miércoles, 28 de diciembre de 2022

UN NOVIO PARA NAVIDAD

 Pues que publiqué aquí el primer capítulo, pero si queréis leer los siguientes están en Wattpad. 

https://www.wattpad.com/story/329881399-un-novio-para-navidad

CAPÍTULO 1 

Carla vive y trabaja en Italia, en Roma, pero al llegar las navidades vuelve a casa, pero como les ha dicho que tiene novio, su madre le insiste en que quieren conocerlo, por lo que tiene que buscar uno y junto a sus amigas deciden que lo mejor será contratar a un gigoló por unos días. 


OS DEJO ALGUNOS TROCITOS DEL CAPÍTULO:
— ¿Y si contratas a alguien? — me propuso Chiara, mi mejor amiga y compañera de piso.

— ¿Contratar a alguien, cómo? — pregunté sin entender a qué se refería.

— No sé, que busques un chico y le pagues por pasar esos días contigo. Quizás un gigoló, o un chico de compañía, ¿no? — me aclaró.

— ¿Tú estás loca? ¿Cómo va a pagar un gigoló para que se haga pasar por su novio? — dijo Fiorella. 

PARA LEER:  ¿UN GIGOLÓ?


CAPÍTULO 2 

Carla conoce a Marco, el gigoló, que es un chico guapo de aproximadamente su edad, educado y elegante. Entre ellos surge la sintonía, se entienden muy bien. Y se marchan juntos hacia Barcelona a vivir una Navidad diferente para ambos. 


UNA MUESTRA DEL CAPÍTULO:
Mientras nos dirigíamos a la puerta de embarque, no sé como, pero de repente, fui consciente de que Marco me había cogido la mano y tiraba de mí. Por un segundo deseé parar aquel momento para retenerlo en mi memoria, pues sentir su mano en la mía me hacía sentir segura, protegida, me daba paz.

— ¿Estás nerviosa? — me preguntó a punto ya de subir al avión.

— Pues sí, la verdad es que sí.

— Tranquila, todo irá bien, ya lo verás. 


PARA LEER: MARCO


CAPÍTULO 3

Cuando llegan a Barcelona, la madre de Carla los pone en la misma habitación a ambos, ya que son novios. 
Después de instalarse, van a conocer a las amigas de ella, todas quedan impresionadas por el guapo novio de Carla. 



UN PEDACITO: 
— ¿Y vosotros, cuando os casáis? — preguntó Vicky

En aquel momento, tanto Marco como yo nos quedamos parados sin saber que responder, pues ninguno de los dos habíamos hablado que haríamos o diríamos si nos hacían esa pregunta, porque en realidad, ninguno de los dos había pensado que podrían hacérnosla.

— Bueno, no hemos hablado de eso, aún, porque aún no se lo he pedido — dijo Marco que me miró tiernamente a los ojos. 

PARA LEER: LAS AMIGAS


miércoles, 21 de diciembre de 2022

CAPITULO 1. ¿UN GIGOLÓ?

 


Todo empezó con una llamada, una simple llamada de mi madre. Era a finales de noviembre, sería un día 20, 0 21, no sé, según mi madre, solo faltaba un mes para Navidad aproximadamente y recuerdo que me dijo:

— Tu amiga Rosa se va a casar

— ¿Qué?

— Te ha enviado una invitación de boda aquí, dice que se casa el día 26 de diciembre.

Me quedé sorprendida, tratando de procesar la noticia. Y es que Rosa y yo éramos las últimas que quedábamos solteras del grupo de amigas que éramos. Bueno, ahora yo sería la única.

— ¿Vendrás con tu novio, no? Os venís a pasar la navidad aquí, vais a la boda y así lo conocemos — dejó ir mi madre.

— ¿Qué? ¡Mamá! — Traté de recriminarla.

— ¡Hija, pero si ya lleváis unos seis meses juntos, ¿no?

— Si, mamá pero no sé. Igual él prefiere celebrarlo con su familia — repuse.

— Venga hija, que te vean tus amigas con ese chico tan guapo que según tú tienes por novio.

Me maldije a mí misma, preguntándome por qué había sido tan idiota, porque le había dicho a mi madre esa mentira de que tenía novio. Una mentira que llamada a llamada y día a día había crecido de tal manera que ahora ya no podía echarme atrás.

— Bueno, mamá, yo… No sé, se lo consultaré a Marco, igual no puede.

— Pues haz que pueda — me dijo mi madre — Porque quiero verte aquí el día 25 con él sentando en la mesa con toda la familia. ¿Vale?

— Vale. Haré lo que pueda — le respondí, pensando de donde iba yo a sacar un novio a esas alturas, que fuera italiano, guapo y se llamara Marco.

En menudo lío me había metido y qué idiota había sido al mentirle a mi madre de aquella manera.

—¿De dónde saco yo ahora un novio? — les pregunté a mis amigas que me miraron con cara de no saber qué decirme.

La cosas no estaba fácil. Primero porque no tenía novio, segundo porque ni siquiera sabia donde podría encontrar un chico italiano que quisiera viajar conmigo a España para Navidad para conocer a mis padres. Y eso que estando en Italia, no podía decir que fuera difícil encontrar a un chico italiano. Lo difícil, más bien, sería que quisiera venir conmigo a España para pasar las navidades con mi familia.

— ¿Y si contratas a alguien? — me propuso Chiara, mi mejor amiga y compañera de piso.

— ¿Contratar a alguien, cómo? — pregunté sin entender a qué se refería.

— No sé, que busques un chico y le pagues por pasar esos días contigo. Quizás un gigoló, o un chico de compañía, ¿no? — me aclaró.

— ¿Tú estás loca? ¿Cómo va a pagar un gigoló para que se haga pasar por su novio? — dijo Fiorella.


