viernes, 25 de octubre de 2019

EL AMANTE MISTERIOSO CAPITULO 6 Y ULTIMO

Capitulo 6 y ultimo. ERA ÉL.

Cuando el policía estuvo a su altura, bajó de la moto y se acercó a Alma. Llevaba el casco puesto, así que Alma no podía verle la cara.
- Buenas tardes, señorita – le dijo – Veo que lleva una luz estropeada.
Alma se extrañó:
- No puede ser esta mañana funcionaban todas perfectamente – alegó.
- Pues ahora no, señorita. ¿Me puede enseñar su carnet de conducir y los papeles del coche?
- Claro.
Alma buscó en la guantera y sacó los papeles para mostrárselos. El policía los miró y luego dijo:
- Este carnet está caducado.
- No puede ser – alegó nuevamente Alma.
- Salga del coche, por favor – le pidió el policía con tranquilidad y firmeza.
Alma sin saber por qué obedeció, por un segundo pensó que quizás aquel policía…Salió del coche y el policía volvió a indicarle.
- Apoye las manos sobre el capó y abra bien las piernas.
- … Pero yo… - trató de protestar Alma.
- Cállese y deje actuar a la policía.
Alma empezó a sentirse preocupada. El agente empezó a palpar su cuerpo como si buscara algún tipo de arma, primero sobre la ropa pero cuando descendió a las piernas, lo hizo sobre la piel y fue ascendiendo por la desnuda pierna despacio, convirtiendo el paleteó en una caricia suave que hizo estremecer a Alma. Y entonces empezó a darse cuenta de lo que estaba sucediendo, y cuando los dedos del policía rozaron su húmedo clítoris lo supo. Era él, era su amante misterioso, estaba casi segura y aquella la última fantasía que le quedaba por convertir en realidad. Luego el policía le acarició la otra pierna, llegando de nuevo a su sexo, donde rozó con mucha suavidad la vulva. Alma se estremeció.
- Bien, señorita, ahora dóblese sobre el capó, por favor.
Alma obedeció, no sin antes protestar nuevamente siguiéndole el juego a su amante:
- Pero señor, yo… le juro que no he hecho nada.
- ¡Shhh, cállese! – Le ordenó el policía, dándole una sonora palmadita sobre su nalga derecha, que la hizo gimotear ,y a continuación diciendo: - Veamos que hay por aquí – le subió la falda por encima del culo dejándolo desnudo.
Alma sintió el aire rozar sus nalgas y eso la excitó. Estaba a mil, no veía el momento en que él la haría suya allí mismo, en medio de aquella carretera y encima del capó del coche.
- Separa bien las piernas – le ordenó el supuesto policía, nuevamente con firmeza.
Alma lo hizo. Se sentía abierta y expuesta a aquel semiextraño que en los últimos días le había dado los mejores momentos sexuales de su vida, tenía ganas ya de saber quien era, y estaba segura que tras aquella última fantasía hecha realidad lo descubriría. Su amante, palpó su sexo, lo sobó y masajeó a su antojo haciendo que Alma se estremeciera. Introdujo dos dedos en él, jugueteó con estos en el interior de la femenina vulva, los sacó, los llevó hasta el ano y tras introducirlos volvió a juguetear con ellos utilizándolos como un pequeño pene. Alma gemía ya, mientras se dejaba hacer, llevaba la chaqueta abierta, lo que hacía que sus senos sintieran el frío del capó a través de la tela de la fina blusa, aunque poco a poco este iba calentándose al mismo ritmo que su cuerpo, que estaba a punto de convertirse en una tea ardiendo.
- Estás caliente ¿eh, putita? – Le preguntó el policía a la chica.
Esta ni siquiera pudo articular palabra, solo afirmó con la cabeza.
- ¿Y quieres que te folle, aquí y ahora, verdad?
- Sí – gimoteó Alma sintiendo los dedos de su amante adentrarse uno en su ano y un par en su húmedo coñito.
- Bien, vamos a ello – añadió el hombre bajándose la cremallera del pantalón, lo que hizo que Alma aún se excitara más, ya que faltaba poco, muy poco para que fuera ensartada por aquella polla que tanto adoraba.
Su misterioso amante, primero jugueteó con su pene, lo restregó por su ano, por su vulva, de nuevo por el ano, otra vez por la vulva, llevándolo hasta el clítoris y embadurnándolo con los jugos de la muchacha y finalmente cuando ella ya estaba desesperada, guió el erecto pene hacía la húmeda vagina y de un solo empujón la penetró.
- ¡Ah! – gimoteó Alma, luego suspiró sintiéndose llena por fin, feliz y llena.
El hombre la tomó por las caderas y comenzó a arremeter a buen ritmo. Su amante empujaba, primero despacio, luego más deprisa, haciendo que el cuerpo de Alma rozara el capó por completo. Ella se sentía por fin, viva, feliz, había hecho realidad todas sus fantasías eróticas y aquella estaba siendo sublime. Su amante follándola allí en medio de aquella casi desierta carretera, sobre el capó de su coche; repentinamente él aceleró sus movimientos al ver un coche acercándose a ellos.
- Mira vamos a tener un espectador, putita, como a ti te gusta.
Y era cierto, lo que de verdad le excitaba a Alma, no sólo era el hecho de cumplir sus fantasías, sino también el ser vista y observada por otros en ese momento y por primera vez, podía disfrutar de ello, ya que no llevaba los ojos vendados como las otras veces, en que había tenido que imaginarse a los demás amantes observándola mientras unos y otros la follaba, no, ahora podía verlo. El coche al acercarse a ellos y darse cuenta de lo que estaba sucediendo disminuyó la marcha. Su amante, tiró de su pelo, trató de elevarla un poco y le desabrochó la blusa para que los espectadores pudiera verla con aquel aspecto de puta empedernida. Alma al verles pasar por delante y observar su cara de sorpresa se excitó y empujó con fuerza hacía su amante para sentirlo más profundamente. Eran dos chicos jóvenes. A continuación otro coche se acercaba, su amante aprovechó el momento para sacar su hinchada verga del cálido refugio vaginal y llevarla hasta el agujero posterior, de nuevo, el otro coche también disminuyó la marcha al acercarse más, iba ocupado por una pareja de unos cuarenta años, y en el momento en que pasó frente a ellos, su amante la penetró con brusquedad, metiéndole la polla hasta el fondo en su estrecho ano. Alma gimió, se convulsionó y esbozó una mueca de placer. En el coche, la mujer le dijo algo al hombre y su amante le susurró a Alma en su oído:
- Seguro que le ha dicho que te lo estoy haciendo pasar bien.
