martes, 27 de febrero de 2024

MAMÁ POR SORPRESA YA EN AMAZON

 

1. LORENZO BLASCO

 


Llevaba ya un rato esperando, después de seguir todo el tratamiento le iban a sacar los óvulos y le pagarían por ellos unos 1.000 euros. Dinero caído del cielo, su última esperanza para conseguir algo de dinero y poder pagar el alquiler. Porque, tras tres meses buscando trabajo, lo poco que tenía ahorrado empezaba a escasear. Y no se le había ocurrido nada mejor para conseguir el dinero que eso. Donar sus óvulos. Por lo menos con eso podría pagar el alquiler de aquel mes. Tenía la esperanza de que pronto encontraría un trabajo y sus problemas económicos se acabarían.

Por un segundo, mientras estaba esperando en aquella sala de espera, pensó que menos mal que estaba soltera y sin ningún compromiso. Porque si estuviera con Raúl, su ex, no le habría dejado hacerlo. Raúl era muy celoso, Raúl… Raúl ya no era nada para ella, o por lo menos, trataba de convencerse a si misma de eso. La había dejado hacía un par de meses por otra, una compañera de trabajo que según él, le hacía unas mamadas increibles. Raúl siempre había sido muy vulgar, por eso no le sorprendió aquel comentario que él había hecho justo como justificación para dejarla. Lo qué si le sorprendió fue que la dejara por otra. Justo cuando hacía seis meses que vivian juntos y parecía que todo iba bien entre ellos. Pero por lo visto no era así. De todos modos, se sentía bien porque se había deshecho de un hombre celoso y posesivo hasta extremos insospechados. Que no la dejaba ir en minifalda porque otros la miraban, que controlaba los mensajes que le enviaban sus amigas y que si la veia hablando con otro más de lo que él consideraba que debía ser lo correcto, le echaba la bronca. Así que aquella ruptura para ella había sido incluso liberadora.

Estaba ensimismada en ese pensamiento, cuando oyó su nombre:

 ¿Irene Puentes?

Se levantó, como si tuviera un resorte, de la silla y se dirigió hacía la puerta desde donde la habían llamado. Entró en la consulta y un doctor muy amable, tras preguntarle el hombre, le explicó lo que harían, entraron en una pequeña habitación contigua al despacho en la que había una camilla, un ecografo y algunos instrumentos que Irene pensó que serían para hacer la extracción de óvulos. El doctor le indicó:

 Desnúdate de cintura para abajo en ese baño, y después ponte sobre la camilla, por favor.

Irene obedeció, haciendo lo que el doctor le había indicado, entró en el baño, se desnudó de cintura para abajo y luego salió a la consulta y se puso sobre la camilla. Irene dejó que el doctor trabajara en aquello, mientras ella trataba de pensar en algo que la distrajera. Cuando el doctor ya había terminado le indicó que se vistiera, y fue la enfermera la que le dijo que esperara en la sala de espera a que la llamaran.

A los 5 minutos de estar allí esperando, la llamaron. Irene se acercó al mostrador y la chica que había tras él, le dijo:

 Bien, está todo bien, aquí tiene el cheque.

Irene cogió el cheque, dándole las gracias a la chica y se lo guardó en el bolso. Estaba feliz, tenía el dinero, por lo menos aquel mes podría pagar el alquiler.


* * *

 Siento tener que decirle esto  le dijo el doctor seriamente —ç no es fácil, pero son cosas que pasan.

 ¿Quiere soltarlo ya de una vez?  le instó, nervioso, Lorenzo.

 Verá, se ha cometido un pequeño error, no sé como ha podido pasar, pero hemos inseminado a la mujer que no era, o sea, a otra mujer.

 ¡¿Qué?!¡¿Cómo?!  gritó Lorenzo exasperado  Pensé que estar era una buena clínica de fertilidad, les elegí a ustedes porque me aseguraron que era la mejor, y ahora me dice ¿que se han equivocado al inseminar a la mujer que no era? ¿Como es eso posible?

 Sí, verá es que aquel día había otra mujer con el mismo nombre que la madre gestante que usted había elegido le explicó — Y no sé como pero nos confundimos con los papeles y...

