viernes, 24 de diciembre de 2021

FELIZ NAVIDAD


Me encanta la Navidad, siempre me ha gustado y siempre me gustará creo yo. Es lo único que me gusta del invierno. Cuando tuve a mi hija tenía miedo de no saber transmitirle la ilusión y el amor por la navidad que yo tengo, pero ahora que ya tiene una edad y veo que la tiene me siento inmensamente feliz y por supuesto (aunque no debería decirlo) orgullosa. 

La Navidad para mí siempre ha sido: familia, alegría, amor, ilusión y felicidad. Y todo eso era lo que quería transmitirle a mi hija. Y como digo lo he conseguido. Ahora la Navidad es la época preferida de mi hija igual que la mía. 

Y a pesar de ser Nochebuena, hoy he trabajado, aunque eso sí, hasta mediodía sólo. Tenemos la tarde libre y esta noche estaremos con la familia. 

¡Ah, veis lo que os decía el otro día! Hoy no he tenido ni un sólo minuto para poder escribir un poco. Voy a intentarlo ahora, pero claro, en nada tenemos que irnos a casa de mis suegros. En fin, menos mal que viven aquí al ladito. 

jueves, 23 de diciembre de 2021

A TI TE ENTREGARÉ TODO LO QUE SOY. CAPITULO 10

 UNA NOVELA TURCA


Cuando desperté por la mañana al ver a Andrey a mi lado me sentí como si estuviera en mi casa, en mi hogar. Aquella sensación era maravillosa, por primera vez desde que había llegado a Nueva York, me sentía como si estuviera en mi propia casa y todo era gracias a Andrey. Andrey abrió los ojos. Me miró y me besó suavemente en los labios:

— Buenos días.

— Buenos días — le respondí.

— ¡Qué maravilloso despertar a tu lado! — suspiró — Me voy a duchar, luego te toca a ti, ¿vale?, y te llevaré a clase.

— Vale.

Media hora más tarde me lo encontré en la cocina, sentado en la mesa donde siempre desayunábamos comiendo unos huevos revueltos que Sara acababa de ponerle en el plato.

— Buenos días — la saludé.

— Buenos días — me respondió ella — ¿Quieres un huevo frito?

— No, gracias, prefiero tostadas — le dije y ella puso un par de rebanadas de pan en la tostadora.

— ¿Has dormido bien, mi amor? — me preguntó Andrey solicito.

— Sí, muy bien — le respondí.

— Andrey me ha contado que estudias Audiovisuales y que quieres ser fotógrafa — dijo Sara.

— Sí, me gustaría, es lo que siempre he soñado y gracias a Andrey lo puedo conseguir.

Andrey me miró con adoración y yo hice lo mismo. Me sentía muy feliz compartiendo aquello con él. Sara nos miró entonces con envidia.

Desayunamos los tres juntos y después Andrey me llevó a clase. Al bajar del coche, Alex me llamó. Me estaba esperando junto a la entrada.

— ¡Ey, hoy sí que has venido!

— Sí, no podía faltar más tiempo. ¿Sabes como puedo conseguir los apuntes de las clases de ayer?

— Algunos puedes encontrarlos en el campus virtual — me dijo.

A mí aquello me sonaba a chino.

— ¿Campus, qué?

— Campus virtual, préstame tu móvil un segundo y te lo muestro.

Le dejé mi móvil, tocó algunos botones, abrió la página web de la universidad y mientras lo hacía me iba explicando como debía hacerlo. Accedió al campus virtual, como él lo había llamado y después a las asignaturas y me mostró como podía encontrar los apuntes.

— Muchas gracias — le dije.

— Bueno, ¿me vas a contar que pasó ayer?

— Es una larga historia, y creo que ahora no tenemos mucho tiempo — le dije, pues solo quedaban unos minutos para que empezaran las clases.

— Bueno, pues nos vemos en la pausa y me lo cuentas — dijo, mientras se alejaba hacia el aula que le correspondía.

Le dije que si, y yo también me fui hacía mi aula.


Un par de horas más tarde, nos encontramos en el centro del campus. Alex estaba sentado en un banco, me acerqué y me senté a su lado.

— Bueno, ¿me lo vas a contar ahora? — me preguntó antes incluso de que yo le dijera nada.

Así que tuve que contarle toda la historia de lo sucedido el día anterior.

— Pero ella, fue sumisa de tu prometido ¿no?

— Sí, así es.

— ¿Y qué te hace pensar que no quiere nada con él ahora? — me preguntó al ver lo segura que yo estaba de que ella solo estaba allí porque buscaba alguien que pudiera ayudarla a criar a su hijo.

— Bueno, él le ha dejado claro a ella que me quiere a mí, y parece ser que eso es así. Que ella lo ha entendido — le dije.

— No sé, yo no lo veo tan claro — me dijo — quizás ella quiere que así lo creas, que no la veas como una amenaza, pero su intención es tu querido Andrey.

— No, para nada, no lo creo — dije, totalmente convencida de ello.

Sara me había parecido un chica muy cabal y resuelta y no parecía que fuera a intentar que ella y Andrey… No, seguro que no, me dije a mi misma, tratando de quitarme aquella idea de la cabeza.

