miércoles, 15 de septiembre de 2021

COMPROMETIDOS. PARTE 1

 — Entonces me esperarás mañana en el aeropuerto a las diez de la mañana — me preguntó Bruno a través del teléfono.

— Sí, claro allí estaré — le contesté hechizada por su dulce voz.

Hacia un par de años que nos conocíamos, aunque nos veíamos poco, como mucho un par de veces al año, unas porque era él quien venía a Barcelona y otras era yo la que iba a San Sebastián que era donde él vivía, trabajábamos juntos escribiendo libros de autoayuda. Él escribía los libros y yo era su documentalista, lo hacíamos casi todo a través del teléfono y de internet. 


Después de varios meses sin vernos, casi medio año, Bruno tenía que venir a Barcelona para la feria del libro. Durante los dos años en que habíamos estado en contacto, nuestra relación se había ido reforzando día a día y éramos muy buenos amigos. Yo se lo contaba casi todo, incluso mis problemas de convivencia con mi novio, con el que llevaba un año viviendo, al igual que él me había contado las reticencias de su novia para casarse. Ahora podríamos hablar de todos esos problemas cara a cara. 

Trabajar juntos había hecho que estableciéramos una bonita relación, que nos conociéramos el uno al otro y que nos hubiéramos hecho muy buenos amigos. Por eso decidí ponerme mis mejores galas para recibirle. A las diez en punto una voz avisó por los altavoces que el vuelo se había retrasado. Empecé a andar de un lado a otro nerviosa. A las diez y cuarto un nuevo aviso de retraso, mis nervios estaban a flor de piel. A las diez y media, por fin, la gente empezó a salir y casi de los últimos venía a él. Agité el brazo para que me viera, y en cuanto lo hizo, se acercó corriendo a mí:

— ¡Hola! Qué guapas estás — Me dijo.

— Tú también estás muy guapo, ¿Cómo ha ido el viaje?.

— Muy bien.

Fuimos a buscar las maletas, y mientras esperábamos frente a la cinta transportadora le dije:

— ¿Te quedarás en mi casa, como siempre ¿verdad? 

— No, no quiero ser una molestia — Protestó.

— No eres ninguna molestia, eres mi amigo y mi compañero, y Cris y yo estamos encantados de tenerte en casa

— Está bien — Aceptó Bruno.

— Como la firma del libro será por la mañana, he pensado que podríamos aprovechar las tardes para salir e ir a ver cosas. 

— Vale — aceptó él. 

Recogimos la maleta y partimos hacía mi casa. Allí le enseñé la habitación donde dormiría y le dejé para que pudiera deshacer la maleta. Me puse a hacer la comida, y estaba cortando unos tomates, cuando oí su voz desde la puerta que estaba a mi espalda:


— Las mujeres estáis muy atractivas con el delantal.

— Gracias, ¿me está tirando los tejos?

— No, no. Era solo un pensamiento. ¿Cómo está Cris? — me preguntó.

— Bien, hoy no vendrá a comer, tenía una reunión muy importante. Comeremos solos — le señalé — Y Rosario ¿cómo está?

— Bien, muy bien. Como siempre.

— ¿Todavía no tenéis la fecha de la boda?

— No, Rosario todavía sigue reticente.

— Vaya. ¿Y por qué sigue tan insegura y reticente? No lo entiendo — le señalé. 

— No sé, cuando saco el tema siempre sale por la tangente o pone cualquier pega. ¿Y tus problemas con Cris, cómo van? — Me preguntó acercándose a mí, sentí su mano sobre mi cintura y vi su sombra a mi lado. Me estremecí.

— Pues ya ves, hoy no viene a comer, ayer vino a las dos de la madrugada, y el fin de semana lo pasé sola porque él tenía que terminar un proyecto. Vamos a pelea casi diaria y no sé, esto se está volviendo ya algo insostenible. 

 — Bueno, por lo menos estos días no estarás sola, yo te haré compañía y saldremos a pasarlo bien, eso te distraerá. 

— Gracias. Me alegra tenerte aquí. 

Su mano seguía en mi cintura y me hacía sentir incómoda, pero a la vez era agradable sentir su calor.

— Podemos salir a tomar algo esta noche, ¿no? — Me propuso.

— Vale. – Acepté.