 ¿Cómo pueden haber cometido ese error? Irene, la mujer que yo elegí era la adecuada, perfecta para ser la madre de mis hijos pero, ¿quien es la otra? Exijo conocerla — gritó Lorenzo enfadado.

 Bueno, la hemos llamado para que venga, no sabemos si… la inseminación ha funcionado, es decir, aún existe una posibilidad de que…

 Ya está bien. Veamos quien es la chica y si está a la altura y embarazada, después ya veremos lo que pasa, pero sin duda dejaré de trabajar con ustedes.

 Lo siento, Sr. Blasco, está vez no le cobraremos la inseminación, por supuesto  dijo el doctor.

Faltaría más  exclamó Lorenzo.

Aunque a Lorenzo, eso era lo que menos le preocupaba. Él había elegido a la que quería que fuese la madre de sus hijos cuidadosamente y ahora todo había cambiado, ahora no sabía quien era la posible futura madre de su hijo.

¿Como podía ser que hubiera pasado aquello? ¿Y a él? Y en aquella clínica de fertiilidad, en la que aseguraban ser la mejor del país. Había tardado casi un año en encontrar una clínica, y una mujer adecuadada para gestar a  su futuro hijo, al heredero de su imperio y ahora se habían equivodado. ¿Y si la mujer que iba a gestar a su hijo era una drogadicta?

— La hemos llamado, debe estar a punto de llegar, sino lo ha hecho ya. Deje que hable con ella. ¿Por qué no se va a tomar un café?

Lorenzo suspiró cabreado.

 — Está bien.

— Cuando ella esté lista le llamaré para que vean juntos la ecografía.

Lorenzo se levantó de la silla hastiado y salió de la consulta.

Y justo en ese momento chocó con una chica, al hacerlo sintió el olor de su perfume: "Fleur de Jour" lo conocía muy bien, lo recordaba muy bien, por que era el perfume que usaba Luisa, su 1ª novia.

 Perdón  dijo la chica con una dulce sonrisa.

La chica era bastante atractiva, con un precioso pelo castaño, largo. Y parecía algo preocupada.

 Tendría que ir con más cuidado, señorita  le recriminó él.

 Lo siento, no le he visto.

Lorenzo se recompuso y casi sin mirarla siguió su camino.

Ella casi no podía creérselo, había tropezado con Lorenzo Blasco, el mismísimo Lorenzo Blasco, su referente en el mundo de la moda que tanto le gustaba. La persona por la que ella había decidido estudiar Diseño y Moda.

Vió como desapareció por el pasillo y entonces  entró en la consulta. Un dr. la recibió:

 Buenos días, soy el dr. Zamorano. Sientese, por favor.

Irene se sentó. El doctor la miraba sin pestañear. ¿Por qué la habían llamado? ¿Qué había pasado?

 Verá, debo comunicarle que hemos cometido un pequeño error.

Irene carraspeó nerviosa.¿Un error? ¿Qué tipo de error?

 Y es que el otro día, en lugar de extraer los óvulos, nosotros…— el doctor tragó saliva — le hicimos una inseminación y es posible que… esté embarazada.

A Irene le dio un pequeño mareo, empezó a sentir que todo le temblaba. No podía ser. ¿Embarazada?

 Dígame que es mentira, que estoy soñando, no puede ser.

 Bueno, no es seguro, pero cabe la posibilidad, deberíamos hacerle una ecografía para ver si realmente es así le explicó él  Además si realmente lo está, no va a estar sola él padre le ayudará, le apoyará.

Como si eso pudiera servirle de algo, sino lo conocía, además ahora no era un buen momento para tener un hijo, en realidad, era el peor momento.

Irene sintió como si sus cuerpo se hiciera más ligero.

¿Y quien es él?  preguntó curiosa.

 El es Lorenzo Blasco  le dijo el doctor.