— Bueno, tú ándate con cuidado, que las hay muy listas.

Después de esa conversación volvimos a las clases y al salir no quise esperarle como hacía otras veces, quizás porque no quería oír cosas que no me gustarían. A veces somos así, aquello que no nos gusta no queremos oírlo. Cogí el metro y volví a casa, cuando llegué Andrey me esperaba sonriente.

— Hola, mi amor — me dijo nada más verme, añadiendo después: — Hay una carta para ti, está en la pila de cartas que han llegado esta mañana.

— ¿De verdad? — dije ilusionada, era la primera vez que recibía una carta desde que estaba allí, primero pensé que a lo mejor era de alguna de mis amigas o de mis padres.

Revisé la pila y casi al final la encontré. Al ver el sobre enseguida me di cuenta, era la letra de mi hermana.

— Es de mi hermana — le dije a Andrey.

— Sí, venga, ábrela.


Andrey estaba a mi lado, mientras el resto de empleados estaban ocupados preparándolo todo, ya que solo faltaban unos minutos para que empezara el servicio de mediodía. Abrí el sobre con un abrecartas que me prestó Andrey, había un targetón dentro, lo saqué, era la invitación de boda de mi hermana.

— Es la invitación de boda de Esvetlana. Se casan el uno de noviembre.

— Sí.

— ¿Vamos a ir? — le pregunté ilusionada a Andrey.

— Por supuesto, no podemos faltar, se lo prometí a tus padres y a tu hermana.

— ¡Qué bonito!, vais a ir de boda — dijo Sara acercándose a nosotros y con cierto tono de tristeza.

— Sí, iremos de boda. Tendré que comprarme un vestido bonito y elegante — dije.

— Si quieres podemos ir juntas un día de estos — se ofreció Sara.

— Sí, claro — acepté.

Después mientras ellos trabajaban yo subí a casa con la comida que Andrey me había preparado y comí. Mientras lo hacía no podía dejar de pensar en lo que me había dicho Alex, y entonces me acordé de que me había ido sin esperarle ni despedirme de él, seguro que me había enviado algún mensaje. Miré mi teléfono y efectivamente, había un mensaje de Alex, decía: "Qué mala amiga eres, no me has esperado ni me has dicho que te ibas sin mí. Mañana hablamos." Le pedí perdón con otro mensaje, diciéndole que estaba un poco ofuscada y que tenía cierta prisa. Después de comer, fregué los platos y me puse a ver la televisión, daban una serie turca que hacía solo unos días que había empezado a ver, una de esas en las que el chico se enamora de la chica y la chica del chico y todo parece muy bonito, pero de repente pasa algo y para que consigan estar juntos pasan mil y una cosas. ¿Y si mi historia con Andrey acabara siendo como una de esas novelas?, pensé por un segundo, pero al segundo siguiente me quité la idea de la cabeza. Y entonces apareció Andrey, miré el reloj, eran casi las cinco.

— ¿Cómo ha ido la comida? — le pregunté.

— Bien — respondió sentándose a mi lado en el sofá, luego se acercó a mí, pasó su brazo por detrás de mi espalda y me abrazó contra él.

Me gustaba estar en sus brazos, sentirme protegida por ellos. Estaba esperando se apareciera también Sara, pero al ver que eso no ocurría le pregunte:

— ¿Y Sara?

— Mijaíl la ha invitado a dar un paseo — me informó.

— ¿Un paseo después de la caminata que se habrá dado llevando y trayendo platos?

— Sí, ella sabrá — dijo apretándome entre sus brazos — pero estamos solos en casa.

— Ya, ¿y? — pregunté haciéndome la interesante.

— Que me apetece un montón jugar.

Sonreí y le seguí el juego.


— ¿Y a que le apetece jugar al señor?

— ¡Uhm! — puso los ojos en blanco y como si estuviera pensando añadió — Eso de la criada y el señor no estaría mal

— Sí, Señor — dije poniéndome en pie — ¿Desea tomar algo el Señor?

— Sí, deseo de esos jugos que la señorita tiene entre sus piernas — dijo insinuante.

Sonreí y justo en ese momento oímos la puerta de la calle abrirse. Me senté de golpe junto a Andrey de nuevo.

— ¿Ya ha vuelto?

— No sé.

Esperamos unos segundos y efectivamente, Sara apareció por la puerta.

— ¿Ya habéis terminado el paseo? — le preguntó Andrey.

— Si — respondió firmemente, como si estuviera enfadada — el muy imbécil me ha tocado el culo ¿sabéis?

— A lo mejor ha sido sin querer — le dijo Andrey.

— No, no ha sido sin querer, Andrey, sé distinguir perfectamente cuando lo hacen sin querer y cuando a posta y él lo ha hecho a posta.

— Bueno, mañana hablaré con él.

Nuestros planes de pasar una tarde de juegos se habían ido al traste, así que Andrey se levantó del sofá y bajó al restaurante, mientras yo cogía mis apuntes y me sentaba en la mesa a revisarlos. Y entonces Sara me preguntó:

— ¿Os he interrumpido?

No sabía que contestarle, pero finalmente decidí decirle la verdad.