Chiara y Fiorella eran mis amigas casi desde que llegué a Italia. Las conocí al segundo día de estar aquí, en el museo, donde ahora trabajo como guía turístico para españoles. Chiara era guía como yo, y Fiorella vigilante de sala.

— Pues no me parece tan mala idea — dije yo.

Ambas y sobre todo Fiorella, me miró como si realmente estuviera loca.

— A ver, buscamos uno que sea guapo, inteligente, culto, y le pago por los días que vamos a estar juntos, le pago el viaje, y todos los gastos que tengamos allí, además de los honorarios y diseño un guion sobre lo que tenemos que hacer y decir para que mis padres se lo crean — le expliqué.

— No sé, vosotras lo veis muy fácil, pero no sé yo — señaló Fiorella.

Ella siempre era la más insegura de todas nosotras y para hacer o decidir cualquier cosa se lo tenía que pensar mucho. Pero Chiara y yo éramos más resueltas, enseguida tratábamos de ponerle solución a cualquier problema que tuviéramos.

Así que ambas nos pusimos a buscar. Buscamos en Internet alguna página donde se anunciaran ese tipo de servicio y no tardamos en encontrarlo. Además, en la página web ponía los precios, y no nos pareció nada caro, serían 600 euros al día, aunque luego haciendo cuentas y suponiendo que estaríamos en Barcelona 10 días la cosa acababa saliendo a unos 6.000 euros.

— Madre mía, ¿no tengo ese dinero? — me quejé — por lo menos aquí.

— ¿Y cuánto tienes? Quizás puedas pedir un microcrédito que esos que ofrecen los bancos para comprar una moto o esas cosas — Propuso Chiara como solución.

— No sé, tengo unos 3.000 euros ahorrados, quizás pueda utilizar algo de lo que me devolvió Cristian cuando vendimos el piso.

Cristian era mi novio, habíamos roto hacía un año, cuando después de irme a Italia él empezó a salir con otras chicas y se enamoró de una de ellas. Hasta ese momento, habíamos hecho planes para casarnos, incluso habíamos comprado un piso juntos, que tuvimos que vender. Y así me quedé de nuevo, sola y sin novio.

Y me acercaba a los treinta, edad en que heredaría las acciones de la empresa familiar que me permitirían dejar mi trabajo y poder viajar por el mundo sin tener que preocuparme por el dinero. Porque mi abuelo al morir había dejado un número determinado de acciones para cada uno de sus nietos, yo era la más pequeña de los tres y para recibir esas acciones el día que cumpliera los 30, tenía que o bien estar casada o como mínimo tener novio. Y justo después de Navidad, un mes más tarde cumpliría los 30, por eso les había dicho a mis padres que tenía novio. No quería perder las acciones, no quería ser la única de la familia que no consiguiera tener su parte de la herencia y en consecuencia, su parte del negocio familiar: Unos grandes almacenes que por el momento manejaba mi padre como presidente de la compañía y que algún día pasaría a manos de mi hermano mayor.

Finalmente, decidí llamar a uno de los gigolós que habíamos encontrado en la página web. El chico no tardó en contestarme.

— Marco Moldoni al habla.

— He visto tu anuncio en un página web y es que estoy buscando algo que quizás tú me puedas ayudar — le dije.

— Bueno, depende de lo que quieras — dijo él.

— ¿Podríamos quedar y hablar de ello? Es que prefiero verte la carta, conocerte y ver si es posible lo que quiero — le propuse.

— Claro, que te parece si nos vemos esta tarde a las seis. En el restaurante Tre Scalini de la plaza Navona, ¿te parece bien? — me propuso él.

— Me parece perfecto. A las seis, allí estaré.

— Bien.

Chiara me miraba expectante cuando colgué.

— Hemos quedado esta tarde, en la plaza Navona. Buff, madre mía. Espero que salga todo bien.

— Tranquila, estaremos allí para apoyarte — me animó Chiara dándole un codazo a Fiorella para que también ella me animara.


Aquella tarde, a las cinco, estábamos Chiara y yo en el piso, buscando lo que me pondría. Estaba nerviosa, bastante nerviosa, primero porque había quedado con un chico guapo, bastante guapo. Porque no se puede negar que los gigolós, son guapos, por lo menos la mayoría y Marco no era menos. Guapo y atractivo, moreno, alto, pelo negro y con un cuerpo de infarto.

— ¿Qué tal si te pones este? — me preguntó Chiara sacando un vestido rojo del armario.

— Yo creo que mejor este negro — le enseñé poniéndomelo encima. Era un vestido negro de manga larga, con la falda de vuelo.

— Perfecto.

Fiorella llegó cuando yo casi estaba lista.

— Hola preciosas, quería desearte mucha suerte. No apruebo lo que quieres hacer, aunque lo entiendo. De verdad, espero que te vaya muy bien.

Me gustó que, en ese momento, se olvidara de sus prejuicios y me apoyara. Es lo que hace una amiga de verdad, y sin duda ella lo era, igual que Chiara. Ambas me acompañaron hasta la plaza Navona y una vez vieron a Marco dejaron que fuera yo sola quien me acercara a él, de todos modos y por seguridad, se quedaron cerca, observando.

Cuando llegamos a la plaza buscamos a Marco en la terraza del restaurante “Tre Scalini” como él me había indicado y no tardamos en verlo. Estaba sentado en una de las mesas y llevaba un traje azul oscuro con una camisa blanca debajo, con el primer boton desabrochado que dejaba ver el nacimiento de sus pectorales. No pude evitar emitir un suspiro de aprobación, el chico estaba como un queso. Mis amigas me dijeron que me esperaban sentadas en la fuente y que desde allí me vigilarían, yo me acerqué hasta él.

