lunes, 15 de abril de 2019

EL AMANTE MISTERIOSO CAPITULO 3 TRES

Cogí el móvil y respondí:
- ¿Diga? – El masturbador se detuvo.
- Hola preciosa.
- Hola – respondió Alma nerviosa.
- Necesito que me hagas un favor – dijo la atractiva voz del amante.
- Sí, dime – respondió Alma sin pensárselo.
- Subirás a tu piso y dejarás la puerta entreabierta, te dirigirás a tu habitación, te quitarás la ropa, te vendarás los ojos con un pañuelo y te acostarás en la cama boca abajo y me esperarás. ¿Vale?
- Sí, como tu quieras – aceptó Alma sumisa. Y con sólo pensar que él estaría con ella en su habitación sintió que todo su cuerpo se excitaba.
Alma colgó y subió a su piso. Dejó la puerta entreabierta como le había ordenado su amante misterioso y luego se dirigió a su habitación, haciendo todo lo que él le había pedido. Se acostó sobre la cama bocabajo y se vendó los ojos. Esperó unos segundos, tal vez minutos que se le hicieron eternos, hasta que escuchó la puerta cerrarse y unos pasos avanzando por el pasillo hasta llegar a la habitación. Alma estaba nerviosa, pero también excitada, ardía de deseo después de todo el día sintiendo el masturbador dándole placer a ratos. Tenía la entrepierna muy húmeda y sólo deseaba que su amante la poseyera.
Alma oyó ruidos a su alrededor, sobre todo de ropa rozando, quizás su cuerpo, pensó Alma, desnudándose. Aún tenía el masturbador entre las piernas y sintió como el hombre se lo quitaba cuidadosamente y tras hacerlo, acariciaba su entrepierna comprobando la humedad. Alma se estremeció sin remedio.
- Perfecto – musitó el hombre, que tomándola por las caderas, la hizo subir el culo y colocarse en cuatro.
Tras eso abrió las nalgas y las lamió. Alma gimió. El hombre la hizo girar sobre la cama quedando esta atravesada en ella. Y a continuación sintió las manos del hombre acariciando su sexo suavemente y también una polla chocando con su boca, cosa que sorprendió enormemente a Alma, había alguien más en la habitación. Descubrir que no estaban solos hizo que Alma se pusiera nerviosa y su corazón empezara a latir a cien por hora. Estaba desorientada y no era capaz ni de abrir la boca.
- Creo que esta putita se ha asustado – dijo una voz desconocida para ella, mientras la polla empujaba en sus labios.
Sintió un cachete en sus nalgas y la voz de su amante diciéndole:
- Abre esa boquita y chupa la polla de mi amigo, venga.
Alma obedeció a pesar de los temores que crecían en ella ante aquella extraña y descontrolada situación, abrió la boca y dejo que la extraña polla la ocupara, y empezó a lamerla como pudo, mientras detrás de sí, su amante masajeaba y lamia su sexo haciéndola estremecer sin remedio. Gimió manteniendo la polla en su boca, que trataba de chupar al ritmo que le marcaba aquel nuevo amante.
Por detrás, su amante, le estaba introduciendo ahora un par de dedos en su vagina y los movía en sentido rotatorio provocándole un nuevo estremecimiento, inmediatamente sintió su pene, empujando, tratando de ocupar el puesto que los dedos acababan de dejar libre. En su boca, el pene del otro hombre, seguía balanceándose, entrando y saliendo, follando aquella boca, porque eso era lo que hacía el extraño, follarle la boca empujando con fuerza y tratando de meter la polla hasta la garganta. Alma aguantaba las arremetidas como podía, mientras por detrás, ahora sentía las embestidas de su amante.
Alma sintió como la polla que tenía en la boca se hinchaba cada vez más y como el hombre gemía, sin duda estaba a punto de llegar al orgasmo. Y efectivamente, no tardó mucho en descargar toda su leche en la boca de la muchacha que trató de tragar todo lo que pudo.
Por detrás, su amante seguía empujando, haciendo que toda su verga entrara y saliera una y otra vez, de la húmeda y excitada vulva femenina. Alma empezó a gemir ahora que tenía la boca libre y podía hacerlo placenteramente, sintiendo las fuertes arremetidas que su amante le propinaba, sin duda él también estaba sumamente excitado. Hasta el apunto de alcanzar el orgasmo; y tras el desahogo su amante abandonó el calido refugio de sus piernas. Alma sintió que ambos hombres estaban en la habitación pero la habían dejado abandonada sobre la cama a cuatro patas, desorientada. Unos segundos mas tarde, notó que uno de los hombres la hacía levantar, y luego ponerse sobre él encima de la cama ambos acostados, guiando su erecta verga a la húmeda vagina femenina. No sabía quien de los dos era, y eso aún la excitaba más. El hombre la abrazó, llevó sus manos hasta las poderosas nalgas femeninas que habían quedado expuestas y se las abrió, inmediatamente, Alma sintió una verga invadiendo aquel agujero posterior, la excitación de la muchacha subió varios grados al comprobar que se estaba haciendo realidad una de sus fantasías, ser follada por dos hombres a la vez.