Y así era, en aquel lugar, sobre el capó de su coche, con la gente que pasaba observándolos, Alma sentía que en cualquier momento le sobrevendría el mejor de los orgasmos de su vida y su amante lo sabía, porque no dejaba de castigarla arremetiendo una y otra vez contra ella, con fuerza, haciendo que la verga entrara y saliera de su culito.
Alma comenzó a intensificar el sonido de sus gemidos señal inequívoca de que empezaba a sentir el cosquilleo previo al orgasmo, por lo que su amante se detuvo. Alma recuperó el aliento, y su amante volvió al ataque con las arremetidas, cada vez más fuertes, hasta que Alma explotó en un maravilloso orgasmo, apresando entre las paredes de su ano la verga de su compañero. Cuando el hombre sintió que Alma ya había terminado, al quedarse quieta, la cogió en brazos y la llevó hacía el interior del coche. Allí se sentó en el asiento trasero del coche y sentó a Alma sobre sus piernas, luego acarició su sexo suavemente, él todavía llevaba el casco puesto. Alma gimió cuando sintió la verga de su amante rozando su vulva, y sin pensárselo mucho, trató de insertarla en su agujerito y descender sobre ella, todavía tenía ganas de más, no se sentía totalmente saciada. El glande entró con gran facilidad, Alma gimoteo extasiada y justo en aquel momento el hombre puso sus manos en el casco y se lo quitó.  Alma no podía creer lo que estaba viendo, el hombre que durante aquellos días la había vuelvo loca de deseo y había hecho realidad todas sus fantasías era su jefe, ese hombre que la trataba con total indiferencia, incluso con dureza a veces y que ella había desechado como candidato a las primeras de cambio, ese era el hombre que la había hecho llegar hasta el límite, que le había proporcionado los mejores orgasmos de su vida. Alma se sintió desorientada primero, se detuvo y observó a su amante, luego acercó su boca a la de él y lo besó mirándolo a los ojos, era la primera vez que se besaban. Para Alma aquello era como una confirmación, y sin dejar de besarlo siguió cabalgando sobre aquella verga que tan buenos momentos le había dado, dispuesta a disfrutar de un nuevo orgasmo. Entonces Francisco llevó sus manos hasta el culo de la muchacha, abrió sus nalgas y metió un dedo, mientras la ayudaba a subir y bajar sobre su verga. En unos minutos ambos estaban enloquecidos de deseo, amándose como posesos en el interior de aquel coche. Los gemidos y jadeos de placer se intensificaron y no tardaron ambos en alcanzar el orgasmo al unísono llenándose el uno del otro. Al terminar, Francisco abrazó a Alma, luego sus ojos se cruzaron y mirándolo profundamente Alma le dijo:
- Jamás imaginé que fueras tú. Durante estos días le he dado mil vueltas a la cabeza, imaginando quien podrías ser, pero en ningún momento pensé en ti, en realidad, deseché la idea de que pudieras ser tú después de la bronca que me echaste hace unos días.
- ¿Y lo lamentas, quizás? – Preguntó Francisco con cierta preocupación.
- No, para nada, me has dado los mejores orgasmo de mi vida en estos días y has sido capaz de hacer realidad todas mis fantasías. Eres fantástico.
Volvió a besarlo de nuevo, y sintió como el sexo de él, que aún estaba en su interior se hinchaba excitado. Alma sonrió al igual que Francisco.
                                                       FIN 

domingo, 4 de agosto de 2019

EL AMANTE MISTERIOSO CAPITULO 5

CUATRO PARA UNA
Alma oyó pasos pero no eran los de una sola persona, estaba segura, y además la puerta tardó un rato en cerrarse, señal de que efectivamente entraba más de una persona. Repentinamente sintió una presencia tras de sí y luego su voz susurrando en su oído:
- ¡Hola princesa! He traído a unos amigos para que hagan realidad esa fantasía, ¿recuerdas? La de ser follada por varios tíos, y sentirte como una puta – Dijo él.
- Sí – respondió sintiendo como su sexo se humedecía al imaginarlo.
- Bien, pues me he traído a unos amigos, para que te follen como a una puta.
Alma sonrió, había imaginado aquella situación miles de veces y ahora iba a hacerse realidad. Su sexo ardía de deseo. Y antes de que pudiera decir nada más, empezó a sentir unas manos acariciando sus senos, eran las de alguien que estaba a sus espaldas, besándole la nuca suavemente. Sintió otra mano manoseando su sexo, comprobando la humedad y una voz a la altura de su sexo que decía:
- ¡Joder, esta ardiendo esta puta, su coño parece una fuente!
Era una voz desconocida para ella y estaba segura que no era de nadie de la oficina. Sintió entonces otras manos, separando sus nalgas y una lengua tratando de lamer su agujero posterior, era otro hombre. Había tres, tres serían los amantes de esa noche, o cuatro, pues no estaba segura de que su misterioso amante pudiera se uno de aquellos tres que la estaban magreando. La ávida lengua penetró en su agujero trasero y todo su cuerpo se estremeció. Mientras las manos que acariciaban sus senos seguían haciéndolo, sobándolos y apretando los pezones, causándole incluso cierto dolor. El otro hombre, le había obligado a abrir las piernas, y lamia su clítoris con la lengua. Empezó a sentir que le flaqueaban las piernas.
- ¿Por qué no la ponéis sobre el sofá? – Sugirió su amante, del cual oyó la voz algo alejada de ellos, es decir, que no estaba entre los tres hombres que la manoseaban.
- ¡Ah, sí! – gimoteó Alma.
- Esta bien, haremos lo siguiente – dijo el que estaba lamiendo su clítoris – Yo me sentaré en el sofá, y la chica sobre mí y dejaré su culito libre para el que quiera follársela por ahí.
- Esperad – protestó Alma un tanto confundida aún por la situación - ¿No vais demasiado deprisa?
- No, tú ardes como una tea y nosotros también estamos deseoso de probar a una buena puta como tú, ¿para que ir más despacio? Además somos tres, para follarte, cuatro si contamos a tu querido príncipe, no podemos andarnos por las ramas.
Alma no dijo nada más, se dejó hacer por aquellos hombres y como había dicho el que la llevaba ahora en brazos, este se sentó en el sofá con ella encima, palpó su húmedo sexo que realmente chorreaba jugos por lo excitada que estaba con aquella situación y guiando el erecto pene hasta la vulva, la penetró. No tardó en acercarse el segundo que los hombres que había hablado y diciéndole al otro:
- Ábrele bien ese culito que seguro que también arde como el coñito.