— Pues sí, la verdad, pero no te preocupes, no pasa nada.

— Lo siento. Si lo hubiera sabido…

— Pero no lo sabías. No pasa nada, de verdad — le dije tratando de tranquilizarla.

— Bueno, os lo compensaré — dijo.

Y así el siguiente día en que Andrey libraba, Sara nos preparó una comida solo para nosotros y nos dejó solos el resto del día. Al día siguiente cuando se lo conté a Alex de nuevo me vino con aquel cuento.

— Te digo yo que esa busca algo, ya lo verás. Se hace la simpática y trata de que seis mejores amigas, pero ya llegará el día que te dará la puñalada, ya lo verás.

— Venga Alex, no hay que ser tan desconfiado. Todo lo que hace lo hace por agradecernos que la hayamos acogido en nuestra casa.

— Esa es otra — dijo Alex — ¿No se supone que tenía que buscarse un piso?

— Y lo está buscando, pero no es fácil encontrar algo asequible cerca del restaurante.

— Sí, claro. A lo mejor es que no lo busca — añadió Alex.

Empezaba a cansarme que fuera tan desconfiado y además con alguien a quien ni siquiera conocía, ya que todo lo que sabía de Sara era por lo que yo le contaba. ¿Cómo se podía juzgar a alguien de esa manera sin conocerla? Y no solo era eso ¿por qué parecía que le tenía algún tipo de manía o rechazo? Y entonces me pareció ver la luz al final del túnel cuando dijo:

— Mira Irina, no creas que todo esto lo digo por qué sí, o por algún tipo de interés, bueno, interés sí, el único interés que tengo es que quiero lo mejor para ti y sé que esa tía no te hará ningún bien. Ella ha venido para lo que ha venido, e intentará robarte el novio como sea, ya lo verás.

Robarme el novio, ¿de verdad Sara intentaría robarme el novio? Aunque para eso quizás haría falta también que él tuviera algún tipo de sentimiento hacía ella, y yo sabía de sobras que no lo tenía o eso creía yo…

SUEÑOS

Bueno, hoy se me ha ocurrido una idea que me gustaría llevar a cabo, veremos cuanto dura, porque yo soy así, se me ocurre una idea, y tengo que llevarla a cabo, luego al cabo de unos días o unos meses, lo dejo, porque como soy así de idiota, que quiero abarcar demasiado y luego me doy cuenta que no llego y claro. En realidad, fue la idea inicial con la que quería dar vida a este blog hace unos meses. La de usarlo como un diario y escribir un poco cada día. En fin, veremos como va.


¿Y qué voy a escribir? Esa es la gran cuestión, je, je. Que escribir en este diario. En fin, veamos. 

Primero de todo, que estoy helada y odio el frío. Yo por mí, en invierno me iría a vivir al hemisferio sur, donde es verano que a mí me encanta. O como mucho, y llevo un par de días pensándolo, me iría a las Islas Canarias, donde tienen una temperatura media, de unos 20 grados, estos días. Que alegría sería para mí, no estar congelada, con las manos frías como un témpano, la nariz igual y deseando llegar a casita y meterme bajo la manta o delante de la estufita. No tener que llevar toda la ropa que tengo que llevar ahora, y que aún llevándola, tengo frioooo. En fin, de sueño también se vive, que decía aquel. 


Y hablando de sueño, esta noche pasada he tenido uno un poco extraño. No suelo recordar los sueños generalmente, pero hay veces que sí. En el sueño salíamos mi hija y yo, y un chico que conozco solo de vista, que no es que me resulte atractivo, pero no sé por qué en el sueño le veía y pensaba: "que revolcón tiene ese tío" ja, ja, ja, madre mía, que mal estoy. En fin, y eso que el tío tendrá unos 20 años menos que yo quizás. ¿Será que a cierta edad nos justan más jovencitos? Bueno además de eso, resulta que estábamos en La Palma y había ceniza del volcán por todas partes, y además buscábamos algo o alguien, pero no se a quien. 

Aparte de esas raras movidas y cosas que todos tenemos, será mejor que os cuente como van mis proyectos. Si me seguís, ya sabéis que estoy subiendo una novela a Wattpad y aquí al blog también, pues resulta que quería subir día sí, día no. Pero mi gozo en un pozo, estos días voy muy liada, con compras de Navidad y demás, por lo que al final he tenido que espaciarlo. ¡Dios no me gusta estar tan liada y ocupada que no tengo tiempo de casi nada, jolines! Mi otro proyecto, que es una novela que estoy escribiendo, va mejor. Aunque también tengo días que no me da tiempo ni a escribir una línea. 


