lunes, 27 de septiembre de 2021

COMPROMETIDOS PARTE 3

 Llegué a casa bastante tarde, pero no me importó. A fin de cuentas, Cris llevaba meses llegando incluso a primera hora de la mañana a casa, así que no pasaba nada porque yo lo hiciera un día. Entré en mi habitación y vi la cama vacía, pero aun así, oí sus ronquidos en la habitación contigua. Sin duda, lo nuestro había terminado definitivamente. Me puse el camisón y me acosté en la cama. Eran las cuatro de la madrugada, pero no tenía mucho sueño, así que me puse a pensar en Bruno y que con él mi vida sexual estaba llena de sorpresas. Nunca sabía lo que estaba pensando y lo que deseaba hacer. Y la verdad es que eso me gustaba. No sabía a donde iba a llevarnos aquello, pero me apetecía mucho tener lo que fuera que tuviéramos con él. 

Me levanté a las ocho, ya que había quedado que Bruno pasaría a buscarme medía hora más tarde. Me duché, me vestí sin ponerme ropa interior como me había indicado Bruno y desayuné sola, ya que Cris ya había marchado hacía una hora. A las ocho y medía en punto, Bruno llamaba al timbre del interfono. Bajé corriendo y en un coche que la editorial le había prestado para aquellos días, nos dirigimos hacia la oficina. Yo iba indicándole el camino cuando él dudaba. Al poco que arrancar nos detuvimos en un semáforo. Bruno puso su mano sobre mi rodilla y muy despacio, fue ascendiendo por mi pierna hasta llegar a mi sexo. Al comprobar que no llevaba braguitas dijo.

— Muy bien, cielo.

El semáforo se puso en verde y arrancó, sacando su mano de debajo de mi falda.

Con tan solo aquel pequeño roce, Bruno había conseguido que me excitara y deseara hacerle el amor. Pero las obligaciones mandaban, en menos de cinco minutos llegamos a la oficina.


Una vez allí, nos metimos en mi despacho y empezamos a revisar el material que yo había estado recopilando para el siguiente libro de Bruno. Nos habíamos sentado el uno junto al otro y mientras yo le enseñaba los documentos, él empezó a acariciar mi pierna, ascendiendo por mi muslo hasta mi sexo. Lo acarició con suavidad primero y más rápidamente después, haciéndome perder la concentración. Dejé los papeles y entreabrí mis piernas para que pudiera acceder mejor. Bruno empezó a masajear mi clítoris arrancándome pequeños grititos de placer y haciéndome convulsionar levemente y cuando me tuvo casi al borde del orgasmo dejó de acariciarme y me dijo:

— Sigamos con esto.

Traté de volver a concentrarme en los papeles, pero no podía, deseaba a Bruno y él había encendido mi deseo con aquel masaje, y el que me hubiera dejado al borde del éxtasis aún me hacía desearle más y desear más. Así que posé mi mano sobre su miembro erecto y empecé a masajearlo por encima de su pantalón.

— ¿Te ha gustado, eh, zorrita?  — Me preguntó con cierta perversión.

Asentí con la cabeza.

Con aquel juego estaba descubriendo a un Bruno perverso, que en el fondo aún me gustaba más. 

— Está bien. Anda chúpamela — Añadió bajándose la cremallera y sacando su pene erecto.

— ¿Aquí? ¿Ahora?  — Pregunté un poco sorprendida —  ¿Y la puerta? Puede entrar alguien, no la hemos cerrado.

— No importa, mejor, así será más excitante, además, si te pones debajo de la mesa nadie te verá.

No sabía que hacer, estaba un poco indecisa, por un lado deseaba hacerlo porque estaba muy excitada y necesitaba desahogarme, pero por otro tenía miedo de que a media faena alguien nos sorprendiera. Pero Bruno supo como hacerme decidir enseguida. Me besó apasionadamente, mientras me desabrochaba un botón de la blusa e introducía su mano para acariciar y pellizcar uno de mis pezones. La excitación aumentó en mí con esa caricia y no lo pensé dos veces, me arrodillé entre sus piernas y así el miembro. Lo observé, excelso, hermoso, tieso y ansioso. Acerqué mi lengua al glande y lo lamí suavemente. La verga se movió como si tuviera vida propia, así que me introduje el glande en la boca y empecé a chuparlo y saborearlo. Subía y bajaba con mi boca por él, rozando la suave piel con mis dientes, mientras con una mano masajeaba los huevos. Luego lo saqué de mi boca y lamí el tronco desde la punta a la base, y volviendo luego a la punta otra vez para introducírmela en la boca de nuevo. Bruno gemía excitado, cuando de repente oí la voz de una compañera:

— Vengo a traeros esto. — me quedé paralizada — ¡Uy!, ¿Y Susana? Pensé que estaba aquí — advirtió la chica. 

Bruno tenía su mano sobre mi cabeza y me apretaba fuertemente contra su sexo para que siguiera con el trabajo, yo trataba de no hacer ruido.

— Ha ido al baño — respondió él tranquilamente — Gracias. 

Oí los pasos de mi compañera dirigiéndose hacia la puerta y esta se cerraba y Bruno dejó de apretarme, se recostó sobre el respaldo de la silla y yo seguí chupando su verga que poco a poco se hinchaba excitada. Hasta que su leche empezó a salir y traté de tragármela toda mientras Bruno empujaba y gemía placenteramente. Al terminar Bruno suspiró aliviado y tras arreglarme un poco volví a sentarme en mi silla.