Alma se estremeció y sintió como las masculinas manos abrían sus nalgas y un pene se situaba entre ellas empujando. Gimió cuando notó como entraba el glande y continuó haciéndolo cuando el resto de la verga se metió en el estrecho agujero, ya un poco más agrandado tras la anterior sesión con su amante. Se sentía llena, y como si estuviera en otro mundo, un mundo donde sólo cabía el placer y la sensación de sentirse la más puta de todas las mujeres, como siempre había deseado. Pensó que aquello sólo podía conducirla a la más grande locura sexual de su vida. Pero era feliz, estaba cumpliendo su fantasía y se sentía llena, deseada y feliz; así que se dejó llevar. Los dos hombres empezaron a moverse alternativamente, haciendo que sus vergas entraran y salieran del cálido refugio femenino. Mientras su otro compañero protestaba:
- Y ¿Yo qué?¿Dónde la meto?
- En esta linda boquita – sugirió el que estaba frente a ella, tras besarla suavemente.
No tardó el tercero de los hombros en apoyar el glande sobre los femeninos labios, para que Alma supiera que podía abrir ya la boca y recibirle. Ella lo hizo y enseguida se encontró con la larga verga alojada en su boca y tratando de chuparla mientras el hombre tiraba de su pelo para follarle la boca.
En pocos segundos, los tres hombres alcanzaron una armonía perfecta con el cuerpo de la chica entre los suyos, atrayéndola, alejándola, metiéndosela, sacándola. Ahora de la boca, ahora del culito, ahora del coñito; un empujón fuerte por el coño, otro por el culo y el tercero por la boca, y entre tanto Alma gemía y se deshacía de placer mientras su misterioso amante observaba la escena abstraído, excitado y pensando que el ataque final de aquella noche sería sólo para él.
Alma gemía cada vez más, y cada vez se sentía más llena, el orgasmo empezaba a nacer entre sus piernas extendiéndose por todo su cuerpo, hasta que empezó a cabalgar a los hombres, a ser ella quien llevaba la situación para finalmente rendirse al placer gimiendo y convulsionándose como nunca antes lo había hecho, también ellos estaban a punto de correrse, primero lo hizo el que la follaba por el culo, díó un par de fuertes empujones después de que ella se hubiera corrido y se vació en aquel tierno culito. Seguidamente Alma sintió el líquido salado llenando su boca, y su compañero empujando con fuerza hacía su garganta, Alma tragó todo lo que pudo pero antes de terminar, sintió como el que la estaba follando por el coño también se corría salvajemente, empujando su ingle contra la de ella, adentrándose en su vagina hasta vaciarse por completo. Alma cayó exhausta sobre el sofá, y los tres hombres la dejaron allí tendida.
Uno de ellos le dijo a su misterioso amante:
- Tienes una buena putita. Aquí tienes lo acordado.
Alma entendió desde su ceguera obligada que le estaban pagando con dinero. Pero exhausta como estaba ni siquiera se atrevió a protestar, además había cumplido otra de sus fantasías, ya sólo le quedaba una por cumplir, pero ¿Cuándo sería eso? Alma oyó que los hombres se alejaban por el pasillo y luego oyó la puerta cerrarse. La asustó entonces, escuchar la voz de su misterioso amante frente a ella preguntándole:
- ¿Cómo te encuentras? ¿Estas bien?
- Sí, estoy muy bien – musitó.
En realidad, se sentía cansada, cansada pero feliz.
- Bien, pues aún te queda un último trabajito por hoy, princesa – le dijo su amante cogiéndola del brazo y haciéndola poner en pie.
A ciegas la llevó hasta la mesa, la hizo inclinarse sobre ella mostrándole el culito y haciendo que pegara las tetas sobre la fría superficie de madera. Observó aquel culo que tanto veneraba y tanto le gustaba, que tan buenos momentos le estaba dando. Lo acarició suavemente, luego cogiendo a Alma de los brazos, hizo que los extendiera y se cogiera al borde de la mesa, y con sus manos resiguió los brazos acariciándolos, continuó por el femenino cuerpo acariciando suavemente cada centímetro de su piel. Llegó hasta las nalgas que también acarició con suavidad, luego introdujo sus dedos entre las piernas, buscó el clítoris, lo masajeó unos segundos haciendo estremecer a la muchacha, luego llevó los dedos hasta la vulva, apartó los labios vaginales y los metió en el cálido agujero; Alma gimoteo y él pudo sentir lo húmeda que estaba y lo llena de semen que sus amigos la habían dejado, aquello lo enloqueció, lo excitó aún más y sin más preámbulo llevó su sexo erguido hasta aquel agujero y empujando con fuerza penetró en él. Alma sintió como su amante arremetía con ímpetu y la empujaba contra la mesa haciendo que esta se le clavara en las ingles. Gimió y dejó que su amante la follara así, que la maltratara, por que las siguientes arremetidas fueron igual de fuertes o más, su misterioso amante parecía un animal en celo dispuesto a darle otro nuevo orgasmo lo antes posible. Alma aguantaba las acometidas, sujetándose en el borde de la mesa y empujando hacía su amante y cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo, sintió como él sacaba su sexo de aquel calido refugio y lo metía con el mismo ímpetu en el culo de la joven. Alma gritó:
- ¡Aaaahhh!
Pero su amante ni se inmutó, siguió arremetiendo, sintiendo como el ano femenino se amoldaba a su sexo, como el caliente semen del otro hombre lo enloquecía. Así y como había hecho con el femenino coño empezó a empujar salvajemente, obligando de nuevo a la chica a sujetarse firmemente en el borde de la mesa. En cada arremetida ella lanzaba un grito no sólo de placer sino también de dolor. Dolor y placer mezclados en aquella extraña pero placentera sesión de sexo que la debilitaba cada vez más, deseaba que él terminara, que se vaciara por fin en ella porque temía no poder aguantar más aquellas embestidas, sobre todo cuando empezó a sentir el orgasmo renaciendo en su culo, y extendiéndose poco a poco por todo su sexo hasta hacerla explotar en un maravilloso éxtasis. El hombre sintió como el ano de la joven se contraía alrededor de su verga y eso también lo llevó a la locura del orgasmo, haciendo que se vaciara por fin en aquel castigado agujero. Cuando ambos dejaron de convulsionarse, y el hombre se apartó de Alma, esta aflojó sus manos de la mesa, sintió como las piernas le flaqueaban y empezó a caer al suelo. Su amante la recogió antes de que su culo besara el suelo, la alzó en sus brazos y cuidadosamente, a pesar de que él también estaba rendido, la llevó hasta la habitación depositándola en la cama. A continuación se tumbó junto a ella y ambos cayeron en un profundo sueño.