Además de todo eso, ayer empece a ver la segunda temporada de Emily en Paris, en Netflix, que precisamente estrenaron ayer. A mí me encanta, me vi la primera temporada toda seguida en un par de días, y estaba deseando que saliera la segunda. Es una serie romántica, pero a mí es lo que me gusta. Pero que queréis, soy una romántica empedernida sin remedio. Bueno, pues en esa serie hay un personaje que cada vez me gusta más. Se trata de Silvye, la jefa de Emily. Es una mujer de unos 50 o más, que vive la vida como ella quiere, haciendo lo que quiere, sin preocuparse de sí lo que hace está bien o mal, y disfrutándolo, sin cuestionarse nada y sin preocuparse de lo que piensen los demás. Creo que todos deberíamos vivir la vida así. Aunque debo reconocer, que cuando más mayor me hago, precisamente eso es lo que quiero y trato de hacer. Vivir las cosas como son y como llegan, sin preocuparme lo que piensen los demás, vamos que con el tiempo una pierde las manías y gana en confianza. ¿No creéis? Bueno, creo que por hoy todo esto, mañana más. Quizás hable de Navidad. 

miércoles, 15 de diciembre de 2021

A TI TE ENTREGARÉ TODO LO QUE SOY. CAPITULO 9

 SESIONES, SEXO Y BDSM

Hablar con Katia me hizo bien, me sentí más tranquila después de colgar, fue como si me hubiera quitado un peso de encima al contarle todo aquello. Aun así, seguía echándola de menos y en menos de un minuto empecé a echar de menos a todos los que había dejado allí en Rusia, a mis padre, a mis hermanos, a mis primos. Salí del baño y me encontré a Andrey sentado en el sofá hablando con Sara que estaba sentada en el sillón que había a un lado del sofá.

— ¿Qué hacías ahí dentro? — me preguntó Andrey al verme.

— Hablaba por teléfono con Katia.

— ¡Ah, bien! Sara y yo estábamos hablando, ya le he dicho que creo que lo mejor es que se vaya cuanto antes — dijo enfrentando a Sara cara a cara y añadió: — sabes de sobra que ese niño que esperas no es mío, tú y yo no lo hicimos ni una sola vez.

Sara bajó la mirada al suelo avergonzada y en voz baja, como si tuviera miedo dijo:


— Es cierto, tienes razón no es tuyo, pero… — hizo una pausa, supongo que para ordenar sus ideas o lo que quería decirnos — es que no sé quien es el padre y tú…

— Yo soy el único con dinero y posibilidades para criar a ese niño ¿verdad? — dijo Andrey subiendo el tono de voz, empezaba a estar enfadado — y pensaste que me lo podrías endosar.

— No es eso — dijo ella tratando de salir airosa de aquel embrollo.

— Entonces ¿qué es?

Sara volvió a bajar la vista al suelo, luego se acarició el vientre y dijo:

— No tengo nada, solo un trabajo de mierda de camarera en un bar nocturno, por el que me pagan una mierda y en el que tengo que aguantar que cuatro babosos me manoseen y me toquen el culo cuanto quieran. Mira todo lo que tú tienes, tu casa, tu restaurante, dinero suficiente para criarlo y darle un futuro. Conmigo este bebé sería un desgraciado, pero contigo… contigo sería…

— Nada Sara, conmigo no sería nada tampoco, porque no es mi hijo y no voy a criarlo como tal. No puedes endosarme un hijo que no es mío. Mis hijos serán los que tenga con Irina, en un futuro, y ellos tendrán todo lo que yo les pueda dar, y ellos heredaran algún día todo esto. Tu hijo solo sería… no sé, para mí y supongo que para Irina aún más, no será nada.

— Pero algo podremos hacer por ella y ese niño ¿no? — dije yo.

— ¿Qué quieres que hagamos?

— No sé, podemos darle trabajo en el restaurante, como camarera quizás, y Sara puede quedarse en la habitación de invitados, por lo menos hasta que tenga al bebé. Le haremos de tíos, ¿no? — añadí divertida.

Andrey me miró como si estuviera loca, sin embargo, a mí me parecía una idea fantástica y a Sara, por la cara que ponía, también le parecía una idea brillante.

Andrey se rascó la cabeza, se levantó del sofá y mientras se dirigía a la puerta dijo:

— No sé, dejadme pensarlo.

Luego salió.

— Gracias Irina — me dijo Sara cuando Andrey ya estaba en la puerta de la calle.


— De nada, ya verás como encontraremos una solución — le dije tratando de tranquilizarla.


Sin saber como, al verla tan desvalida sentí que de algún modo tenía que ayudarla. A fin de cuentas, yo había llegado apenas unos meses atrás tan sola y desvalida como ella, y gracias a Andrey, pero también a sus amigos y a Alex y a toda la gente que había conocido había logrado adaptarme a aquella gran ciudad y aquel país. Sara solo necesitaba eso, que alguien la ayudara. Supongo que hasta ese momento, nunca nadie lo había hecho, todo el mundo le había girado la cara, quizás porque era joven, huérfana, no sé, por lo que fuera. Pero no parecía una mala persona, solo alguien que había tenido muy mala suerte.


— ¿Sabes quien es el padre? — le pregunté.


— No, bueno, tengo un par de candidatos, dos chicos que podrían serlo, me acosté con los dos el mismo día.


— ¿Y por qué hiciste eso?



— ¿Acaso no sabes lo excitada que me dejaba Andrey después de una sesión con él? — me preguntó.


— Sí, lo imagino, bueno… — me sentí un poco avergonzada al hablar de aquel tema.


