miércoles, 29 de noviembre de 2023

RUINED ORGASM

 Soy Dom, y tengo una sumisa, mi preciosa y amada sumisa Lee. No es algo que comparta con muchas personas, en realidad, no es fácil compartir y decir a la gente que soy Dom y que tengo una sumisa. Pero hoy quiero compartirlo con vosotros y contaros alguna de nuestras experiencias. No sé si sabréis lo que es un “ruined orgasm”. Veréis, en un orgasmo arruinado, los genitales de una pareja se estimulan hasta el borde del orgasmo y la estimulación se interrumpe abruptamente. A menudo, esto dará como resultado la experiencia frustrante de que no ocurra el orgasmo. Sin embargo, si el orgasmo es inevitable y ocurre después de que se haya eliminado la estimulación, será mucho menos intenso y satisfactorio que un orgasmo típico. Es algo que no suele gustarme a mi sumisa, pero que a veces practico porque creo que lo necesita, le hace saber cual es su lugar y quien controla su placer.


Para que lo entendáis mejor, os contaré una experiencia de “ruined orgasm” que he tenido con mi sumisa, precisamente fue anoche, después de todo el día pensando como sería la sesión, ya que generalmente planeo las sesiones antes y durante el día. Llegamos a casa. Cenamos y tras la cena le dije a mi sumisa:

— Lee, prepárate que vamos a jugar. Saca el cepillo del pelo y el de dientes y las cuerdas para atarte.

— Sí, Señor – me responde, ella solicita y empezando a sentirse excitada. Sé que se excita porque sus mejillas se sonrojan y sus ojos se iluminan cuando eso sucede.

Ella se dirige a la habitación empezando a prepararse, le doy unos minutos para que lo haga, mientras repaso mentalmente todo lo que tengo previsto hacer. Cuando ella me llama para decirme que ya está lista, me dirijo hacia la habitación. Efectivamente, ella está lista, desnuda completamente, con el collar puesto y en posición de espera.

Sobre la cama ha dejado los dos cepillos y las cuerdas. Camino a su alrededor, su respiración se hace más grave, otra señal de que está excitada y también a la expectativa, preguntándose que va a suceder.

– Manos a la espalda, señorita – le ordeno.

Y ella obedece y eso me gusta, me hace sentir satisfecho y orgulloso, incluso poderoso. Le ato las manos con la cuerda, y al terminar acaricio su cuerpo, sus hombros, bajando a sus pechos, luego por su vientre, a los costados, sus caderas, dirijo las manos a sus nalgas y las amaso y ella suspira, gime levemente, meto mi mano entre sus piernas, compruebo la humedad de su sexo, está realmente mojada y excitada.

— Dime de quién es este coño – le susurro al oído.

— Tuyo, Señor – responde ella.

— Muy bien, toda tú eres mía – le digo.

— Sí, Señor.

Aparto mi mano de ella y le ordeno:

— Dóblate sobre la cama, la cabeza sobre esta y el culo hacia fuera, sumisa Lee.

Y de nuevo, obedece. La postura es un poco extraña, humillante para ella, sin duda, pero sé que le gusta estar en esa posición, sometida a mí y dispuesta. Puedo ver la humedad en su sexo, más abundante si cabe que cuando la he acariciado antes. Acaricio sus nalgas, luego cojo el cepillo del pelo que es como una paleta rectangular pero con cerdas, lo coloco de modo que las cerdas queden sobre su culo cuando vaya a pegarle, y empiezo diciéndole:

— Cuenta Sumisa Lee.

Y dejo caer los golpes sobre su nalga derecha, uno tras otro, mientras ella cuenta y veo como su nalga se va enrojeciendo. Siento como mi sexo se pone en pie de guerra, como crece y empieza a dolerme por la excitación y el deseo. Trato de concentrarme en los golpes, en ella, que cuenta y cuando llega a diez me detengo, y entonces ella se estremece por la excitación que le producen los azotes. Me gusta ver como se retuerce sin poder evitarlo, porque eso certifica que se está excitando, que su coño quiere más. Me pongo al otro lado y repito la operación con su nalga izquierda. Ella cuenta y se excita, su culo se pone rojo y cuando termino se retuerce. Me encanta ver como se revuelve, como disfruta su placer. Suelto el cepillo sobre la cama. Y de nuevo le ordeno:

— Ponte de rodillas sobre la cama, con las piernas bien separadas.


