— ¡Hola! — dijo ella al verle.
— Hola — respondió él con desgana, pues hubiera preferido evitarla por enésima vez, pero le había sido imposible, porque tras ellos venía otro vecino y hubiera notado que pasaba algo.
— Buenos días — dijo el vecino del segundo.
Entraron todos en el ascensor y el vecino picó al botón de sus piso. Los tres se mantuvieron quietos, mirando al suelo por la incomodidad propia que causa el estar en un lugar tan reducido con gente al que apenas conoces. Cuando llegaron al segundo el vecino salió y ellos se quedaron solos. Entonces Gema le preguntó:
— ¿Cómo va? ¿Cómo han ido los exámenes? — Pensó que sería lo mejor para romper el hielo.
— Bien — respondió Fran muy nervioso y entonces pensó que lo mejor sería disculparse ante Gema.
Por eso alzó la vista, la miró a los ojos y entonces ya no pudo resistirse a los encantos de aquella mujer e inevitablemente pegó su cuerpo al de ella y la besó por sorpresa. Ella correspondió aquel beso como si tuviera sed, sus cuerpos se pegaron buscando el calor del otro. No tardaron en excitarse ambos, en desearse como hacía unos días se habían deseado, los minutos siguientes fueron una lluvia de caricias, manos enredadas en el cuerpo del otro, besos desesperados de bocas que se ansiaban, hasta que el ascensor se detuvo. También ellos se detuvieron y salieron del ascensor, fuera, volvieron a besarse, él metió su mano por debajo de la falda de vuelo que llevaba Gema y buscó la goma de las braguitas, metió un dedo y trató de llevarlo hasta el sexo de ella, mientras la tenía acorralada contra la pared y le besaba el cuello desesperadamente. Fran sintió la humedad de aquel conocido sexo que parecía llamarle a gritos para que de nuevo se lo follara.
— Espera, vamos a mi casa — musitó Gema, cuando por fin los labios de Fran la liberaron.
Fran se separó de ella y dejó que se dirigiera hacia su puerta, mientras la seguía como un corderito, observando aquel hermoso y redondo culo. Gema sacó las llaves de su bolso, aunque estaba tan nerviosa que le costó encontrarlas, sobre todo porque sentía el cuerpo de Fran pegado al suyo y la erección que este tenía creciendo contra su trasero, lo que provocaba que se excitara más y más, humedeciendo sus bragas sin remedio. Finalmente, Gema consiguió encontrar las llaves, abrió la puerta y ambos entraron, Fran cerró la puerta tras de sí y volvió a acorralar a aquella bella mujer contra la pared, besándola de nuevo, pegando su cuerpo al de ella, haciéndole sentir la erección que abultaba en sus pantalones. Gema dirigió sus manos a los pantalones del joven y trató de desabrocharlos, pero este le detuvo:
— No, espera.
Se arrodilló frente a ella, levantó la falda, escondiéndose bajo ella, y le bajó las braguitas, luego, con suavidad, le hizo abrir las piernas. Gema suspiró, sobre todo cuando sintió la lengua de él hurgando en su clítoris, se estremeció por entero y colocando las manos sobre la cabeza del joven lo apretó contra sí. Cerró los ojos y se dejó llevar.
Fran, hundido entre las piernas de Gema, lamía deliciosamente aquel sabroso sexo, recorría cada rincón suavemente, pasando la lengua primero por un labio y luego por el otro, haciendo que Gema se estremeciera y gimiera. Luego introdujo la lengua dentro de la húmeda vulva y la lamió, saboreó los deliciosos jugos que aquel sexo desprendía y mientras tanto dirigió un dedo a la raja que separaba las nalgas de Gema. Un nuevo estremecimiento la hizo temblar, sobre todo cuando sintió que aquel dedo se introducía en su agujero trasero.
— ¡Ah! — Gimió deseando más, deseando que Fran la poseyera ya.