— Aquel día la sesión fue bastante intensa y me dejó con unas ganas terribles de sexo, porque como además estaba castigada no dejó que me corriera. Así que por la noche, en el bar donde trabajo, un cliente habitual, muy guapo y que siempre que venía me tiraba los tejos, aquel día también lo hizo, claro y en lugar de rechazarle como hacía siempre, nos fuimos a su casa cuando salí del bar y lo acabamos haciendo. Y luego por la mañana, después del desayuno me encontré con un buen amigo al que hacía mucho tiempo que no veía, y acabé enrollándome con él también.


— Joder, admiro a las chicas de este país, sois muy desinhibidas la mayoría.


— ¿En tu país no son así?


— ¡Oh, no, claro que no! Y menos en el pueblo del que vengo.


Seguimos hablando y yo le conté como eran las cosas en el lugar de donde venía, todo tan distinto a como eran allí y poco a poco fui descubriendo a una chica divertida y locuaz. Ella también me contó sobre ella y su vida y así descubrí que había tenido muy mala suerte en la vida y que justamente por ser huérfana, mucha gente le había dado la espalda, y ella sola había tenido que salir adelante como había podido. Nadie le había dado nada. EE. UU. era un país maravilloso, el país de las oportunidades decían, pero a la vez, también era un país en el que tenías que apañártelas tú solo, y nadie te daba nada gratis.


Andrey volvió justo antes de empezar a preparar las cosas para el servicio de cenas y justo después de que lo hiciera Mijaíl. Cuando oí ruido en el restaurante, le pedí a Sara que bajáramos a ver quien había llegado. Mijaíl y Andrey estaban planificando todo el trabajo que tenían para ofrecer las cenas. Enseguida me di cuenta de como Sara miraba a Mijaíl.

— ¿Quién es ese chico tan rubio? — me preguntó.

— Es Mijaíl, ayudante de Andrey.

Cuando nos vieron ambos levantaron la cabeza de lo que estaban haciendo para observarnos.

— ¡Hola, ¿ya has vuelto?! — le pregunté a Andrey.

— Sí, he estado pensando.

Mientras hablaba con Andrey pude observar que también Mijaíl se fijaba en Sara.

— ¿Y?

— Qué sí, que Sara puede quedarse como camarera, le pagaré el sueldo base y si veo que lo hace bien, pues le haré un contrato. Tienes dos semanas de prueba — dijo dirigiéndose a Sara.

— Gracias — respondió ella ilusionada — y gracias a ti también — dijo dirigiéndose a mí.

— ¡Bah, no ha sido nada! — declaré quitándole importancia a lo sucedido.

— ¿Cómo que no? ¿Sabes cuantas personas han hecho lo que tú has hecho desde…?, bueno, nunca nadie había hecho nada por mí nunca, como lo has hecho tú hoy.

— Irina es así, todo corazón — apostilló Andrey con cierto orgullo.


Los cuatro nos reímos y en menos de un minuto aquello parecía una reunión de amigos en lugar de la cocina del restaurante en hora punta. Los cuatro estábamos tranquilos y relajados, hablando de nosotros, de lo que nos gustaba, de salir a tomar algo o de tomarlo al terminar el servicio. Incluso acabamos hablando de sesiones, sexo y BDSM.

Cuando terminaron las cenas y se fue el último cliente, Andrey nos dijo que Sara y yo ya podíamos subir y que enseguida subiría él. Mijaíl se despidió diciendo que había sido un día raro, pero muy divertido y que había disfrutado mucho y se fue. Nos pusimos a ver la televisión, una película, pero ninguna de las dos prestaba atención, ya que nos pusimos a hablar de nosotras, poco a poco nos dábamos cuenta de que congeniábamos muy bien y empecé a pensar que quizás Sara podría ser una buena amiga. Mi primera amiga en Estados Unidos.

Cuando Andrey llegó, estábamos hablando muy animadamente.

— Vaya, veo que os lleváis muy bien vosotras dos.

— Sí, la verdad es que sí — afirmé.

— Andrey — empezó a decir Sara — creo que debo disculparme por lo que te he hecho, lo siento, perdóname.

— Estás perdonada — le respondió él, condescendiente.

— Y a ti también quiero pedirte perdón — añadió mirándome a mí.

— Ya está todo olvidado.

— ¿Vamos a dormir? — me preguntó Andrey.

— Sí, vamos.

Subimos las escaleras, Sara se dirigió a la habitación de invitados. Yo iba a ir a mi habitación, cuando Andrey me cogió de la mano, tiró de mí y me abrazó rodeándome con sus manos por la cintura y me preguntó:

— ¿Dónde vas?

— A mi habitación — le respondí.

Me dio un beso tierno primero, suave después, y arrebatador finalmente, haciendo que su lengua entrara en mi boca por completo.

— ¿No habíamos quedado en que dormirías conmigo, en mi habitación?

— Sí, pero no sé, con ella aquí, yo pensé…

— Pues pensaste mal — dijo dándome una zurra en el culo.

— ¡Andrey! — me quejé, haciéndole callar poniendo mi dedo índice sobre sus labios.

Me arrastró hasta su habitación y tras cerrar la puerta me riñó suavemente:

— Usted no me hace callar, señorita.