— Hola — saludé a Marco, cuando estuve delante de él. — Soy Carla.

— Hola, un placer — me saludó Marco educadamente, levantándose y tendiéndome la mano que le apreté, sintiendo un calor que me atravesó y me hizo temblar. — Siéntate.

Me senté frente a él en la mesa que él había elegido. Y entonces me preguntó:

— ¿Eres española?

Supuse que se había dado cuenta por mi acento al hablar.

— Sí — le respondí.

— Precioso país — me dijo.

— ¿Has estado? — le pregunté yo sin saber donde mirarle, porque todo él era digno de admirar.

— Sí, hace un par de años, de vacaciones. ¿Y cómo es que estás aquí, que vives aquí? — me preguntó él curioso.

— Bueno, estoy aquí por el trabajo, y porque vine a hacer un master de diseño de joyas que es mi pasión.

— Vaya, eso suena interesante.

— Y lo es realmente. ¿Y tú, puedo preguntarte que estudios tienes?

— Claro que puedes. Soy ingeniero en Telecomunicaciones — me contó.

— ¿Y no has ejercido nunca como tal? — le pregunté nerviosa.

Y en ese instante nuestros ojos se cruzaron, él sonrió y al bajar mi mirada a sus labios, y un nuevo escalofrío me atravesó.

— Pues no, empecé a trabajar como gigoló para pagarme la carrera, y a pesar de haber terminado la carrera, ahí sigo, trabajando como gigoló — me explicó.

— Vaya, bueno, ¿qué tal si te cuento que es lo que quiero? ¿Por qué hemos quedado? — le pregunté.

— Bien, me parece perfecto — me respondió con una dulce sonrisa en los labios.

La verdad era que con solo una sonrisa, era capaz de enamorar a cualquiera, pensé en ese momento. Por lo menos a mí me gustaba cada vez más y en especial cada vez que me sonreía. No sabía por donde empezar y como contarle que lo que necesitaba de él era un novio. Así que primero decidí preguntarle:

— Bueno, antes que nada quiero saber ¿estás libre estas navidades?

— Sí, en principio si, en realidad, no tengo familia. Fui un niño huérfano y crecí en un orfanato, así que no tengo a nadie con quien celebrar esas fiestas, más que un par de amigos — me explicó.

— Vaya, lo siento. Es que lo que necesito es un novio para estas navidades — le solté.

— ¿Qué? — preguntó sorprendido.

— Déjame que te explique.

Le conté la historia de que necesitaba un novio para presentárselo a mis padres y toda la historia, lo de las acciones, lo de recorrer el mundo y no tener que preocuparme más por trabajar, etc.

— Por supuesto, te pagaré lo que corresponda y los gastos del viaje, avión y todo eso. — le dije — Bueno, estancia no, porque probablemente mis padres querrán que nos quedemos en su casa.

Terminamos de hablar sobre lo que yo necesitaba y lo que haríamos y al final, quedamos en vernos en los siguientes días para ir determinando y hablando sobre lo que haríamos, y como lo haríamos para que mis padres no se dieran cuenta de que todo era mentira, y para conocernos un poco mejor el uno al otro.

Empezaba una nueva aventura para ambos.

 

UN NOVIO PARA NAVIDAD

 UN NOVIO PARA NAVIDAD. 



Sinopsis: 

Carla necesita un novio con urgencia para que sus padres lo conozcan estas navidades, así que decide contratar a un guapo gigoló que se haga pasar por su novio. Pero entre cenas, comidas y fiestas navideñas surgirá entre ellos algo que ninguno de los dos había previsto.

Genero: Romance. 


martes, 13 de diciembre de 2022

ENTRE TUS PIERNAS - MARTES DE RELATO HOT

 Estás fumando frente a la ventana de la habitación, llevas solo los calzoncillos y nada más y eso me gusta, porque puedo contemplar tu perfecto y joven cuerpo semidesnudo. Admirar tus músculos, tus curvas y como metes la mano dentro del slip para acomodar tus partes y eso me hace sonreír. Me parece mentira que estemos aquí juntos después de lo sucedido en los últimos días, que no han sido fáciles para ninguno de los dos. 


Primero porque tener que interrumpir nuestro fin de semana romántico debido al accidente que sufrieron Alberto y Mónica fue estresante. Y después porque ambos tuvimos que hacer frente a muchas cosas que nunca hubiéramos imaginado que pasarían. Tuvimos que ir al hospital directamente desde la casa de campo. Al parecer Alberto perdió el control de su vehículo en una curva, cuando iban al pueblo a buscar comida. Habían acampado en una zona muy bonita, donde tenían previsto pasar la noche. Y de camino al pueblo el coche se salió de la carretera. Alberto fue quien salió más mal parado, ya que se dio un fuerte golpe en la cabeza por el que estuvo en coma varios días. Mónica, gracias a Dios, al ir detrás y con el cinturón puesto, solo se rompió una pierna y varias magulladuras y golpes. Lo peor de todo, que a las pocas horas del accidente apareció la secretaria, preguntando por Alberto, preocupada, llorando y entre sollozos y lágrimas me confesó que ella y Alberto tenían una aventura y que él me estaba poniendo los cuernos. Evidentemente, tuve que echarla del hospital. Cuando Alberto recuperó la consciencia y todo volvió a su cauce, le pregunté sobre la relación con su secretaria, y me la confirmó, por lo que al volver a casa del hospital, le pedí que se fuera, que lo nuestro había terminado y que nos divorciábamos. 

Desde entonces, nuestros encuentros furtivos son lo que más alegrías me da, además de mi hija, claro está. Tenerte para mí, aunque sea solo por unas horas en este viejo apartamento me hace feliz. 

Te giras hacia mí y me preguntas: 

— ¿Qué vas a hacer con este apartamento? 

