no pude ver lo que era. Empezó a acariciar mi espalda con ello, era unas hojas o alguna planta, que pasaba suavemente haciéndome unas cosquillas maravillosas en mi piel. Me estremecí y gemí sintiendo como mis jugos llenaban mi sexo excitado. Armando pasó la ramita también por mi sexo y un nuevo gemido salió de mi garganta. Entonces, él besó mi hombro. Soltó la ramita y acarició mi sexo con sus dedos, primero mi clítoris y luego introduciéndolos en mi vagina húmeda, los movió dentro y fuera un poco y seguidamente, llevándolos hasta mi boca me hizo chupárselos.

-         Estas supermojada – dijo.

Luego se agachó buscando en la mochila. Traté de averiguar lo que hacía y pude ver que sacaba mi consolador preferido de la mochila, era uno de látex ni muy grande ni muy pequeño que habíamos comprado juntos al principio de nuestra relación, nuestro primer compañero de juegos.

-       ¿Qué vas a hacer? – le pregunté.


Él ni siquiera me contestó, se limitó a pasar el consolador por mi sexo humedeciéndolo y luego me lo introdujo hasta el fondo. Un gemido de placer escapó de mí. Luego Armando lo dejó colocado entre mis piernas, mientras masajeaba mis senos y luego pellizcaba y arañaba mis pezones intensificando la excitación. Volvió al consolador y lo movió dentro y fuera de mi unas cuantas veces, consiguiendo que la excitación volviera a mi. Volví a gemir suplicándole:

-        ¡Oh, Armando!

Una cachetada cayó sobre mi nalga derecha.

-         Ya sabes, nada de excitarte, nada de gemir. Sólo siéntelo.





Suspiré tratando de no gemir. De nuevo dejó el vibrador entre mis piernas quieto, mientras mordía y palmoteaba mi culo en señal de castigo por mi atrevimiento. Yo trataba de morderme los labios para no gemir. Nuevamente Armando volvió a mover el vibrador dentro y fuera, dentro y fuera, hasta llevarme a un punto en el que estaba segura que si seguía me correría y así se lo indiqué diciendo:

-        ¡Oh, si sigues me voy a correr!

Armando volvió a pegarme con la mano en el culo diciendo:

-        ¡No!

Y seguidamente sacó el consolador de entre mis piernas. Me sentí aliviada, pero también excitada y necesitada, deseaba que me penetrara el mismo y me follara allí, pero... sabía que no lo haría. En lugar de eso, volvió a masajear y pellizcar mis senos. Luego me desató, me giró poniéndome de espaldas al árbol y me besó, de nuevo acarició mi sexo húmedo con un par de dedos y luego se arrodillo frente a mí y sentí su lengua hurgando en mi clítoris, gemí excitada, y entonces separó su boca de mi sexo y me preguntó:

-         ¿Te gusta?

-         ¡Oh sí!

Volvió a lamer mi sexo, metió su lengua en mi vagina y suspiré, luego de nuevo a mí clítoris, chupeteándolo y estirándolo entre sus dientes, hasta que a punto de alcanzar el orgasmo se detuvo y me dijo:

-         Vamos, vístete. En el apartamento seguiremos.

Y mientras él guardaba el vibrador de nuevo en su mochila, yo me vestía excitada aún por lo sucedido.

-         Oye, tengo que ir a comprar antes – le avisé – no tenemos nada para comer.

-         Esta bien, ve a comprar, yo te esperaré en el apartamento. Lo arreglaré todo para...

-         Vale.

Descendimos a toda prisa, ansiosos ambos porque llegara el momento en que terminaríamos con el juego iniciado en la cima. Al llegar al coche, me dio un beso tierno en los labios y me dio las llaves. Entré en el coche, mientras él se dirigía al apartamento.

Una hora más tarde estaba de regreso en el apartamento. Llevaba un par de bolsas, una en cada mano. Dejé las bolsas en el suelo para abrir la puerta. Y entonces, nada más abrir la puerta oí un gemido, era claramente un gemido de mujer, y eso me alarmó. Dejé la bolsa de la compra en el suelo y otro gemido sonó desde el comedor. Me dirigí hacia allí, mi corazón iba a mil por hora, y me quedé sorprendida al verla. No podía creerlo, ella, la chica rubia a la que habíamos conocido un par de semanas atrás estaba atada, suspendida con los brazos en alto del clavo que había puesto allí Armando para sujetar mi planta del dinero. Estaba desnuda, y Armando, de rodillas frente a ella, le introducía el consolador que había usado una hora antes conmigo, entre las piernas. Todo mi cuerpo se estremeció y las llaves, llevaba en la mano, cayeron al suelo, al igual que las bolsas de la compra, lo que hizo que tanto Armando como la rubia giraran su cabeza hacia mí. Me sentí mareada y con ganas de devolver.

-         No es lo que tú crees – dijo Armando levantándose del suelo. Él también estaba desnudo y entre sus piernas lucia una espléndida erección.

Me di media vuelta y corrí hacia la habitación gritándole:

-         Echa a esta puta de mi casa y no me digas nada, no quiero saber nada.