El que la penetraba por detrás, empujó despacio, haciendo que la verga avanzara por el estrecho agujero centímetro a centímetro, hasta sentir como chocaba con el otro separado por una fina membrana. Alma gimió, se sentía llena y aquello era el delirio para ella. No tardaron mucho ambos hombres en moverse, en hacer que sus vergas entraran y salieran de los húmedos agujeros femeninos, primero despacio y tratando de acompasar perfectamente los movimientos, cuando uno entraba, el otro salía y así alternativamente. Alma empezó a gemir cada vez más fuerte, aquello era mejor de lo que jamás hubiera soñado. Ambos hombres también empezaron a gemir, y por el tono de sus gemidos, Alba adivinó que era su amante misterioso el que le daba por el culo. La habitación se llenó de placer y sensualidad, los tres cuerpos se armonizaban a la perfección, dándose goce. Alma sintió que iba a morir de excitación cuando el orgasmo empezó a renacer entre sus piernas, era algo que jamás había sentido antes, nacía en su entrepierna, se extendía hasta su culo y brotaba luego por todo su vientre, haciéndola gemir como nunca antes había gemido, casi grito como una posesa, y terminó derrumbándose sobre el misterioso hombre que tenía enfrente. Ellos continuaron empujando alternativamente hasta que pronto ambos alcanzaron también el orgasmo.
Terminada la sesión, su amante despidió al otro hombre dándole las gracias. Luego se quedó un rato junto a ella, abrazándola, sin quitarle la venda de los ojos.
- ¿Te ha gustado? ¿Era lo que habías imaginado? – Le preguntó en un susurro, de modo que Alma no pudo distinguir su voz.
- Sí, ¿y ahora qué? – Preguntó Alma.
- Ahora me iré, después de colocarte otra vez el masturbador.
- ¿Volveremos a… vernos… pronto?
- No lo sé – respondió su amante con el mismo misterio de siempre, mientras se levantaba de la cama.
Tras lo cual, le colocó el masturbador a la chica, se vistió y salió de la habitación diciéndole a Alma:
- No te quites la venda de los ojos hasta que hayas oído la puerta cerrarse y por supuesto, no te va a servir de nada mirar por la ventana, ya que hay una salida trasera que no se ve desde tu piso…
Alma obedeció quedándose acostada sobre la cama esperando a oír la puerta, cuando esta sonó se quitó la venda, observó a su alrededor y vió como había quedado la cama después de la batalla campal desarrollada en ella. Se sentía feliz a pesar de todo, a pesar de que a veces su misterioso amante le hacía pasar miedo, a pesar de no saber quien era. E inmersa en esos pensamientos, la vibración del masturbador la hizo despertar. Gimió y se convulsionó y luego se paró de nuevo. Le gustaba aquella sensación de placer que el aparato le producía pero la ponía nerviosa el que nunca supiera cuando se pondría a funcionar y lo hiciera siempre cuando menos lo esperaba.
Gracias a Dios no volvió a sentirlo y finalmente pudo dormirse. Pero soñó que varios hombres la follaban, hombres desconocidos, que la llenaban de semen por todo el cuerpo y ella se sentía feliz, y por supuesto, su misterioso amante, encapuchado la hacía suya una vez más. Despertó sudorosa, ardiente, mojada. E irremediablemente sus manos se dirigieron a su sexo, pero al sentir el masturbador se detuvo recordando las palabras de su amante: "Yo controlaré tu placer, sólo yo, ni se te ocurra tocarte o acariciarte". Suspiró profundamente y pensó que lo mejor sería levantarse y tomarse una ducha fría, aunque la odiaba. Así que desechó la idea. Se levantó y se dirigió al comedor, iba desnuda, sólo con el masturbador entre sus piernas, que se movía a cada paso. Se acercó a la ventana, apartó la cortina ligeramente y observó la noche.
