miércoles, 20 de julio de 2022

BLANCO Y NEGRO

 Su mano se desliza por mi pierna, sube; asciende por mi muslo ahora. Mi cuerpo se estremece, ese simple contacto ya me pone a cien y hace que mi sexo se moje, se llene con mis jugos. Paco, mi marido, sentado a mi lado, es ajeno a todo; también Cristina su mujer, que está sentada junto a él. Nada saben ambos del jugueteo al que me está sometiendo mi jefe. Ahora su mano se mete entre ambos muslos y llega por fin a la frontera de mis braguitas, siento como con su índice acaricia suavemente mi rajita por encima de la tela. Trató de acallar el suspiro que eso me produce y Paco me mira, me pregunta:

 ¿Te pasa algo, querida?

 No, cielo, no — trato de disimular, mientras los dedos de mi jefe ya han apartado la tela de las braguitas y están hurgando ahora mi clítoris.

Otro suspiro se me escapa y ahora es Cristina la que me mira con cara de extrañeza.


Pero  me encanta toda esta situación, eso es lo extraño, por eso me dejo hacer, y dejo que los dedos de Pedro se introduzcan más en mis braguitas alcanzando mis labios vaginales. Me estremezco, mi sexo se humedece aún más. Pedro sigue hurgando, mete uno de sus dedos en mi vagina y un gemidito sale de mi garganta. Paco y Cristina me miran, pero yo me meto un trozo de pastel de chocolate en la boca como si nada sucediera, como si ese gemido no hubiera salido de mi boca. Pongo una de mis manos bajo el mantel, sé que Pedro se muere de ganas por sentirla sobre su sexo, y al darse cuenta, no tarda en cogérmela y llevarla hasta su paquete que está hinchadísimo. Eso aún me excita más. Primero palpo por encima de la tela; luego bajo la cremallera del pantalón; mientras, con la otra mano, sigo comiendo. Pedro se revuelve en la silla, excitado; sobre todo cuando mi mano coge su miembro firmemente y siento como este se endurece aún más. Cristina se da cuenta de la inquietud de su marido y le pregunta:

 Pedro ¿te pasa algo?

 No, nada. ¿Por qué?

 Parece que tengas pulgas — le responde ella.

Y sí, tiene una pulga bien grande aferrada a su pene. Ambos estamos excitados, muy excitados y es evidente que necesitamos un desahogo. Sigo masajeando el erecto pene, tratando de que nuestras respectivas parejas no se den cuenta de nada. Pedro también sigue masajeando mi clítoris, metiendo de vez en cuando sus dedos en mi vagina. Siento como la humedad inunda todo mi sexo, y sé que sino pasamos pronto a la acción de verdad, no podré aguantar más. Todos hemos terminado ya el postre y Cristina se levanta para ir a por los cafés, no sin antes indicarnos:

 ¿Por qué no os sentáis en el sofá y os traigo los cafés?

Aceptamos la propuesta, y tanto Pedro como yo recomponemos nuestras ropas para que no se note nada.

No sentamos en el sofá. Y tras esperar algunos minutos, Cristina aparece con los cafés, que luego nos sirve. Lo tomamos mientras hablamos trivialidades, hasta que terminamos.

Entonces, Pedro se levanta y propone:

 Cris ¿por qué no le enseñas el jardín y la piscina a Paco, mientras Isabel y yo quitamos la mesa y fregamos los platos?

Veo el cielo abierto ante la propuesta, y deseo que Cris acepte sin reservas, como así hace.

 Está bien. Vamos Paco, verás que bien ha quedado el jardín de noche con las nuevas luces.

Paco la sigue, mientras Pedro y yo nos dirigimos a la mesa para quitar los platos. Llegamos a la cocina con la primera remesa de platos y tras dejarlos sobre la encimera, Pedro me abraza por detrás, acerca su boca a mi oído y me susurra:

 Me muero por follarte.