¿Lorenzo Blasco?  se preguntó a si misma, sorprendida, y a la vez ilusionada, ya que eso le daría la posibilidad de conocer al que para ella era el mejor diseñador de moda del pais, el sueño de cualquier diseñadora de moda como ella. Había soñado tantas veces en conocerlo y hablar con él. Incluso en tener uno de sus vestidos, y había estado ahorrando para poder comprárselo. Lo malo es que incluso esos pequeños ahorros había tenido que usarlos para pagar el alquiler. Pero ahora entendía que era lo que hacía allí Lorenzo en aquella clínica, por eso había tropezado con él hacía solo unos pocos minutos.

 Lo llamaré, y así podrá estar presente en la ecografía.

Irene afirmó con la cabeza ilusionada, pero aturdida aún por la noticia. El doctor llamó por el teléfono a la enfermera y le dijo:

Srta. Maestre, dígale al Sr. Blasco que puede entrar.

 Sí, señor.

Medio minuto más tarde, Lorenzo entraba en la consulta del Dr. Zamorano y al dirigir su mirada hacía la chica enseguida la reconoció, era la chica con la que había tropezado.

 ¿Usted?

Irene esbozó una sonrisa nerviosa y respondió:

 Sí, soy yo, la chica con la que ha tropezado hace unos minutos.

Lorenzo no dijo nada, pero la miró con suficiencia.

-— Siéntense, por favor  les pidió el doctor.

Lorenzo e Irene obedecieron sentándose frente a él. Irene no pudo evitar mirar más de la cuenta a aquel hombre, tan atractivo, alto. Llevaba una barba de un par de días, y unas gafas de montura negra que le quedaban muy bien y hacía que le resaltaran su ojos azules. Y entonces, sintió que se mareaba y cayó al suelo desmayada.

Cuando despertó Lorenzo y el doctor estaban junto a ella.

 ¿Está bien, Srta. Puentes?  Le preguntó Lorenzo amablemente.

Ella trató de incorporarse un poco.

 Tranquila, ha sido un pequeño mareo   le dijo el doctor.

 No sé que me ha pasado  se excusó ella.

 Bueno, ahora que la señorita ya está bien y aprovechando que está en la camilla podríamos empezar  señaló el doctor.

 Sí, claro, cuanto antes salgamos de dudas mejor  dijo Lorenzo.

Irene se sentía un poco apabullada entre aquellos dos hombres y porque además, aquel era un momento trascendental en su vida. En unos minutos todo podría cambiar por completo.

 Si me hace el favor señorita, puede desnudarse de cintura para abajo en ese baño y colóquese está sábana  le indicó el doctor señalándole una puerta que había en la consulta.

Irene se levantó de la camilla ayudada por Lorenzo y se dirigió al baño. Allí se desnudó de cintura para abajo y volvió a salir. Cuando se acercó de nuevo a la camilla, Lorenzo la ayudó a subir a la camilla. El doctor puso en marcha el ecógrafo y empezó, introduciendo una pequeña cánula dentro del sexo de Irene.

 Bien, veamos, ahí están  dijo observando la pantalla.

Lorenzo e Irene también miraron hacía la pantalla.

 No sé si es una buena noticia dado el caso, pero hay 1 óvulo fecundado  dijo el dr.

 ¿Quiere decir que…?  empezó a preguntar algo asustada Irene.

 Estas embarazada  respondió Lorenzo un poco contrariado. Se sentía feliz por haber logrado su sueño, pero también triste porque ella no era la mujer que él había elegido para ser la madre de su hijo.

Sí, enhorabuena Sr. Blasco  dijo el doctor  A pesar del error, parece ser que esta vez la cosa ha funcionado.

 ¿Esta vez?  preguntó Irene  ¿Cuantas veces lo ha intentado antes?

Lorenzo la miró con condescendencia, sin responder a la pregunta.

El doctor le dijo a Irene:

 Ya puede vestirse. Les espero a ambos en el despacho.

 Sí, gracias doctor.

Irene entró en el baño para vestirse, ahora si que se sentía abrumada, agobiada incluso. Estaba embarazada y además del hijo de Lorenzo Blasco. ¿Qué iba a hacer?

Salió del baño. Lorenzo Blasco estaba allí esperándola.

