martes, 29 de noviembre de 2022

ENTRE MIS PIERNAS - MARTES DE RELATO HOT

 Su mano se desliza entre mis piernas, y acaricia mi muslo. Lo miro y sonrío, luego, apartando su


mano, le recrimino: 

— Atento a la carretera.

Él sonríe y obedece centrándose en la carretera. Sigo pensando que todo esto es una locura, pero es tan difícil alejarme de él y renunciar a todo esto. Sobre todo desde que sé que Alberto me pone los cuernos con su secretaria. Después de 10 años de matrimonio, después de una hija y de que tuviera que casarme con él, aún en contra de los consejos y la voluntad de mis padres. 

Alex conduce, nos dirigimos a la casa de la montaña. Ya que Alberto y la niña se han ido de acampada el fin de semana, para pasar algo de tiempo juntos. 

— ¿Has hablado con mi padre? — me pregunta Alex.

— No, no sé como enfrentarlo, ¿qué le digo? ¿Qué sé que está con esa niñata, que me pone los cuernos? 

— Por ejemplo — me dice Alex. 

— No es fácil, y además está Mónica. 

— Ya, sí, eso sí.

Llegamos a la casa. Y antes de bajar, se acerca a mí y me besa. Mientras lo hace, de nuevo, mete su mano entre mis piernas, y las separa ligeramente. Cuando rompe el beso le digo:

 — Aquí no, por favor.

Se aparta justificándose: 

— Es que no puedo esperar más, hace una semana que…

Sonrío. 

— Ya lo sé. 

Bajamos del coche, abro el maletero y sacamos las bolsas, busco la llave de la casa en mi bolso y abro la puerta. Entramos. Enciendo la luz en el cuadro de luces, mientras Alex cierra la puerta, y tras dejar las bolsas en el suelo, Alex me coge por la cintura y me lleva hasta la mesa del pequeño comedor, dejándome sentada sobre ella. Ni siquiera nos hemos quitado los abrigos, pero las manos de Alex son hábiles, y tras quitarme a mí el mío, se quita él el suyo.  

— Alex, hace frío, nos vamos a congelar, ¿no puedes esperar?

— No, te tengo demasiadas ganas. Ya verás como cogemos el calor enseguida. 

Sonrío, y nos besamos, casi nos devoramos, como si hiciera siglos que no lo hacemos. Luego él abandona mi boca y desciende besando mi cuello, llevo mis manos a sus pantalones y se los desabrocho, mientras él me desabrocha a mí la blusa. Introduzco mis manos en su slip, pero entonces se aparta un poco diciendo: 

— Espera. 


Saca un condón del bolsillo trasero del pantalón, lo lleva hasta su miembro erecto y altivo ante mí y se lo coloca. Después se acerca de nuevo a mí, aparta las braguitas, roza mi humedad con sus dedos. Gimo. Guía su erecto falo y me penetra, me posee, me hace suya y yo le recibo sintiendo como se hunde en mí. Le abrazo, me pego a él. Estamos unidos como nunca antes hemos estado. Y de nuevo me posee, me hace suya, me penetra, lo siento tan dentro de mí. Siento su respiración, cada uno de sus latidos, sus gemidos de placer y como nuestras respiraciones se acompasan al ritmo de las embestidas. Somos uno y siento como me diluyo en él, y como me diluyo en el placer que él me hace sentir, y justo inmediatamente es él que se diluye en mí, conmigo y nos quedamos abrazados durante un rato. 

— ¿Qué tal si deshacemos las “maletas” y nos instalamos? — le propongo. 

— Vale — acepta. 

Nos instalamos y después de preparar la comida, comimos e hicimos la siesta. Por la tarde dimos un paseo y justo antes de la cena decidí llamar a Alberto para saber como les iba a él y a Mónica, pero no me respondió. Me extrañó un poco, pero pensé que quizás estaban en una zona donde no hubiera muchos cobertura, así que decidí esperar un poco. 

Volví a llamar tras la cena, cuando nos sentamos en el sofá para ver la televisión un rato antes de irnos a dormir. Tampoco esta vez me cogió el teléfono Alberto. En realidad, fue como si no tuviera cobertura. 

— ¿Qué pasa, no te contesta? —preguntó Alex cuando vio que dejaba el móvil sobre la mesa de centro. 

— No, no sé, será que no tiene cobertura — me dije a mi misma, tratando de autoconvencerme.

—Seguro — afirmó él. 

Me acurruqué en sus brazos y al cabo de un rato sentí que empezaba a dormirme, así que Alex me cogió en brazos y me llevó hasta la cama. 


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