Luego me colocó sobre sus rodillas, me subió la falda, y empezó a azotarme en el culo con la palma de su mano mientras me hacía contar los azotes uno tras otro. Al poco rato, después de unos 20 azotes el culo empezó a escocerme. Lo sentía ardiendo, enrojecido, pero a la vez, sentía la húmeda excitación que me producían aquellos azotes, y empecé a gemir.

— ¿Te gusta que te azote, eh, putita? — preguntó Andrey llevándome al límite.

— Sí, Señor — le respondí como él me había enseñado que debía hacer como su sumisa.

Sentía un extraño dolor en mi coño anunciando el deseo que sentía.

Y entonces pensé que dormir con él en su habitación iba a aportarnos grandes momentos y grandes sesiones a nuestra dinámica de juego Amo-sumisa, lo que nos llevaría también a tener más compenetración el uno con el otro. Y así, poco a poco, Andrey y yo nos estábamos convirtiendo en una sólida pareja, y quizás no era tan mala la idea casarnos.

La última palmada cayó sobre mi culo y yo la conté con el número treinta. Entonces Andrey acarició mis nalgas doloridas y sentí una paz que me obligó a cerrar los ojos. Seguidamente, Andrey introdujo sus dedos entre mis piernas, acariciando mis labios vaginales y me estremecí. Sentía que podía dejarme llevar en sus manos, dejarme hacer todo lo que él deseara y eso me transportaba a un momento y un lugar en el que solo estábamos él y yo, en el que me sentía suya, completamente suya como si fuera algo más que una propiedad, como si fuera una parte de él. ¿Era aquello amor?, ¿o solo un espejismo? ¿Sería aquello lo que había sentido Sara?, ¿lo que la había traído hasta allí a buscar a Andrey?

Y cuando introdujo un par de dedos dentro de mí, desperté de mis pensamientos y en un par de minutos en los que él cada vez los movía más rápidamente dentro de mí, sentí como me corría deshaciéndome realmente con él. Andrey me abrazó entonces y me susurró en mi oído:

— Muy bien, pequeña, lo has hecho muy bien.

Me besó y me abrazó tratando de tranquilizarme, de hacer que bajara a la tierra, porque después de un orgasmo como aquel, o después de cada orgasmo que tenía durante una sesión era como si hubiera subido a la luna, como si hubiera tenido un viaje alucinante, mi adrenalina se había disparado y ahora tenía que conseguir que el bajón fuera suave. Cerré los ojos y me abandoné en los brazos de Andrey.

sábado, 11 de diciembre de 2021

A TI TE ENTREGARÉ TODO LO QUE SOY. CAPITULO 8

LAS AMIGAS 

Una hora más tarde, cuando ya todas las mesas estaban ocupadas, Mijaíl me dijo que si quería podía subir al piso, donde había subido Andrey y Sara después de decirme él, que después me lo contaría. En mi cabeza un millón de posibilidades habían dado vueltas mientras iba recibiendo clientes y les sonreía y hablaba con ellos como si nada hubiera pasado. Realmente era un trabajo agotador. Cuando entré en el salón, Andrey estaba sentado en el sofá, cabizbajo y con el semblante preocupado.

— Cariño, lo siento, no podía hacer otra cosa, de verdad, no he dejado de darle vueltas en todo el rato, pero es que no he podido hacer otra cosa.

— Está bien, no pasa nada — le dije tratando de tranquilizarlo — Dime que ha pasado, porque te llamaron a ti y por qué la has traído. ¿No tiene familia, amigos? — pregunté atropelladamente, pero es que tenía un montón de preguntas, dudas que daban vueltas por mi cabeza sin parar.


Me senté junto a él en el sofá y traté de abrazarlo para reconfortarlo, pues se le veía muy apesadumbrado.

— Ya te dije que me tenía como su único contacto, y además dio mi nombre en el hospital diciendo que era su marido, no sé por qué lo hizo, no he podido hablar con ella de eso. Al parecer ha tratado de suicidarse tomándose un bote de pastillas para dormir. Además, está embarazada y dice que yo soy el padre.

Me quedé petrificada al oír eso e inmediatamente le pregunté:

— Y ¿es eso posible?

— No, claro que no, primero porque nunca lo hice con ella, aunque fuera mi sumisa, nunca la penetré, por lo menos vaginalmente, y si lo hubiera hecho te aseguro que siempre, siempre, uso preservativo.

— ¿Y entonces, por qué lo ha dicho?

— Supongo que para que me llamaran y fuera al hospital a buscarla, con eso y con lo de que soy su marido se aseguró de que fuera yo quien fuera a buscarla, sabía de sobras que no la dejarían salir si no había alguien que se hiciera cargo de ella.

— ¡Andrey, Irina! — oí la voz de Mijaíl llamándonos, probablemente necesitaba ayuda en el restaurante.

— Tengo que volver abajo.

— Sí, luego te contaré.

Bajé al restaurante, y efectivamente, Mijaíl necesitaba ayuda, pues él solo no podía hacerlo todo. Me quedé de nuevo en el comedor, recibiendo a los clientes y distribuyéndolos por la sala, mientras Mijaíl se ocupaba de distribuir los platos y de que todo estuviera adecuadamente en su lugar.