Me acerco a ella, y acaricio su sexo, su clítoris, sus labios vaginales, meto un par de dedos dentro de ella, que entran muy fácilmente por lo lubricada que está. Siento como su sexo estruja mis dedos.  Está realmente excitada.

— La cabeza sobre la cama y el culo hacia arriba — le ordeno — ¿Estás cómoda? – le pregunto.

— No, la verdad es que no, Señor — responde ella.

— Levanta.

Pongo dos cojines uno sobre otro frente a ella y le indico:

— Ahora túmbate apoyándote en los cojines.

Lo hace, ahora si parece estar más cómoda. Cojo el cepillo de dientes y lo pongo en marcha, lo acerco a su clítoris, y ella se estremece al sentir el roce, lo muevo por todo su sexo, arriba, abajo, por el clítoris, los labios vaginales y ella empieza a gemir y eso me gusta, me encanta. Se que está casi a punto de llegar al orgasmo, por lo que quito el cepillo de su sexo, la dejo descansar un poco, luego acerco mis dedos a su sexo y lo acaricio. Busco su clítoris, lo acaricio y siento como ella se retuerce.

Vuelvo a coger el cepillo y de nuevo, lo pongo sobre su clítoris, ella se retuerce, lo mantengo ahí un rato, luego lo muevo por todo su sexo, mientras ella sigue retorciéndose. Vuelvo a ponerlo sobre su clítoris y entonces ella me avisa:

— Señor, me voy a correr.

Sé que aún le falta un poco para llegar al punto de no retorno, así que dejo el cepillo sobre su clítoris un poco más. Y cuando sé que ya ha llegado, sacó el cepillo y no tarda mucho en correrse, lo sé, lo veo porque su sexo se convulsiona y ella también y además gime con más intensidad y sobre todo protesta:

— ¡Oh, no Señor!

Sé que no le gusta correrse de esta manera, tener un “ruined orgasm”, porque es menos intenso que un orgasmo en condiciones normales y porque es un orgasmo que ella no controla y no le da el placer que realmente necesita para desahogarse. Cuando termina, la desato, le doy una palmada en el culo y le digo:

— Hemos terminado por hoy, vamos a cenar.

Se incorpora a la vez que me responde seriamente:

— Sí, Señor.

Sé que está frustrada y enfadada consigo misma por no haber podido evitar el orgasmo. Por eso, antes de que se vista, la abrazo y le susurro al oído:

— Los ha hecho muy bien.

Nos quedamos un rato abrazados, hasta que decidimos que tenemos hambre y debemos ir a cenar.

Entré los dos preparamos la cena, una ensalada y una par de huevos fritos. Ella pone la mesa mientras yo hago los huevos. Nos sentamos a comer y entonces le ordeno:

— Ponte bajo la mesa y chúpamela.


Ella obedece, aunque sé que no le gusta estar bajo la mesa mientras yo como dándome placer. Pero lo hace, me desabrocha el pantalón, saca mi polla que sigue erecta y empieza lamiéndola, primero suavemente, se mete el glande en la boca, lo chupa, disfruta de él como si fuera un helado. Se la mete aún más adentro, tiene casi la mitad en la boca, yo siento como chupa, como juega con mi polla, siento la humedad de su boca en mi polla y siento como se me pone aún más dura. Acaricia mis huevos con una de sus manos y eso dispara mi placer, empujó con mi polla hacía su boca y se la meto aún más. Ella trata de chupar lo mejor que puede, lo hace muy bien y yo me siento en la gloria, sé que me voy a correr. Sujeto su cabeza, para que lo se aparte y la aviso:

— Voy a correrme.

Y entonces, lo hago, me corro, siento los chorros de semen saliendo de mi polla, ella trata de tragar. Por fin estoy satisfecho, yo he conseguido un orgasmo completo y mi preciosa Lee su “ruined orgasm” 

miércoles, 22 de noviembre de 2023

LAS AVENTURAS SEXUALES DE ADELA 3

 A oscuras

Traté de forcejear hasta que oí su voz diciéndome:

— Tranquila, soy yo.