Observó el edificio de enfrente, todo parecía estar a oscuras, ni una sola luz encendida, pero una ventana más abajo de la suya los vió, era una pareja joven. Ella estaba asomada a la ventana, él detrás casi no se le veía en la penumbra de la habitación. Se movían con cierto frenesí, lo que hizo pensar a Alma que probablemente estaban follando, él empujaba y ella le recibía; observó la cara de la chica, por los gesto que hacía ya no le cabía ninguna duda, el placer se dibujaba en su rostro. Observar aquella excitante escena, hizo que Alma se sofocara y deseó que el aparatito alojado entre sus piernas se pusiera en marchar, pero... Luego ante el creciente deseo, pensó que si se masturbaba ella misma ¿Cómo se iba a enterar sus misterioso amante? Ahora no estaba cerca y... Apartó el aparato y sin perder detalle de lo que hacía la pareja, se acarició suavemente el clítoris, llevó su dedo hasta su vulva y al introducirlo... el ring del teléfono la sacó de aquel maravilloso momento, maldijo el aparato y se alejó de la ventana, para coger el auricular que estaba en el mueble, junto al televisor. Nada más cogerlo un:
-  Ni se te ocurra hacerlo – sonó al otro lado con voz firme. Era su misterioso amante, no sabía como, ni desde donde, pero era evidente que la veía, la había visto – Te dije que tu placer lo controlo yo, esto tendrá sus consecuencias – la amenazó.
Alma se sentía nerviosa y preocupada, ¿y si su misterioso amante era un loco, un loco que controlaba todos sus movimientos, un loco que sabía donde vivía y...?
- Por lo pronto descorre las cortinas y deja que te vea bien – le ordenó el hombre.
Alma asustada pensó que lo mejor era obedecer, se acercó a las cortinas y las abrió sin soltar el auricular, ya que el teléfono era inalámbrico.
- Muy bien, ahora siéntate en el sofá, de cara a la balconera, para que yo te vea.
Alma se sentó.
- Abre bien las pierna y quítate el masturbador.
Alma lo hizo sin soltar el auricular. Sentía la respiración de su amante a través de él y cada vez se sentía más asustada, pero también excitada. No se atrevía a preguntar, pero tenía tanta curiosidad por saber donde estaría, indudablemente sería en algún piso del edificio de enfrente, agazapado en la oscuridad, seguro.
- Bien, ahora tócate, mastúrbate para mí, ya que tienes tantas ganas – le ordenó su amante.
Alma sin decir nada, obedeció, llevó su mano hasta su sexo y empezó a acariciarse suavemente, introduciendo sus dedos entre sus pliegues, buscando el mágico botón del clítoris y rozándolo con suavidad. No tardo en empezar a gemir. El chico al otro lado del auricular la animaba diciendo:
- Sí, así, muy bien, sigue. Me gusta oírte gemir.
Alma seguía en la labor de darse placer, introdujo sus dedos en su vulva, los hundió, los sacó, los volvió a meter y comenzó a estremecerse intensificando sus gritos de placer, estaba a punto de alcanzar el orgasmo y su amante lo sabía, la conocía bien, conocía el tono de cada uno de sus gemidos, por eso le ordenó:
- Detente, saca los dedos de ahí y acaríciate los senos ahora. No quiero que te corras, no tan pronto. Este espectáculo es tan maravilloso que no quiero que termine aún.
Alma lo maldijo, pues estaba ardiendo de deseo y aquella interrupción la distrajo del objetivo de alcanzar el placer. Pero obedeció sin saber porqué, obedeció, quizás porque poco a poco aquel hombre a pesar de ser un desconocido para ella, empezaba a ejercer un gran poder, se acarició los senos con lascivia y pensó que si lo que él quería era un espectáculo erótico que eso era lo que iba a tener. Siguió manoseándose los pechos, mirando en frente con deseo, hasta que su amante volvió a ordenarle:
- Venga, ahora otra vez ese húmedo sexo, tócatelo, acaríciatelo.
Alma obedeció y descendió con sus manos hasta su sexo, volviendo de nuevo a acariciarse, a introducir sus dedos en su sexo, a follarse con ellos hasta casi llegar de nuevo al orgasmo, y de nuevo su amante la hizo detenerse.
- Ahora colócate de nuevo el masturbador, zorrita – le ordenó.
Alma lo hizo y esperó, enseguida el aparato se puso en marcha sorprendiéndola, indudablemente su amante estaba en el edificio de enfrente, quizás en el mismo piso, porque sino aquello no estaría funcionando. Alma cavilaba sobre ello, mientras sentía el placer que el aparato le producía, y a la vez el miedo de saber que él estaba tan cerca, que la observaba, que la vigilaba, lo que hizo que poco a poco el orgasmo fuera creciendo hasta explotar en un maravilloso éxtasis, mientras su amante le repetía por el auricular:
- Muy bien, así me gusta, perfecto, un espectáculo perfecto.
Finalmente cayó derrengada sobre el sofá, exhausta y satisfecha, pero también preocupada y antes de que él colgara se atrevió a preguntarle:
- ¿Dónde vives? ¿Estás cerca, aquí enfrente?

miércoles, 10 de abril de 2019

EL AMANTE MISTERIOS Capitulo 2 EL APARATITO

A la mañana siguiente, Alma se levantó nerviosa, intuía que pasaría algo, estaba segura de que su misterioso amante le tendría alguna sorpresa preparada, pero ¿cuál?
