miércoles, 29 de noviembre de 2023

RUINED ORGASM

 Soy Dom, y tengo una sumisa, mi preciosa y amada sumisa Lee. No es algo que comparta con muchas personas, en realidad, no es fácil compartir y decir a la gente que soy Dom y que tengo una sumisa. Pero hoy quiero compartirlo con vosotros y contaros alguna de nuestras experiencias. No sé si sabréis lo que es un “ruined orgasm”. Veréis, en un orgasmo arruinado, los genitales de una pareja se estimulan hasta el borde del orgasmo y la estimulación se interrumpe abruptamente. A menudo, esto dará como resultado la experiencia frustrante de que no ocurra el orgasmo. Sin embargo, si el orgasmo es inevitable y ocurre después de que se haya eliminado la estimulación, será mucho menos intenso y satisfactorio que un orgasmo típico. Es algo que no suele gustarme a mi sumisa, pero que a veces practico porque creo que lo necesita, le hace saber cual es su lugar y quien controla su placer.


Para que lo entendáis mejor, os contaré una experiencia de “ruined orgasm” que he tenido con mi sumisa, precisamente fue anoche, después de todo el día pensando como sería la sesión, ya que generalmente planeo las sesiones antes y durante el día. Llegamos a casa. Cenamos y tras la cena le dije a mi sumisa:

— Lee, prepárate que vamos a jugar. Saca el cepillo del pelo y el de dientes y las cuerdas para atarte.

— Sí, Señor – me responde, ella solicita y empezando a sentirse excitada. Sé que se excita porque sus mejillas se sonrojan y sus ojos se iluminan cuando eso sucede.

Ella se dirige a la habitación empezando a prepararse, le doy unos minutos para que lo haga, mientras repaso mentalmente todo lo que tengo previsto hacer. Cuando ella me llama para decirme que ya está lista, me dirijo hacia la habitación. Efectivamente, ella está lista, desnuda completamente, con el collar puesto y en posición de espera.

Sobre la cama ha dejado los dos cepillos y las cuerdas. Camino a su alrededor, su respiración se hace más grave, otra señal de que está excitada y también a la expectativa, preguntándose que va a suceder.

– Manos a la espalda, señorita – le ordeno.

Y ella obedece y eso me gusta, me hace sentir satisfecho y orgulloso, incluso poderoso. Le ato las manos con la cuerda, y al terminar acaricio su cuerpo, sus hombros, bajando a sus pechos, luego por su vientre, a los costados, sus caderas, dirijo las manos a sus nalgas y las amaso y ella suspira, gime levemente, meto mi mano entre sus piernas, compruebo la humedad de su sexo, está realmente mojada y excitada.

— Dime de quién es este coño – le susurro al oído.

— Tuyo, Señor – responde ella.

— Muy bien, toda tú eres mía – le digo.

— Sí, Señor.

Aparto mi mano de ella y le ordeno:

— Dóblate sobre la cama, la cabeza sobre esta y el culo hacia fuera, sumisa Lee.

Y de nuevo, obedece. La postura es un poco extraña, humillante para ella, sin duda, pero sé que le gusta estar en esa posición, sometida a mí y dispuesta. Puedo ver la humedad en su sexo, más abundante si cabe que cuando la he acariciado antes. Acaricio sus nalgas, luego cojo el cepillo del pelo que es como una paleta rectangular pero con cerdas, lo coloco de modo que las cerdas queden sobre su culo cuando vaya a pegarle, y empiezo diciéndole:

— Cuenta Sumisa Lee.

Y dejo caer los golpes sobre su nalga derecha, uno tras otro, mientras ella cuenta y veo como su nalga se va enrojeciendo. Siento como mi sexo se pone en pie de guerra, como crece y empieza a dolerme por la excitación y el deseo. Trato de concentrarme en los golpes, en ella, que cuenta y cuando llega a diez me detengo, y entonces ella se estremece por la excitación que le producen los azotes. Me gusta ver como se retuerce sin poder evitarlo, porque eso certifica que se está excitando, que su coño quiere más. Me pongo al otro lado y repito la operación con su nalga izquierda. Ella cuenta y se excita, su culo se pone rojo y cuando termino se retuerce. Me encanta ver como se revuelve, como disfruta su placer. Suelto el cepillo sobre la cama. Y de nuevo le ordeno:

— Ponte de rodillas sobre la cama, con las piernas bien separadas.