Cuando despertó, algunas horas más tarde, parecía estar sola en la habitación. Aún llevaba la venda puesta y no se atrevió a quitársela, hasta que palpó a su lado y vió que no había nadie, e inmediatamente escuchó una grabación con la voz de su misterioso amante que le decía.
- ¡Buenos días, princesa! Tienes el desayuno en la cocina, he hecho tostadas, zumo, lo que quieras. Si quieres ducharte, el baño está saliendo de la habitación la primera puerta a la izquierda y te he dejado un traje de chaqueta y una blusa encima de la cama para que puedas ponerte ropa limpia, verás que no hay ropa interior, es que prefiero que no te pongas. Nos veremos, princesa, que tengas un buen día.
Alma se levantó y se dirigió a la ducha, luego se vistió con la ropa que él le había indicado. La blusa era semitransparente y se le notaban los pezones, menos mal que podía ponerse la chaqueta del traje para disimular un poco. Seguidamente desayunó y salió del piso. Al llegar a la zona de los buzones se detuvo para ver si estaba escrito el de su misterioso amante, pero no, el buzón no tenía ningún nombre. Decepcionada salió hacía su trabajo.
El resto del día fue tranquilo y sin noticias de su misterioso amante, hasta que a eso de las cinco de la tarde su jefe la llamó a su oficina y le dijo:
- Tienes que ir a esta dirección a las afueras de la ciudad, a recoger un paquete importante. Puedes ir por la comarcal - le sugirió su jefe.
- De acuerdo – aceptó Alma, a pesar de que le molestaba tener que hacer un viaje, por corto que fuera, casi a última hora.
Tras recoger su mesa salió en el coche hacía la dirección que su jefe le había dado. Por el camino no dejaba de recordar la situación vivida la noche anterior, aun se sentía algo escocida. Cuando cogió la carretera comarcal a los pocos minutos vió un policía que la seguía y tras algunos kilómetros este le hizo indicación de que se parara en el arcén. Alma obedeció maldiciendo su suerte y detuvo el coche en el arcén esperando que el policía se acercara…

sábado, 1 de junio de 2019

EL AMANTE MISTERIOSO. CAPITULO 4. EL CASTIGO

El hombre ni siquiera contestó, se limitó a colgar. Alma se sintió entonces sola, sola ante un desconocido, que probablemente la estaba mirando, vigilando. Se levantó del sofá, le temblaban las piernas. Se acercó a la ventana y observó, la pareja de novios había desaparecido ya de su vista, y no se veía a nadie más, buscó en la ventana que tenía justo enfrente pero no pudo ver nada fuera de lo normal, sólo cortinas echadas y oscuridad. Se dirigió al baño y se introdujo en la ducha, lo mejor era eso, pensó, ducharse y tratar de no pensar demasiado en su misterioso amante. Aunque le resultaba difícil, ya que al quitarse el masturbador pensó en él, y luego, mientras se frotaba con la esponja por todo el cuerpo y sobretodo el sexo, y cuando salió de la ducha y se secó, y volvió a ponerse el masturbador, no dejó de pensar en todos los momentos de placer que le había dado y sobretodo en quien sería, quizás Ricardo, su compañero de mesa; pensó, porque era uno de los pocos que sabía perfectamente donde vivía y que podría haber alquilado un piso justo enfrente del suyo, ya que era soltero y no tenía que dar explicaciones a nadie. Sí, quizás fuera él, aunque su carácter, no, inmediatamente pensó que no podía ser. Aquel hombre que la controlaba que la tenía en sus manos y la había convertido en su juguete y hacía con ella lo que quería era un hombre de carácter fuerte, con un gran dominio de sí mismo y que sabía muy bien como tratarla, como conseguir que hiciera lo que él quería sólo con sus palabras, así que Ricardo no podía ser, pensó Alma. Su misterioso amante era ahora su dueño y señor, dueño de sus deseos, dueño de su placer, dueño de sus actos...Inmersa en esos pensamientos se metió en la cama y aunque le costó, finalmente pudo conciliar el sueño.
Cuando despertó estaba atada, con los brazos y las piernas extendidos formando una equis y los ojos vendados, se revolvió asustada.
- Tranquila, no pasa nada, estoy aquí – dijo con voz susurrante su misterioso amante en su oído.
Alma se quedó quieta entonces, pero inmediatamente una pregunta le surgió. ¿Cómo había entrado? Estaba segura que antes de meterse en la cama había comprobado que la puerta estuviera bien cerrada y antes de que pudiera preguntar su amante le dijo:
- Cogí tu llave de repuesto el otro dia – parecía que hubiera adivinado lo que pensaba – Bueno, ya te dije que tendrías un castigo, así que aquí estoy.
Alma sintió que algo se movía sobre su cuerpo, una especie de tira de un material semiduro, quizás piel, pensó o cuero. Sintió como la tira descendía por su cuerpo y lo abandonaba y finalmente como esta caía sobre sus senos haciéndola gritar por el dolor que el fuerte golpe le causó.
- No grites – le ordenó su amante – no quiero escuchar ni un solo grito de dolor. Este es tu castigo y lo soportarás estoicamente.
Alma hizo lo posible por acallar los siguientes gritos de dolor, mientras los golpes caían sobre sus sensibles senos uno tras otro. Repentinamente los azotes pararon y tras unos segundos de espera Alma sintió los dedos de su amante rozando sus labios vaginales, parecía estar embadurnando su sexo con algo, alguna crema que la quemaba, que hacía que sus labios vaginales ardieran. Luego sintió algo introduciéndose dentro de ella, algo que también ardía y que hacía que su vagina ardiera, era un vibrador, probablemente embadurnado con la crema. Alma trató de aguantar aquel ardor, mientras su amante le susurraba:
- Hoy aprenderás que sólo yo controlo tu placer, tu deseo, tu orgasmo, ¿entiendes? Sólo yo, nadie más, ni siquiera tú.
Tras esas palabras el vibrador empezó a funcionar y Alma se estremeció; era extraña la sensación de ardor y placer que sentía, extraña pero también agradable y de nuevo, cuando su orgasmo empezaba a nacer su amante detuvo la vibración del aparato. Alma se sintió frustrada. Luego lo sacó, colocó un cojín, bajo los riñones de la chica, de modo que su culo y su sexo quedarán un tanto elevados. Durante unos segundos Alma sintió que él se movía por la habitación, la espera se le hizo eterna, pero enseguida volvió a sentir sus manos sobre su cuerpo. El hombre acarició el vientre de la muchacha, luego sus senos, tersos, suaves, excitados y finalmente Alma sintió que algo oprimía sus pezones, algo que le hacía daño. Su amante le había colocado una pinza de ropa sobre cada uno de ellos. Alma gimoteó dolorida. Tras eso, las manos de él descendieron hasta el sexo de ella, lo acarició y de nuevo, tras las caricias, Alma sintió un pinzamiento en sus labios vaginales, primero sobre el izquierdo y luego sobre el derecho. A continuación, el hombre murmuró:
- Perfecto, ahora sólo queda el toque final.