El día fue más bien tranquilo, aunque durante horas estuvo pensando en quien podría ser su misterioso amante, e incluso se acercó a un par de compañeros y les hizo algunas preguntas, pero sus pesquisas no tuvieron éxito, ninguno de los dos era su amante misterioso, además durante todo el día no había sabido nada de él y cuando ya casi había perdido la esperanza, justo cinco minutos antes de salir recibió un email. Lo abrió rápidamente con ansia y leyó:
"Hola preciosa. Hoy estás muy guapa. Bueno, tengo que pedirte algo. Espera a que la oficina este vacía y no haya nadie, entonces ve al baño y espérame allí, donde en uno de los baños, sobre la cisterna del water encontrarás pañuelo negro de seda que debes ponerte en los ojos a modo de venda". Alma esperó, estaba muy nerviosa y no dejaba de imaginar lo que sucedería en aquel baño. Los cinco minutos que tuvo que esperar hasta que no quedó nadie en la oficina se le hicieron eternos y cuando finalmente comprobó que no había nadie más que ella, se levantó y casi corrió hasta el baño. Entró en el primero y vio que efectivamente, sobre la cisterna había un pañuelo de seda negro. Obedeció y se lo puso alrededor de los ojos anudándoselo fuertemente. Sólo con aquel gesto empezó a sentirse excitada y notar como su sexo se humedecía sin remedio. ¿Cómo podía ser que aquel extraño al que nunca había visto la cara, la pusiera así? Esperó unos segundos tras ponerse el pañuelo, y no tardó en oír el ruido de la puerta al abrirse su corazón empezó a latir a mil por hora, luego unos pasos acercándose al cubículo donde ella estaba y finalmente la presencia de alguien tras de sí.
- Muy bien, preciosa. – Dijo la conocida voz susurrante de su amante en su oído.
Y sin más, le levantó la falda, le bajó las bragas y se las quitó. Alma estaba nerviosa y excitada, esperaba que él acariciara su sexo o la tomara allí mismo, por cualquiera de sus agujeros, pero en lugar de eso, el hombre le hizo levantar una pierna y luego la otra y le puso algo que parecían unas tiras, un arnés, pensó Alma pero cuando sintió como si un pequeño pene se introdujera en su vagina inmediatamente adivino lo que era, le estaba colocando un arnés con un masturbador, sintió una pequeña presión en el clítoris también. Cuando tuvo el aparato perfectamente colocado su amante le susurró de nuevo:
- Perfecto, llevarás esto las próximas 24 horas. Sólo puedes quitártelo para hacer tus necesidades y asearte, el resto del tiempo debes llevarlo y por supuesto…
Alma sintió como el vibrador empezaba a moverse dentro de ella y gimió.
- … Yo controlaré tu placer, sólo yo, ni se te ocurra tocarte o acariciarte.
Era un masturbador con mando a distancia. Alma oyó como los pasos de su amante se alejaban. Cuando oyó la puerta del baño cerrarse se quitó la venda y se dirigió hacía el lavamanos. Necesitaba refrescarse, porque sentir a aquel hombre tan cerca la hacía arder. Tenía el sexo encharcado, podía sentirlo. Abrió el grifo y cuando iba a echarse el agua en la cara sintió como el masturbador vibraba, todo su cuerpo se estremeció al sentirlo y cuando este paró lo primero que hizo fue salir a la puerta del lavabo y observar a lado y lado, sabía que el misterioso amante no podía estar muy lejos. Pero lamentablemente no vió a nadie, parecía todo desierto. Volvió a entrar al baño y terminó de refrescarse, luego salió de la oficina, aunque el paseo hasta su coche se convirtió en una tortura ya que el aparatito se introducía en su sexo una y otra vez proporcionándole un agradable placer.
Al llegar a casa Alma pensó que lo mejor sería cenar algo ligero e irse a la cama, porque sabía que si se movía mucho no podría resistir el placer que aquel aparatito le producía. Aún así, tratar de dormir también le fue difícil, pues en cada movimiento que hacía el dichoso masturbador se le introducía más ó apretaba su clítoris y eso la excitaba. Finalmente logró dormirse, pero cuando despertó al día siguiente, sintió su entrepierna muy húmeda, incluso demasiado. Sin duda el masturbador había hecho su trabajo de excitarla aún sin tener la vibración puesta.
Alma se levantó, se quitó el masturbador y se duchó sintiendo un gran alivio en su entrepierna, estuvo tentada de darse placer a si misma, pero inmediatamente recordó las palabras de su amante: "Yo controlaré tu placer, sólo yo, ni se te ocurra tocarte o acariciarte", luego volvió a ponérselo y buscó en su armario un atractivo vestido que pudiera llamar la atención de cualquier hombre, pero en especial la de su amante misterioso. Eligio un vestido negro, estrecho y de falda corta que mostraba el nacimiento de sus pechos en un descarado escote. Encima se puso una chaqueta blanca a juego. Salió dispuesta a todo aquel día, pensando que después de la tortura a la que estaba segura su amante la sometería, este querría disfrutar de sus encantos como lo hizo en la sala de archivos.