Cuando tuvimos un momento de tranquilidad, Mijaíl se acercó a mí y me preguntó:

— ¿Cómo va todo, cómo estás? Te has quedado blanca cuando has visto a Andrey con esa chica.

— Sí, no podía creerlo, ella lo ha estado acosando estos últimos días — le expliqué — pero bueno, todo está bien, ya te contará él, supongo.

— Bueno, gracias por todo, lo estás haciendo muy bien, para ser tu primera vez aquí.

— Gracias, la verdad es que me gusta esto de recibir a los clientes.


Me guiñó un ojo y seguimos con nuestros correspondientes quehaceres. Al terminar el servicio, yo estaba agotada de ir de aquí para allá, me dolían los pies. Andrey bajaba en ese preciso instante para saber como había ido, parecía más tranquilo y sereno.

— ¿Cómo ha ido todo? — le preguntó a Mijaíl.

— Muy bien, la verdad, con la ayuda de Irina hemos podido cubrir el servicio perfectamente y ella se ha comportado como si lo hubiera hecho toda la vida.

— Me alegro, siento mucho haberos metido en este lío, especialmente a ti, Irina.

— No te preocupes, Andrey, tú has hecho mucho por mí hasta ahora, así que era bastante justo, que yo hiciera esto por ti, ¿no?

No me respondió, pero tampoco hacía falta. Los trabajadores se marcharon para descansar un poco antes del servicio de la noche y Andrey y yo nos quedamos allí en el restaurante. Teníamos que hablar y supongo que pensó que allí sería más seguro que hacerlo en casa donde Sara podía escucharnos.

Tiró de mi brazo y nos sentamos en una de las mesas del restaurante. Y empezó diciendo:

— Lo siento mucho, de verdad, voy a hacer todo lo que pueda para que se vaya de esta casa lo antes posible, estoy totalmente seguro de que ese bebé no es mío.

— ¿Y por qué está haciendo todo esto? — le pregunté.

— Supongo que no quiere estar sola, que se enamoró de mí y pensó que si me pescaba se acabarían todos sus problemas — me explicó buscando una razón para dar sentido a lo que Sara estaba haciendo.

— ¿Pero, dónde la conociste? — le pregunté — ¿y qué sabías de ella cuando la conociste o después?, no sé.

Tenía un montón de dudas sobre aquella chica y buscaba tratar de resolverlas todas, para entenderla y para saber más y conocer mejor al hombre con el que me iba a casar.

— Bueno, no sabía mucho de ella, la verdad. La conocí en un local de BDSM, trabajaba allí como camarera y me dijo que buscaba un Amo que la hiciera sentir realmente sumisa. Al ir conociéndonos me contó que era huérfana, sus padres habían muerto en un accidente cuando ella apenas tenía unos meses y no tenía ningún familiar más.

— ¿Y sus amigos?

— Sí los tenía nunca me presentó a ninguno, pero nuestra relación se limitaba a las sesiones donde yo la llevaba hasta el límite y poco más.

— Sí, ya sé cuanto te gusta llevar a tu sumisa hasta el límite — puntualicé traviesa recordando los momentos en que estábamos en una sesión.

— Irina, por favor, que esto es serio — me riñó cortándome el rollo.

Puse los ojos en blanco y dejé que siguiera hablando:

— En fin, supongo que se enamoró de mí, es fácil que eso suceda en una relación Amo- Sumisa — me contó como si yo no lo supiera, pues era lo que me estaba sucediendo a mí — generalmente la sumisa empieza a idealizar al Amo, a verlo como si fuera su príncipe azul y termina enamorándose de él o más bien, del papel que representa. Así que supongo que eso es lo que le pasó a Sara, y al dejarla, no lo ha asumido, no sé, supongo que en todo ese proceso, quizás pensó que yo también me enamoraría de ella. Para alguien que está sola como ella, tener un Amo que la cuide y la proteja es como tener una tabla de salvación. Descubrió cosas y sentimientos que nunca antes había tenido y ahora no es fácil para ella deshacerse de ellos, desecharlos y volver a ser la chica sola y desvalida que era.

— Sí, supongo, pero en algún momento tendrá que hacerlo ¿no? Tú le dejaste las cosas claras, le dijiste lo que había, no puedes hacerte cargo de ella y de sus problemas, porque ese nunca ha sido tu objetivo.

— No sé, ni siquiera sé que debo hacer o como debo actuar ahora. No quiero hacerle daño, pero tampoco quiero hacértelo a ti y además, tú... eres mi mujer, aún quiero casarme contigo. Lo haría ahora mismo, ya te lo dije.


Le abracé entonces, y le besé, larga y apasionadamente. Era el hombre más maravilloso que había conocido y el primero del que me enamoraba y eso me llenaba el corazón de dicha, pero ¿podríamos ser felices? ¿Cómo íbamos a solucionar aquel problema?