Alma se estremeció tratando de imaginar cual sería ese toque final. Y no tardó en descubrir cual era, sintió como algo empujaba hacia el interior de su vagina, Alma se asustó un poco al notarlo, pues era algo más grueso que el miembro de su amante y más duro también.
- Es una funda de Jelly que me he puesto – le aclaró él – hace que mi sexo sea más grueso y largo, veremos si eres capaz de soportarlo.
Alma se tranquilizó, aún así con los nervios por la situación sintió cierto dolor cuando el enfundado pene empezó a penetrarla y un:
- ¡Ah! – Salió de su garganta.
Su amante ni se inmutó, en realidad, estaba disfrutando de aquel momento, de la expresión entre placentera y dolorosa que reflejaba el rostro sudado de su tierna amante. El hombre deslizó su verga un poco más hacía aquel cálido agujero y Alma se quejó nuevamente, se detuvo y esperó unos segundos, luego cogió a la muchacha por las caderas y se hundió en ella hasta el fondo. Alma gimoteó de nuevo.
- Bien, parece que tu coñito lo ha soportado bien, veremos luego como va por el culito que es más estrecho – anunció el hombre y empezó a moverse dentro y fuera, empujando y alejándose de aquel húmedo sexo que lo recibía.
Alma se sentía llena con aquel extraño pene en su interior, y el inicial dolor que había sentido iba desapareciendo con cada embestida que su amante le propinaba. Quizás por eso, porque él veía que estaba disfrutando, el hombre sacó su pene del refugio. Desató los tobillos de Alma y elevó su piernas hasta depositarlas en sus hombros. Él estaba de rodillas frente a la chica, lo que hacía que esa posición elevara bien las piernas de la muchacha y le dejara el culito a disposición de su armado pene.  El hombre abrió bien las femeninas nalgas, las acarició con suavidad, buscó el estrecho agujero del ano y lo acarició también haciendo estremecer a Alma, seguidamente introdujo un par de dedos y Alma gimió. A continuación, sacó los dedos y abrió bien sus posaderas, acercando su enfundada verga al agujero posterior. Alma asustada gimoteó:
- ¡No!
- ¡Shhh, sabes que no eres tú quien manda aquí y que debes cumplir el justo castigo! – Dijo él con firmeza, rozando ya el ano de la muchacha.
Esta intentó revolverse un poco, alejarse temerosa del dolor que sabía le iba a producir aquella penetración, pero él la sujetó firmemente por las caderas, abrió de nuevo la nalgas de Alma, guió el falo hasta el agujero y empujándola firmemente hacía sí, hizo que la punta entrara en el estrecho agujero.
Alma se quejó, aquella penetración le dolió casi tanto como la primera vez que fue penetrada por ese lugar, no sólo por el grosor del pene sino también porque su misterioso amante no se había preocupado de estimularla antes convenientemente. Pero trató de soportarlo, pues como acababa de decir él, formaba parte del castigo por haber desobedecido. Poco a poco, el hombre fue penetrándola, aunque le resultó algo costoso, ya que era evidente que aquel agujero no estaba acostumbrado a dicho tamaño y era menos elástico que la vagina. Cuando la tuvo casi completamente dentro empezó a empujar sin dejar de mirar a la muchacha a la cara, la cual reflejaba el dolor que esta sentía. El hombre tuvo la delicadeza de moverse lentamente para dejar que el estrecho culito se acostumbrara al grosor del aparato, cuando este empezó a ceder y hacer más fácil la penetración, el hombre comenzó a acelerar sus movimientos, embistiendo cada vez más velozmente el castigado culito de la muchacha, que no tardó en empezar a gemir placenteramente. Su cara había cambiado de expresión y ahora el placer se dibujaba en ella, lo que animó al hombre y siguió empujando una y otra vez, pero cuando notó que Alma estaba a punto de alcanzar el orgasmo se detuvo y permaneció quieto unos segundos, luego volvió de nuevo a embestirla hasta que de nuevo notó que estaba al borde del orgasmo. Estuvo torturándola de esta manera durante unos minutos más, haciendo que llegara al borde del orgasmo y deteniéndose cuando eso sucedía.
Alma sentía que esa tortura era peor que el dolor causado por los azotes o incluso por el grueso aparato penetrando en su estrecho agujero y finalmente le suplicó:
- No puedo más, deja que me corra, por favor.
El hombre no dijo nada, sólo se dejó ir por última vez, empujando con firmeza hasta que sintió que ella se corría y tras un par de fuertes empujones también él se corrió. Soltó a la chica y la dejó descansar sobre la cama, le desató las manos también y susurrándole al oído dijo:
- Ahora duerme y descansa.
Alma realmente estaba cansada, pero en un último momento de lucidez antes de caer en el sueño dijo:
- El trabajo.
- No te preocupes por eso, he llamado antes de atarte a la cama y hoy no tienes que ir.
Tras oír esas palabras cerró los ojos y cayó en un profundo sueño.
Cuando despertó no se oía absolutamente nada en la casa, abrió los ojos, pero aún llevaba la venda puesta. Se la quitó, y se levantó de la cama. Estaba desnuda, completamente desnuda y al ver la rojez en sus senos recordó lo sucedido, además sobre la mesita de noche estaba la funda de pene que su amante había utilizado y debajo una nota. Alma la cogió y la leyó:
"Es un recuerdo de mi castigo y además así tendrás algo con lo que poder hacerte una idea de mí, de cómo soy" decía la nota.
Alma miró la funda. Luego volvió a dejarla sobre la mesita y se dirigió a la ducha.
Durante los siguientes días Alma no supo nada de su misterioso amante, no la llamó, ni apareció por el Messenger, ni siquiera cuando observaba el piso de enfrente del suyo vió nada ni nadie, parecía que hubiera desaparecido y eso hacía que se sintiera aún más perdida y asustada que cuando él estaba y sabía que la observaba. Pensó un par de veces en ir al edificio de enfrente y buscar su nombre en los buzones para averiguar si era alguien a quien conocía, pero no se atrevió por temor a sufrir otro castigo. También pensó varias veces en masturbarse, pues usar el masturbador cada día aún sin que se pusiera en marcha, la excitaba, pero también esa idea la desechó por miedo al castigo ya que estaba segura que su misterioso amante la observaba. En el trabajo trató de averiguar si faltaba algún compañero, pensando en así podría saber quien era, pero ninguno de los que ella conocía y pensaba que podía ser su misterioso amante no faltaron aquella semana.