Al llegar a la oficina ya estaba sumamente excitada, y de nuevo, al ver a sus compañeros escrutó quien de todos ellos podría ser sus misterioso amante. Estuvo observando a Mario, que estaba sentado frente a ella, dos mesas más allá, era tímido pero divertido, aunque con esa timidez… no, no podía ser él, lo descartó por completo. A su izquierda, al otro lado del pasillo se sentaba Esteban, era muy lanzado y miraba a todas con esa especie de deseo y… pero estaba casado y eso le frenaba muchas veces a la hora de entablar amistad con cualquier chica de la oficina, sólo miraba, imaginaba y no pasaba de ahí. ¿Quién podría ser? Cada vez tenía más dudas. Tras sentarse en su silla y encender el ordenador sintió como el aparatito residente entre sus piernas empezaba a vibrar, y el movimiento la pilló por sorpresa, de tal modo, que pegó un pequeño saltito en su silla y gimió irremediablemente. Cuando el aparatito se detuvo miró a su alrededor, pero nada, todos estaban a sus labores. Entonces la llamó su jefe y la hizo pasar a su despacho y justo en el momento en que se sentó en la silla frente a él el aparato se puso en marcha. Tuvo que disimular como pudo el agradable placer que aquel cosquilleo entre sus piernas le causaba, mientras su jefe le pedía que buscara información sobre una noticia que había salido el día anterior. La vibración y la maravillosa sensación de placer no cesó hasta que hubo salido del despacho, y por un segundo maldijo a su misterioso amante por haberle hecho pasa por aquella humillante y extraña experiencia ante su propio jefe.
Cuando se sentó en su mesa, inmediatamente apareció su misterioso amante en el Messenger y le preguntó:
- Hola preciosa ¿Cómo estás?
Alma no se lo pensó dos veces y respondió:
- Excitada.
- Bien, así me gusta.
Y tras eso, el aparatito se puso de nuevo en marcha. Alma vibró y sintió como el pequeño pene se movía en su interior proporcionándole un agradable sensación.
- ¿Quieres parar, por favor? – Le suplicó a su amante a través del Messenger
- No, me encanta verte excitada, estás guapísima.
Alma al leer aquello alzó la vista del ordenador y buscó a su alrededor.
- No me vas a encontrar, no sabrás quien soy, no hasta que llegue el momento adecuado, pero mientras tanto yo controlo tu placer – escribió él cuando Alma volvió a bajar los ojos hacía la pantalla de su ordenador, y de nuevo, la vibración en su interior, el placer y sus propios jugos mojando irremediablemente su sexo.
Alma estuvo a punto de sentir un orgasmo, pero su amante tuvo la precaución de apagar el aparato justo en el momento adecuado para que eso no sucediera.
- Bueno, preciosa, te dejo seguir trabajando – se despidió su amante, apagando el Messenger.
Alma acalorada y sumamente excitada decidió dirigirse al baño. Una vez allí, se quitó el masturbador, meó y se limpió concienzudamente, pues estaba muy, muy húmeda y al hacerlo, al pasar el papel de WC por esa zona una idea cruzó por su mente, tiró el papel y con un dedo empezó a acariciarse el clítoris suavemente. Inmediatamente, sonó el móvil que solía llevar en el bolsillo de la chaqueta. Lo sacó y tras mirar la pantallita donde salía un número desconocido para ella, contestó:
- ¿Diga?
- Hola cielo. Antes de que empieces a meter tus preciosos deditos entre los pliegues de tu ardiente coño sólo quería decirte, que ni se te ocurra hacerlo, ya te dije que ahora soy yo quien controla tu placer y yo decidiré cuando debes correrte ¿vale? Así que sal ya de ese baño.
- Vale, pero yo no…
- No me digas que no lo habías pensado, llevas excitada unas 15 horas así que…
El hombre colgó y Alma se sintió avergonzada de que su amante misterioso casi la hubiera descubierto, sin duda la conocía muy bien. Volvió a ponerse el aparatito entre las piernas y salió del baño. Cuando se hubo sentado de nuevo en su mesa, su amante encendió el masturbador y de nuevo, todo su cuerpo se convulsionó al ritmo de la vibración haciendo que su sexo se humedeciera.
El resto del día transcurrió tranquilo, entre convulsiones causadas por el masturbador, excitación sin límite y el trabajo. Cuando llegó la hora de irse a casa, Alma aún albergaba la esperanza de que su misterioso amante le pidiera que fuera al baño o alguno de los despachos de la oficina cuando todo estuviera desierto, pero no fue así. Tras esperar esa orden durante unos 10 ó 15 minutos decidió marcharse a casa.