Enseguida le reconocí, era mi amante voyeur. Con solo oír su voz empecé a sentirme excitada.

— Me has pegado un susto de infarto — le dije cuando apartó su mano de mi boca.


Intenté darme la vuelta para verle la cara, pero él no me dejó.

— No, señorita, recuerda que soy yo quien manda. Ahora voy a follarte, pero antes quiero ponerte esto — dijo, poniéndome un pañuelo oscuro en los ojos.

Luego me hizo entrar en el cuarto de contadores y allí dentro, apoyándome de cara a la pared, empezó a masajear todo mi cuerpo por encima de la ropa. Sentí su mano sobre mi culo, y oí, claramente como se bajaba la cremallera del pantalón. Acercó su sexo erecto a mi mano y me susurró al oído.

— Acaríciamela, putita.

Hice lo que me ordenaba mientras sentía como me subía la falda y comprobaba que no llevara braguitas. Noté sus dedos hurgando en mi sexo, buscando mi clítoris y resbalando por mi humedad.

— Ya estás húmeda, putita, sabía que eras toda un putita. Te pone saber que te voy a follar, ¿verdad?

— Sí, sí — gemí excitada.

Era lo que más deseaba desde que había recibido su primera llamada, así que saber que iba a hacerlo hacía que todo mi cuerpo se excitará como nunca antes se había excitado. Masajeé su sexo tan bien como pude, mientras él masajeaba el mío, introducía sus dedos en él y me hacía estremecer, llevándome al borde del orgasmo varias veces. Repentinamente, me hizo soltar su pene y lo llevó hasta mi vagina, por donde lo restregó, haciéndome estremecer nuevamente. Mi sexo palpitó al sentir aquel rocé y no pude evitar gemir, luego sentí como lo restregaba por mi ano, yo estaba a mil y solo deseaba que me penetrara. Noté como dirigía su glande hasta mis labios vaginales y de un solo empujón me penetró. Su sexo entró con fuerza e ímpetu hasta lo más profundo de mi. Gemí al sentir como el glande chocaba con las paredes de mi vagina, luego mi amante me tomó por las caderas y empezó a empujar, primero lentamente, haciendo que su polla resbalara por mi vagina en un movimiento lento pero muy placentero. Luego, sujetándose con sus manos en mis senos y empujando más profundamente, aumentó el ritmo de las embestidas. Yo sentía sus jadeos en mi oído, lo que me hacía estremecer. Sentía sus manos grandes y poderosas masajeando mis senos por encima de la tela, luego una vez bien colocado y pegado a mí, moviéndose cadenciosamente, aprovechó para desabrocharme la blusa y acceder a mis senos sin el obstáculo de la ropa. Amasó mis pechos a su antojo, pellizcó mis pezones y los usó como quiso, mientras su polla seguía penetrándome una y otra vez, una y otra vez, en un delicioso vaivén que me tenía al borde del orgasmo, haciéndome gemir sin remedio. Pero que él detenía cuando veía que yo estaba a punto para alcanzar el éxtasis, lo que hacía que mi placer aumentara más.

— ¡Uhm me encantan las putitas como tú! — me susurró al oído — capaces de dejarse follar por cualquier desconocido que las ponga a cien.

— ¡Ah, sí, soy una puta! — acerté a decir, presa del placer y la lujuria.

Ante aquella confesión, mi amante pareció querer castigarme, y empezó a empujar con más fuerza, haciendo que su verga entrara aún más profundamente en mí, más veloz y de modo que incluso sentía un pequeño y placentero dolor en el interior de mi vagina. Además, sentía como su polla se hinchaba cada vez más, y como resbalaba en cada embestida por las paredes de mi vagina.

— ¡Aaaaahhh! — gemí, a punto de lograr el orgasmo. El primero con su polla dentro de mí, sintiéndome suya y solo suya.

Y así fue, no lo pude evitar ni retener por más tiempo, me corrí sintiendo como su polla me llenaba por completo. Mis piernas flaquearon con aquel intenso placer y si no hubiera sido porque él me sujetaba con fuerza, hubiera caído al suelo de rodillas.