Él también la deseaba, también estaba ansiando penetrarla, meterse dentro de ella. Por eso, tomándola por las caderas, la hizo poner de espaldas a él, cara a la pared, mientras se ponía en pie. La apartó levemente de la pared, de modo que su culito sobresaliera, se bajó la cremallera del pantalón y sacó su erecta e hirviente polla, mientras introducía un par de dedos dentro del estrecho ano de Gema.
— ¡Ah, ah! — Escaparon dos grititos más de aquella dulce voz femenina — ¿Qué vas a hacer? — Preguntó retóricamente, porque en realidad sabía de sobra lo que aquel jovencito deseaba hacerle.
— Voy a follarte ese hermoso culo — le susurró él al oído.
Gema gimió, sobre todo cuando sintió el glande apoyado en la entrada de su ano, cerró los ojos y se preparó para la embestida. Fran no tuvo compasión, llevaba semanas ansiando poseer aquel agujero y en ese momento sólo pensaba en hundirse en él, por eso apretó, empujó y finalmente logró que su glande se introdujera en aquel estrecho agujero, siguió empujando y toda su verga se hundió como un cuchillo en el pan.
Gema clamó de nuevo al sentir como aquel pene se acomodaba en su agujero trasero, sintió primero un leve dolor por la brusquedad con que había entrado, pero inmediatamente empezó a sentir el placer que le producía tenerle allí dentro. Fran la sujetó entonces por las caderas y empezó a empujar, una y otra vez, primero despacio, sintiendo como las paredes del recto aprisionaban su verga. Gema soportaba las embestidas apoyando sus manos en la pared y empujando también ella contra su adversario. Los gemidos de ambos iban en aumento con cada embestida, parecían dos animales sedientos de sexo, tratando de apagar la sed el uno con el otro. Gema sentía como aquella verga se hundía en su culo una y otra vez y como eso hacía que su placer aumentara gradualmente, también Fran sentía su placer crecía en cada embestida que daba a aquel estrecho agujero que tan fácilmente lo había acogido y no tardaron ambos en alcanzar el éxtasis. Primero fue ella, la que entre gritos, suspiros y convulsiones sintió como su ano se contraía y explotaba en un maravilloso orgasmo, al cual le siguió él expulsando su espeso y caliente semen en el interior de aquel estrecho agujero. Cuando ambos dejaron de convulsionarse se separaron y vencidos se sentaron en el suelo el uno junto al otro. Gema se subió las braguitas que tenía en los pies, buscó el rostro hermoso de Fran, lo apretó entre sus manos y mirándolo fijamente a los ojos lo besó. Cuando se separaron del beso, él musitó algo avergonzado:
— Lo siento, siento haberte rehuido los últimos días, siento haberme comportado como un maldito cobarde.
— No te preocupes, yo tampoco he actuado de la mejor manera estos días – se disculpó Gema — ¿Qué tal si nos tomamos una ducha? – Propuso ella.
— Vale ¿Juntos? — Preguntó inocentemente Fran.
Gema lo miró sonriendo, le parecía tan tierno, tan inocente a veces.
— Si tú quieres.
— Claro que quiero — respondió Fran mientras ambos se ponían de pie.
Gema se dirigió a su habitación y Fran la siguió. Allí ella se quitó el vestido y cuando Fran la vio desnuda con las braguitas y el sujetador no pudo resistirse. Tenía un cuerpo perfecto de endiabladas curvas y lechosa piel suave y dulce. La abrazó nuevamente, restregando su paquete contra sus muslos, sintiendo como su verga volvía a hincharse deseando a aquella mujer. También Gema lo sintió y se sintió muy halagada de provocar aquella reacción a un jovencito de 20 años, por eso, y ante el ímpetu que él mostraba, le dijo:
— Tranquilo, tranquilo. Ahora nos metemos en el baño y me haces lo que quieras allí.