Tras aparcar el coche en el parking subió a su casa y al sacar la llave para abrir la puerta del portal la vibración volvió a hacer su efecto entre sus piernas. Sin duda, su amante estaba cerca, y cuando iba a mirar a su alrededor para buscarlo sonó su móvil, lo sacó del bolsillo de la chaqueta donde aún lo llevaba y en la pantallita vió el mismo número que había visto por la mañana, lo recordaba perfectamente, sin duda era él…

martes, 9 de abril de 2019

EL AMANTE MISTERIOSO CAP. 1 A OSCURAS

Sinopsis: Alma entra en el almacén en busca de una cinta que le ha pedido su jefe, allí es sorprendida por un hombre que le hará el amor sin que ella sepa quien es.A partir de ese momento, ese hombre tratará de hacer realidad todas y cada una de las fantasías que Alma tiene y siempre sin que ella pueda saber quien es él. ¿Descubrirá Alma quien es su amante misterioso? ¿Quién será su amante misterioso, un antiguo novio, un compañero de trabajo, un vecino? Atrévete a descubrirlo con ella. 

CAPITULO 1. A OSCURAS

Caminaba despacio por los pasillos del archivo, buscando un nombre en las cintas. Le sorprendió lo limpio y ordenado que estaba todo, las blancas paredes, las estanterías, las cintas de video perfectamente colocadas, la luz blanquecina reflejándose sobre el suelo… y entonces se detuvo frente a la cinta que buscaba, la que su jefe Enrique le había pedido. Allí estaba, como si le esperara. Alzó la mano para cogerla y entonces la luz se apagó y todo quedó a oscuras. Inmediatamente una susurrante voz de hombre sonó desde la puerta diciéndole:
- ¿Lo has hecho alguna vez a oscuras con un desconocido?
Su voz temblorosa respondió:
- No.
El hombre se acercó a ella despacio, en medio de la oscuridad y repentinamente oyó la voz justo detrás suyo.
- Pues ahora tienes la oportunidad.
Alma estaba nerviosa, no sabía quien era aquel hombre pero la proposición que le estaba haciendo era tentadora.
- ¿Y si dijera que no quiero? – Preguntó curiosa a la masculina voz. Podía sentir el aliento caliente de aquel hombre en su nuca y sus manos acariciando suavemente sus caderas sobre el estrecho vestido que llevaba. Esa única y decente caricia la esta poniendo a mil. Todo su cuerpo se estremeció y sintió como se excitaba con sólo imaginar que aquella voz le pedía más…
- Entonces me alejaré y me iré sin decir nada, y nunca sabrás quien soy – respondió con seguridad el hombre. Sabía que ella tenía curiosidad por saber quien era y que si para eso debía dejar que la poseyera, lo haría. La conocía muy bien.
Alma suspiró, se sentía excitada. El hombre la abrazó por la cintura y pegó su cuerpo al de ella. Alma sintió su erecta verga, pegada a su culo, lo que hizo que su excitación aumentara.
- Bien, ¿Qué decides? – Preguntó él.
Otro suspiro escapó de la garganta de Alma.
- Sí – musitó.
- ¿Sí, qué? – Preguntó él.
- Házmelo – respondió la mujer – te deseo más que a nada en el mundo – se atrevió a decir por fin, aún algo temblorosa por la decisión que acababa de tomar y lo que eso suponía.
- ¿Estás segura? – Volvió a preguntar, acariciando los erectos senos de la muchacha por encima de la tela del jersey. Parecía que quería alargar aquel momento, que quería que ella lo deseara realmente y con todas sus fuerzas.
- Completamente, ya sabes cuanto me pone esto.

El hombre rozó la oreja de ella con sus labios, luego la besó en el cuello y ella se estremeció. Hacerlo allí, a oscuras, sin verle la cara a su amante la ponía a mil. Las manos de él se deslizaron por debajo del jersey mientras restregaba su verga nuevamente contra aquel redondo culito que tanto le gustaba, hizo que la muchacha apoyara sus manos en una de las balda de la estantería, la colocó con el culito hacía afuera, ligeramente doblada y las piernas separadas. Alma se dejaba hacer, mientras sentía como toda aquella situación hacía que se le humedecieran las bragas. Suspiró y él le desabrochó la cremallera de la falda, luego el botón y la dejó caer al suelo.