 Siento lo sucedido señorita  empezó diciéndole él  Y sé que todo esto le ha pillado por sorpresa, pero le voy a hacer una propuesta. Si sigue con el embarazo se lo recompensaré con creces y no tendrá que preocuparse por su situación económica, yo pagaré todos sus gastos y los del bebé, desde ahora y el resto de su vida.

 ¡¿Qué?!  preguntó Irene sorprendida.

 Eso, que no tendrá que preocuparse nunca más por el dinero. La mantendré a usted y al bebé de por vida.

 Pero… yo… no sé…

 Compredo que tenga dudas. Mire, le daré un par de días para que lo medite y luego me dice. Aunque debe saber que si acepta, tendrá que venir a vivir a mi casa desde ya. Quiero estar al tanto de absolutamente todo lo relativo a ese bebe y supervisar todos sus cuidados.

 Bien, me lo pensaré  dijo Irene, aún desorientada por la proposición.

  De acuerdo, en un par de días nos vemos. Aquí tienes mi teléfono.

Irene cogió la tarjeta que él le tendía, la observó y luego lo miró a él. Realmente era guapo, muy serio pero guapo y atractivo.

Volvió a mirar la tarjeta, sacó su móvil del bolso y marcó el numero de él.

 Ese es mi numero personal  le aclaró él  Así que siempre que llames lo cogeré yo personalmente.

El móvil empezó a sonar y él, tras sacarlo de su bolsillo, le dio a rechazar llamada.

Luego guardó el numero en la agenda de este.


* * *

Lorenzo fue muy amable y al salir de la clínica la llevó hasta su casa donde se despidieron.

Irene subió hasta su piso, y al entrar sintió como si todo el peso del mundo se le viniera encima. Iba a ser madre, y además del hijo de Lorenzo Blasco. Sacó su teléfono del bolso y llamó a Rosa, su mejor amiga. Necesitaba hablar con alguien que pudiera comprenderla, o si más no, escucharla sin juzgarla, como hacía siempre Rosa.

 ¡Hola petarda!  la saludó Rosa.

 Hola, ¿que tal?

 Bien, ¿y tú?  le preguntó su amiga.

 Pues no sé que decirte, me ha pasado algo que no sé como explicártelo empezó a contarle Irene.

 ¿Qué ha pasado? ¿No tenías que ir a la clínica por que te habían llamado?

 Sí, precisamente tiene que ver con eso.

 Bien ¿y qué es?

Irene suspiró mientras trataba de ordenar sus ideas para contárselo a Rosa de la forma más fiel posible.

 Pues es que resulta que en la clínica se equivocaron, y en lugar de extraer los óvulos, me hicieron una inseminación artificial  explicó Irene.

 ¡¿Qué?! No me digas que estás preñada  exclamó Rosa.

 Sí, pero ¿a que no adivinarias de quién?

 Supongo que no  respondió su amiga.

 De Lorenzo Blasco.

 ¿El dueño de Blasco Modas? No puede ser  exclamó Rosa sorprendida.

 El mismo.

 Oye, ¿qué tal si no vemos luego y me lo cuentas todo más detenidamente?

 — ¿A las cinco en tu casa? — preguntó Irene.

— Perfecto, hasta luego.

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sábado, 10 de febrero de 2024

EL VECINO (Relato erótico parte de la novela EL VECINO)

 A partir de aquel día empecé a tener sueños eróticos con aquel atractivo hombre cada noche, y cuando nos encontrábamos en la escalera y subíamos juntos en el ascensor, no podía evitar recordar esos sueños. Sueños en los que él me hacía suavemente el amor. Bueno, suavemente unas veces, otras lo hacía salvajemente. Lo curioso es que en la medida en que mi deseo por él crecía, la relación con mi marido iba de mal en peor y cada vez discutíamos más y más, y a veces por pequeñas cosas, casi sin importancia. ¿Qué me estaba pasando? Un día en que la discusión con mi marido fue demasiado fuerte, él se fue dando un sonoro portazo y dejándome sola. No sé si debió ser el portazo o los gritos, pero al cabo de pocos minutos, Ángel estaba llamando a la puerta. Cuando abrí, me lo encontré en calzoncillos y camiseta, descalzo y con la cara desencajada.