Tras eso comimos y por la tarde fuimos a ver la catedral y el centro de la ciudad. Disfrutamos mucho Bruno y yo, nos reímos, nos divertimos y realmente hizo que me olvidara un poco de Cris y los malos rollos con él.  A las ocho regresamos a casa, me puse a hacer la cena y las ocho y media llegó Cris. Mientras cenábamos le comenté que Bruno y yo saldríamos a tomar algo después y que si él quería venir, pero dijo que no, que prefería irse a dormir pronto porque estaba cansado y debía madrugar.

Cuando bajábamos en el ascensor Bruno y yo, le dije:

— Ves, últimamente siempre está cansado y no quiere salir, y si no tiene que trabajar y vuelve a las tantas. La cuestión es que casi no salimos y yo me muero de asco en casa. 

— No te preocupes, hoy nos vamos a divertir — Me dijo Bruno.

Estuvimos en un pub cercano a casa tomando unas copas. Cuando ambos ya íbamos por el segundo cubata y el alcohol empezaba a hacer su efecto Bruno me sacó a bailar. Yo me sentía muy excitada, pues generalmente el alcohol me produce ese  efecto. Así que cuando sentí su cuerpo pegado al mío la temperatura subió. Sentí su sexo excitado sobre mi vientre y eso me excitó a mí, ya que llevaba un par de semanas sin practicar el sexo.


— Vamos a sentarnos — Le pedí sintiéndome nerviosa y avergonzada por la situación. 

No quería que él notara lo que causaba tan solo el roce de sus manos sobre mi piel. 

— No, no, bailemos — Me rogó él sin soltarme. Traté de separarme de él y entonces me preguntó:

— ¿Té pasa algo? ¿Acaso no te diviertes?

— Sí, si, pero necesito descansar — Le mentí, tratando de evitar aquella situación y el lugar hacia donde nos estaba llevando. 

— Espera, bailemos un poco más — me pidió él, también desinhibido por el alcohol. 

Seguimos bailando pegados, agarrados y sentí como sus manos se dirigían hacía mi culo y lo apretaba, oprimiéndome hacía él, con lo cual sentí su erección aún más sobre mi vientre. Yo estaba nerviosa y ya no sabía que hacer, entonces sus labios empezaron a acariciar mi oreja y mi cuello, con mucha suavidad. Estaba claro que a él también le apetecía ir más allá de aquel baile, pero… Los dos estábamos comprometidos, además éramos amigos. 

— Bruno, vámonos a casa — Le supliqué intentando escapar de él.

— No, no, Susana tú me gustas mucho y me atraes y sé que yo a ti también.

— Sí, es cierto — Acepté — pero esto no está bien, los dos estamos comprometidos. Anda vámonos a casa.

Por fin pude deshacerme de sus brazos y me dirigí hacia la puerta saliendo del local, Bruno vino detrás de mí.

— Espera — Dijo cogiéndome del brazo y girándome hacía él, y casi sin que me diera cuenta me besó con pasión introduciendo su lengua en mi boca. Yo loca de deseo le correspondí. Sentí que en unos segundos todos los sentimientos hacía él que había tenido encerrados en lo más profundo de mi corazón afloraban.

Porque en realidad, había deseado un millón de veces tener algo más que una simple amistad con él, me lo había imaginado incluso como mi novio, sobre todo en los últimos tiempos, desde que las cosas con Cris iban de mal en peor, pero nunca había hecho nada porque ambos estábamos comprometidos y porque nuestra amistad estaba por encima de cualquier otro tipo de sentimiento, pero ahora, cuando me sentía tan frustrada y tan desilusionada frente a mi matrimonio, viendo como estaba fracasando, lo que sentía por Bruno me empujaba hacía él. 

Cuando dejamos de besarnos nos miramos a los ojos, y le dije totalmente convencida:

— Vamos a casa.

— ¿Estás segura? ¿Es esto lo que quieres? — me preguntó, porque él sabía tan bien como yo, que sin duda iba a pasar algo. 

Caminamos en silencio, cogidos de la mano, hasta llegar a mi bloque, entramos en la escalera y subimos en el ascensor besándonos y acariciando nuestros cuerpos por encima de la ropa. Ambos estábamos sedientos del otro. Salimos del ascensor y abrí la puerta, entramos y seguimos besándonos.

— Cris nos va a oír —  Le dije a Bruno, ya que la habitación estaba al final del pasillo frente al que estaba la puerta.