Su mano se deslizó por el culo de Alma y lo acarició por encima de las braguitas, luego la introdujo por ellas y la llevó hasta su entrepierna e introdujo un dedo en su húmeda vulva. Le encantaba tenerla allí, indefensa, a ciegas, ardiendo y dispuesta a cualquier cosa. Acarició los labios vaginales con mucha suavidad, mientras con la lengua lamia el lóbulo de la oreja de Alma, que se estremecía sin remedio. Seguidamente desabrochó el jersey de Alma despacio, botón a botón y con extrema lentitud, haciendo que el deseo de Alma aumentara, seguidamente buscó el cierre del sujetador y lo desabrochó dejando libres los suaves y lechosos senos de la mujer, los acarició con delicadeza; había deseado tanto tocarlos de aquella manera, tenerlos entre sus manos y sentir como Alma suspiraba al sentir sus manos sobre ellos que ahora le parecía un sueño estar allí. Alma se estremeció, la excitaba sumamente aquella oscuridad, el no poder controlar la situación, no saber lo que su amante iba a hacer y sobre todo el no verlo, el que cada caricia fuera una sorpresa. Por eso, cuando sintió el dedo de este deslizándose por su columna vertebral hasta llegar a la raja del culo, Alma suspiró. Esperaba que el hombre siguiera con aquel dedo hasta más abajo, pero en lugar de eso lo que sintió fue una húmeda lengua introduciéndose entre sus nalgas y hurgando en su agujero posterior. Eso la hizo gemir. La lengua siguió lamiendo, trasladándose hacía el sexo de la joven y obligándola a abrir las piernas un poco más. Mientras el hombre lamia la húmeda vulva, dos de sus dedos tantearon el estrecho ano de Alma. Un nuevo gemido escapó de su garganta. No era la primera vez que aquel agujero era profanado, pero sí había sido poco utilizado y eso asustó a la muchacha, aún así la excitación que sentía hacía que deseara más. Por eso pidió a su improvisado amante:
- ¡Métemela ya!
Él se levantó pegó su cuerpo al de la muchacha, haciéndole sentir el evidente bulto que tenía entre las piernas, escondido aún bajo el pantalón.
- ¿De verdad quieres que te la meta?
-Sí – respondió Alma con la voz ronca.
- ¿Y por qué agujerito la prefieres?
Alma presa del ciego placer que sentía y sin pensar demasiado, respondió:
- Por el que tu quieras, sorpréndeme.
Al oírse Alma se arrepintió de lo dicho pero ya no podía echar marcha atrás, oyó como el hombre se bajaba la cremallera de pantalón y le abría las nalgas. Alma echó su culo hacía afuera dispuesta a recibir aquella verga, pero sorprendentemente el hombre sólo la restregó por su ano y luego la llevó hasta su húmedo sexo y sin más la penetró. Alma gimió al sentir como aquel trozo de carne caliente la invadía . El hombre la sujetó por las caderas y empezó a empujar primero despacio y luego acelerando sus movimientos y cuando Alma sintió que el orgasmo empezaba a nacer entre sus piernas y su respiración se hizo más agitada, su desconocido amante se detuvo, dirigió una de sus manos al pecho de ella y lo acarició, lo sobó y pellizcó a su antojo durante un rato, luego volvió la mano a la femenina cadera y siguió arremetiendo hasta que de nuevo la respiración de Alma se agitó y entonces, sorprendiéndola de nuevo, el hombre sacó su verga del estrecho y húmedo sexo femenino. Abrió bien las hinchadas nalgas de la muchacha, restregó su glande por el borde del estrecho agujero trasero, y sin más dilación, viendo que aquella no era la primera vez que aquel agujero era violado, la penetró de un solo empujón.
Alma gimió fuertemente, se sujetó con fuerza a la estantería, ya que no esperaba aquella fuerte arremetida y luego esperó. El hombre no tardó en empezar a empujar, dándole aquel placer que tanto le gustaba, haciéndole sentir como aquella hinchada polla entraba y salía de sus entrañas una y otra vez. Alma empezó a gemir deleitándose con aquel vaivén que tanto le gustaba y él, aquel hombre, lo sabía, sabía que Alma se volvía loca cuando la follaban por el culo por eso no cejó en su empeño de darle placer y cabalgó aquel estrecho culo una y otra vez, una y otra vez, hasta que los gemidos de Alma se convirtieron en gritos y terminaron en un estruendoso orgasmo que casi la hace desfallecer. Tuvo él que sujetarla fuertemente, para lo cual, pegó su cuerpo al de ella, dio un par de fuertes empujones y la llenó con su caliente y espeso semen.
Cuando ambos estuvieron totalmente calmados, él se separó de ella. Alma se dejó caer al suelo de rodillas, desfallecida por el placentero esfuerzo y hundiendo su cabeza entre sus manos. Así, en el suelo, la sorprendió la voz de su amante susurrándole al oído:
- Ha sido un placer. Ahora cuenta hasta diez y no te muevas hasta que hayas terminado. ¿Vale?