Y había pasado ya una semana cuando al entrar en su piso, una tarde, al regresar del trabajo, apareció de nuevo él. Alma ni siquiera se lo esperaba, cerró la puerta tras de sí y antes de que le diera tiempo a encender la luz su voz le suplicó:
- No la enciendas.
Estaba bastante oscuro y no podía verle, pero podía sentirlo detrás de ella, sentía su aliento, su cuerpo rozando el suyo y eso la excitó.
Alma sintió como se pegaba a ella, y le hacía sentir el evidente bulto que crecía entre sus piernas, la cogió por la cintura y deslizó la mano hasta su sexo, le subió la falta, apartó el masturbador y empezó a masajear el clítoris. El sexo de la muchacha estaba totalmente inundado de jugos lo que facilitó las caricias. Alma gimió, apoyando su cabeza sobre el hombro de su amante, jadeaba excitada, mientras la mano de él se hundía en su sexo, y lo sobaba. Llevaba días deseando aquello, por eso Alma se atrevió, por fin, a llevar sus manos hasta el hinchado paquete de su amante, le bajó la cremallera, apartándose un poco de él e introdujo sus manos bajo el pantalón. Le sorprendió comprobar que no llevaba calzoncillos. Entretanto, él seguía hurgando en su vulva y había metido un par de dedos dentro, los movía como si fueran un pequeño pene, lo que hacía que Alma jadeara cada vez más apasionadamente. Para entonces, Alma ya había logrado sacar el miembro viril de su refugio y lo estaba acariciando suavemente, aunque no le era fácil debido a la posición, por eso decidió girarse hacía su amante. Este enseguida adivinó lo que ella pretendía y sacando los dedos del cálido refugio femenino, dejó que ella se arrodillara frente a él. A pesar de la oscuridad, Alma se manejaba perfectamente, y enseguida sintió el glande chocar con sus labios. Asió la verga por la base, abrió la boca y se introdujo el hermoso aparato, empezando a lamerlo. Le sabía delicioso, y estuvo un buen rato aplicándose sobre él, chupeteándolo, lamiéndolo, saboreándolo, mientras él dirigía sus movimientos con sus manos, que tenía enredadas en el pelo de la muchacha. El hombre gemía, cada vez más fuerte, mientras ella sentía como el masculino pene se hinchaba dentro de su boca, seguro que no tardaría en correrse, y así fue. Su amante le sujetó la cabeza con firmeza para que no la apartara y empezó a vaciarse dentro de la boca de ella. Alma trató de tragar, aunque le costó un poco, pues la corrida era abundante. Tosió porque casi se ahogaba pero en ningún momento abrió la boca ni se retiró. Trató de recuperarse y tragar el elixir que su amante le ofrecía. Y sin saber porque cuando él terminó de correrse, ella se sintió orgullosa, orgullosa de haberle dado placer a su amante. El hombre también se sentía agradecido con ella. Hacía una semana que no se desahogaba y la había echado mucho de menos. Además había deseado aquello un millón de veces y por fin, ella se había entregado a mamarle la polla sin que él hubiera tenido que pedírselo. Sin duda la tenía en sus manos.
Tras eso Alma se puso en pie, el hombre guardó su aparato y sacando unas llaves del bolsillo del pantalón se las entregó a ella depositándolas en su mano mientras le decía:
- Estas son las llaves de mi casa, debes ir allí esta noche a las diez en punto. No te retrases.
Seguidamente le dio un tierno beso en la mejilla y salió del piso cerrando la puerta tras de sí. Alma encendió la luz. Seguía sintiéndose caliente, excitada, aunque aún tenía la falda arremangada en la cintura y el masturbador a media pierna, se lo colocó perfectamente y no tardó ni cinco segundos en notar como este empezaba a vibrar, seguía detrás de la puerta, sin duda, pensó Alma. El aparato estuvo masajeando su sexo durante un rato, que a Alma le pareció cortísimo, pero fue suficiente para alcanzar el ansiado éxtasis, que la llevó a emitir aquel apagado grito, tras el cual, el aparato volvió a detenerse. Alma se dejó caer al suelo, sentada con la espalda apoyada en la puerta. Miró las llaves que aún tenía en la mano, llevaban un llavero con el número de piso y puerta. Se sintió emocionada, por fin entraría en su casa y quizás así podría saber quien era él.
El resto de la tarde se le hizo larguísimo a Alma, parecía que los minutos pasaran lentamente, incluso aprovechando el tiempo para ducharse, peinarse y arreglarse a conciencia para la cita. A la nueve, cenó algo ligero, luego se puso un vestido escotado, negro de tirantes, sus tacones a juego y salió del edificio dispuesta a todo, pero sobre todo a descubrir quien era en realidad su misterioso amante, ese que ocupaba todos sus deseos, sus sueños húmedos, su placer.
Salió de su casa, cruzó la calle, al llegar al otro portal oyó el ruido del timbre que abría la puerta, empujó y entró. Subió al ascensor, hasta el tercer piso y al sacar la llave de su bolso, el corazón empezó a irle a cien por hora, estaba nerviosa, miró la cerradura, luego la llave y finalmente se decidió a meterla, la giró, la puerta se abrió y entró. Encendió la luz, cerró la puerta, y pegado en esta vió un papel que decía lo siguiente: "Entra en el comedor, quítate la ropa, ponte la venda que encontrarás sobre la mesa y espera." Alma obedeció, entró en el comedor, dejó su bolso sobre el sofá, se desnudó por completo y se puso la venda en los ojos. Seguidamente oyó la puerta abriéndose…

lunes, 15 de abril de 2019

EL AMANTE MISTERIOSO CAPITULO 3 TRES

Cogí el móvil y respondí:
- ¿Diga? – El masturbador se detuvo.
- Hola preciosa.
- Hola – respondió Alma nerviosa.
- Necesito que me hagas un favor – dijo la atractiva voz del amante.
- Sí, dime – respondió Alma sin pensárselo.
- Subirás a tu piso y dejarás la puerta entreabierta, te dirigirás a tu habitación, te quitarás la ropa, te vendarás los ojos con un pañuelo y te acostarás en la cama boca abajo y me esperarás. ¿Vale?
- Sí, como tu quieras – aceptó Alma sumisa. Y con sólo pensar que él estaría con ella en su habitación sintió que todo su cuerpo se excitaba.