 ¿Estás bien? Es que he oído el portazo y parte de la discusión y… No es que quisiera escucharla ¿eh?, pero es que no he podido evitarlo.

 Ya, supongo que hemos gritado bastante fuerte, ¿verdad? Lo siento,  me disculpé  pero sí, estoy bien. Lo siento, de verdad, no quería molestarte, yo…

 ¡Oh, no, tranquila! Solo estaba preocupado por ti

 Gracias, estoy bien le dije, tratando de tranquilizarlo. E iba a cerrar la puerta, dando por terminada la conversación, cuando él me dijo, entrando en mi casa:

 No, espera, quizás necesitas compañía en estos momentos, una mano… amiga  dijo, aunque en realidad, creo que buscaba más una excusa para entrar que otra cosa.

Cerró la puerta tras de sí, me tomó por los hombros y me llevó hasta el salón, donde nos sentamos en el sofá. Yo estaba tan sorprendida y nerviosa. Sorprendida por la seguridad y rapidez con las que Ángel había actuado, y nerviosa porque le tenía a mi lado, sentado en el sofá de mi casa. 

 Creo que se ha ido para siempre  dije tristemente  y sino lo ha hecho, lo hará en las próximas horas.

 ¿Estás segura?  me preguntó él, levantándose del sofá y dirigiéndose a la cocina que estaba justo enfrente.

 Completamente, nuestro matrimonio hace tiempo que está acabado  le señalé  Y esta noche la discusión ha sido realmente grave. Me ha dicho cosas…


Vi como Ángel sacaba una cafetera, buscaba el café y llenaba la cafetera, y entonces le pregunté:

 ¿Qué haces?

 Cuidar de ti, necesitas alguien que te cuide  dijo con tranquilidad.

Le miré de arriba abajo, se notaba que había salido de la cama corriendo, ya que iba descalzo, en calzoncillos y con una vieja camiseta algo roída, pero estaba muy sexy. Me reí y entonces mirándome con cara de pocos amigos me preguntó:

 ¿Qué pasa, por qué te ríes?

 Por la pinta que llevas, tendrías que verte.

 Ya sé que no es muy glamurosa, estaba a punto de irme a dormir cuando he oído los golpes  dijo.

— Lo siento — me disculpé una vez más.

La cafetera empezó a sonar en señal de que el café ya estaba saliendo, así que Ángel apagó el fogón. Buscó un par de tazas en los armarios, y tras abrir el armario que tenía enfrente, enseguida las encontró. Sirvió el café y me tendió una de las tazas, luego buscó el azúcar.

 Está en el armario del centro  le indiqué.

Abrió el armario que le había indicado, cogió el azúcar y lo trajo, dejándolo sobre la mesilla junto a un par de cucharillas que sacó del primer cajón y volvió a sentarse a mi lado.

 Quizás sea lo mejor, que se vaya, que me deje, a fin de cuentas nuestro matrimonio está acabado, ya no hay nada entre él y yo. Hace meses que no me toca. Ya casi ni recuerdo cuando tuve mi último orgasmo  trataba de convencerme a mí misma, más que a él.

 Pues es una lástima, porque te mereces los mejores orgasmos y perdona que sea tan franco, pero es que… desde que te vi por primera vez, yo…  repentinamente, se calló, poniéndose rojo como un tomate.

 No, no te calles, por favor, ¿tú qué?, dime.

 Yo… quise hacer esto  cogió mi taza depositándola sobre la mesita, me tomó por el cuello acercándome a él y me besó. 


Fue un beso apasionado, de lenguas que se buscan, un beso como hacía meses que nadie me daba, que hizo que se me hinchara el pecho y sintiera que le deseaba. Un beso que yo también deseé. Todo mi cuerpo reaccionó ante aquel beso, y cuando se separó, sentía que todo se me aflojaba, todo me temblaba. Y entonces, fueron mis manos las que hablaron por mí, acariciando el cuerpo atlético de aquel hombre, tampoco él estuvo quieto, y sus manos acariciaron mi cuerpo. Me quitó la camiseta y yo hice lo mismo con él, mientras seguíamos besándonos. Me acostó sobre el sofá poniéndose sobre mí, puso mis brazos sobre mi cabeza y me los ató.