Es el piso donde me crie, donde crecí, y que mis padres me dejaron como herencia cuando murieron. 

— Probablemente, lo alquile — te respondo — voy a necesitar ese dinero, y además tendré que buscar un trabajo, aunque sea por horas. 

— Siento mucho todo esto — te disculpas. 

— ¿Tú? Tú no has hecho nada malo, todo lo contrario, me has ayudado mucho. Ha sido tu padre. Debería de haberlo visto venir, a fin de cuentas, dejó a tu madre por mí, ¿no? 

— Supongo. 

Te acercas a mí abrazándome, y mientras me miras a los ojos me dices: 

— Tengo una idea. 


Y dejándome con la duda, me besas. Mientras lo haces, me empujas suavemente hasta el sofá. Siento tu sexo creciendo entre los dos. Está claro que tienes ganas, igual que yo. Hace más de una semana que no lo hacemos y por eso nuestros cuerpos se buscan, nuestras manos se desean. Nos besamos y en un abrir y cerrar de ojos, nos desnudamos el uno al otro. Acaricio tu espalda desnuda, y tú me pones de espaldas a tí. 

— ¿Qué haces? — te preguntó. 

— ¡Shhh! — me haces callar, besas mi cuello, mientras deslizas tus manos por mi cintura.

Siento como pegas tu cuerpo al mío. Creo que quieres hacerlo de pie, mientras yo te doy la espalda. Recuerdo que no hace mucho, me dijiste que te atraía esta posición. Suspiro, me dejo llevar, contigo siempre me dejo llevar y eso me gusta. Desabrochas mi sujetador, que aún llevo puesto, y acaricias mis senos, los sobas, los estrujas, juegas con las aureolas, mientras yo gimo, me excito y continuo sintiendo tu polla entre mis nalgas. Besas de nuevo mi cuello y yo me estremezco. Siento como apartas mis braguitas que aún no me has quitado y luego como restriegas tu miembro por mi humedad. Quiero más, deseo más, y sé que tú también. Por eso no tardas en posicionar tu polla en la entrada de mi sexo y te deslizas lentamente dentro de mí. Gimo cuando te siento, me tiemblan las piernas, me tiembla todo en realidad. Y en pocos segundos nuestros cuerpos se acompasan, se sienten, bailan al ritmo del deseo y la pasión, sintiéndose, haciendo que el placer nos envuelva como si fuera un papel de celofán. Mi respiración se acelera, la tuya la acompaña, ambos gemimos hasta que en un último grito de pasión tanto tú como yo nos corremos. 

Descansamos en el sofá, acostados, abrazados hasta que miro el reloj.

— Deberíamos levantarnos, tengo que ir a buscar a Mónica. 

— Sí — dices besándome en el hombro suavemente. 

Me levanto del sofá y tú te incorporas sentándote en él. Mientras voy recogiendo mis prendas que están esparcidas por el suelo, tú me dices: 

— He estado pensando, que podría quedarme yo aquí — me suelta — por supuesto te pagaría un alquiler, pero así podríamos seguir viéndonos aquí, y tú tendrías esos ingresos que necesitas. 

Le miro, me lo pienso, la verdad es que no es mala idea, pero…

— ¿Qué dirá tu padre? No sé si es buena idea. 

— Qué diga lo que quiera, a fin de cuentas, tarde o temprano tendremos que contarle lo nuestro — me dices. 

Tienes razón, en algún momento tendremos que contárselo, decirle que tú y yo… sentimos algo el uno por el otro, pero…


viernes, 2 de diciembre de 2022

NOVELA ROMÁNTICA DE REGENCIA

 ¿Qué es?

La novela de regencia es un subgénero dentro de la novela romántica que está inspirada en el periodo de regencia. 


Y te preguntarás ¿que periodo es ese? Yo te lo explico, pues: 

Ya que el periodo de regencia es el periodo comprendido en la Inglaterra de 1811 a 1820, época en la que Jorge IV, entonces príncipe, se convirtió en príncipe regente, debido a la enfermedad mental de sus padre Jorge III, por la cual no podía reinar. Fue un periodo en el que la clase alta floreció y se hizo más patente el desequilibrio entre las diferentes clases sociales. En ese periodo hubo apogeo de las bellas artes y la literatura, además de grandes cambios sociales y económicos. 

En ese periodo se hicieron populares las novelas románticas de la época escritas por Jane Austen o Sir Walter Scot, ya que gracias a la imprenta a Vapor se hizo más fácil y rápido imprimir. 

Características de la novela de regencia. 

La novela de regencia se caracteriza además de por estar ambientada en la época de Regencia, como hemos dicho antes, tiene una serie de características o deben tenerlas. Entre ellas: la posición social es importante para los personajes, se le da cierto énfasis a los modales, el matrimonio suele ser cuestión de conveniencia y sobre todo, en el caso de las mujeres, para asegurarse ciertos ingresos y una buena posición social, cosa importante en la época; las vestimentas suelen ser suntuosas, y el ambiente con frecuencia es hostil por la evidente desigualdad entre las diferentes clases sociales. 

Quiero aclara que hay 2 tipos de novela de regencia, por un lado, está la Regencia escrita durante la Regencia, donde podemos encontrar las novelas de Jane Austen o Sir Walter Scot, escritas en aquella época, precisamente; o la ficción moderna actual, ambientada en la época de la Regencia. 

¿Qué ha hecho que vuelva a estar de moda este género? 

Principalmente, series como Los Bridgerton o películas como Persuasión, emitidas con gran éxito en plataformas digitales, hace que la gente empiece a interesarse por este tipo de novelas, precisamente porque tanto la una como la otra han surgido de novelas de este género. 

Así pues, si queréis leer alguna de estas novelas, os recomiendo algunas: 

¿UN ULTIMO BAILE, MILADY? 