Bruno siguió observando los documentos como si no hubiera pasado nada entre nosotros, tratando de explicarme lo que deseaba para su siguiente libro, pero yo no podía concentrarme, necesitaba desahogar aquel deseo que seguía ardiendo dentro de mí. Nos miramos, y él acercó sus labios a los míos, nos besamos. Yo sentía como mi sexo ardía de deseo, como se humedecía. Y entonces, sin dejar de besarme, Bruno deslizó su mano hasta mi sexo y lo acarició. Me estremecí al sentir aquella caricia, pero deseaba más.

Bruno me miró a los ojos, sabía perfectamente lo que deseaba.

— ¿Quieres más, verdad? — Me preguntó.

Yo afirmé con la cabeza. Y entonces Bruno se escondió bajo la mesa. Me abrió de piernas y enseguida sentí su lengua lamiendo mi clítoris. Y la excitación empezó a subir en mí. Estaba a mil. Empecé a gemir, mientras él succionaba, lamía y mordisqueaba mi clítoris. Me recosté sobre la silla, adelantando mi culo hacía él y abriendo más las piernas para que pudiera acceder más fácilmente a mi sexo. Su lengua se movía diestramente de mi sexo a mi clítoris, y yo suspiraba y gemía excitada. Sentí como introducía un par de dedos en mi vagina y un fuerte estremecimiento atravesó mi cuerpo. Al poco sus dedos fueron sustituidos por su lengua. Yo gemía excitada y al borde casi del orgasmo. Bruno empezó a mover la lengua a gran velocidad dentro y fuera de mí, mientras con un par de dedos acariciaba mi clítoris suavemente. Eso precipitó mi orgasmo, derramando mis jugos en su boca. Bruno se limpió, y se sentó de nuevo a mi lado.

Al fin pudimos concentrarnos en los papeles que teníamos enfrente. Pero el día no había terminado, aquella noche teníamos la fiesta de presentación de su último libro y sin duda, alguna sorpresa me depararía estaba segura.


miércoles, 22 de septiembre de 2021

COMPROMETIDOS. PARTE 2

Después de que Bruno se fuera, yo no podía quitármelo de la cabeza, pensaba constantemente en él y cada vez que en el trabajo sonaba el teléfono ansiaba oír su voz.

Pero no me llamó, ni siquiera por el trabajo, quizás sí, que lo único que buscaba era un buen polvo, acabé pensando. Con Cris, la cosa fue a peor, porque poco a poco se fueron haciendo más frecuentes sus ausencias nocturnas, y, además, algunas de ellas se convirtieron en fines de semana de viajes de negocios, lo que fue deteriorando nuestra relación. Yo sabía que no eran negocios lo que tenía los fines de semana, ni juergas nocturnas con sus amigos lo que le impedía venir a dormir a casa, pero tampoco me importaba demasiado. Vivía inmersa en mi propio mundo, pensando y soñando con un reencuentro con Bruno.

Poco a poco, Bruno y yo volvimos a trabajar juntos, aunque todo lo hacíamos por email, y tardó un par de meses en volver a llamarme y cuando lo hizo fue solo para hablar de trabajo. Nunca hablábamos de nosotros o de lo que había pasado aquella noche en el baño de mi casa. Pero yo sabía que tarde o temprano volveríamos a encontrarnos, a vernos. Y así fue, él tenía que venir a pasar una semana, para que pudiéramos discutir y solucionar algunos de los problemas surgidos con el último libro que teníamos entre manos.

Aquel día en realidad, empezó muy mal para mí. Cris llegó a las ocho de la mañana de una de sus "noches de juerga" y tuvimos una nueva bronca en la que él me dijo lo que yo llevaba días esperando oír:

— Está bien, a partir de mañana empezaré a buscar un piso y me iré de aquí.

Tras eso dio un sonoro golpe con la puerta del baño y se encerró allí.

Yo terminé de desayunar y me fui a trabajar. Más que nunca aquel día necesitaba oír la voz de Bruno, saber que podría verle y hablar con él cara a cara. Y eso me tranquilizaba y a la vez me ponía nerviosa. Estuve tentada de llamarlo para hablar con él e iba a hacerlo cuando sonó mi móvil, lo cogí y sobre la pantalla salió su nombre dibujado. Descolgué.

— ¡Hola, preciosa! — me dijo, como si hiciera solo unas horas que no nos veíamos. 

— ¡Hola! ¿Ya has llegado? — le pregunté, no quería empezar una discusión a través del teléfono, ya tendría tiempo de hacerlo más tarde. 

— Sí, ya estoy en el hotel. — me dijo, supuse que él mismo había hecho la reserva, obviamente sin decirme nada — ¿Qué tal si comemos juntos?

Me parecía tan extraña toda aquella situación, no hablábamos desde hacía semana, no me había llamado ni siquiera para decirme que venía, se había limitado a enviarme un email para hacerlo y ahora ¿me invitaba a comer?

Me quedé muda, no sabía que decirle, como debía reaccionar, quizás por eso, fué él quien dijo:

— Tenemos que hablar, ¿no crees? 

— Sí, desde luego. 

— Entonces, paso a recogerte sobre la una  y media por la editorial ¿te parece bien? — dijo resuelto. 

— Vale. 

Eran ya las doce, así que me pasé el resto de la mañana muy nerviosa, esperando que llegara el momento deseado.


A la una y media le vi salir del ascensor, estaba guapísimo y casi me da un infarto.  Se había cambiado el peinado y ahora lo llevaba todo hacia atrás, además vestía un  traje gris que le quedaba de miedo. La verdad es que siempre me han gustado los hombres con traje así que si el que lo llevaba era él pues ya ni te cuento.