— ¡No, ven! — Me dijo llevándome hasta el baño pequeño, que estaba tras la primera puerta de aquel pasillo.

Entramos y cerró la puerta con el pestillo. Seguimos besándonos, mientras sus manos desabrochaban mi vestido y me lo quitaba, a la vez que las mías desabrochaban su camisa dejando desnudo su torso.

— Estamos locos, – dije nerviosa — Si Cris se entera.

— Pues que se entere de como se folla a una mujer como tú — sentenció él.


Me apoyé sobre el lavamanos que estaba detrás de mí y dejé que sus labios besaran mi cuello y poco a poco descendieran por mi escote, a la vez que sus manos acariciaban mis senos por encima del sujetador de encaje que llevaba. Sus labios fueron descendiendo hasta alcanzar mi sexo. Sentí como sus dedos se introducían en mis bragas y alcanzaban la humedad de mis genitales. Entreabrí las piernas, él apartó las bragas y su lengua comenzó a lamer mis labios vaginales. Un gemido de placer escapó de mi garganta, pero traté de acallarlo, mientras su lengua seguía lamiendo mi sexo y se introducía en mi vagina. Bruno me quitó las bragas y luego con sus dedos acarició mi clítoris haciéndome vibrar, continuó introduciendo dos de sus dedos en mi vagina y empezó a moverlos como si fueran un pene, introduciéndolos y sacándolos, mi cuerpo se estremeció. Sentí su lengua lamiendo mi clítoris. Luego sus labios succionándolo, y finalmente, sus dientes mordisqueándolo muy suavemente. Mientras, una de sus manos se dirigía hacía mi culo y acariciaba mi raja con uno de sus dedos, que se abrió camino hasta mi ano y me lo introdujo, un nuevo espasmo de placer agitó mi cuerpo y un grito se escapó de mi garganta. Bruno sacó sus dedos de mi vagina. Me hizo dar medía vuelta y empezó a dentellear y lamer mis nalgas, mientras introducía uno de sus dedos en mi vagina, humedeciéndolo con mis jugos, luego recorrió mi raja hasta mi ano e introdujo el dedo en él, muy despacio, suavemente, y lo movió en sentido rotativo. Yo me mordía el labio para no gritar de placer. Sacó su dedo de mi ano y se puso en pie detrás de mí, oí como se bajaba la cremallera del pantalón. Sus manos acariciaron mis senos mientras sus labios besaban mi cuello y sentía como su sexo erecto reposaba sobre mis nalgas. Nuestros ojos se cruzaron en el espejo.

— ¡Fóllame! — Le supliqué — Te necesito.

Bruno guió su erecto pene hasta mi húmeda vagina y con destreza me penetró, al sentirle dentro de mí por completo, suspiré y retrocedí hacía él un poco, para sentirle mejor. Me abrazó rodeándome con sus brazos y comenzó a moverse muy despacio, haciendo que su polla entrara y saliera de mí en una torturadora lentitud, mientras una de sus manos acariciaba mi pecho izquierdo y la otra, mi clítoris. El placer era sublime, se extendía por todo mi cuerpo y me ardía internamente. Sentía su respiración en mi oído y eso todavía aumentaba más mi excitación. Por fin, después de meses sin sentir placer más que conmigo misma, lo sentía junto a mi amante. 

Me miré en el espejo, estaba roja de deseo y satisfacción y me dolía ya el labio de tanto mordérmelo. Me giré hacía Bruno intentando besarlo, quería sentir sus labios sobre los míos, pero la posición no nos lo permitía, así que él sacó su sexo de mí y me giré hacía él. Nos besamos con pasión y volvió a pegar su cuerpo al mío. Me abrazó por la cintura y me subió sobre el lavamanos, sobre el cual me senté, sintiendo el frío mármol sobre mis nalgas. Abrí mis piernas dispuesta a recibirle de nuevo, y él no se hizo esperar, enseguida metió su erecto falo dentro de mí. Suspiré y rodeándole con mis piernas lo acerqué a mí y lo abracé, sujetándome con las manos por las nalgas. Bruno empezó a empujar de nuevo, haciendo que su sexo de nuevo entrara y saliera de mí. Mi cuerpo enseguida empezó a sentir el calor del placer recorriendo mis venas y mis músculos. Por eso comencé a moverme con más rapidez, para sentir mejor sus embestidas y provocar que el orgasmo empezara a nacer, eso hizo que también él se excitara y sentí como su miembro se ponía duro. En pocos segundos, mi cuerpo estalló en un orgasmo demoledor y los espasmos de mi vagina hicieron que también Bruno se corriera dentro de mí. Cuando ambos dejamos de convulsionarnos, nos separamos y entonces arrepentida le dije a Bruno:

— Es mejor que olvidemos esto.