Escrita por Megan Maxwell, la historia ambientada en el Londres de la regencia, nos cuenta como Celeste a través de un antiguo anillo, o gracias a él viaja en el tiempo hasta esa época donde conoce a un misterioso duque y disfruta de la vida de la clase alta de la época y de una historia de amor de escándalo. 

LA VILLA DE LA SEDA 

Escrita por Tabea Bach, La villa de la seda está ambientada en la región italiana del Veneto, entre grandes montañas y bellos montes, nos presenta a Ángela en el momento en que llega a casa de la Sra. Tess, la mejor amiga de su madres, después de haber perdido a su marido. Allí compra una fábrica de seda artesanal a punto de quebrar y la reflota gracias a sus estudios en diseño.

Y allí, un amigo de Tess, hará que el corazón de Ángela tiemble en esta conmovedora historia de amor que transformará por completo la vida de Ángela. 

DESEAR A UN DUQUE

Está escrita por Lenora Bell y esta nos sitúa en el Londres de 1819, done Lady Dorothea, una joven cansada del protocolo de la capital británica, decide mudarse a la finca de su tía en Irlanda. Allí conocerá a un duque muy atractivo que le traerá de todo menos la tranquilidad que ella busca. 






martes, 29 de noviembre de 2022

ENTRE MIS PIERNAS - MARTES DE RELATO HOT

 Su mano se desliza entre mis piernas, y acaricia mi muslo. Lo miro y sonrío, luego, apartando su


mano, le recrimino: 

— Atento a la carretera.

Él sonríe y obedece centrándose en la carretera. Sigo pensando que todo esto es una locura, pero es tan difícil alejarme de él y renunciar a todo esto. Sobre todo desde que sé que Alberto me pone los cuernos con su secretaria. Después de 10 años de matrimonio, después de una hija y de que tuviera que casarme con él, aún en contra de los consejos y la voluntad de mis padres. 

Alex conduce, nos dirigimos a la casa de la montaña. Ya que Alberto y la niña se han ido de acampada el fin de semana, para pasar algo de tiempo juntos. 

— ¿Has hablado con mi padre? — me pregunta Alex.

— No, no sé como enfrentarlo, ¿qué le digo? ¿Qué sé que está con esa niñata, que me pone los cuernos? 

— Por ejemplo — me dice Alex. 

— No es fácil, y además está Mónica. 

— Ya, sí, eso sí.

Llegamos a la casa. Y antes de bajar, se acerca a mí y me besa. Mientras lo hace, de nuevo, mete su mano entre mis piernas, y las separa ligeramente. Cuando rompe el beso le digo:

 — Aquí no, por favor.

Se aparta justificándose: 

— Es que no puedo esperar más, hace una semana que…

Sonrío. 

— Ya lo sé. 

Bajamos del coche, abro el maletero y sacamos las bolsas, busco la llave de la casa en mi bolso y abro la puerta. Entramos. Enciendo la luz en el cuadro de luces, mientras Alex cierra la puerta, y tras dejar las bolsas en el suelo, Alex me coge por la cintura y me lleva hasta la mesa del pequeño comedor, dejándome sentada sobre ella. Ni siquiera nos hemos quitado los abrigos, pero las manos de Alex son hábiles, y tras quitarme a mí el mío, se quita él el suyo.  

— Alex, hace frío, nos vamos a congelar, ¿no puedes esperar?

— No, te tengo demasiadas ganas. Ya verás como cogemos el calor enseguida. 

Sonrío, y nos besamos, casi nos devoramos, como si hiciera siglos que no lo hacemos. Luego él abandona mi boca y desciende besando mi cuello, llevo mis manos a sus pantalones y se los desabrocho, mientras él me desabrocha a mí la blusa. Introduzco mis manos en su slip, pero entonces se aparta un poco diciendo: 

— Espera. 


Saca un condón del bolsillo trasero del pantalón, lo lleva hasta su miembro erecto y altivo ante mí y se lo coloca. Después se acerca de nuevo a mí, aparta las braguitas, roza mi humedad con sus dedos. Gimo. Guía su erecto falo y me penetra, me posee, me hace suya y yo le recibo sintiendo como se hunde en mí. Le abrazo, me pego a él. Estamos unidos como nunca antes hemos estado. Y de nuevo me posee, me hace suya, me penetra, lo siento tan dentro de mí. Siento su respiración, cada uno de sus latidos, sus gemidos de placer y como nuestras respiraciones se acompasan al ritmo de las embestidas. Somos uno y siento como me diluyo en él, y como me diluyo en el placer que él me hace sentir, y justo inmediatamente es él que se diluye en mí, conmigo y nos quedamos abrazados durante un rato. 

— ¿Qué tal si deshacemos las “maletas” y nos instalamos? — le propongo. 

— Vale — acepta. 

Nos instalamos y después de preparar la comida, comimos e hicimos la siesta. Por la tarde dimos un paseo y justo antes de la cena decidí llamar a Alberto para saber como les iba a él y a Mónica, pero no me respondió. Me extrañó un poco, pero pensé que quizás estaban en una zona donde no hubiera muchos cobertura, así que decidí esperar un poco. 

Volví a llamar tras la cena, cuando nos sentamos en el sofá para ver la televisión un rato antes de irnos a dormir. Tampoco esta vez me cogió el teléfono Alberto. En realidad, fue como si no tuviera cobertura. 

— ¿Qué pasa, no te contesta? —preguntó Alex cuando vio que dejaba el móvil sobre la mesa de centro. 

— No, no sé, será que no tiene cobertura — me dije a mi misma, tratando de autoconvencerme.

—Seguro — afirmó él. 