Se acercó hasta donde yo estaba, venía con una sonrisa en los labios, alegre y feliz. Al llegar a mí, me dio un beso en cada mejilla.  

¿Cómo ha ido el viaje? — Le pregunté. 

— Bien, ¿y tú, cómo estás?

— Bien, bueno, vamos a comer no — dije cogiendo el bolso. 

— Sí, claro. Vamos. 

Salimos del edificio y cuando llegamos al vestíbulo le pregunté: 

— ¿Dónde vamos a comer? 

— En el hotel, tienen un buen restaurante — dijo — y además paga la editorial. 

Fuimos caminando hasta el hotel, que estaba a un par de calles de la editorial, y al llegar entramos en el restaurante y Bruno dijo que había reservado una mesa, así que nos sentamos en una de las mesas. El camarero nos trajo la carta y mientras la observábamos entretenidos empezó a decirme: 

— Siento haberme ido de esa manera, pero creí que era lo mejor. No sé, toda aquella situación me pilló en un momento en que yo no estaba bien porque acababa de dejar a Rosario y tú, no sé, me pareció que debía darte espacio, no era momento ni por tu parte ni por la mía para liarnos. 

— No sé, quizás tengas razón, no lo sé, pero me dejaste un poco descolocada — le dije, cuando el camarero se acercó a nosotros libreta en mano. 

— ¿Han decidido ya?

— Sí, yo comeré el entrecot al vino tinto y la señora, el cordero al horno — pidió Bruno.

Yo me quedé un poco sorprendida al ver que había pedido por mí sin preguntarme (aunque realmente había acertado al elegir el plato que yo deseaba), pero en ese momento no dije nada porque pensé que quizás deseaba que el camarero nos dejara a solas para seguir hablando. 


— He dejado a Cris — le confesé en ese momento — bueno, más bien nos hemos dejado mutuamente. 

— Bueno, supongo que eso era lo que tenía que pasar. ¿No?, a fin de cuentas lo vuestro hace tiempo que estaba acabado. 

— Sí, claro, pero no ha sido fácil — sentencié viendo como el camarero se acercaba ya con los platos. 

— Ya, bueno, no sé si preguntarte esto, pero ¿querrías seguir donde lo dejamos? — me preguntó. 

— Pero si casi no hicimos nada — exclamé — solo un polvo en el baño de mi casa. 

— Por eso, me refería a seguir, hacer algo más, no sé. 

— Mira, eres muy críptico ¿no crees?, si quieres que follemos, follamos, me lo dices y listo, no te estoy pidiendo que seamos pareja, solo te he dicho que lo he dejado con Cris, y que tú me gustas, ya está — dije resuelta. 

— Tienes razón. Tú también me gustas mucho, y tienes razón, aquella noche en tu baño nos lo pasamos bien y me encantaría poder repetirlo. Pero creo que ahora mismo ambos necesitamos tiempo para pensar en que es lo que queremos ¿no crees? 

— Sí, pero deja de comerte el coco -le dije, porque lo conocía y sabía que eso era lo que le pasaba, le estaba dando demasiadas vueltas a toda aquella situación cuando podíamos hacer que fuera algo sencillo. 

Terminamos de comer y entonces me preguntó:

— ¿Quieres que subamos a mi habitación? 

— Vale  — le respondí, pues realmente me apetecía. 

Subimos  y mientras subíamos en el ascensor, Bruno me envolvió en sus brazos y me besó. Había deseado aquel beso desde que le había visto entrar en la editorial, por eso me sumergí en el sabor de sus labios, y cerré los ojos sintiendo como su labios se comían los míos. 

Llegamos a la habitación, él sacó la llave, abrió y entramos. Era una habitación más de hotel, con cama de matrimonio y una decoración bastante austera y moderna. Sobre un banco estaba su maleta abierta. Bruno se dirigió hacia la ventana para abrir la cortina oscura, para que entrara un poco de luz. Yo me quedé junto a la cama, expectante. Cuando Bruno se dió la vuelta, me miró con lascivia y dijo:

— Bueno, desnúdate.

— ¿Qué? — pregunté algo sorprendida ante aquella orden. Tenía ganas de hacer el amor con él, pero aquello me parecía demasiado rápido.

— Ya me has oído, quiero que te desnudes — Repitió sentándose en una de las dos sillas que había en la habitación, que estaba junto a la maleta.

Obedecí y empecé a quitarme la ropa tratando de imaginar cuáles serían las intenciones de Bruno. Me quité la blusa y el pantalón dejándome puestas las bragas y el sujetador.

— Completamente — Sentenció Bruno.

A lo que obedecí quedándome completamente desnuda ante él y esperando su siguiente orden o movimiento, pensé que quizás se levantaría, pero en lugar de eso siguió diciéndome:

— Bien, ahora quiero que te sientes en esa silla que tienes al lado con las piernas bien abiertas y mostrándome tu coñito.


La miré un poco extrañada, como si no entendiera que pretendía a lo que él me exigió:

— Vamos, hazlo. 

Seguí su orden y me senté en la silla con las piernas abiertas mostrándole mi sexo que estaba más húmedo que nunca.

— Ahora quiero que empieces a acariciarte los senos y que disfrutes con las caricias.

Comencé a hacerlo, manoseando mis senos suavemente, pellizcándolos con un par de dedos.

— Muy bien, ahora acaríciate el sexo.

Dirigí una de mis manos hacía mi sexo, mientras con la otra seguía acariciando mis senos.