Subí hasta el piso. El salón estaba desierto, supuse que Sara estaría acostada en su habitación. Busqué mi móvil y lo encontré en la mesita que había junto al sofá. Lo cogí, tenía ganas de hablar con mis amigas, de contarles mis problemas, por primera vez desde que nos habíamos separado sentía la necesidad de contar con ellas, porque lo que había pasado en las últimas horas no era algo que pudiera hablar con Karen a la que hacía apenas un mes que conocía, o a Alex a quien conocía desde hacía solo un mes. Necesitaba hablar con mis amigas de toda la vida, con Anastasia y Katia, que me conocían desde siempre, desde que éramos unas crías. Ella siempre había estado a mi lado, en lo bueno y en lo malo, y ahora las tenía tan lejos. Busqué el número de teléfono de Katia, era una de las pocas casas en el pueblo que tenían teléfono. Llamé con la esperanza de que fuera ella quien cogiera el teléfono, aunque seguro que allí era tarde, calculé más o menos, eran las tres de la tarde así que en Moscú con siete horas más debían ser las 10 de la noche. Quizás era demasiado tarde ya, o quizás...

Después de pensarlo durante algunos minutos finalmente me decidí a llamar. Y después de que el teléfono diera tono de llamada durante un minuto que se me hizo eterno alguien me respondió:

— ¿Sí?

— ¿Katia? Soy Irina, siento llamar tan tarde, ¿puedo hablar con Katia?

— ¡Irina! — oí que me respondía la voz de su madre con alegría — no te preocupes, no pasa nada, ahora te pongo con ella ¿estás bien?

— Sí, muy bien, aunque echo mucho de menos a Katia y Anastasia — le dije sintiendo una gran desazón. Realmente y por primera vez en muchos días, sentía un gran vacío por la ausencia de mis amigas, incluso sentí melancolía — Es Irina — oí que le decía a Katia.

— ¡Irina! — oí la voz de mi amiga al otro lado — ¿cómo estás?, ¿te tiene secuestrada ese energúmeno?

Me reí con ella.

— No, que va, todo lo contrario, Andrey es un encanto. Siento no haber llamado antes, pero es que he estado ocupada instalándome, con la Universidad y acomodándome a todo esto.


— ¿Universidad, que es eso de la Universidad? — me preguntó sorprendida.

— ¿No te lo ha contado nadie de mi familia? Andrey me paga la carrera, voy a estudiar para ser fotografa.

— ¿Qué? ¿Lo dices en serio?

— Sí, totalmente. Andrey es un encanto, se preocupa mucho por mí y por mi bienestar. No se lo digas a nadie, por favor, pero a lo mejor nos casamos pronto.

— ¡¿Qué?! Tú estás loca, y él también. ¿Dónde os...?, bueno, eso.

— Bueno, sería algo íntimo aquí en Estados Unidos, y después más adelante ya lo haríamos ahí en Rusia con toda la familia, por la Iglesia y todo eso.

— ¡Ah, entiendo! Me alegro mucho por tí — dijo mi amiga — pero, tú no llamas sólo para contarme todo eso, ¿verdad?

Desde luego, Katia me conocía muy bien, y sabía cuando algo me preocupaba.

— No, es que... — bajé el tono de voz y tapé el auricular, no quería que nadie pudiera escucharme y mucho menos Sara, luego me metí en el baño, seguro que allí estaría más tranquila y nadie podría escucharme — hay una chica, una ex-novia suya que dice que él la ha dejado preñada — empecé a contarle — y que ha intentado suicidarse porque él la dejó hace unas semanas, justo antes de que yo llegara.

— ¿Pero él...? — mi amiga no sabía como hacerme aquella pregunta — ¿va a tener un hijo con otra mujer?, ¿se lo vas a permitir?

— No, no es suyo, él no la dejó embarazada, es más, nunca hicieron el amor. Ni siquiera ha estado enamorado de ella, era una sumisa, esto... la verdad es que no sé como contártelo, pero entre ellos no ha habido nada, ella sabía desde el principio, porque él se lo dijo, que su relación era solo una relación Amo-sumisa, que jugarían, pero que jamás habría amor por lo menos por parte de él. Él le dejó claro que era algo pasajero y que él estaba prometido y que cuando su prometida viniera lo suyo terminaría.

— ¡Ah, entiendo! Pero la chica no lo entendió o no quiso entenderlo ¿no?

— Sí, eso es, y como ella está sola, no tiene familia y en el hospital dijo que él era su marido...

— Pero eso no es verdad — me cortó alarmada.

— No, claro que no, pero lo dijo para que así él fuera a buscarla y se hiciera cargo de ella, sino no la dejaban salir del hospital, ya que había intentado suicidarse.

— ¿Y la chica ahora, está en vuestra casa?

— Sí, y no sé que vamos a hacer, es una situación muy delicada — le dije consternada.

— Bueno, no sé, la verdad no sé que consejo darte — dijo mi amiga.

— No te llamaba para que me dieras consejo, es que necesitaba desahogarme con una amiga de verdad, las que tengo aquí que aún son pocas no me sirven — le aclaré.

— Entiendo. Pues entonces puedes llamarme tantas veces como te haga falta si es para desahogarte.

— Gracias. ¿Cómo está Anastasia? — le pregunté.

— Muy bien, ya le diré que has llamado y otro día podemos quedar para que llames a determinada hora y así ella pueda estar aquí y podáis hablar — me aconsejó.

— Pues sí, así lo haré, gracias por todo. Te quiero — le dije.

— Te quiero.