Sus manos se deslizan por mi cuerpo, me acaricia por encima de la tela y yo restriego mi cuerpo contra el suyo, sintiendo su sexo erecto a la altura de mi culo. Ambos estamos a mil, sedientos de sexo, de nuestros sexos.

 Pedro, no deberíamos hacerlo aquí, si vienen… —  intento advertirle.  

 No te preocupes, tienen para rato —  sus manos ya están bajo mi corta falda, acariciando mi sexo por encima de las braguitas.

Gimo, Pedro sabe como excitarme. Ahora su mano se ha metido dentro de las braguitas y está hurgando en mi clítoris con un par de dedos, y eso me hace estremecer. Olvido que Paco y Cris podrían descubrirnos y dejo que Pedro siga acariciándome, deseo que me haga suya, deseo sentirlo dentro de mí, por eso metiendo mi mano entre su cuerpo y el mío, busco su sexo.

 Espera, espera —  me suplica — ya lo hago yo.

Oigo como se baja la cremallera, yo me apoyo sobre la encimera con las manos, saco el culo y se lo ofrezco como si fuera una actriz porno. Sé que eso le encanta y le excita como nada. Estoy excitada y húmeda y sólo deseo que me posea, que me folle.

Pedro me sube la falda, aparta las braguitas sin perder tiempo, pues no disponemos de mucho, restriega su sexo por el mío, embadurnándolo con mis jugos y luego me penetra, con fuerza, salvajemente. Gimo, me contraigo, le siento dentro de mí. Seguidamente me abraza y empieza arremeter como un poseso una y otra vez, haciendo que mi sexo se estremezca. Sus acometidas son cada vez más fuertes, yo también empujo hacía él con la misma urgencia, se nota la premura del momento en cada movimiento. Gemimos y noto como su verga se hincha dentro de mí, está a punto de explotar, por eso empuja cada vez con más fuerza, logrando que también yo llegue a ese momento y siento como el orgasmo explota en  mí, cuando gimo placenteramente, también él se corre llenándome con sus esencia.

Cuando ambos dejamos de convulsionarnos y él se separa de mí, le recrimino:

 No deberíamos arriesgarnos tanto.

 Tienes razón pero no podía esperar más — se lamenta.

Fregamos los platos sin decirnos nada, pero felices, me siento llena de él, y sin dejar de mirarnos con complicidad seguimos con nuestro trabajo, hasta que oímos a Paco y Cristina acercándose a la cocina.

 ¿Cómo van esos platos? — Pregunta Cris.

 Bien, querida. En cuanto terminemos nos vamos a la cama ¿no? Estoy agotado — dice Pedro — ¿Por qué no os vais vosotros ya? — Nos propone a Paco y a mí.

 Vale —  acepto, secándome las manos.

Luego, me acerco a Paco, lo cojo de la mano y nos vamos hacía la habitación.

 

De vez en cuando venimos a pasar el fin de semana a la casa de campo de Pedro, mi jefe, él y Paco son amigos desde muy pequeños y cuando me quedé sin trabajo, Pedro se ofreció muy amablemente a darme uno en su pequeña empresa de diseño y desde entonces además de su secretaría, soy su amante. No sé como empezó todo, yo siempre me sentí atraída por él, era un hombre atractivo, elegante, en fin, que no pude evitarlo y un día en su despacho, casi sin darnos cuenta, caímos el uno en brazos del otro y desde entonces…

 

Paco intenta hacerme el amor, pero esta noche no me apetece y menos teniendo a mi amante en la habitación contigua, además de que aún siento su semen cayendo por mi entrepierna, cosa que sin duda Paco notaría al penetrarme y.... Así que como puedo me escabullo, y finalmente nos quedamos dormidos.

Me despierto ya de madrugada, como casi cada día (nunca puedo dormir toda la noche de un tirón) me levanto, ya que tengo sed y me dirijo a la cocina. Pero en lugar de regresar a la habitación, decido quedarme en el salón un rato, sé que en cualquier momento Pedro aparecerá, es nuestro momento. Me siento en el sofá y enciendo la lámpara que hay en la mesita del teléfono, junto a dicho sofá. Busco algo para leer, una revista o un periódico, pero antes de que lo encuentre, aparece Pedro.