Él también pareció arrepentirse de lo que acababa de suceder, porque reafirmó: 

— Sí, será lo mejor.

Bruno recogió mis bragas del suelo y me las dio. Luego salió del baño. Yo me quedé allí un rato, pensativa y preocupada. Bruno me había hecho sentir cosas que Cris no me había hecho sentir nunca. Me puse las bragas y me dirigí hacía mi habitación, me quité la ropa, me puse el camisón y me acosté junto a Cris que dormía plácidamente.

Cuando desperté al día siguiente, Cris ya se había marchado. Oí la ducha del baño pequeño,  y supuse que era Bruno quien se estaba duchando, en un segundo recordé lo sucedido la noche anterior en aquel baño y deseé entrar y volver a sentir todas aquellas sensaciones, el pleno placer, la libertad, la ternura, pero me reprimí, me vestí y me dirigí a la cocina. Hice café y unas tostadas y esperé a que Bruno apareciera.

— Buenos días — Dijo al entrar por la puerta.

—Buenos días, ¿has dormido bien? — Le pregunté un poco incómoda, tenía ganas de decirle algo más, hablar sobre lo que habíamos hecho la noche anterior, pero…

— Sí, muy bien.

— Te he hecho tostadas para desayunar. — Le dije.

— Gracias.

Salí de la cocina y me fui a mi habitación, me sentía incómoda a su lado. No podía mirarle a los ojos.

Estaba haciendo la cama cuando oí su voz diciéndome:

— No debes sentirte culpable, pasó por que los dos queríamos que pasara y ya está.

—Sí, eso lo sé, pero tú tienes novia y yo... 

— Tú estás a punto de separarte de tu marido y yo en realidad, hace meses que rompí con ella. Me voy a la conferencia, nos vemos luego. 

Y me dejó así, con aquella bomba de que hacía meses que había roto con su novia. Y para más inri, no me lo había dicho. 

El resto de la mañana la pasé sola, hasta que Bruno vino a comer. Era el momento de pedirle explicaciones, así que cuando ambos nos sentamos a la mesa le pregunté: 

— ¿Por qué no me habías dicho nada?

— ¿Decirte que? ¿Qué lo había dejado con Rosa porque estoy loco por ti? 

— Pues sí, ¿por qué no? — le recriminé. 

— Porque no quería que lo dejaras con Cris por mí. Sé cuanto le quieres, sé lo importante que es para ti — trató de justificar. 

— Sí, pero también sabias que lo nuestro no iba bien. 

— Ya, pero no quería ser la causa de que fuera peor, Susi, entiéndelo. Quiero que seas tú quien decida por ti misma, si yo puedo ser algo más que un amigo, si de verdad quieres seguir con Cris o si prefieres empezar algo nuevo con otro. Y ese otro no tengo por qué ser yo. 

Se quedó callado frente a mí, mirándome como si fuera yo la que tuviera todas las respuestas, pero en realidad, estaba hecha un lío, lo único  que tenía claro era que me había gustado y mucho lo que había pasado entre nosotros la noche anterior y estaba deseando repetirlo. 

— Yo — empecé levantándome de mi silla — quiero… — tragué saliva — que me folles otra vez, aquí, en la cama o donde sea, pero necesito sentirte otra vez. 

— No, Susi, no, no quiero que me lo pidas por despecho, porque sí, no quiero que lo hagamos hoy y mañana te olvides de mí y lo hagas con Cris y entonces vuelvas con él y pases de mí. No quiero ser plato de segunda mesa. Contigo lo quiero todo. 

Me dejó sin palabras, no sabía qué decirle. Me gustaba y mucho, pero en parte tenía razón, si Cris me pedía una última oportunidad se la iba a dar, a fin de cuentas, era mi marido y aún le quería. Lo único que nos hacía falta era hablar y tratar de resolver lo que nos estaba pasando. 

— Esta tarde me vuelvo para San Sebastián — me anunció. 

Y así fué. 


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