 ¿Qué haces? le pregunté sorprendida y un tanto asustada.

 Atarte, para follarte, para tener yo todo el control, me gusta tener el control  dijo tranquilamente, demostrándome su fuerza, su virilidad y que sin duda él iba a controlar la situación.


No dije nada, solo me dejé hacer, dejé que terminara de desnudarme, que abriera mis piernas y se incrustara entre ellas. Besó cada rincón de mi cuerpo, lamió mis pechos desnudos, deteniéndose en los pezones y haciéndome estremecer y gemir cuando los succionó, me hizo temblar. Luego siguió hasta mi entrepierna, sentí como introducía su lengua en mí y todo mi cuerpo se agitó, casi me sobrevino un orgasmo por el placer que aquellas caricias me causaban. Luego se situó sobre mí y finalmente, me penetró,  despacio, con calma, mientras sus ojos se fijaban en los míos y todo mi cuerpo se estremecía de nuevo al tenerle dentro. Empezó a moverse, muy despacio, primero, dentro y fuera, dentro y fuera, haciéndome estremecer y sentir como el placer iba aumentando poco a poco, mientras fijaba sus ojos en los míos y me hacía el amor dulcemente.

¡Oh, Dios!  musité presa del placer, haciendo que alcanzara un orgasmo maravilloso como hacía meses que no tenía. Me deshice en él, y él junto a mí, pues también alcanzó su orgasmo vaciándose en mí.

Cuando terminó de convulsionarse, me desató. Y sobre mi boca me susurró:

 Lo siento, no debería…

 ¡Shhh!, ha sido maravilloso, claro que deberías, claro que debías  le dije tratando de justificar aquel momento y todo lo sucedido entre nosotros.

 No, no debía, yo no te convengo, yo…  se levantó del sofá, se vistió a toda prisa y salió de mi casa.

Yo me quedé perpleja, ¿por qué no me convenía?, ¿qué le pasaba?, ¿por qué se iba tan de repente?, ¿qué oscuro secreto escondía? 

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jueves, 8 de febrero de 2024

TE NECESITO - Relato erótico (EL HOMBRE DE MI VIDA)

Sus ojos azules me miran a través de la semioscuridad del local, yo también le miro y siento que me quema la piel, necesito tenerle cerca. Y sé que él también me necesita cerca. Atravesamos el local olvidándonos de la gente que hay alrededor, y cuando está frente a mí, toma mi mano y me dice:

— Hola — con voz suave y firme, como si nos conociéramos de toda la vida.

— Hola — le respondo acariciando su mejilla con mi mano. Raspa un poco, pero está suave.

Puedo oler su aftershave aún, tiene un olor masculino que llena mis sentidos y me embriaga. Acercó mi cara a la suya, sus ojos no dejan de mirarme, y me estrecha entre sus brazos. Siento el roce de sus labios y su cuerpo caliente pegado al mío, de tal manera que puedo sentir como su sexo crece. Me desea casi tanto como yo a él. Sus labios se pegan ahora a los míos y siento su lengua explorando mi boca, correspondo a ese beso, tratando de explorar su lengua invasora y pego todo mi cuerpo a él para que vea y note que yo también estoy ardiendo y le deseo. Y cuando nuestros labios se separan, entonces alguien lo coge del brazo y lo aparta de mí diciendo:

— ¡Eh tío, vamos a otro local, aquí no hay nada interesante!

— Lo siento — me dice soltando ahora mi mano, mientras su amigo se lo lleva. Y me quedo quieta, estática, observando como se aleja.

Aún siento el sabor de su beso en mi boca y mi sexo tan húmedo y ansioso por él que me siento frustrada. Suspiro y entonces oigo a Lidia tras de mí diciéndome:

— ¡Eh, Ana! Vamos a bailar un poco, anda.

Me coge de la mano y me lleva hasta la pista. Trato de concentrarme en la música, de seguir el compás, pero en mi cabeza solo el sabor de ese beso y el olor de su aftershave me llenan. No puedo pensar en otra cosa, solo en ese beso robado que me embriaga aún. ¿Volveré a verle?.