Me acerco a ella, y acaricio su sexo, su clítoris, sus labios vaginales, meto un par de dedos dentro de ella, que entran muy fácilmente por lo lubricada que está. Siento como su sexo estruja mis dedos.  Está realmente excitada.

— La cabeza sobre la cama y el culo hacia arriba — le ordeno — ¿Estás cómoda? – le pregunto.

— No, la verdad es que no, Señor — responde ella.

— Levanta.

Pongo dos cojines uno sobre otro frente a ella y le indico:

— Ahora túmbate apoyándote en los cojines.

Lo hace, ahora si parece estar más cómoda. Cojo el cepillo de dientes y lo pongo en marcha, lo acerco a su clítoris, y ella se estremece al sentir el roce, lo muevo por todo su sexo, arriba, abajo, por el clítoris, los labios vaginales y ella empieza a gemir y eso me gusta, me encanta. Se que está casi a punto de llegar al orgasmo, por lo que quito el cepillo de su sexo, la dejo descansar un poco, luego acerco mis dedos a su sexo y lo acaricio. Busco su clítoris, lo acaricio y siento como ella se retuerce.

Vuelvo a coger el cepillo y de nuevo, lo pongo sobre su clítoris, ella se retuerce, lo mantengo ahí un rato, luego lo muevo por todo su sexo, mientras ella sigue retorciéndose. Vuelvo a ponerlo sobre su clítoris y entonces ella me avisa:

— Señor, me voy a correr.

Sé que aún le falta un poco para llegar al punto de no retorno, así que dejo el cepillo sobre su clítoris un poco más. Y cuando sé que ya ha llegado, sacó el cepillo y no tarda mucho en correrse, lo sé, lo veo porque su sexo se convulsiona y ella también y además gime con más intensidad y sobre todo protesta:

— ¡Oh, no Señor!

Sé que no le gusta correrse de esta manera, tener un “ruined orgasm”, porque es menos intenso que un orgasmo en condiciones normales y porque es un orgasmo que ella no controla y no le da el placer que realmente necesita para desahogarse. Cuando termina, la desato, le doy una palmada en el culo y le digo:

— Hemos terminado por hoy, vamos a cenar.

Se incorpora a la vez que me responde seriamente:

— Sí, Señor.

Sé que está frustrada y enfadada consigo misma por no haber podido evitar el orgasmo. Por eso, antes de que se vista, la abrazo y le susurro al oído:

— Los ha hecho muy bien.

Nos quedamos un rato abrazados, hasta que decidimos que tenemos hambre y debemos ir a cenar.

Entré los dos preparamos la cena, una ensalada y una par de huevos fritos. Ella pone la mesa mientras yo hago los huevos. Nos sentamos a comer y entonces le ordeno:

— Ponte bajo la mesa y chúpamela.


Ella obedece, aunque sé que no le gusta estar bajo la mesa mientras yo como dándome placer. Pero lo hace, me desabrocha el pantalón, saca mi polla que sigue erecta y empieza lamiéndola, primero suavemente, se mete el glande en la boca, lo chupa, disfruta de él como si fuera un helado. Se la mete aún más adentro, tiene casi la mitad en la boca, yo siento como chupa, como juega con mi polla, siento la humedad de su boca en mi polla y siento como se me pone aún más dura. Acaricia mis huevos con una de sus manos y eso dispara mi placer, empujó con mi polla hacía su boca y se la meto aún más. Ella trata de chupar lo mejor que puede, lo hace muy bien y yo me siento en la gloria, sé que me voy a correr. Sujeto su cabeza, para que lo se aparte y la aviso:

— Voy a correrme.

Y entonces, lo hago, me corro, siento los chorros de semen saliendo de mi polla, ella trata de tragar. Por fin estoy satisfecho, yo he conseguido un orgasmo completo y mi preciosa Lee su “ruined orgasm” 

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