 ¡Hola preciosa! — Me saluda en un susurro, cerrando tras de sí la puerta que comunica el salón con el pasillo de las habitaciones — ¿Hoy tampoco puedes dormir? — Me pregunta, sentándose a mi lado.

 Pues no — le respondo.

 ¿Sabes que estás preciosa en camisón? — me pregunta abrazándome.

 Y tú muy sexy con el pantalón del pijama — le respondo yo, metiendo mi mano por la bragueta, alcanzando su sexo ya erecto.

 Quiero hacértelo despacio, princesa — me susurra mientras su mano se pierde entre mis piernas y yo me estremezco — Después de la cena, fue muy rápido, casi no pude ni saborearlo.

 Ya. Espero que ese par no se entere de nada.

 No te preocupes, duermen como troncos —  me tranquiliza, hurgando con un par de dedos en mi clítoris.

Gimo y me estremezco, contrayendo y estirando todo mi cuerpo. Entonces Pedro, decide tumbarme sobre el sofá, él se tumba tras de mí. Su sexo está fuera del pantalón, como yo lo he dejado, erecto y firme. Lo siento, sobre todo, cuando él me sube el camisón por encima de la cintura, pegado a mi culo. Decido quitárme el camisón para no tener obstáculos que nos estorben. Su pene erecto se clava entre mis nalgas y eso me enardece más. Sus manos acarician mi torso, suben desde mi vientre hasta mis senos y los masajea con suavidad. Mientras oigo su jadeante respiración en mi oído. Sus manos vuelven a descender por mi cuerpo, llegan hasta mi sexo y lo acaricia con ambas. Abro las piernas permitiendo que acceda mejor. Con una de ellas hurga en mi vulva, apartando los labios mayores y hundiendo dos dedos en ella. Con la otra, masajea mi clítoris, trazando círculos sobre él. Todo mi cuerpo se agita y su sexo sigue descansando entre mis nalgas, ardiendo, hinchándose, deseándome. Abro más las piernas y siento como Pedro, restriega su polla contra mi humedad. Sus dedos se deslizan ahora hasta mi culo, y rozan mi agujero trasero. Estoy ansiosa por sentirle dentro de mí otra vez y por eso le suplico:

 ¡Métemela!

Pedro mueve su pene por toda mi humedad y luego la dirige a mi vulva. Siento como me penetra despacio y con calma, ambos casi mudos, tratamos de no hacer ningún ruido. Empieza a moverse dentro y fuera de mi, primero despacio, haciéndome sentir como entra y sale, sus manos atenazadas en mis senos, los acaricia con suavidad. Gimo levemente, me siento llena y completa con él. Yo también trato de moverme un poco para acompañarle. Una de sus manos se desliza por mi piel hasta mi cadera y luego desciende hasta mi culo, acaricia mi nalga e introduce un dedo entre ambas. Me estremezco, mordiéndome el labio para no emitir ningún quejido que pueda delatarnos. Siento como su dedo busca mi agujero posterior, mientra sigue moviéndose a buen ritmo, haciéndome estremecer. Y a punto de alcanzar el orgasmo, saca su pene de mi vagina y lo dirige a mi ano. Gimo y me retuerzo, me muerdo un dedo porque sé que la sensación que me invadirá al penetrarme es superior a mí. Efectivamente, cuando se introduce y empuja en la entrada de mi esfínter siento un leve dolor, gimoteo y luego se introduce más y más y más; y poco a poco el dolor va dando paso al placer y mis quejidos se convierte en gemidos apagados por el dedo que sigo mordiendo. Pedro empuja, y finalmente cuando su pene ya está por completo en mí, empieza a moverse despacio. Sabe que me gusta sentirle por ese agujero y que él es el único que me ha poseído por ahí. Se mueve, acaricia mi clítoris, lleva su mano hasta mi vulva, yo abro las piernas y siento como introduce un dedo en ella. Es una sensación sublime sentir su pene dentro de mi ano y su dedo en mi vagina, me vuelve loca. Por eso siento el cosquilleo previo al orgasmo y como con cada embestida que  me da, este va aumentado, llevándome poco a poco a la locura del éxtasis en el que me derrito justo antes de que él se derrame dentro de mi ano.