Mi amante misterioso dio unos cuantos fuertes empujones más y sentí como su semen me llenaba completamente. Me sentí feliz y llena, mi amante había disfrutado conmigo y yo con él. Ambos estuvimos un rato jadeando, dejando que nuestros cuerpos se repusieran del maravilloso momento compartido. Sentí como el falo de mi amante disminuía poco a poco y salía de mí, como se subía la cremallera del pantalón y como luego, empezaba a hurgar en mi agujero anal.

— ¡Ah! — me quejé primero y a continuación le pregunté: — ¿qué haces? 

— Trabajarte este agujerito, ya sabes que lo quiero para mí, pero antes de probarlo tengo que ensancharlo un poco, trabajártelo.

— ¡Aaaahhh! — gemí al sentir su dedo penetrándome.

— ¿Te duele? — me preguntó.

— Un poco.

— Bueno, eso tendremos que solucionarlo porque tu desvirgamiento anal tiene que ser sin dolor, placentero — me musitó al oído — Quiero que te sientas en la gloria la primera vez que te posea por ahí.

Solo con oír esas palabras mi sexo palpitaba deseoso de él. Suspiré y sentí como mi ano cedía ahora fácilmente a la intromisión de un segundo dedo. Finalmente, sentí como tras sacar sus dedos colocaba algo duro, como un pequeño pene.

— Es un plug — me susurró al oído antes de que yo preguntara — Te ensanchará el agujero, deberás llevarlo durante unos días, solo te lo quitarás para ir al baño —me indicó.

Afirmé con la cabeza y tras eso, mi amante me besó apasionadamente en los labios.

— Ahora cuenta hasta diez y cuando termines puedes quitarte el pañuelo y salir de aquí.

— ¿No puedo verte la cara? ¿No puedo saber quién eres?

— No, por ahora no, lo sabrás a su debido tiempo — me dijo — Ahora cuenta.

Hice lo que me ordenaba y mientras contaba oí como se abría la puerta y salía. Tras contar hasta diez me quité la venda y salí del cuartito. Salí corriendo a la calle para ver si podía verle, pero no vi a nadie, solo un matrimonio que paseaba.

Luego me dirigí al ascensor y subí a mi casa, eso sí, vigilando y escuchando cualquier ruido que hubiera en la escalera y pudiera así tener una pista de mi misterioso amante.

Al abrir la puerta de mi piso oí el teléfono sonar, y corrí hasta él ansiosa y esperanzada, pero no era él, era mi madre que deseaba saber como estaba.

Durante los siguientes dos días no supe nada de mi misterioso amante, ni una llamada, ni una visita, ni un mensaje, nada. Pero yo mantuve el plug en su lugar como él me había indicado. Eso sí, excitándome a cada paso que daba y sintiendo como mi culo se ensanchaba. Me excitaba cada vez que sentía el aparatito moverse en mis entrañas, pero la excitación aumentaba si pensaba en él y en lo sucedido en aquel pequeño cuarto de contadores.

Finalmente, cuando ya casi había perdido la esperanza de recibir una llamada suya... El teléfono sonó a las ocho de la tarde y su voz me dijo:

— Te espero dentro de una hora en el Hotel San Fernando, habitación 101.


martes, 14 de noviembre de 2023

LAS AVENTURAS SEXUALES DE ADELA. CAPITULO 2

 De buena mañana

Estuve mirando la televisión hasta altas horas de la madrugada, esperando sobre todo la llamada de mi misterioso amante, pero no hubo suerte, así que sobre las dos me fui a dormir. Me desnudé por completo y así, desnuda, me tumbé en la cama.

Por un segundo pensé en acariciarme, darme placer, pues seguía excitada y con ganas de terminar lo que había empezado con mi nuevo y misterioso amante, pero recordando sus palabras de que era él quien decidía como y cuando, no pude hacer nada. Así que me dormí.