Lo cogió de la mano y lo llevó hasta el baño. Allí Fran ya no pudo resistir más y mientras Gema se giraba hacia el espejo como solía hacer siempre que estaba en el baño, él la abrazó por detrás, pegando su cuerpo al de ella y haciéndole sentir su nueva erección entre sus hermosas nalgas, esas que había profanado hacía sólo unos minutos. Gema se dejó hacer, dejó que Fran le desabrochara el sujetador y acariciara sus senos. Fran los sobó, los manoseó, haciendo que los pezones se erizaran y se pusieran erectos como pitones de toro. Gema gemía, su cara de placer reflejada en el espejo era todo un poema y eso hacía que Fran aún se excitara más; sus labios rozaron la oreja de Gema, esta sintió como su piel se erizaba. Volvía a desear a aquel chico, a ansiar que la penetrara como fuera, allí mismo. Por eso Fran le bajó las braguitas e instaló su erecto pene entre la estrechez que quedaba entre las piernas de ella. La mujer gemía, y sentía como su sexo se humedecía cada vez más, mientras las manos de Fran acariciaban su cuerpo de arriba abajo y de abajo a arriba. Sentía el pene erecto del muchacho brincando entre sus piernas, lo que aumentaba su deseo y por eso le suplicó:
— ¡Métemela, por Dios!
Aquella súplica desesperada sonó como música celestial para Fran, que no se hizo de rogar, llevó su sexo hasta la ardiente vulva, empujó levemente y ¡zas! Logró que el glande se introdujera en aquella oscura caverna, haciendo que Gema emitiera un gritito placentero. Luego la sujetó por las caderas, llevó una de sus manos hasta el hinchado clítoris de la mujer y empezó a acariciarlo, mientras se movía suavemente, haciendo que su hinchada verga entrara y saliera de aquel húmedo paraíso. Gema, estática frente al espejo, se observaba mientras sus propias manos acariciaba sus senos suaves y erectos. El espectáculo que tenía antes sí era tan maravilloso, tan porno, tan placentero a la vez que poco a poco iba aumentando su deseo y sus ganas del llegar al éxtasis final. Veía a Fran tras de sí, con su boca pegada a su cuello, su mano hurgando en su coñíto, dentro de su clítoris y empujando hacia ella una y otra vez para hacerla gemir de placer. Ambos cuerpos se complementaban a la perfección, primero empujaba él, luego lo hacía ella, y así alternativamente. Gritos, gemidos, besos desesperados, caricias ansiadas, y aquel baño se convirtió en una batalla de placeres que ambos disfrutaban. Poco a poco, Fran fue aumentando el ritmo de las embestidas, haciendo que su sexo penetrara más profundamente a Gema, lo que hizo que aquella agradable sensación de goce aumentara paulatinamente y poco a poco se extendiera por todo su cuerpo. También él empezó a sentir que el placer aumentaba en su sexo poco a poco al notar como la femenina vagina se contraía alrededor de su verga y la estrujaba como si quisiera sacarle todo el jugo, lográndolo finalmente en un maravilloso éxtasis que ambos disfrutaron al unísono. Los gritos de la pareja llenaron el baño hasta que finalmente se calmaron y se quedaron estáticos frente al espejo. Fran besando el dulce cuello de su amante y Gema pegando su cuerpo al del muchacho tratando de sentir el calor de su piel para cerciorarse de que aquello no era un sueño. Finalmente, se separaron y Gema dijo:
— Deberíamos meternos en la ducha.
— Sí — aceptó Fran quitándose la poca ropa que le quedaba encima.
Gema se acercó a la ducha, se metió y abrió el grifo del agua, dejando que esta la mojara. Enseguida sintió como Fran se metía también con ella en la ducha, rozando su espalda. Gema se giró hacia él y lo besó. Al sentir sus pieles pegadas y aquel intenso beso surcando su boca, el chico se excitó de nuevo, lo que sorprendió a Gema, ya que en menos de una hora lo habían hecho ya dos veces.
— ¡Bufff, chiquillo, como se nota tu juventud! — Exclamó.
— Sí, pero es que me pones a mil con tus besos — se excusó el jovencito.
— ¿Por qué no te reservas esas energías para más tarde? — Le preguntó Gema.
— No puedo, quiero hacértelo ahora, otra vez, quiero volver a follarte ese precioso culito y quiero tenerte en mis brazos durante todo el día y toda la noche. No me cansó de ti y además, quiero emborracharme de ti, para no olvidarte en los próximos días.