Nos quedamos acurrucados y abrazados sobre el sofá durante unos minutos. Su sexo sigue dentro de mi ano, pero poco a poco va disminuyendo su tamaño hasta que siento como sale. Empiezo a sentir sueño y susurro:

 Deberíamos volver a las habitaciones antes de que se den cuenta que no estamos, o nos durmamos aquí y nos pillen abrazados por la mañana.

 Tienes razón.

Me incorporo, me pongo el camisón y tras darle un tierno y apasionado beso en los labios me voy hacia la habitación.

 

Al día siguiente toca volver a la rutina diaria, así que tras la comida regresamos a casa.

Una vez allí, Paco me busca, se abraza a mí y me susurra al oído:

 Nena, tengo ganas de echarte un buen polvo.

El siempre ha sido así de tosco y quizás por eso, prefiero a Pedro, que es mucho más sensual y dulce. Obviamente esta vez no puedo escaparme y me rindo a su petición.

Estamos en la habitación terminando de deshacer la maleta. Paco tira la ropa que hay sobre la cama al suelo, me tumba sobre ella y en menos de lo que canta un gallo, ya me ha quitado la blusa y el pantalón que llevo para estar por casa. Me tumba bocabajo, me quita las braguitas y empieza a lamer mi culo con vehemencia. Yo empiezo a pensar en Pedro para excitarme, le imagino haciéndome el amor en su despacho, con mucha delicadeza. Paco entre tanto, ha abierto mis nalgas e introduce su lengua entre ellas, desciende obligándome a abrir las piernas hasta llegar a mi vulva. Me hace elevar el culo y termino con las rodillas dobladas y mi sexo frente a su cara. Sigue lamiendo, introduciendo su lengua en mi vagina y haciéndome gemir de deseo. Siento como mi sexo se inunda de jugos y como Paco introduce uno de sus dedos en mí, junto a su lengua. Pero enseguida se cansa de hurgar y colocándose de rodillas tras de mí, acerca su verga a mi agujero y sin más me penetra. Me elevo sobre mis brazos dispuesta a recibir sus embestidas, porque sé que a partir de ahora será algo salvaje. Me coge de las caderas, y empieza a empujar con fuerza una y otra vez, una y otra vez, sin descanso, salvajemente, haciendo que mi cuerpo se mezca adelante y atrás. Hasta que siento como empieza a derramarse, empujando aún más fuerte y sin darme opción a sentir el más mínimo placer. Como siempre finjo que yo también estoy alcanzando el orgasmo y finalmente se separa de mí y se acuesta mi lado. Yo me dirijo al baño, me limpio y me maldigo por dejar que Paco me use como si fuera un trapo o una muñeca hinchable. Cuando salgo del baño le veo caminar por el pasillo poniéndose bien la ropa.

Luego desde el comedor me grita:

 ¡Cariño voy a por tabaco!

“Dichoso tabaco” pienso mientras me sumerjo de nuevo en deshacer el equipaje, son tan distintos. Paco es tan tosco, tan previsible, tan poco romántico, con él todo es demasiado rutinario y previsible, en cambio Pedro, es romántico, imprevisible, atractivo, erótico, sensual, me vuelve loca sólo con rozarme con uno de sus dedos… Son dos hombres tan distintos…

viernes, 15 de julio de 2022

¡MALDITA CRISIS!

 Rosa cogió el teléfono:

 ¿Diga?

La masculina y segura voz de Cristian le ordenó:

 ¡Desnúdate!

 ¿Cómo sabes que voy vestida?  preguntó ella.