Desperté en cuanto el sol empezó a entrar por las rendijas de la persiana, me acerqué a la ventana y abrí la persiana, luego volví a la cama dejando que el aire que entraba por la ventana a aquella hora tan temprana me acariciara, y así el calor desapareciera. Me seguía sintiendo excitada y sentí la tentación de nuevo de acariciarme; tenía la mano cerca de mi sexo, dispuestas a buscar mi botón del placer cuando sonó el teléfono.

— ¿Diga? — Respondí inmediatamente.

— Hola preciosa — era la voz de mi misterioso amante voyeur.

— Buenos días.

— Estás preciosa, desnuda sobre la cama. Y ese sexo, uhmmm está húmedo, ¿verdad?

— Sí — musité.

— Desea más, acaríciatelo suavemente y las tetas también — me ordenó.

Yo obedecí llevando una mano hasta mi clítoris y acariciándome, la otra, tras darle al botón de manos libres, la llevé hasta mis senos y empecé a amasarlos.

— Muy bien, preciosa, lo haces muy bien, me estás poniendo a tono, tengo la polla hinchada. Seguro que te gustaría tenerla dentro.

— ¡Ah, sí!

— Ponte en cuatro, preciosa, quiero verte el culito.

Obedecí y me puse en cuatro sobre la cama.

— Ahora acaríciate el ojete.

Lo hice, excitándome de un modo maravilloso. No sabía por qué, pero todo lo que me proponía aquella voz me llevaba a una excitación que nunca antes había sentido.

— Ahora quiero que te metas un dedo en el ano —  me ordenó y nuevamente obedecí.

Me costó un poco introducir el dedo, porque aún era virgen por ahí, pero finalmente y con cuidado lo hice.

— ¡Uhmmm eres virgen por ese agujero! — Exclamó mi amante voyeur.

— ¡Aaaahh, sí! — dije yo.

— Maravilloso, un culito para desvirgar — dijo — Muy bien, vamos a trabajar en eso ahora, sigue acariciándote el ojete y metiendo ese dedo.

Metí el dedo una y otra vez, una y otra vez, sintiendo como la excitación iba aumentando por momentos.

— Ahora métete otro, cielo — me ordenó mi amante.

Hice lo que me pedía y metí otro dedo con cuidado, mientras sentía como mi sexo se iba humedeciendo cada vez más y la excitación hacía que todo mi cuerpo se estremeciera. Me sentía como una puta en aquella cama, desnuda y dándome placer a mí misma para un hombre del que no conocía nada más que su dulce y excitante voz.

— ¡Aaaaaahhh! — gemí

— Eso es, preciosa, me encanta oír como sientes el placer. Ahora coge el vibrador que tienes en tu cajón de la mesita y métetelo por el coño.

Me sorprendió que supiera aquello, pero presa del placer y el deseo, no tuve mucho tiempo para pensar y preguntarle como lo sabía, me limité a cogerlo y hacer lo que me había pedido, ya que estaba deseosa de sentir algo duro entre mis piernas, aunque fuera mi frío vibrador de plástico.

— ¡Aaaahhh! — un largo e intenso gemido de placer salió de mi garganta cuando sentí como el frío vibrador entraba en mí.

Cerré los ojos e imaginé que era la verga de mi amante improvisado la que me penetraba. Y así, en pocos segundos empecé a convulsionarme y gemir con excitación.

— Muy bien preciosa, lo haces muy bien. Te gusta que te den verga, ¿verdad?

— Sí, sí.

— Eso es, hasta el fondo, putita, te meto mi polla hasta el fondo.

— ¡Ah, ah, ah!


Ya solo se oían mis placenteros grititos en aquella habitación, porque aquella sensual voz me había sumido en un estado de excitación tal, que sentir como aquel vibrador resbalaba por las paredes de mi vagina, me producía un placer maravilloso.

— ¡Uhmmm sí, putita, córrete, quiero que te corras con mi polla dentro! — me ordenó mi amante.

Y lo hice, empecé a mover el vibrador a gran velocidad dentro y fuera de mí y me corrí, me corrí imaginando que aquel vibrador era su polla y que me llenaba con su semen, dejándome totalmente satisfecha.

Caí sobre la cama, exhausta, sudada y acalorada.

— Muy bien, preciosa, has conseguido que me corra. Ahora quiero que te vistas, y te pongas una minifalda de esas tan bonitas y cortas que tienes, y que no te pongas braguitas.