— ¿Y eso? — Preguntó Gema.
— Mañana me voy de vacaciones y estaré fuera unas tres semanas. Tres semanas en las que probablemente no deje de pensar en ti, pero sin poder besarte, tocarte, tenerte, por eso quiero aprovechar este momento.
— ¡Ah, vaya, ya entiendo! — Gema se quedó un poco decepcionada al oír aquello, mientras el agua de la ducha seguía cayendo sobre sus cuerpos.
Entonces se separó de Fran, cogió la esponja y le puso jabón, luego empezó a masajearse el cuerpo con ella. Fran se dio cuenta enseguida de lo seria que se había puesto. Parecía como si de repente le hubieran desaparecido las ganas y ese sexappel que tanto la atraía de ella.
— ¿Qué pasa, preciosa? ¿Por qué te pones tan seria?
— Porque me da la sensación de que para ti solo soy un pasatiempos, no sé, un juguete sexual, alguien con quien disfrutar de un sexo que nunca había tenido antes. Y temo que vuelvas a alejarte de mí. Yo…
— ¡Oh, no, para nada! — le dijo él cariñosamente — Es cierto que contigo he tenido la mejor experiencia sexual de mi vida, el mejor orgasmo y solo pienso en hacértelo una y otra vez, pero esa primera vez me dejó… No sé, compréndelo, tengo solo veinte años, tú tienes casi cuarenta, podrías ser mi madre y no sé, sentir que me atraías sexualmente de una manera tan animal que, desde que entré en esta casa, no pude dejar de desearte, me dejó K.O. necesitaba aclarar mis ideas, por eso te he estado esquivando los últimos días, compréndelo — suplicó Fran, abrazando a Gema por la cintura.
Esta, de nuevo, pudo sentir la erección que ella misma le provocaba a aquel joven muchacho. Pensó durante unos segundos en lo que él acababa de decirle y sabía que tenía razón. De hecho, recordando su primera vez con Antonio, hacía ya unos veinte años, ella se sintió igual y durante los días siguientes a aquella primera vez, no hizo más que esquivarlo porque se sentía extraña y confusa al darse cuenta de que un hombre veinte años mayor que ella la atraía enormemente. Por eso, miró a Fran a los ojos, acercó sus labios rojos e hinchados a los de él y lo besó apasionadamente, metiendo su lengua en la boca del chico, buscando la de él y recorriendo cada recoveco que aquella oscura cueva. Ese beso hizo que Fran se excitara aún más y Gema pudo sentir como la verga del muchacho se hinchaba entre sus cuerpos pegados. Luego, Fran la empujó por los hombros hacia abajo, enseguida Gema entendió lo que pretendía y se arrodilló frente a él, mientras este apagaba el grifo del agua. Gema arrodillada frente al sexo erecto de Fran lo tomó con una de sus manos, acercó la lengua al glande y lamió la erguida verga que se tensó y brincó como si fuera un saltamontes. Gema se sintió halagada al comprobar que a pesar de su edad podía provocar aquella reacción a un jovencito de tan solo 20. Siguió lamiendo aquel precioso mástil, mientras Fran la sujetaba por la cabeza. Saboreó cada rincón de aquel preciado instrumento y finalmente consiguió que Fran se corriera, aunque fue poco el semen que salió esta vez del preciado tesoro.
Tras eso, Gema se puso en pie, besó a su amante y saliendo de la ducha le dijo:
— Es mejor que descansemos un poco.
— Desde luego, hoy no podría resistir otro asalto — musitó Fran viendo como su preciado tesoro permanecía pequeño y arrugado entre sus piernas.
Decidieron permanecer un rato acostados en la cama descansando, y hablando, así Gema supo que Fran estaría lo que quedaba de mes en un pueblecito de la costa y que durante aquel tiempo no se verían mucho, ya que Gema había contratado un viaje para visitar toda Europa durante aquellos días.
El hambre fue lo que hizo que ambos decidieran levantarse:
— ¿Quieres comer algo? — Preguntó Gema a Fran.