Alma movió la cabeza afirmativamente y esperó. Oyó como los pasos de él se alejaban y tras contar hasta diez se destapó la cara, vió que la luz volvía a estar encendida y que sus ropas aún estaban descompuestas. Se puso en pie, se abrochó el jersey, se recompuso la falda y las bragas y tras coger la cinta que su jefe le había ordenado salió de la sala de archivos.
Mientras volvía hacía su mesa pensaba que no podía creer lo que acababa de sucederle, que aquello era una locura, que cumplir sus deseos de aquella manera, sólo porque alguien a quien había conocido a través de Internet le había dicho que estaba dispuesto a hacerlo, alguien a quien no había visto la cara, era una verdadera locura. Sí, era cierto, que le había contado muchas cosas de sí misma, secretos y cosas que nunca había contado a nadie más, pero… y saber que además ahora, esa persona era alguien que trabajaba allí, en su oficina, en aquel mismo piso, cerca de ella…Aquello era una locura, pero una locura deliciosa que la había llevado al más maravilloso momento de su vida. Dejó la cinta sobre su mesa y se dirigió al baño, y mientras lo hacía miraba a su alrededor, tratando de adivinar cual de los hombres de su oficina podía ser el misterioso amante que acababa de hacerle el amor en la sala de archivos. Unos le sonrieron, otros ni siquiera se fijaron en ella, pero ninguno pareció darle una pequeña señal de quien podía ser.
Al salir del baño volvió con la cabeza baja, mirando el suelo, prefería no hacerse ilusiones con cada hombre que veía. Se sentó en su mesa, observó la cinta y al fijar la vista en la pantalla del ordenador vio la ventana del Messenger abierta. Era él que le preguntaba:
- ¿Te ha gustado? ¿Era así como lo habías imaginado?
Antes de contestar miró a su alrededor tratando de averiguar cual de los hombres de la oficina podía ser él, pero… Todos estaban inmersos en sus trabajo y había unos cuantos escribiendo en el ordenador o mirando la pantalla de este, así que era imposible saber cual de ellos…Respondió a la conversación escribiendo:
- Sí, gracias, pero me gustaría saber quien eres.
- Ah, no, no, eso es materia reservada, lo sabrás a su debido tiempo. Cuando todas esas fantasías que me has contado se hayan convertido en realidad.
- ¿Y serás tú quien me ayude a convertirlas en realidad? ¿Todas, una a una y sin que en ninguna de ellas te vea la cara?
- ¡Uhmm, sí, eso pretendo!
- Pero, esto es una locura – escribió ella.
- ¿Te estás arrepintiendo? – Preguntó él
- No, pero… no sé.
- Imagínate haciéndolo con varios hombres, o encima del capo de un coche en medio de una oscura carretera.
Leer aquello la excitó y finalmente aceptó:
- Esta bien, esta bien.
- Tengo que seguir trabajando, cielo. Nos hablamos más tarde o mañana ¿vale?
- Vale.
Suspiró e inmediatamente oyó la voz de su jefe que la llamaba desde la puerta de su oficina:
- ¿Alma, tienes ya la cinta que te he pedido hace media hora?
Por un segundo pensó que quizás él…
- Sí, aquí la tengo.
- ¡Pues a que esperas para traérmela! ¡Venga que no tengo todo el día! – tras eso deshecho la idea de que su misterioso amante pudiera ser él. Era demasiado serio y preocupado por el trabajo. No podía ser él.
Se levantó y se dirigió a su despacho con la cinta en la mano. ¿Para que querría aquella cinta?
El resto del día lo pasó nerviosa, preguntándose constantemente quien sería el misterioso amante y deseando que fuera el día siguiente. Al llegar a casa decidió hacerse una cena ligera, después se fue a dormir cansada, sobre todo por los sucesos de las últimas horas. Antes de cerrar los ojos se preguntó ¿qué le depararía el día siguiente? ¿Volvería a "ver" a su amante misterioso?
Por la noche, después de cenar, Alma espero a que su misterioso amante apareciera en el Messenger, solía hacerlo cada noche a partir de las diez, y tenían conversaciones muy calientes o sesiones de cibersexo. De repente apareció, Alma vió como su nick "Amante misterioso" y el consabido "se ha conectado" aparecía en la parte inferior de la pantalla. Inmediatamente la ventana de conversación se abrió y empezaron a hablar.
En menos de cinco minutos, Alma estaba desnuda de cintura para abajo, con la Webcams encendida y mostrándole a su misterioso amante como se introducía un vibrador entre sus húmedos labios vaginales. Tras algunos minutos más en los que siguió las indicaciones de su amante llegó al orgasmo y ambos decidieron cerrar la conversación e irse a dormir. Antes de despedirse totalmente Alma le preguntó a su amante:
- ¿Nos veremos mañana?
- Todo puede ser – respondió él y salió del Messenger.

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