Cogí mi maleta y empecé a meter mi ropa en ella, nerviosa y furiosa por lo que acababa de ver. Durante los últimos meses, Armando me había pedido buscar otra sumisa, pero yo le había dicho una y mil veces que no, que no quería compartirlo, que no sería capaz, le amaba demasiado para aceptar eso y él lo sabía y ahora... ahora.... había decidido tomar a otra sin mi consentimiento. Armando entró en la habitación, supuse que la chica ya había marchado.

-         Por favor, Emma, sé razonable. Sabes cuánto lo deseo y podríamos pasarlo muy bien.

-         Ese es tu problema Armando, que solo piensas en ti y en tus deseos, nunca en los míos, te dije que no una y mil veces. No lo haré, no voy a compartirte con otra ni a aceptar los jueguecitos con ella. ¡NO! – grité enfurecida mientras terminaba de colocar las ultimas cosas.

Cerré la maleta, y tiré de ella, dispuesta a salir de aquella casa.  Pero Armando me cogió de la mano tratando de retenerme.

-         Por favor Emma, podemos llegar a un acuerdo.

-         No – le dije enfrentándolo a los ojos. Me deshice de su apretón y salí por la puerta de la habitación y luego a la escalera, llamé al ascensor y él vino tras de mí y sin dejarle hablar le dije:

-         No Armando, hemos terminado. Déjalo ya.

Llegó el ascensor y abrí la puerta. Entré y le di a bajar, dejándolo allí.

jueves, 8 de octubre de 2020

CURIOSIDADES SOBRE "BUSCANDO LA PASIÓN"

Bueno, quizás este tema de hoy no sea tan interesante como el relato que terminé de publicar el otro día BUSCANDO LA PASIÓN:  https://relatoserotikakarenc.blogspot.com/2020/09/buscando-la-pasion-1er-capitulo.html pero creo que no está mal tampoco contar un poco de anécdotas, curiosidades, etc. del relato. Por ejemplo, empezaremos por: 

1. COMO SURGIÓ LA IDEA

Buscando la pasión es un relato que escribí hace ya años para una web de relatos eróticos, Todorelatos:https://www.todorelatos.com/. Era un relato más corto que el que he publicado aquí y era sobre infidelidad, básicamente contaba lo mismo que cuenta el relato que he publicado aquí en capítulos, pero más corto. De repente, un día releyéndolo pensé, ¿y por qué no lo alargo un poco y le pongo más sustancia? Y así es como nació esta nueva versión que he publicado aquí. Le añadí, un poco por aquí, y el sexo de ser vainilla pasó a ser BDSM y a describir una manera de empezar una relación basada en el BDSM. 

2. CRUZ DE SAN ANDRÉS

En el relato se habla de esta cruz, cuando los protagonistas entran en la Mazmorra que tiene Fran en su casa, es uno de los aparatos o muebles que él tiene allí. 
¿Qué es la Cruz de San Andrés? Se llama así, debido a que el apóstol San Andrés fué condenado a morir crucificado en dicha cruz. Es una cruz en forma de X de grandes dimensiones, más o menos como una persona de grande. Se usa para atar de brazos y piernas a la persona a dominar, para lo cual cuenta con, o bien, cuerdas, o bien grilletes en la parte superior e inferior de las aspas. La persona que es amarrada a la cruz queda a merced de su dominador, de piernas y brazos abiertas, por lo que este puede hacer con que quiera con su sumiso, desde acariciarlo, a pegarlo, azotarlo, etc. sin que el sumis@ pueda hacer nada por evitarlo. 


3. EL COLLAR EN BDSM 

Bien en el relato se hablar de collar de sumisa. Él, Fran, se lo ofrece a Elisa para que ella sea su sumisa. 

El collar en el BDSM es un dispositivo de cualquier material generalmente suele ser de cuero, pero también puede ser metálico o a veces, se usa una cadena o una pulsera o incluso un anillo para simbolizar el collar. Tiene varios significados, pero el principal es sellar el compromiso que adquieren el Amo y el sumiso, es el equivalente al anillo de boda en una relación normal. Hay 3 tipos de collar dependiendo de para que se usen y en que momento de la relación se usen y estos son 

3.1. Collar de consideración: se coloca en la etapa de prueba y es el primero que se usa en la relación Amo- Sumisa, con él, el dominante expresa su interés en seguir un relación con el sumis@ una vez se han conocido. 


3.2. Collar de entrenamiento: Es el segundo collar que intercambian Amo y sumisa, se ofrece después de un periodo de tiempo en que han hablado sobre las características, rasgos, intereses y deseos, y deciden pasar a una relación más profunda, e incluso pueden tener alguna sesión para explorar los límites. 

3.3. Collar formal: es el que representa la etapa final del compromiso entre Amo y Sumisa. Sirve para formalizar la relación entre Amo y Sumisa y expresa el compromiso existente entre ellos. Viene a ser como el anillo de boda en una relación cualquiera. 


Y próximamente un nuevo relato: EL AMANTE MISTERIOSO. Alma le cuenta sus fantasías a su "Amante misterioso" al que ha conocido por internet, y este le propone hacerlas realidad con la condición que no sabrá quien es él y no le verá la cara hasta que las haya cumplido todas. Alma disfruta de todas y cada una de esas fantasías de la mano de su Amante misterioso, pero quien es él ¿quizás algún compañero de trabajo? ¿algún amigo o realmente es un desconocido? A partir del lunes 12 una nueva serie con capitulo cada dos días, no te la pierdas.