Me acurruqué en sus brazos y al cabo de un rato sentí que empezaba a dormirme, así que Alex me cogió en brazos y me llevó hasta la cama. 


jueves, 24 de noviembre de 2022

¿QUE ES UNA SUBTRAMA Y PARA QUE SIRVE?

 Debo confesar que las subtramas es algo que siempre me ha costado añadir en mis historias. Aunque buscando información para este artículo me he dado cuenta de que, en realidad, ya las estaba usando, pero sin darme cuenta. Así que, en realidad, no me cuesta tanto. 

Pero veamos que es una subtrama y para qué sirve, y quizás os deis cuenta que os pasa lo mismo. 


¿Qué es una subtrama? 

Una subtrama es una historia secundaría dentro de la historia principal que el autor nos está contado, es decir, es una historia dentro de la historia. Esta historia secundaría debe ayudar a enganchar al lector, además de realzar y reforzar la historia principal. Es una parte más de la novela y puede conectarse a la trama principal, ya sea en tiempo y lugar o en significado. 

Las subtramas suelen ser más breves que la trama principal y puede que haya varias dentro de esa historia. No es obligatorio usarlas y es una parte más de la historia, es decir, es un argumento complementario. 

Una subtrama sigue la misma estructura que la historia principal, o sea, tiene un planteamiento de conflicto, un nudo y un desenlace. 

¿Cuál es la función de una subtrama? 

Toda subtrama tiene una función dentro de la historia principal, es la de aumentar la tensión e intriga de la historia, lo que ayuda a crear un mundo completo y complejo, en cierto modo, explora el tema principal de la historia y profundiza en los personajes. A veces también ayuda a complicar la trama principal o bien funciona como un espejo de la misma. Otra de las funciones de la subtrama es avivar la acción. 

Una subtrama puede añadir variedad y cambiar el tono y el ritmo de la historia. Por ejemplo, en un tema serio se puede añadir una subtrama cómica y eso le daría un toque diferente a la historia. 

Otra de las funciones de la subtrama es darle realismo a la historia. 

Conclusiones

Bueno, pues de todo esto yo extraigo algunas conclusiones: 

- No es necesario que la subtrama sea de otro personaje. Puede ser algo relacionado con el o los protagonistas. En una historia de romance, por ejemplo, puede ser que los objetivos de él no sean los mismos que los de ella, o que aparezcan otros personajes (exnovios o pretendientes) para liar a los protagonistas, eso ya son subtramas, aunque no nos lo parezcan. Por lo que sin darnos cuentas hemos creado una o dos o tres subtramas.

Y os daré una idea para crear subtramas más fácilmente, y es escribir la historia desde diferentes puntos de vista. Así es fácil añadir diferentes subtramas. 

martes, 22 de noviembre de 2022

FRUTA PROHIBIDA 2 - MARTES DE RELATO HOT

  Anda siéntate aquí a mi lado  me pediste.

 En el próximo semáforo  te dije.

Y así fue, en el siguiente semáforo donde paraste, me senté junto a ti en el asiento del copiloto. Me diste un beso profundo y con lengua, y no perdiste el tiempo para aventurar tu mano por mi entrepierna desnuda y buscar mi húmedo sexo. Me excité cuando tus dedos alcanzaron mi clítoris y a pesar de que al arrancar tuviste que quitar la mano para cambiar de marcha, luego volviste a regalarme aquellas caricias, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. Cada vez deseaba más que llegáramos a tu casa y me hicieras otra vez tuya.

 

Cuando llegamos, y tras aparcar el coche, me besaste apasionadamente primero, y luego desnudaste uno de mis senos, mientras de nuevo, adentrabas tu mano por mi entrepierna. Mordiste mi pezón, y lo chupeteaste, entretanto tu mano acariciaba los pliegues de mi sexo haciéndome estremecer.

 ¡Aaaah, Pedro, vamos arriba, no aguanto más!  te supliqué.




No te hiciste de rogar mucho y tras recomponer el vestido, me ayudaste a bajar del coche. Subimos a tu piso, comiéndonos a besos en el ascensor y sin dejar de acariciar nuestros cuerpos por encima de la ropa. La lujuria nos tenía enfebrecidos y no podíamos obviarla. Llegamos a tu piso, y tras entrar, cerraste la puerta y te abalanzaste sobre mí, pegaste mi cuerpo al tuyo, me besaste profundamente. Yo subí una de mis piernas hasta tu cadera y con ella te empujé hacia mí, sentí tu erección pegada a mi pelvis, volvías a estar duro, a desearme. Luego tu mano se deslizó por mis pliegues vaginales. Besaste mi cuello, y descendiste por mi escote hasta mis senos, que de nuevo sacaste del escote, dejándolos apretados a tu vista. Los mordiste y saboreaste a tu antojo, pellizcándolos y apretándolos. Luego seguiste tu camino descendente hasta mi entrepierna, subiste la falda hasta mi cintura y sentí tu lengua, acariciar mi clítoris, adentrándose en mis pliegues y lamiendo cada centímetro de mi vulva. Empecé a gemir excitada, deseando sentir más, ansiando que  penetraras en mi agujero vaginal y lo hiciste, metiste la punta de tu lengua en mi vagina, y todo mi cuerpo se estremeció. Pero repentinamente tu boca abandonó mi sexo, y me hiciste poner de espaldas a ti. Acariciaste mis nalgas con suavidad y separándolas con ambas manos, adentraste tu lengua en mi agujero trasero. Un fuerte gemido escapó de mi garganta y todo mi cuerpo se tensó. Tus dedos jugueteaban con mi clítoris, mientras tu lengua y tu boca veneraban mi agujero trasero, era el juego previo a lo que en unos minutos me harías y solo con pensarlo, me ponía a cien, haciendo que todo mi sexo se humedeciera, llenando tus dedos con mis jugos. Te pusiste en pie detrás de mí, y mientras restregabas tu sexo erecto por mis jugos, acariciaste mis senos y besaste mi nuca. Ambos estábamos a cien, y nada nos iba a detener. Tus manos cubrieron mis senos, tu sexo rozó mi culo, lo colocaste entre mis nalgas y lo restregaste excitándome aún más. Luego con tus manos abriste mis posaderas, llevaste tu sexo hasta mi agujero trasero y muy despacio para no hacerme daño, me penetraste.