— No, creo que es mejor que me vaya a mi casa antes de que alguien empiece a preguntar donde estoy.
— Bueno, entonces supongo que ya no nos veremos hasta…
— … Hasta dentro de tres semanas, pero no te preocupes, pensaré en ti, te echaré de menos y te llamaré.
Gema sonrió, no creyó demasiado en las palabras de Fran, pero le alegró saber que por lo menos de algún modo podrían estar comunicados.
— Muy bien, nos vemos – dijo Gema acompañando a su amante hasta la puerta, donde antes de abrir la puerta, se besaron apasionadamente.
Los días pasaron, y a pesar de las distancia, se llamaban a diario, se mandaban mensajes. Todo parecía ir bien, hasta que aquel día Gema empezó a darse cuenta de que quizás… ¿Y si estaba embarazada? Llevaba ya un retraso de 15 días y eso no era normal en ella, estaba nerviosa y preocupada y por miedo, aún no se había decidido a hacerse la prueba de embarazo. Pero aquella mañana en que acababa de regresar del viaje, decidió que no dejaría pasar más tiempo y que se la haría. Fue a la farmacia a comprar el test, y una vez en casa, leyó las instrucciones e hizo lo que estás le indicaban, lamentablemente tras esperar un par de minutos, salió la rayita de color rosa que confirmaba sus sospechas. El mundo se le vino abajo en aquel momento, no podía ser, aquello no podía estar sucediendo, no podía hacerle aquello a Fran, era demasiado joven para…
La mente de Fran daba vueltas a lo sucedido en aquellos últimos seis meses, mientras su hermano Ángel, le ayudaba a anudarse la corbata.
— Aún no entiendo como has podido acostarte con ella durante todos estos meses — dijo Ángel que ya estaba elegantemente vestido para la ocasión.
— Por qué la quiero, porque es la mujer de mi vida y lo haría con ella cada segundo del día, no me canso de ella, la quiero, la amo — sentenció Fran.
En el piso de al lado Gema también estaba casi preparada, la peluquera estaba atusando su hermoso pelo rizado, mientras le colocaba el tocado. Nuevamente, sus pensamientos se perdieron en aquel momento, unos cuatro meses atrás.
Inmediatamente, envió un mensaje a Fran por el móvil: "En cuanto llegues tenemos que vernos, es algo importante". A Fran le encantaba saber que aquella hermosa mujer estaba loca por él y no veía el momento de estar nuevamente con ella, de hacerla suya de nuevo, y darle el mayor de los placeres. Por eso, en cuanto llegó de sus vacaciones, les dio una excusa a sus padres y salió hacía el piso de Gema. Nervioso llamó al timbre y ella no tardó ni medio minuto en abrir la puerta. Fran se abalanzó sobre ella, la estrechó entre sus brazos, y la besó apasionadamente. Tras el beso ella le instó:
— Tenemos que hablar, cielo, tengo algo importante que contarte.
— No, ahora, no, luego — suplicó él — tengo ganas de hacerte mía. Te he echado tanto de menos.
Y sus labios se enredaron en el cuello de ella. Gema trató de deshacerse de los brazos de Fran, necesitaba hablar con él, aclarar la situación.
— Está bien, vamos a hablar — aceptó Fran.
Gema se sentía nerviosa, no sabía por donde empezar... Era algo difícil, porque Fran era demasiado joven y no estaba segura de su reacción, de que supiera como aceptarlo. Y porque sentía que ella no tenía derecho a hipotecar su vida por un error. Por eso permaneció en silencio unos minutos, pensando en como decírselo.
— ¿Gema? — Preguntó Fran como si pensara que esta no le había oído.
Gema se incorporó, se sentó sobre el sofá y mirando a Fran empezó a decirle:
— Verás es que hace un par de días me hice la prueba porque... tenía un retraso de quince días ya... — Fran la miraba atento e incluso algo extrañado, como si estuviera procesando la información que Gema le estaba dando — y bueno... es que dio positivo y... estoy embarazada — soltó finalmente Gema.