— Vale — acepté nuevamente, excitándome al imaginar que durante aquel día y en cualquier esquina él me podría poseer — ¿Nos veremos? — le pregunté curiosa.

— No sé, quizás, quién sabe — me respondió evasivamente y colgó sin más.

Me vestí como mi amante me había propuesto y sin desayunar porque no tenía tiempo me fui a trabajar. Estuve toda la mañana expectante y ansiosa por recibir su llamada o encontrarle en cualquier lugar, quizás en el baño de la oficina, en uno de los ascensores, o... fantasías, todo eran fantasías sobre él, no podía dejar de pensar en él, de desearle, supongo que eso era lo que él quería haciéndome hacer aquellas cosas, como ir desnuda bajo la minúscula falda que llevaba. Eso y excitarme, porque sentir el frío de la silla sobre mis nalgas o los piropos de los hombres por la calle me excitaba. Y encima en el autobús un par había osado tocarme para comprobar si de verdad no llevaba braguitas, lo que a pesar de haberme molestado también me excitó. Así llegué a casa a la hora de comer, excitada y anhelante de que mi amante voyeur volviera a llamarme y tuviéramos una nueva sesión de sexo telefónico. Me hice la comida, comí y tras la comida me senté a ver la televisión un rato. Pero nada, nadie llamó. A las seis me llamó Elisa, mi mejor amiga, para proponerme ir a comprar. Y ante el aburrimiento decidí aceptar su proposición. Estaba casi a punto de salir de casa cuando sonó nuevamente el teléfono, lo cogí.

— Hola preciosa, ¿cómo ha ido el día?

— Bien, aunque te he echado de menos.

— Vaya, eso habrá que solucionarlo de alguna manera. ¿Vas a salir? Veo que llevas tu bolso en el hombro.

— Sí, he quedado con una amiga para ir de compras — le expliqué.

— Bien, entonces volveré a llamarte más tarde — dijo y colgó.

Yo también colgué y salí a la calle, donde me estaba esperando mi amiga.

Un par de horas más tarde volví a casa con la esperanza de recibir una nueva llamada de él. Iba sola, pues Elisa se había ido ya a su casa. Abrí la puerta de mi portal y sentí que alguien me cogía del brazo y tiraba de mí hacía dentro...


martes, 7 de noviembre de 2023

LAS AVENTURAS SEXUALES DE ADELA. CAPITULO 1

 TARDE DE CALOR


Era una tarde calurosa, demasiado calurosa, y a pesar de que llevaba un ligero vestido de gasa, el sudor recorría mi piel descendiendo por mis curvas. Solo frente a la ventana del salón que daba al patio interior del bloque entraba algo de aire y para colmo, el aparato de aire acondicionado se me había estropeado. Estaba cansada y no se me ocurrió otra cosa más que sentarme frente a la ventana abierta y disfrutar del aire fresco que entraba. Apoyé las piernas en el alféizar de la ventana y me arremangué la falda. No sé si sería por el calor o porque en una de las ventanas que tenía enfrente vi a un chico guapo y musculado que hacía gimnasia, pero empecé a sentirme excitada y no pude evitar meter mi mano entre mis bragas y empezar a acariciarme suavemente, todo mi cuerpo se estremeció y no tardé en bajarme las braguitas y mostrarme indecentemente abierta a mi vecindario. Aun así, no me importaba, estaba excitada, necesitaba calmar mi sed de sexo y además, el pensar que alguien podía estar observándome me excitaba aún más. Metí un dedo dentro de mi vagina, mientras seguía observando al hermoso Adonis que tenía enfrente, cuando repentinamente sonó el teléfono.

Como era inalámbrico lo había dejado en el suelo junto a mí, así que lo cogí.

— ¿Diga?

— Preciosa vista la que tengo desde aquí, puedo ver la humedad de tu sexo perfectamente — dijo una sensual voz de hombre.

Mi primer impulso fue bajar las piernas del alféizar y observar en el bloque de enfrente buscando al dueño de aquella hermosa voz.

— No creo que me encuentres, a simple vista, no. ¿Por qué no sigues con lo que hacías? Me estabas poniendo a cien.