 ¡Uhmmm, como me gusta este agujerito mío!  Me susurraste al oído.

Tuyo, sí, solo tuyo, porque solo tú tenías el privilegio de follarme por ese agujero, esa era la única parte de mi cuerpo, que era solo tuya y de nadie más.

Poco a poco fuiste adentrando tu sexo en mi ano, hasta que estuvo completamente enterrado él. Entonces empezaste a moverte muy despacio, mientras una de tus manos acariciaba mi clítoris con mucha suavidad. Los gemidos y la pasión llenaban aquella casa tiñéndola de color rojo. Pausadamente fuiste aumentando el ritmo, del mismo modo que se fue incrementando mi placer, haciendo que mi ano se estremeciera y estrujara tu verga entre sus paredes. Hasta que ninguno de los dos pudo detenerse y empecé a estremecerme, alcanzando el segundo orgasmo de la noche. Parecía que tú también ibas a correrte, podía sentir tu pene hinchándose en mi culo, pero repentinamente, al comprobar que yo ya había alcanzado el éxtasis, lo sacaste de ese cálido refugio. Me hiciste girar de nuevo hacia ti. Me diste un apasionado beso en la boca y reteniendo mi cara entre tus manos me preguntaste:

 ¿Aún no has cenado, verdad, preciosa?

No  respondí.

 Pues vamos a la cocina a ver que encontramos.

Entramos en la cocina, y tú abriste la nevera, sacaste el bote de spray de nata y me miraste con picardía. Enseguida adiviné lo que deseabas. Me arrodillé frente a ti, y abrí el cinturón y el botón del pantalón, deslizándolo por tus piernas. Hice lo mismo con tu slip, liberando tu sexo erecto. Tú me quitaste el vestido y el sujetador.  Acerqué mi boca y antes de que empezara a lamer lo embadurnaste con la nata. Lamí comiendo aquel manjar dulce mezclado con el salado sabor de tu verga, hasta dejarla limpia. Lo saqué de mi boca y volviste a untarlo con nata. Repetí la operación, lamiendo y saboreando tu sexo. Sin saber como, volvía a sentirme excitada y deseaba otra vez tenerte dentro. Te miré traviesa a los ojos, mientras tú observabas como lamía tu sexo. Estabas a mil, podía verlo en tus ojos. Enredaste tus manos en mi pelo y empujaste mi cabeza para que siguiera lamiendo tu verga, que a buen ritmo entraba y salía de mi boca sin parar. Sentí como empezaba a hincharse y como gemías excitado y en pocos segundos sentí tu amargo sabor llenando mi boca. Tragué tu espeso semen, y cuando terminaste de correrte, seguí lamiendo el glande y el tronco dejándolos bien limpios. Al terminar me puse en pie y te besé.

 

 ¿Vamos al comedor y descansamos un rato para el siguiente asalto? – Propuse.

 Vale  aceptaste.

Desnudos como estábamos nos dirigimos al comedor y nos acostamos juntos en el sofá. Tú pegado al respaldo y yo delante, dándote la espalda.

 ¿Qué has hecho estos tres días sin mí?  Me preguntaste.

 Echarte de menos, ¿y tú?

 Lo mismo, además de ir de una reunión a otra.

Sentí tus labios sobre mi hombro desnudo.  Cerré los ojos y dejé que el sueño me venciera. Las caricias de tu mano sobre mi hombro y tus besos en mi nuca me despertaron. Abrí los ojos:

 ¡Buenos días, princesa!

 ¿Qué hora es?  Te pregunté.

 Aún es temprano, sólo son las dos de la madrugada.

 ¡Uhm, hace calor!  Murmuré sintiendo todo mi cuerpo húmedo y sudoroso  ¿Qué tal si tomamos un baño?  Te propuse.

 Vale.

Me levanté del sofá y tú me seguiste. Parecía que no querías separarte de mí, pues mientras andaba tu mano seguía posada en mi cadera, como un nexo de unión entre ambos. A medio camino, me hiciste detener y me abrazaste con fuerza diciendo:

 ¡Qué buena estas!

 ¿Ah, sí?  Sentí tu cuerpo pegado al mío y tu erección creciendo de nuevo entre tus piernas.

 Creo que no llegaremos al baño.

 ¡Ah, no!  Dije traviesa.


Me giraste hacia ti, pegando mi espalda a la pared. Nuestros cuerpos estaban unidos piel contra piel.

 No, creo que voy a hacértelo otra vez aquí, de pie, como me gusta.

 ¡Uhm!  Musité restregando mi cuerpo contra el tuyo. Me encantaban tus locuras, tus arranques de pasión y tus múltiples ideas para hacerme el amor de mil y una maneras. Todo lo contrario a lo que hacía con mi marido.