Y empecé a hurgar en mi sexo, acariciando primero mi clítoris con suavidad y dirigiendo luego mis dedos hacía mis labios vaginales para humedecerlos con mis jugos. Bruno me observaba, disfrutaba del espectáculo que le estaba dando. 

— Perfecto, métete un dedo en el coñito, cielo.

De nuevo obedecí introduciéndome el dedo anular. Un pequeño gemido escapó de mi garganta. Estaba disfrutando de aquellas caricias, y él lo sabía, podía verlo en mi cara. También él disfrutaba viéndome gozar. Empecé a gemir y suspirar cada vez más deprisa cuando Bruno me dijo:

— Ahora ponte de rodillas sobre la silla, dándome la espalda. Quiero ver tu culito.

De nuevo hice lo que me pedía. Sin saber por qué me gustaba que me guiara, que me gobernara en aquel juego que estábamos jugando. 

— Y ahora quiero que te folles el culo con uno de tus dedos.

Nunca antes había practicado el sexo anal, pero era algo que me llamaba la atención y por probar no pasaba nada, así que lo hice, empecé a acariciarme suavemente las nalgas y poco a poco fui deslizando uno de mis dedos hasta mi agujero anal y me lo introduje despacio. Luego empecé a moverlo dentro y fuera y en pocos segundos la excitación se concentraba en aquel punto de mi anatomía.

— Muy bien, preciosa, disfrútalo — dijo él, con la voz ronca. 

Traté de observarlo y pude ver que estaba acariciando por encima del pantalón. Seguí acariciándome el ano, metiendo y sacando mi dedo, mientras él se acercaba a mí. Sentí su mano sobando una de mis nalgas y su boca junto a mi oído susurrándome:

— Te gusta, ¿eh, putita?.

— Sí – Gimoteé justo en el momento en que lograba correrme.

— Lo has hecho muy bien, cariño. — Me dijo él, y agarrándome por los pelos me dio un salvaje beso en los labios.

Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba totalmente desnudo y con el miembro tieso y duro como un palo. Me bajé de la silla y nos abrazamos y besamos apasionadamente. Tras separarnos, él se sentó sobre la cama y me ordenó:

— Ahora chúpamela, cariño.


Me arrodillé entre sus piernas, mientras él se tumbaba. Cogí el miembro con ambas manos y acerqué mi boca a su punta. La lamí suavemente y luego me introduje el glande y empecé a chuparlo, primero despacio y después acelerando el ritmo. Lo saboreé, sintiendo como mi sexo estaba cada vez más húmedo y más deseoso de ser poseído. Empecé a chupar cada vez con más vehemencia, pues sentía mi cuerpo encendido y ansiaba que Bruno me pidiera que lo montara para dejar correr el fuego de la pasión. Su verga cada vez estaba más hinchada y sus manos apretaban con fuerza mi pelo. Hasta que me ordenó:

— Ven aquí, fóllame.

Me subí sobre él sentándome sobre su sexo que me introduje de un solo empujón. Al sentirme llena de él fue como si el tiempo se detuviera, como si no hubiera nadie más que él y yo en el mundo y aquel momento, nada más. Comencé a cabalgarle despacio, sintiendo su pene entrando y saliendo de mí con mucha suavidad. Él me miraba mientras me sujetaba por las caderas. Acerqué mi boca a la suya y nos besamos. Seguí cabalgándole y él se incorporó. Me abrazó y sentí como chupaba uno de mis pezones, lo que aún me excitó más e hizo que acelerara mis pausados movimientos. Ambos nos movíamos como animales salvajes en busca del placer.

Bruno volvió a recostarse y entonces yo me acosté sobre su pecho y seguí cabalgándole, mientras nuestros labios se fundían en un apasionado beso. Por fin estábamos de nuevo juntos, el uno con el otro, sintiéndonos, amándonos.

Empecé a sentir el inconfundible cosquilleo del placer concentrándose en mi sexo y el pene de Bruno hinchándose dentro de mí. En ese instante nuestros ojos se cruzaron, nuestras miradas se clavaron la una en la otra y supe que no sólo quería un polvo de vez en cuando con él, quería algo más, quería, por lo menos, intentarlo. Sentí como me llenaba con su leche y como mi cuerpo se convulsionaba. Cuando el orgasmo terminó, nos abrazamos. Luego me dejé caer rendida su lado. Bruno me miró y acariciando mi mejilla me dijo:

— ¿Por qué no lo intentamos? 

— ¿El que? — le pregunté un poco desorientada. 

— Lo nuestro, ahora los dos somos libres y nos gustamos. 

— Bueno, podemos intentarlo como dices, aunque no va a ser fácil viviendo cada uno en una ciudad. 

— Bueno, ya hablaremos de eso. 

— Tengo que irme — dije levantándome de la cama. 

— ¿Ya? 

—  Sí, es tarde — me vestí y al terminar le dije: 

— Bueno, entonces nos veremos mañana en la oficina

— Claro. Buenas noches, princesa. Por cierto, no te pongas ropa interior mañana. ¿Por qué? — le pregunté extrañada. 

— Ya lo verás, y a partir de ahora, llámame Señor siempre que practiquemos sexo. 

Sonreí pícaramente, a la vez que afirmaba con la cabeza. Recogí mi bolso y salí de la habitación.


martes, 21 de septiembre de 2021

EN LOS ZAPATOS DE VALERIA

Bueno últimamente está muy de moda o en auge la serie Valeria pues hace poco se estrenó la segunda temporada en Netflix, así pues y aunque llevaba desde antes que dieran la primera temporada con ganas de leer la saga no he podido hacerlo hasta este verano, que aprovechando las vacaciones me dije: "Pues voy a ver que tal" 

¿QUIEN ES ELISABET BENAVENT? 