 ¡Desnúdate!  repitió él  Aquí el que manda soy yo, obedece y punto, desnúdate y espérame desnuda, estaré ahí en cinco minutos.

Cristian colgó el teléfono y ella también lo hizo, para acto seguido obedecer la orden que Cristian le había dado y desnudarse.

En cuanto estuvo totalmente desnuda sonó el timbre. Se acercó a la puerta y abrió, era él.

 Toma, ponte esto   le ordenó Cristian dándole una bolsa.

Rosa cogió la bolsa, entró hasta el comedor y sacó una caja de la bolsa, al abrirla vió un body negro de cuero. Se lo puso. Le quedaba perfecto, Cristian la conocía muy bien y conocía su talla perfectamente; el body dejaba al descubierto su sexo y su pechos. Cristián la observó de arriba a abajo.

 Perfecto  dijo Cristian acercándose a ella  Ven  dijo cogiéndola de la mano y llevándola hasta la balconera que daba al patio.



Cristian abrió las cortinas y miró enfrente.

 Perfecto, el cabrón de tu marido ya está preparado. Vamos a darle el espectáculo.

Rosa ya empezaba a estar excitada, pero aunque se moría de ganas por abrazar y sobar a Cristian, se dejó hacer. Era él el que decidía, el que tenía que ordenarle, y hacerlo como Alberto, su marido, les había explicado. Cristian la colocó con las manos apoyadas en la balconera, el cuerpo ligeramente separado de esta y las piernas abiertas. Acto seguido empezó con el guion, se arrodilló tras ella, y empezó a acariciarle el culo, primero suavemente, y luego, pegándole pequeñas palmadas a la vez que le decía:

 Eres una niña mala que se deja follar por cualquiera. Necesitas un castigo. ¿Verdad, putita?

 ¡Ah, si!  gimió empezando a excitarse Rosa.

¡Zas! Una sonora palmada cayó sobre la tierna piel de su culito, y ella se estremeció.

 Y además dejas que te folle delante de tu marido.

¡Zas! Otra palmada a la que le siguió un placentero:

 ¡Ay, si!  de Rosa.

Rosa empezaba a excitarse, no podía creer que aquello estuviera sucediendo, que ella estuviera allí en la balconera de su casa con su amigo Cristian, mientras su marido los observaba desde el edificio de enfrente.


Cristian dejó de palmear su culo y llevó sus dedos hasta el sexo de ella, lo acarició suavemente, moviendo sus dedos por él sinuosamente, haciendo que Rosa se excitara, introdujo uno en aquella húmeda vagina y luego otro, sintiendo como Rosa se estremecía, luego le introdujo otro dedo en el culo. Rosa no había apartado las manos de la cristalera, se retorcía apoyada en esta, sintiendo como el placer la llenaba, como los dedos de Cristian se retorcían dentro de su sexo y su culo, mientras Alberto estaría observándoles.

 ¡Fóllame, cabrón!  Suplicó la excitada mujer, deseosa de ser poseída por su amante.

 Sabes que no puedo hacerlo hasta que tu marido me lo diga — apuntó él, susurrándole al oído.

 ¡Qué cabrones sois los dos!

 No, el cabrón es él y lo sabes.

Cristian introdujo otro dedo más en aquel estrecho culo.

 Dime que te ha pedido que me hagas – suplicó Rosa, excitada.

 Lo sabrás a su debido tiempo.

Tras aquella respuesta esquiva, Cristian le puso el collar de esclava que Alberto le había hecho hacer y luego, cogiéndola de él, la hizo poner en cuatro sobre el suelo, separándose lo más mínimo de la balconera y dando la espalda al edificio que tenían enfrente. Eso excitó a Rosa, que sabía que ahora su marido tendría un visión perfecta de su culito y su sexo húmedo de deseo.

 Bien putita  Cristian volvió a introducir sus dedos en el ano de la excitada muchacha.