Alma colgó y subió a su piso. Dejó la puerta entreabierta como le había ordenado su amante misterioso y luego se dirigió a su habitación, haciendo todo lo que él le había pedido. Se acostó sobre la cama bocabajo y se vendó los ojos. Esperó unos segundos, tal vez minutos que se le hicieron eternos, hasta que escuchó la puerta cerrarse y unos pasos avanzando por el pasillo hasta llegar a la habitación. Alma estaba nerviosa, pero también excitada, ardía de deseo después de todo el día sintiendo el masturbador dándole placer a ratos. Tenía la entrepierna muy húmeda y sólo deseaba que su amante la poseyera.
Alma oyó ruidos a su alrededor, sobre todo de ropa rozando, quizás su cuerpo, pensó Alma, desnudándose. Aún tenía el masturbador entre las piernas y sintió como el hombre se lo quitaba cuidadosamente y tras hacerlo, acariciaba su entrepierna comprobando la humedad. Alma se estremeció sin remedio.
- Perfecto – musitó el hombre, que tomándola por las caderas, la hizo subir el culo y colocarse en cuatro.
Tras eso abrió las nalgas y las lamió. Alma gimió. El hombre la hizo girar sobre la cama quedando esta atravesada en ella. Y a continuación sintió las manos del hombre acariciando su sexo suavemente y también una polla chocando con su boca, cosa que sorprendió enormemente a Alma, había alguien más en la habitación. Descubrir que no estaban solos hizo que Alma se pusiera nerviosa y su corazón empezara a latir a cien por hora. Estaba desorientada y no era capaz ni de abrir la boca.
- Creo que esta putita se ha asustado – dijo una voz desconocida para ella, mientras la polla empujaba en sus labios.
Sintió un cachete en sus nalgas y la voz de su amante diciéndole:
- Abre esa boquita y chupa la polla de mi amigo, venga.
Alma obedeció a pesar de los temores que crecían en ella ante aquella extraña y descontrolada situación, abrió la boca y dejo que la extraña polla la ocupara, y empezó a lamerla como pudo, mientras detrás de sí, su amante masajeaba y lamia su sexo haciéndola estremecer sin remedio. Gimió manteniendo la polla en su boca, que trataba de chupar al ritmo que le marcaba aquel nuevo amante.
Por detrás, su amante, le estaba introduciendo ahora un par de dedos en su vagina y los movía en sentido rotatorio provocándole un nuevo estremecimiento, inmediatamente sintió su pene, empujando, tratando de ocupar el puesto que los dedos acababan de dejar libre. En su boca, el pene del otro hombre, seguía balanceándose, entrando y saliendo, follando aquella boca, porque eso era lo que hacía el extraño, follarle la boca empujando con fuerza y tratando de meter la polla hasta la garganta. Alma aguantaba las arremetidas como podía, mientras por detrás, ahora sentía las embestidas de su amante.
Alma sintió como la polla que tenía en la boca se hinchaba cada vez más y como el hombre gemía, sin duda estaba a punto de llegar al orgasmo. Y efectivamente, no tardó mucho en descargar toda su leche en la boca de la muchacha que trató de tragar todo lo que pudo.
Por detrás, su amante seguía empujando, haciendo que toda su verga entrara y saliera una y otra vez, de la húmeda y excitada vulva femenina. Alma empezó a gemir ahora que tenía la boca libre y podía hacerlo placenteramente, sintiendo las fuertes arremetidas que su amante le propinaba, sin duda él también estaba sumamente excitado. Hasta el apunto de alcanzar el orgasmo; y tras el desahogo su amante abandonó el calido refugio de sus piernas. Alma sintió que ambos hombres estaban en la habitación pero la habían dejado abandonada sobre la cama a cuatro patas, desorientada. Unos segundos mas tarde, notó que uno de los hombres la hacía levantar, y luego ponerse sobre él encima de la cama ambos acostados, guiando su erecta verga a la húmeda vagina femenina. No sabía quien de los dos era, y eso aún la excitaba más. El hombre la abrazó, llevó sus manos hasta las poderosas nalgas femeninas que habían quedado expuestas y se las abrió, inmediatamente, Alma sintió una verga invadiendo aquel agujero posterior, la excitación de la muchacha subió varios grados al comprobar que se estaba haciendo realidad una de sus fantasías, ser follada por dos hombres a la vez.
El que la penetraba por detrás, empujó despacio, haciendo que la verga avanzara por el estrecho agujero centímetro a centímetro, hasta sentir como chocaba con el otro separado por una fina membrana. Alma gimió, se sentía llena y aquello era el delirio para ella. No tardaron mucho ambos hombres en moverse, en hacer que sus vergas entraran y salieran de los húmedos agujeros femeninos, primero despacio y tratando de acompasar perfectamente los movimientos, cuando uno entraba, el otro salía y así alternativamente. Alma empezó a gemir cada vez más fuerte, aquello era mejor de lo que jamás hubiera soñado. Ambos hombres también empezaron a gemir, y por el tono de sus gemidos, Alba adivinó que era su amante misterioso el que le daba por el culo. La habitación se llenó de placer y sensualidad, los tres cuerpos se armonizaban a la perfección, dándose goce. Alma sintió que iba a morir de excitación cuando el orgasmo empezó a renacer entre sus piernas, era algo que jamás había sentido antes, nacía en su entrepierna, se extendía hasta su culo y brotaba luego por todo su vientre, haciéndola gemir como nunca antes había gemido, casi grito como una posesa, y terminó derrumbándose sobre el misterioso hombre que tenía enfrente. Ellos continuaron empujando alternativamente hasta que pronto ambos alcanzaron también el orgasmo.
Terminada la sesión, su amante despidió al otro hombre dándole las gracias. Luego se quedó un rato junto a ella, abrazándola, sin quitarle la venda de los ojos.
- ¿Te ha gustado? ¿Era lo que habías imaginado? – Le preguntó en un susurro, de modo que Alma no pudo distinguir su voz.
- Sí, ¿y ahora qué? – Preguntó Alma.
- Ahora me iré, después de colocarte otra vez el masturbador.
- ¿Volveremos a… vernos… pronto?
- No lo sé – respondió su amante con el mismo misterio de siempre, mientras se levantaba de la cama.