EN LOS ZAPATOS DE VALERIA
, es la primera novela de ELISABET BENAVENT, una autora valenciana que nació en 1984, es licenciada en Comunicación Audiovisual y tiene un máster de Comunicación y Arte y ha trabajado en el departamento de Comunicación de una multinacional, aunque su verdadera pasión siempre ha sido la escritura. Publicó por primera vez en 2013 esta novela EN LOS ZAPATOS DE VALERIA, primero a través de Amazon autopublicándola y después a través de una editorial. Tras esa primera novela, escribió tres novelas más pertenecientes a la misma saga sobre Valeria: VALERIA EN EL ESPEJO, VALERIA EN BLANCO Y NEGRO Y VALERIA AL DESNUDO. Pero tras estas ha publicado 15 novelas más, entre ellas, la Bilogía Silvia, con  “Persiguiendo a Silvia” y “Encontrando a Silvia”, la trilogía Mi elección con: “Alguien que no soy”, “Alguien como tú” y “Alguien como yo” el Horizonte Martina, compuesto por “Martina con vistas al mar” y “Martina en tierra firme”, “Mi isla”, la mágica historia de Sofía con “La magia de ser Sofía” y “La magia de ser nosotros”, Fuimos canciones” y “Seremos recuerdos”, “Toda la verdad de mis mentiras”, “Un cuento perfecto” y en 2021 “El arte de engañar al karma” y finalmente ha escrito dos libros más en no ficción "El cuaderno de Lola" y "Este cuaderno no es para mí". 

EN LOS ZAPATOS DE VALERIA

En los zapatos de Valeria, cuenta como es la vida de Valeria, una chica de 28 años, escritora de historias de amor, que tiene tres amigas: Nerea, Carmen y Lola, todas ellas muy diferentes a Valeria pero complementarias entre sí. Valeria vive el amor de forma sublime y está casada desde los 22 años con Adrián, pero un día aparece Víctor, un atractivo arquitecto que la pretende y del cual ella se enamora. ¿Acabarán juntos, Víctor y Valeria? ¿Dejará ella a Adrián?, ¿y qué pasará con sus amigas?, porque ellas también tienen su vida y sus historia, Nerea conoce a alguien, pero poco saben de él sus amigas, solo que es un hombre muy ocupado, Lola tiene una relación de amigos con derecho a roce con Sergio que está comprometido, y Carmen está enamorada de su compañero de trabajo Borja, pero no sabe como decírselo. 

CRÍTICA

Creo que el éxito de esta novela se debe a que Valeria, Nerea, Carmen y Lola, son cuatro chicas normales, con vidas normales, con trabajos normales y problemas normales. Vamos que Valeria o Lola o Carmen o Nerea, podríamos ser tú o yo, y los problemas que ellas tienen son los que podríamos tener tú o yo y ahí radica el éxito de esta novela. 

También es bastante normal la historia de amor de Valeria, casada a los 22 años con Adrián, pero que seis años después la cosa ya empieza a flojear y parece ser que él se ha convertido en un cuarentón que ni la mira, ni la folla y ahí es donde empiezan sus problemas, ya que Valeria conoce Víctor por el que se siente fuertemente atraída. Quizás en ese sentido, es decir, con ese cuadro es un tanto obvio lo que acabará pasando, o por lo menos eso es lo que todos deseamos que pase, ya que Víctor es todo aquello que no es Adrián. Víctor  es encantador, atractivo, divertido, y además, está por ella que no es ni más ni menos que lo que ella y cualquier mujer desea. 

La novela está escrita en primera y tercera persona, y tiene un lenguaje ágil, no se va por las ramas ni con las descripciones ni con la historia de los personajes. Pero a pesar de ser ágil, a veces de hace un poco lenta, creo que tarda mucho en aparecer por ejemplo, el personaje de Víctor, que no lo hace hasta casi la mitad de la historia, y eso también hace que se haga lento llegar hasta el momento cumbre de la historia, es decir, el desenlace. Aparte de eso, las historias de sus amigas, Nerea, Lola y Carmen, son todas muy distintas, pero porque ellas también lo son, eso sí, las cuatro, son mujeres trabajadoras y tratan de compaginar su vida amorosa con el trabajo y con su amistad, cada una de ellas se enfrenta a su vida y a sus problemas de una manera distinta, pero sobre  todo, su amistad prevalece por encima de todo. Por eso, está novela es más un canto a la amistad, a esa amistad entre esas cuatro mujeres, que podríamos ser tú o yo y nuestras amigas. 

En fin, como ahora estoy leyendo Valeria en el espejo, ya os contaré que me ha parecido cuando lo termine. De momento EN LOS ZAPATOS DE VALERIA, es una buena historia, divertida y entretenida que puedes leer siempre y cuando te gusten las comedias románticas. 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

COMPROMETIDOS. PARTE 1

 — Entonces me esperarás mañana en el aeropuerto a las diez de la mañana — me preguntó Bruno a través del teléfono.

— Sí, claro allí estaré — le contesté hechizada por su dulce voz.

Hacia un par de años que nos conocíamos, aunque nos veíamos poco, como mucho un par de veces al año, unas porque era él quien venía a Barcelona y otras era yo la que iba a San Sebastián que era donde él vivía, trabajábamos juntos escribiendo libros de autoayuda. Él escribía los libros y yo era su documentalista, lo hacíamos casi todo a través del teléfono y de internet. 