Rosa gimió, se estremeció y sintió como su amante movía los dedos cada vez más rápidamente. Su sexo palpitaba, su cuerpo sudaba y se convulsionaba, estaba cada vez más cerca del orgasmo, pero Alberto sabía cuando debía detenerse y lo hizo. Dejó de castigarla con aquella dulce caricia.  Y entonces sonó el móvil de Cristian; era la señal, solo dos tonos, como siempre.

Rosa se excitó al saber que ya se acercaba el momento álgido. Cristian, abrió aquellas dos preciosas nalgas, se bajó la cremallera del pantalón, luego hizo que Rosa se pusiera de lado, en paralelo a la balconera, para que así Alberto viera toda la acción. Se puso el condón como mandaban los cánones y Alberto, por supuesto, pues el dueño de Rosa, y quien mandaba en aquella extraña relación de tres, era Alberto; todo debía hacerse como él mandaba. De nuevo abrió las nalgas femeninas, acercó su erecto pene y muy despacio la penetró. Rosa gimió, se estremeció al recibirle, y dejó caer su cabeza sobre el suelo. Estaba dispuesta a todo, pero sobre todo dispuesta a disfrutar de aquel placer que solo Cristian sabía darle. Enseguida, Cristian empezó a arremeter contra aquel tierno culito que tanto le excitaba. Rosa, gemía, empujaba hacia su amante, mientras Alberto desde el edificio de enfrente y con unos prismáticos observaba toda la escena. Enseguida la pareja empezó la acción salvaje, ambos empezaron a moverse al unísono, el uno contra el otro, sintiéndose. La erecta y gorda polla de Cristian no dejaba de martillear dentro de aquel ano estrecho y excitado. Rosa gemía, y sentía como el orgasmo empezaba a hacer acto de presencia.

 Sí, sí, si  gimió la mujer.

 ¡Ah, sí, zorra, córrete!   Gimió el hombre sabiendo que se acercaba el momento cumbre.

 ¡Siiiiiii!  Gimió ella.

Enseguida sintió Cristián como aquel estrecho culo se contraía sobre su verga dura, señal de que su amante estaba alcanzando el orgasmo y fue en ese momento, cuando también él empezó a sentir el orgasmo que le hizo explotar en un maravilloso éxtasis llenando el preservativo con su blanca leche. Sacó el sexo del tierno culito de Rosa, esta se derrumbó sobre el suelo, y él se quedó sentado a su lado.

Pasaron algunos minutos, en los que ninguno de los dos se movió del lugar donde estaba, hasta que la puerta se abrió, y apareció Alberto, sentado en su silla de ruedas.

 Ha sido espectacular, chicos  dijo a la pareja que aún no había terminado de reponer fuerzas tras aquel momento de placer.

Rosa se levantó deprisa, mientras Alberto cerraba la puerta dándole un empujón con la rueda de la silla.

 ¿Te ha gustado cielo? – Preguntó la muchacha sentándose sobre las piernas inmóviles de su marido.

 Sí, cariño, si tuviera sensibilidad en mi polla, te aseguro que se me hubiese puesto tan dura, que ahora mismo te follaría como a una puta  dijo Alberto, a lo que ambos se rieron y luego se besaron apasionadamente.

Acto seguido, Alberto se acercó a Cristian y tendiéndole la mano le dijo:

 Gracias, amigo  y le tendió el cheque mensual que le correspondía por aquellos servicios prestados a tan hermosa mujer.

 De nada, pero ya sabes que lo hago solo por el dinero, necesito pagar el piso y con el paro no llego   se justificó Cristian por enésima vez.

Ninguno de los tres dijo nada, pero todos sabían que no era solo esa la razón por la que Cristian había accedido a participar en aquel extraño juego de tres. Aunque obviamente y con la dichosa crisis económica que había, tanto Alberto como Rosa, sabían que realmente a Cristian le iba de perlas aquel dinero que recibía mensualmente por follar con Rosa una vez a la semana.

 Bueno, tengo que irme.

 Sí, nos vemos  dijo Alberto  cuídate, amigo.