Tras lo cual, le colocó el masturbador a la chica, se vistió y salió de la habitación diciéndole a Alma:
- No te quites la venda de los ojos hasta que hayas oído la puerta cerrarse y por supuesto, no te va a servir de nada mirar por la ventana, ya que hay una salida trasera que no se ve desde tu piso…
Alma obedeció quedándose acostada sobre la cama esperando a oír la puerta, cuando esta sonó se quitó la venda, observó a su alrededor y vió como había quedado la cama después de la batalla campal desarrollada en ella. Se sentía feliz a pesar de todo, a pesar de que a veces su misterioso amante le hacía pasar miedo, a pesar de no saber quien era. E inmersa en esos pensamientos, la vibración del masturbador la hizo despertar. Gimió y se convulsionó y luego se paró de nuevo. Le gustaba aquella sensación de placer que el aparato le producía pero la ponía nerviosa el que nunca supiera cuando se pondría a funcionar y lo hiciera siempre cuando menos lo esperaba.
Gracias a Dios no volvió a sentirlo y finalmente pudo dormirse. Pero soñó que varios hombres la follaban, hombres desconocidos, que la llenaban de semen por todo el cuerpo y ella se sentía feliz, y por supuesto, su misterioso amante, encapuchado la hacía suya una vez más. Despertó sudorosa, ardiente, mojada. E irremediablemente sus manos se dirigieron a su sexo, pero al sentir el masturbador se detuvo recordando las palabras de su amante: "Yo controlaré tu placer, sólo yo, ni se te ocurra tocarte o acariciarte". Suspiró profundamente y pensó que lo mejor sería levantarse y tomarse una ducha fría, aunque la odiaba. Así que desechó la idea. Se levantó y se dirigió al comedor, iba desnuda, sólo con el masturbador entre sus piernas, que se movía a cada paso. Se acercó a la ventana, apartó la cortina ligeramente y observó la noche.
Observó el edificio de enfrente, todo parecía estar a oscuras, ni una sola luz encendida, pero una ventana más abajo de la suya los vió, era una pareja joven. Ella estaba asomada a la ventana, él detrás casi no se le veía en la penumbra de la habitación. Se movían con cierto frenesí, lo que hizo pensar a Alma que probablemente estaban follando, él empujaba y ella le recibía; observó la cara de la chica, por los gesto que hacía ya no le cabía ninguna duda, el placer se dibujaba en su rostro. Observar aquella excitante escena, hizo que Alma se sofocara y deseó que el aparatito alojado entre sus piernas se pusiera en marchar, pero... Luego ante el creciente deseo, pensó que si se masturbaba ella misma ¿Cómo se iba a enterar sus misterioso amante? Ahora no estaba cerca y... Apartó el aparato y sin perder detalle de lo que hacía la pareja, se acarició suavemente el clítoris, llevó su dedo hasta su vulva y al introducirlo... el ring del teléfono la sacó de aquel maravilloso momento, maldijo el aparato y se alejó de la ventana, para coger el auricular que estaba en el mueble, junto al televisor. Nada más cogerlo un:
-  Ni se te ocurra hacerlo – sonó al otro lado con voz firme. Era su misterioso amante, no sabía como, ni desde donde, pero era evidente que la veía, la había visto – Te dije que tu placer lo controlo yo, esto tendrá sus consecuencias – la amenazó.
Alma se sentía nerviosa y preocupada, ¿y si su misterioso amante era un loco, un loco que controlaba todos sus movimientos, un loco que sabía donde vivía y...?
- Por lo pronto descorre las cortinas y deja que te vea bien – le ordenó el hombre.
Alma asustada pensó que lo mejor era obedecer, se acercó a las cortinas y las abrió sin soltar el auricular, ya que el teléfono era inalámbrico.
- Muy bien, ahora siéntate en el sofá, de cara a la balconera, para que yo te vea.
Alma se sentó.
- Abre bien las pierna y quítate el masturbador.
Alma lo hizo sin soltar el auricular. Sentía la respiración de su amante a través de él y cada vez se sentía más asustada, pero también excitada. No se atrevía a preguntar, pero tenía tanta curiosidad por saber donde estaría, indudablemente sería en algún piso del edificio de enfrente, agazapado en la oscuridad, seguro.
- Bien, ahora tócate, mastúrbate para mí, ya que tienes tantas ganas – le ordenó su amante.
Alma sin decir nada, obedeció, llevó su mano hasta su sexo y empezó a acariciarse suavemente, introduciendo sus dedos entre sus pliegues, buscando el mágico botón del clítoris y rozándolo con suavidad. No tardo en empezar a gemir. El chico al otro lado del auricular la animaba diciendo:
- Sí, así, muy bien, sigue. Me gusta oírte gemir.
Alma seguía en la labor de darse placer, introdujo sus dedos en su vulva, los hundió, los sacó, los volvió a meter y comenzó a estremecerse intensificando sus gritos de placer, estaba a punto de alcanzar el orgasmo y su amante lo sabía, la conocía bien, conocía el tono de cada uno de sus gemidos, por eso le ordenó:
- Detente, saca los dedos de ahí y acaríciate los senos ahora. No quiero que te corras, no tan pronto. Este espectáculo es tan maravilloso que no quiero que termine aún.
Alma lo maldijo, pues estaba ardiendo de deseo y aquella interrupción la distrajo del objetivo de alcanzar el placer. Pero obedeció sin saber porqué, obedeció, quizás porque poco a poco aquel hombre a pesar de ser un desconocido para ella, empezaba a ejercer un gran poder, se acarició los senos con lascivia y pensó que si lo que él quería era un espectáculo erótico que eso era lo que iba a tener. Siguió manoseándose los pechos, mirando en frente con deseo, hasta que su amante volvió a ordenarle:
- Venga, ahora otra vez ese húmedo sexo, tócatelo, acaríciatelo.
Alma obedeció y descendió con sus manos hasta su sexo, volviendo de nuevo a acariciarse, a introducir sus dedos en su sexo, a follarse con ellos hasta casi llegar de nuevo al orgasmo, y de nuevo su amante la hizo detenerse.
- Ahora colócate de nuevo el masturbador, zorrita – le ordenó.
Alma lo hizo y esperó, enseguida el aparato se puso en marcha sorprendiéndola, indudablemente su amante estaba en el edificio de enfrente, quizás en el mismo piso, porque sino aquello no estaría funcionando. Alma cavilaba sobre ello, mientras sentía el placer que el aparato le producía, y a la vez el miedo de saber que él estaba tan cerca, que la observaba, que la vigilaba, lo que hizo que poco a poco el orgasmo fuera creciendo hasta explotar en un maravilloso éxtasis, mientras su amante le repetía por el auricular:
- Muy bien, así me gusta, perfecto, un espectáculo perfecto.
Finalmente cayó derrengada sobre el sofá, exhausta y satisfecha, pero también preocupada y antes de que él colgara se atrevió a preguntarle:
- ¿Dónde vives? ¿Estás cerca, aquí enfrente?