Después de varios meses sin vernos, casi medio año, Bruno tenía que venir a Barcelona para la feria del libro. Durante los dos años en que habíamos estado en contacto, nuestra relación se había ido reforzando día a día y éramos muy buenos amigos. Yo se lo contaba casi todo, incluso mis problemas de convivencia con mi novio, con el que llevaba un año viviendo, al igual que él me había contado las reticencias de su novia para casarse. Ahora podríamos hablar de todos esos problemas cara a cara. 

Trabajar juntos había hecho que estableciéramos una bonita relación, que nos conociéramos el uno al otro y que nos hubiéramos hecho muy buenos amigos. Por eso decidí ponerme mis mejores galas para recibirle. A las diez en punto una voz avisó por los altavoces que el vuelo se había retrasado. Empecé a andar de un lado a otro nerviosa. A las diez y cuarto un nuevo aviso de retraso, mis nervios estaban a flor de piel. A las diez y media, por fin, la gente empezó a salir y casi de los últimos venía a él. Agité el brazo para que me viera, y en cuanto lo hizo, se acercó corriendo a mí:

— ¡Hola! Qué guapas estás — Me dijo.

— Tú también estás muy guapo, ¿Cómo ha ido el viaje?.

— Muy bien.

Fuimos a buscar las maletas, y mientras esperábamos frente a la cinta transportadora le dije:

— ¿Te quedarás en mi casa, como siempre ¿verdad? 

— No, no quiero ser una molestia — Protestó.

— No eres ninguna molestia, eres mi amigo y mi compañero, y Cris y yo estamos encantados de tenerte en casa

— Está bien — Aceptó Bruno.

— Como la firma del libro será por la mañana, he pensado que podríamos aprovechar las tardes para salir e ir a ver cosas. 

— Vale — aceptó él. 

Recogimos la maleta y partimos hacía mi casa. Allí le enseñé la habitación donde dormiría y le dejé para que pudiera deshacer la maleta. Me puse a hacer la comida, y estaba cortando unos tomates, cuando oí su voz desde la puerta que estaba a mi espalda:


— Las mujeres estáis muy atractivas con el delantal.

— Gracias, ¿me está tirando los tejos?

— No, no. Era solo un pensamiento. ¿Cómo está Cris? — me preguntó.

— Bien, hoy no vendrá a comer, tenía una reunión muy importante. Comeremos solos — le señalé — Y Rosario ¿cómo está?

— Bien, muy bien. Como siempre.

— ¿Todavía no tenéis la fecha de la boda?

— No, Rosario todavía sigue reticente.

— Vaya. ¿Y por qué sigue tan insegura y reticente? No lo entiendo — le señalé. 

— No sé, cuando saco el tema siempre sale por la tangente o pone cualquier pega. ¿Y tus problemas con Cris, cómo van? — Me preguntó acercándose a mí, sentí su mano sobre mi cintura y vi su sombra a mi lado. Me estremecí.

— Pues ya ves, hoy no viene a comer, ayer vino a las dos de la madrugada, y el fin de semana lo pasé sola porque él tenía que terminar un proyecto. Vamos a pelea casi diaria y no sé, esto se está volviendo ya algo insostenible. 

 — Bueno, por lo menos estos días no estarás sola, yo te haré compañía y saldremos a pasarlo bien, eso te distraerá. 

— Gracias. Me alegra tenerte aquí. 

Su mano seguía en mi cintura y me hacía sentir incómoda, pero a la vez era agradable sentir su calor.

— Podemos salir a tomar algo esta noche, ¿no? — Me propuso.

— Vale. – Acepté.

Tras eso comimos y por la tarde fuimos a ver la catedral y el centro de la ciudad. Disfrutamos mucho Bruno y yo, nos reímos, nos divertimos y realmente hizo que me olvidara un poco de Cris y los malos rollos con él.  A las ocho regresamos a casa, me puse a hacer la cena y las ocho y media llegó Cris. Mientras cenábamos le comenté que Bruno y yo saldríamos a tomar algo después y que si él quería venir, pero dijo que no, que prefería irse a dormir pronto porque estaba cansado y debía madrugar.

Cuando bajábamos en el ascensor Bruno y yo, le dije:

— Ves, últimamente siempre está cansado y no quiere salir, y si no tiene que trabajar y vuelve a las tantas. La cuestión es que casi no salimos y yo me muero de asco en casa. 

— No te preocupes, hoy nos vamos a divertir — Me dijo Bruno.

Estuvimos en un pub cercano a casa tomando unas copas. Cuando ambos ya íbamos por el segundo cubata y el alcohol empezaba a hacer su efecto Bruno me sacó a bailar. Yo me sentía muy excitada, pues generalmente el alcohol me produce ese  efecto. Así que cuando sentí su cuerpo pegado al mío la temperatura subió. Sentí su sexo excitado sobre mi vientre y eso me excitó a mí, ya que llevaba un par de semanas sin practicar el sexo.


— Vamos a sentarnos — Le pedí sintiéndome nerviosa y avergonzada por la situación. 

No quería que él notara lo que causaba tan solo el roce de sus manos sobre mi piel. 

— No, no, bailemos — Me rogó él sin soltarme. Traté de separarme de él y entonces me preguntó:

— ¿Té pasa algo? ¿Acaso no te diviertes?

— Sí, si, pero necesito descansar — Le mentí, tratando de evitar aquella situación y el lugar hacia donde nos estaba llevando. 

— Espera, bailemos un poco más — me pidió él, también desinhibido por el alcohol. 