— Porque no sé quién eres y... — no supe que más decirle.

— Anda, preciosa, siéntate en la silla, abre de nuevo las piernas y déjame disfrutar de esa hermosa vista.


Sin saber por qué obedecí. Me senté en la silla, abrí las piernas y volví a acariciarme el sexo suavemente sin dejar de escuchar la dulce voz de mi desconocido admirador.

— Muy bien preciosa, así me gusta, lo estás haciendo muy bien. ¿Por qué no te desabrochas la blusa y me dejas ver lo que hay debajo? — me propuso aquella sensual voz. Yo obedecí, me desabroché la blusa y dejé libres mis senos desnudos, ya que por casa y con aquel calor no solía llevar sujetador.

Me los acaricié sensualmente y le pregunté a mi improvisado mirón:

— ¿Te gustan?

— Me encantan — dijo — y me encanta que te los acaricies así, uhmm, es como si lo estuviera haciendo yo. Sigue preciosa.

Continué con aquellas sensuales caricias, esperando su siguiente orden. No sabía por qué, pero me sentía obligada a obedecer a aquella sensual voz que me estaba proponiendo aquella sesión de sexo voyeur.

— Eso es, ahora vuelve a acariciarte el clítoris, quiero verlo brillante y a punto de explotar.

— ¡Uhmmm! Sí, me estoy poniendo muy caliente — le murmuré a través del teléfono. Y era cierto, sus dulces palabras, su voz seductora, y todo lo que me estaba proponiendo que hiciera, me excitaban como nada en el mundo.

— Bien, me gustan las hembras calientes, voy a hacer que te corras como una perra en celo. Eso es, masajéate bien el clítoris, te quiero chorreante de jugos antes de que te penetre.

— ¡Aaaahhh! — Gemí excitada, imaginando a mi misterioso amante masajeándose la polla.

— Eso es preciosa, te quiero excitada y dispuesta a todo.

— ¡ Aaaahhh! Lo estoy — gemí.

— Muy bien, ahora introduce un dedo en esa mojada vagina.

Obedecí e hice que mi dedo índice entrara en mi húmeda cueva, todo mi cuerpo se estremeció.

— Ahora el otro.

Obedecí de nuevo.

— Ahora muévelos dentro y fuera — me ordenó mi improvisado amante.


Yo lo hice, y un sin fin de sensaciones placenteras invadió mi cuerpo. Trataba de imaginar a mi amante desnudo, tocándose la polla, excitado ante la visión de mi cuerpo semidesnudo y siendo penetrado por dos de mis dedos, y todo eso hizo que poco a poco mi excitación aumentara, y casi al borde del orgasmo mi observador me ordenó:

— Detente. Ya es suficiente por ahora, seguiremos más tarde

— ¿Qué? ¿Eso es todo? — pregunté sorprendida y decepcionada a la vez a través del auricular del teléfono. 

— Sí, eso es todo por ahora. Pero no te preocupes, volveré a llamarte, te lo prometo y terminaremos esta sesión de sexo, mientras tanto, no trates de satisfacerte de ninguna manera y no olvides que te estoy observando.

— Bien, hasta luego — dije esperanzada.

Colgué el teléfono, me levanté de la silla y me abroché la blusa. Seguía excitada y necesitaba desahogarme, así que pensé que podría hacerlo tomando una ducha fría con sesión de autosexo incluida; y estaba ya metida en la ducha, acariciándome suavemente, cuando el teléfono volvió a sonar. Me sequé las manos con la toalla y lo cogí.

— Ni lo piensen, no lo hagas, ya te he dicho que no, que te estaba observando — me dijo la misteriosa voz de mi misterioso admirador — a partir de ahora soy yo quien controla tu placer y quien decide como y cuando — dijo, luego colgó.

No fui capaz de hacer nada más, obedecí, me tomé la ducha como una buena y modosa niña y luego me hice la cena sin dejar de preguntarme, cuando volvería a recibir una excitante llamada de mi misterioso voyeur.

(LAS IMAGENES INCLUIDAS EN ESTE POST HAN SIDO GENERADAS POR IA) 



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