 Os llamo   dijo Cristian, terminando de arreglarse la ropa.

Rosa, seguía  semidesnuda, sentada sobre el regazo de su marido. Cristian acercó sus labios a la mejilla de ella y la besó y seguidamente le dio un apretón de manos a Alberto.

Se encaminó a la puerta, y cuando la cerró tras de sí, se maldijo a sí mismo una vez más por haber aceptado aquella locura. Era cierto que el dinero le iba bien para pagar la hipoteca, porque desde que había perdido el trabajo hacía un año, con lo que le daban de paro, no llegaba a final de mes, pero no era aquella la única razón. ¡Maldita crisis y malditos sentimientos! Porque en realidad, lo hacía para poder estar cerca de Rosa, poseerla; hacerla suya era lo mejor de cada semana, aunque en el fondo sabía que ella lo hacía solo para contentar a Alberto, el cual hacía un par de años se había quedado paralítico de cuello para abajo, con lo que estaba impedido para darle placer a su mujer.

Cristian cada vez que salía de aquella casa recordaba perfectamente y escena por escena el momento en que Alberto le había pedido aquel favor, justo unos meses después de que él perdiera el trabajo.

 Sé que te hace falta ese dinero y yo puedo dártelo, pero tendrás que hacerme un enorme favor a cambio.

 Dime, ¿cuál es?

 Follarte a Rosa una vez por semana.

 ¿Qué? ¿Me estás pidiendo que me folle a tu mujer una vez por semana a cambio de mil quinientos euros al mes?

 Sí, ya sabes que yo no puedo darle ese placer, pero la quiero y no quiero perderla, lo he hablado con ella, y esta es la mejor solución para que ella pueda estar sexualmente satisfecha. No me digas que no, por favor, amigo; Rosa y yo hemos pasado por momentos muy delicados por culpa de mi impedimento para darle placer sexual y al final ella ha accedido a que sea otro el que la folle, pero solo lo hará si ese otro eres tú.

Cristian se quedó pensativo y petrificado tras aquella confesión de Alberto, su mejor amigo, su amigo de toda la vida. Pero amaba a Rosa, casi desde el mismo momento en que la había conocido, siempre había deseado que fuera suya, pero ella se enamoró de Alberto y ahora... ahora podría ser suya una vez a la semana a cambio de 1.500 asquerosos euros. ¡Maldita Crisis!

 

Erotikakarenc 

martes, 12 de julio de 2022

EL VECINO

No he hablado de esta historia que empecé a publicar hace un mes más o menos en Wattpad. 


Se trata de una historia de tres, o sea, un trío. Chica se enamora de chico, el chico la rechaza a pesar de sentirse fuertemente atraído por ella, y entonces la chica conoce a otro (en este caso el hermano gemelo del primero) y se siente atraída por él, y entonces surgen los problemas en este peculiar trío. 

Ella se llama Alba y los hermanos Ángel y Gabriel. Ángel es policía y le tiene cierta aversión a las relaciones desde que una año atrás perdió a su novia, con la que iba a casarse, en un accidente de moto, la cual conducía él. Es Amo y tiene una sumisa, que también le traerá algunos problemas. Luego tiene un hermano gemelo, Gabriel.

Alba es una mujer joven, víctima de un matrimonio que no funciona y de un marido que le pone los cuernos. Conoce a Ángel y se siente fuertemente atraída por él, pero Ángel la rechaza. Y entonces conoce a Gabriel, el hermano gemelo, con el que surge una atracción. Gabriel y Alba deciden dar rienda suelta a la pasión que sienten. 

Gabriel es modelo y actor. Cuando conoce a Alba enseguida se siente atraído por ella, y empiezan una relación que avanza bastante bien, pero Ángel, que se sigue sintiendo atraído por Alba, tiene celos de su hermano y obviamente, se mete en medio, ya que él sigue sintiendo algo por Alba. 

En fin, que podéis leer las historia en Wattpad: https://www.wattpad.com/story/311069364-el-vecino