— ¿Qué? Pero... ¿Estás segura? — La interrogó Fran como si aquello que acababa de oír le sonara a broma, a mentira, a... no podía ser, pensó, ahora no, pero...
— Sí, claro que estoy segura. Yo soy muy regular y un retraso de 15 días es mucho para mí, además me hice la prueba un par de veces, yo... no quería que esto pasara pero...
Fran no sabía qué hacer, se sentía extraño. Tenía solo veinte años e iba a ser padre, y además con una mujer de 38, su mundo parecía derrumbarse poco a poco y por segundos.
— Pensé que tomabas la píldora, si lo hubiera sabido... — Adujo él.
— No, dejé de tomarla porque me daba alergia, aunque en realidad, suelo llevar un diafragma, pero ninguno de los dos días que lo hicimos me lo puse, no pensé que iba a tener sexo con un hombre y... La culpa fue mía. Pero no pretendo que te responsabilices de esto, sé que eres muy joven y aún te queda mucha vida por delante, no quiero que... yo sola puedo hacerlo, solo quiero que lo sepas, porque a fin de cuentas serás el padre y...
Fran la hizo callar colocando su dedo incide sobre los suaves labios de ella.
— No, no, este hijo será también mío, y no pienso dejarte sola. No sé como nos las apañaremos, pero lo haremos, hablaré con mis padres, se lo contaré todo y vendré a vivir contigo.
— Pero... tus estudios — dijo Gema – no puedes dejarlos, no quiero que los dejes.
— Bueno, bueno, tranquila ya hablaremos de esto con toda tranquilidad. Ahora quiero decirte que... me hace muy feliz y que te quiero — terminó Fran abrazándola con fuerza — Vamos a ser padres.
Gema sonrió y afirmó feliz. Iban a ser padres.
Gema recordaba todo aquello vestida de novia ante el espejo de su habitación. No podía creerse que a pesar de todas las dificultades, de lo difícil que se lo pusieron los padres de él porque no eran capaces de entender aquella relación, ahora estuviera ante uno de los pasos más decisivos de su vida. Iba a casarse con un jovencito de 20 años que en aquellos meses se había convertido en un adulto responsable y decidido a vencer todos los obstáculos con ella. Se sentía feliz, y mirándose en el espejo se sonrió a si misma. El vestido color azul claro, el peinado, el ramo de flores, todo estaba perfecto, pensó, y entonces sintió una patadita, era su bebé diciéndole que él también estaba feliz.
Fran en su habitación, nervioso, estaba terminando de arreglarse. A pesar de las reticencias que sus padres habían tenido, habían logrado llegar a un acuerdo con Gema, sería ella la que le pagaría los estudios hasta que terminara en un año, y la que asumiría todos los gastos, tenía un buen trabajo, un buen sueldo y podía hacerlo, para ello vivirían en el piso de ella. Ese acuerdo, idea de Gema, fue el que logró que finalmente sus padres aceptaran aquella situación por atroz que les pareciera, pues su hijo era demasiado joven para hipotecar su vida con aquella mujer que casi le doblaba la edad. Pero lo vieron tan decidido, y Gema les hizo la propuesta tan concienzuda y perfectamente, que no pudieron negarse a aceptarlo por fin, por descabellada que les pareciera toda aquella situación. Nervioso, Fran salió de su habitación, tenía ganas de ver a la novia, de estar con ella por fin, ya que en las últimas dos noches no había dormido juntos. Sus padres elegantemente vestidos le esperaban en el comedor para salir juntos hacia el juzgado.
La boda sería algo sencillo, por lo civil y con muy pocos invitados, solo los más allegados, por eso, su madre estaba allí con ella, ayudándola a vestirse, dándole consejos y sobre todo su apoyo, sabía que aquella era una situación difícil para su hija por todos los obstáculos que había tenido que vencer ante aquella relación tan desigual, por eso por descabellada que a ella le parecía jamás se lo dijo a Gema, que radiante se abrazó a su madre antes de salir del piso rumbo al juzgado y con una sería duda que empañaba levemente su felicidad ¿Serían felices y capaces de superar todos los obstáculos que aquella relación tan desigual les depararía?