Seguimos bailando pegados, agarrados y sentí como sus manos se dirigían hacía mi culo y lo apretaba, oprimiéndome hacía él, con lo cual sentí su erección aún más sobre mi vientre. Yo estaba nerviosa y ya no sabía que hacer, entonces sus labios empezaron a acariciar mi oreja y mi cuello, con mucha suavidad. Estaba claro que a él también le apetecía ir más allá de aquel baile, pero… Los dos estábamos comprometidos, además éramos amigos. 

— Bruno, vámonos a casa — Le supliqué intentando escapar de él.

— No, no, Susana tú me gustas mucho y me atraes y sé que yo a ti también.

— Sí, es cierto — Acepté — pero esto no está bien, los dos estamos comprometidos. Anda vámonos a casa.

Por fin pude deshacerme de sus brazos y me dirigí hacia la puerta saliendo del local, Bruno vino detrás de mí.

— Espera — Dijo cogiéndome del brazo y girándome hacía él, y casi sin que me diera cuenta me besó con pasión introduciendo su lengua en mi boca. Yo loca de deseo le correspondí. Sentí que en unos segundos todos los sentimientos hacía él que había tenido encerrados en lo más profundo de mi corazón afloraban.

Porque en realidad, había deseado un millón de veces tener algo más que una simple amistad con él, me lo había imaginado incluso como mi novio, sobre todo en los últimos tiempos, desde que las cosas con Cris iban de mal en peor, pero nunca había hecho nada porque ambos estábamos comprometidos y porque nuestra amistad estaba por encima de cualquier otro tipo de sentimiento, pero ahora, cuando me sentía tan frustrada y tan desilusionada frente a mi matrimonio, viendo como estaba fracasando, lo que sentía por Bruno me empujaba hacía él. 

Cuando dejamos de besarnos nos miramos a los ojos, y le dije totalmente convencida:

— Vamos a casa.

— ¿Estás segura? ¿Es esto lo que quieres? — me preguntó, porque él sabía tan bien como yo, que sin duda iba a pasar algo. 

Caminamos en silencio, cogidos de la mano, hasta llegar a mi bloque, entramos en la escalera y subimos en el ascensor besándonos y acariciando nuestros cuerpos por encima de la ropa. Ambos estábamos sedientos del otro. Salimos del ascensor y abrí la puerta, entramos y seguimos besándonos.

— Cris nos va a oír —  Le dije a Bruno, ya que la habitación estaba al final del pasillo frente al que estaba la puerta.

— ¡No, ven! — Me dijo llevándome hasta el baño pequeño, que estaba tras la primera puerta de aquel pasillo.

Entramos y cerró la puerta con el pestillo. Seguimos besándonos, mientras sus manos desabrochaban mi vestido y me lo quitaba, a la vez que las mías desabrochaban su camisa dejando desnudo su torso.

— Estamos locos, – dije nerviosa — Si Cris se entera.

— Pues que se entere de como se folla a una mujer como tú — sentenció él.


Me apoyé sobre el lavamanos que estaba detrás de mí y dejé que sus labios besaran mi cuello y poco a poco descendieran por mi escote, a la vez que sus manos acariciaban mis senos por encima del sujetador de encaje que llevaba. Sus labios fueron descendiendo hasta alcanzar mi sexo. Sentí como sus dedos se introducían en mis bragas y alcanzaban la humedad de mis genitales. Entreabrí las piernas, él apartó las bragas y su lengua comenzó a lamer mis labios vaginales. Un gemido de placer escapó de mi garganta, pero traté de acallarlo, mientras su lengua seguía lamiendo mi sexo y se introducía en mi vagina. Bruno me quitó las bragas y luego con sus dedos acarició mi clítoris haciéndome vibrar, continuó introduciendo dos de sus dedos en mi vagina y empezó a moverlos como si fueran un pene, introduciéndolos y sacándolos, mi cuerpo se estremeció. Sentí su lengua lamiendo mi clítoris. Luego sus labios succionándolo, y finalmente, sus dientes mordisqueándolo muy suavemente. Mientras, una de sus manos se dirigía hacía mi culo y acariciaba mi raja con uno de sus dedos, que se abrió camino hasta mi ano y me lo introdujo, un nuevo espasmo de placer agitó mi cuerpo y un grito se escapó de mi garganta. Bruno sacó sus dedos de mi vagina. Me hizo dar medía vuelta y empezó a dentellear y lamer mis nalgas, mientras introducía uno de sus dedos en mi vagina, humedeciéndolo con mis jugos, luego recorrió mi raja hasta mi ano e introdujo el dedo en él, muy despacio, suavemente, y lo movió en sentido rotativo. Yo me mordía el labio para no gritar de placer. Sacó su dedo de mi ano y se puso en pie detrás de mí, oí como se bajaba la cremallera del pantalón. Sus manos acariciaron mis senos mientras sus labios besaban mi cuello y sentía como su sexo erecto reposaba sobre mis nalgas. Nuestros ojos se cruzaron en el espejo.

— ¡Fóllame! — Le supliqué — Te necesito.

Bruno guió su erecto pene hasta mi húmeda vagina y con destreza me penetró, al sentirle dentro de mí por completo, suspiré y retrocedí hacía él un poco, para sentirle mejor. Me abrazó rodeándome con sus brazos y comenzó a moverse muy despacio, haciendo que su polla entrara y saliera de mí en una torturadora lentitud, mientras una de sus manos acariciaba mi pecho izquierdo y la otra, mi clítoris. El placer era sublime, se extendía por todo mi cuerpo y me ardía internamente. Sentía su respiración en mi oído y eso todavía aumentaba más mi excitación. Por fin, después de meses sin sentir placer más que conmigo misma, lo sentía junto a mi amante. 