Cierro los ojos y trató de dibujarlo en mi mente. Y entonces siento unas manos atrapando mi cintura. ¡Oh, ha vuelto! Pienso.

— ¡Eh, nena, qué culo más redondo tienes! — la voz ronca de Mario, mi novio me despierta del sueño.

— Mario, por favor — me quejo, apartándome de él.

— Vamos, nena — me dice cogiéndome por la cintura y siguiendo el ritmo de mis caderas, pegando su cuerpo al mío.


A regañadientes sigo el ritmo con él y bailo, sintiendo su evidente erección entre mi cuerpo y el suyo. Creo que eso es lo único que me une a él, el buen sexo que compartimos, porque el resto del tiempo no hacemos más que discutir como perro y gato. Ahora siento sus manos acariciando mi culo. Me tiene bien prieta entre sus brazos y me susurra al oído:

— ¡Oh, nena, te necesito ya, te necesito ahora! — su voz jadeante y deseosa me embriaga. Así que le cojo de la mano y me lo llevo a los baños.

Por lo menos con él podré desquitarme de la calentura que me ha causado el desconocido. Entramos en el baño de mujeres, ni siquiera me importa si alguien nos ve. Solo quiero que me folle, que me quite esta sensación que tengo entre las piernas. Nos metemos en uno de los baños. Mario cierra la puerta con el pestillo y antes de que pueda darse cuenta, ya le he desabrochado el pantalón, he sacado su polla y acariciándola suavemente me arrodillo frente a él.


— ¡Oh, nena! — musita Mario cuando siente mi lengua mojando su glande.

Enreda sus manos en mi pelo, tirando de él. Cierro los ojos y me concentro en lo que estoy haciendo. Chupo su polla despacio, haciendo que entre y salga de mi boca y mientras lo hago, no puedo evitar llevar mi mano hasta mi entrepierna y acariciarme por encima de las braguitas. Chupo y lamo su polla con esmero, imaginando que es la polla de mi misterioso amigo. Mario gime sintiendo como mi boca se llena con su polla y como la extraigo casi por completo, para volver a meterla hasta el fondo. Mario aprieta mi pelo tan fuerte que casi me hace daño. Pero yo sigo chupando su polla, me encanta hacerlo, y concentrada como estoy, imaginándome a mi amante furtivo, mis lamidas son ahora más salvajes.

— ¡Oh, nena, para o me correré en tu boca!

Obedezco y me pongo en pie, quitándome las braguitas y poniéndome de espaldas, mientras me subo la minifalda hasta la cintura, le suplico:

— ¡Fóllame, Mario, dame duro!

— ¡Uf, nena, no me lo pidas dos veces!

Siento su glande chocando contra mis húmedos labios, creo que nunca antes había estado tan húmeda y caliente, solo deseo tenerle dentro y liberarme. Mario me penetra de un solo empujón y yo suspiro sintiendo como su dura polla entra hasta el fondo en mí. Cierro los ojos otra vez y me concentro. Mario me coge por las caderas y empieza a empujar. Yo empujo hacia él, sus manos buscan ahora mis senos bajo la camiseta. Aparta el sujetador y los atrapa estrujándomelos con fuerza, mientras su verga entra y sale de mí en un frenético baile que me enloquece y hace que mi placer aumente poco a poco. Empujo hacia él, estoy desatada, enloquecida y embriagada, solo quiero liberarme, sentir el orgasmo y dejar de sentirme tan caliente y cachonda desearía que fuera con mi dulce desconocido, pero tampoco me importa que sea Mario quien me ayude a desahogarme. Mario empuja sin parar, estrujando mis tetas, apretando mis pezones, lo que hace que la sensación de placer aumente y aumente, hasta que finalmente exploto liberándome en un maravilloso orgasmo de placer. Mario sigue empujando, y en breves segundos también él se libera vaciándose en mí. 


Este relato pertenece a la novela publicada en Amazon: EL HOMBRE DE MI VIDA. Si quieres leer más puedes encontrarla en: https://www.amazon.es/dp/B0CR8L7TQJ