Besaste mi cuello y todo mi cuerpo se estremeció. Mi respiración se aceleró. No podía creerme que estuviera otra vez encendida. Tu sexo ansioso chocaba con el mío. Se notaba que habías pasado hambre de sexo en los tres últimos días. Acariciaste mis senos y los chupeteaste, mordiste y lamiste. Estaba a cien, y no podía creer que a pesar de haber tenido ya cuatro orgasmos, aún tuviera ganas de repetir y sentirte dentro de mí. Descendiste besando mis senos, luego mi vientre, hasta llegar a mi monte de Venus. Sentí tu lengua acariciando suavemente mi clítoris, chupeteándolo, disfrutando del sabor de mi sexo. Tu lengua se enredó en él y todo mi cuerpo se estremeció. Sentía como adentrabas tu boca en mi sexo y como intentabas llegar a lo más profundo de él con tu lengua, haciéndome estremecer y desear más. Enredé mis manos en tu pelo y apreté tu cabeza contra mi sexo. Sentirte entre mis piernas era una sensación maravillosa. El colofón vino cuando introdujiste uno de tus dedos en mi húmedo sexo y luego otro y empezaste a moverlos dentro y fuera de mí, como si fueran un pequeño pene. Aquellas caricias, unidas a las producidas por tu lengua sobre mi clítoris, hacían que mis piernas flaquearan, por eso te pusiste en pie. Me aupaste, apoyando mi espalda en la pared, y muy despacio me hiciste descender sobre tu erecto pene, hasta quedar ambos encajados el uno en el otro. Me sentí llena de ti de nuevo, y ayudada por ti, empecé a moverme subiendo y bajando sobre tu erecto pene, apreciando como se adentraba en mí una y otra vez. Mi respiración se tornó entrecortada y de mi garganta los gemidos de placer se repetían continuamente. Tú también gemías, haciéndome escuchar tus gemidos en mi oído. El placer iba aumentando poco a poco dentro de mí, y no tardé en alcanzar de nuevo el éxtasis, justo después de ti. Me bajaste al suelo, y volviste a besarme, las piernas me temblaban y pensé que en cualquier momento caería al suelo. Pero tú me tenías bien sujeta. 

Vamos a la cama – te pedí – necesito descansar. 

Me cogiste en brazos y me llevaste hasta la cama. Donde cuidadosamente me depositaste, luego te acostaste a mi lado y enseguida el sueño nos venció. 

 


Desperté muy temprano, cuando los primeros rayos de sol entraban por las rendijas que dejaba la persiana. Tu cuerpo desnudo se veía tan hermoso… Acerqué mi boca a tu hombro desnudo y lo besé. Me parecía un sueño haber pasado la noche contigo. Miré el despertador que había en tu mesita, marcaba las seis, pensé que aún teníamos tiempo de un último asalto. Así que pegándome a ti, empecé a acariciar suavemente tus huevos, mientras besaba tu hombro. Poco a poco fuiste despertando. Cuando abriste los ojos, me miraste y dijiste:

 Pensé que había soñado todo lo que hemos hecho esta noche.

 No, ha sido todo real  añadí yo. Nos besamos apasionadamente, y al comprobar que tu sexo había crecido lo suficiente, me puse sobre ti

Tus manos recorrieron todo mi cuerpo desnudo hasta alcanzar mi sexo y concentrarse solo en él, produciéndome un agradable placer, que hizo que enseguida se inundara todo mi sexo de jugos. Tu sexo entre mis piernas pujaba por poseerme y no tardaste en colocarlo a la entrada de mi vulva y penetrarme de un solo empujón. Empecé a cabalgar enloquecida sobre ti, mientras tus manos atrapaban mis senos y los masajeabas y pellizcabas aumentando mi satisfacción. Los gemidos y jadeos inundaban la habitación y el fuego de aquella pasión nos quemaba a ambos por igual. Te incorporaste para abrazarme, lo que hizo que tu sexo se hundiera más en mí y la sensación se intensificara. Acercaste tus labios a los míos y no pude evitar caer en la tentación de morderlos y succionarlos. Nos besamos, mientras sentía como te hundías en mí, y como tu sexo salía y entraba del mío hinchándose cada vez más; hasta que ambos alcanzamos el orgasmo al unísono. Nos derrumbamos sobre la cama y nos quedamos abrazados un rato.

Luego nos hemos separado y tú te has dormido de nuevo. Yo me he quedado un rato quieta a tu lado, hasta que me he levantado y me he sentado en la silla para observarte, hermoso y dulce, como la fruta prohibida.  Mis pensamientos vagan y divagan sobre sí, debería decírselo a Juan y dejar de engañarle de una vez por todas o seguir escondiéndole esta relación que cada vez está más arraigada en mí. Me visto despacio. Tengo que ir a por mis hijos.

Me acerco a ti y beso tu mejilla suavemente, pero el beso te despierta, abres los ojos y susurras:

 ¿Ya te vas?

 Sí, ha sido una noche maravillosa. Nos vemos.

 Por supuesto, preciosa.

Nos besamos en los labios y salgo de la habitación.

Cuando llego a casa de mi madre, ella me está esperando.

 Buenos días, hija. ¿Qué tal has pasado la noche? ¿Con Pedro, supongo?

 Efectivamente, madre, y ha sido una noche maravillosa.

 Ya te dije que tener un amante le daría aliciente a tu aburrida vida de ama de casa. Pero que este sea el mejor amigo de tu marido…  dice mamá con desconfianza.

 ¡Mamá!

 Yo solo te aviso, estás tentando a la suerte, hija.

En ese preciso instante suena mi móvil. Es Juan, preguntándome por nuestro hijo y diciéndome que en un rato vendrá a buscarnos.

Nada más colgar, mi padre sale de su habitación y se acerca a mí.

 ¡Buenos días, hija! ¿Y Juan?

 Está abajo buscando aparcamiento, ahora sube  miento.

Mi madre y yo entramos en la habitación de los niños y antes de despertarlos me susurra al oído:

 Recuerda que hoy es mi tarde con Alberto y no podré ir a buscar a los niños.

 Sí, mamá, ya lo sé. Aún no entiendo como después de tantos años, papá aún no se ha enterado de que lleva unos cuernos más grandes que los de un ciervo.

Ambas nos reímos.