Me miré en el espejo, estaba roja de deseo y satisfacción y me dolía ya el labio de tanto mordérmelo. Me giré hacía Bruno intentando besarlo, quería sentir sus labios sobre los míos, pero la posición no nos lo permitía, así que él sacó su sexo de mí y me giré hacía él. Nos besamos con pasión y volvió a pegar su cuerpo al mío. Me abrazó por la cintura y me subió sobre el lavamanos, sobre el cual me senté, sintiendo el frío mármol sobre mis nalgas. Abrí mis piernas dispuesta a recibirle de nuevo, y él no se hizo esperar, enseguida metió su erecto falo dentro de mí. Suspiré y rodeándole con mis piernas lo acerqué a mí y lo abracé, sujetándome con las manos por las nalgas. Bruno empezó a empujar de nuevo, haciendo que su sexo de nuevo entrara y saliera de mí. Mi cuerpo enseguida empezó a sentir el calor del placer recorriendo mis venas y mis músculos. Por eso comencé a moverme con más rapidez, para sentir mejor sus embestidas y provocar que el orgasmo empezara a nacer, eso hizo que también él se excitara y sentí como su miembro se ponía duro. En pocos segundos, mi cuerpo estalló en un orgasmo demoledor y los espasmos de mi vagina hicieron que también Bruno se corriera dentro de mí. Cuando ambos dejamos de convulsionarnos, nos separamos y entonces arrepentida le dije a Bruno:

— Es mejor que olvidemos esto.

Él también pareció arrepentirse de lo que acababa de suceder, porque reafirmó: 

— Sí, será lo mejor.

Bruno recogió mis bragas del suelo y me las dio. Luego salió del baño. Yo me quedé allí un rato, pensativa y preocupada. Bruno me había hecho sentir cosas que Cris no me había hecho sentir nunca. Me puse las bragas y me dirigí hacía mi habitación, me quité la ropa, me puse el camisón y me acosté junto a Cris que dormía plácidamente.

Cuando desperté al día siguiente, Cris ya se había marchado. Oí la ducha del baño pequeño,  y supuse que era Bruno quien se estaba duchando, en un segundo recordé lo sucedido la noche anterior en aquel baño y deseé entrar y volver a sentir todas aquellas sensaciones, el pleno placer, la libertad, la ternura, pero me reprimí, me vestí y me dirigí a la cocina. Hice café y unas tostadas y esperé a que Bruno apareciera.

— Buenos días — Dijo al entrar por la puerta.

—Buenos días, ¿has dormido bien? — Le pregunté un poco incómoda, tenía ganas de decirle algo más, hablar sobre lo que habíamos hecho la noche anterior, pero…

— Sí, muy bien.

— Te he hecho tostadas para desayunar. — Le dije.

— Gracias.

Salí de la cocina y me fui a mi habitación, me sentía incómoda a su lado. No podía mirarle a los ojos.

Estaba haciendo la cama cuando oí su voz diciéndome:

— No debes sentirte culpable, pasó por que los dos queríamos que pasara y ya está.

—Sí, eso lo sé, pero tú tienes novia y yo... 

— Tú estás a punto de separarte de tu marido y yo en realidad, hace meses que rompí con ella. Me voy a la conferencia, nos vemos luego. 

Y me dejó así, con aquella bomba de que hacía meses que había roto con su novia. Y para más inri, no me lo había dicho. 

El resto de la mañana la pasé sola, hasta que Bruno vino a comer. Era el momento de pedirle explicaciones, así que cuando ambos nos sentamos a la mesa le pregunté: 

— ¿Por qué no me habías dicho nada?

— ¿Decirte que? ¿Qué lo había dejado con Rosa porque estoy loco por ti? 

— Pues sí, ¿por qué no? — le recriminé. 

— Porque no quería que lo dejaras con Cris por mí. Sé cuanto le quieres, sé lo importante que es para ti — trató de justificar. 

— Sí, pero también sabias que lo nuestro no iba bien. 

— Ya, pero no quería ser la causa de que fuera peor, Susi, entiéndelo. Quiero que seas tú quien decida por ti misma, si yo puedo ser algo más que un amigo, si de verdad quieres seguir con Cris o si prefieres empezar algo nuevo con otro. Y ese otro no tengo por qué ser yo. 

Se quedó callado frente a mí, mirándome como si fuera yo la que tuviera todas las respuestas, pero en realidad, estaba hecha un lío, lo único  que tenía claro era que me había gustado y mucho lo que había pasado entre nosotros la noche anterior y estaba deseando repetirlo. 

— Yo — empecé levantándome de mi silla — quiero… — tragué saliva — que me folles otra vez, aquí, en la cama o donde sea, pero necesito sentirte otra vez. 

— No, Susi, no, no quiero que me lo pidas por despecho, porque sí, no quiero que lo hagamos hoy y mañana te olvides de mí y lo hagas con Cris y entonces vuelvas con él y pases de mí. No quiero ser plato de segunda mesa. Contigo lo quiero todo. 

Me dejó sin palabras, no sabía qué decirle. Me gustaba y mucho, pero en parte tenía razón, si Cris me pedía una última oportunidad se la iba a dar, a fin de cuentas, era mi marido y aún le quería. Lo único que nos hacía falta era hablar y tratar de resolver lo que nos estaba pasando. 

— Esta tarde me vuelvo para San Sebastián — me anunció. 

Y así fué.