sábado, 11 de diciembre de 2021

A TI TE ENTREGARÉ TODO LO QUE SOY. CAPITULO 8

LAS AMIGAS 

Una hora más tarde, cuando ya todas las mesas estaban ocupadas, Mijaíl me dijo que si quería podía subir al piso, donde había subido Andrey y Sara después de decirme él, que después me lo contaría. En mi cabeza un millón de posibilidades habían dado vueltas mientras iba recibiendo clientes y les sonreía y hablaba con ellos como si nada hubiera pasado. Realmente era un trabajo agotador. Cuando entré en el salón, Andrey estaba sentado en el sofá, cabizbajo y con el semblante preocupado.

— Cariño, lo siento, no podía hacer otra cosa, de verdad, no he dejado de darle vueltas en todo el rato, pero es que no he podido hacer otra cosa.

— Está bien, no pasa nada — le dije tratando de tranquilizarlo — Dime que ha pasado, porque te llamaron a ti y por qué la has traído. ¿No tiene familia, amigos? — pregunté atropelladamente, pero es que tenía un montón de preguntas, dudas que daban vueltas por mi cabeza sin parar.


Me senté junto a él en el sofá y traté de abrazarlo para reconfortarlo, pues se le veía muy apesadumbrado.

— Ya te dije que me tenía como su único contacto, y además dio mi nombre en el hospital diciendo que era su marido, no sé por qué lo hizo, no he podido hablar con ella de eso. Al parecer ha tratado de suicidarse tomándose un bote de pastillas para dormir. Además, está embarazada y dice que yo soy el padre.

Me quedé petrificada al oír eso e inmediatamente le pregunté:

— Y ¿es eso posible?

— No, claro que no, primero porque nunca lo hice con ella, aunque fuera mi sumisa, nunca la penetré, por lo menos vaginalmente, y si lo hubiera hecho te aseguro que siempre, siempre, uso preservativo.

— ¿Y entonces, por qué lo ha dicho?

— Supongo que para que me llamaran y fuera al hospital a buscarla, con eso y con lo de que soy su marido se aseguró de que fuera yo quien fuera a buscarla, sabía de sobras que no la dejarían salir si no había alguien que se hiciera cargo de ella.

— ¡Andrey, Irina! — oí la voz de Mijaíl llamándonos, probablemente necesitaba ayuda en el restaurante.

— Tengo que volver abajo.

— Sí, luego te contaré.

Bajé al restaurante, y efectivamente, Mijaíl necesitaba ayuda, pues él solo no podía hacerlo todo. Me quedé de nuevo en el comedor, recibiendo a los clientes y distribuyéndolos por la sala, mientras Mijaíl se ocupaba de distribuir los platos y de que todo estuviera adecuadamente en su lugar.

Cuando tuvimos un momento de tranquilidad, Mijaíl se acercó a mí y me preguntó:

— ¿Cómo va todo, cómo estás? Te has quedado blanca cuando has visto a Andrey con esa chica.

— Sí, no podía creerlo, ella lo ha estado acosando estos últimos días — le expliqué — pero bueno, todo está bien, ya te contará él, supongo.

— Bueno, gracias por todo, lo estás haciendo muy bien, para ser tu primera vez aquí.

— Gracias, la verdad es que me gusta esto de recibir a los clientes.


Me guiñó un ojo y seguimos con nuestros correspondientes quehaceres. Al terminar el servicio, yo estaba agotada de ir de aquí para allá, me dolían los pies. Andrey bajaba en ese preciso instante para saber como había ido, parecía más tranquilo y sereno.

— ¿Cómo ha ido todo? — le preguntó a Mijaíl.

— Muy bien, la verdad, con la ayuda de Irina hemos podido cubrir el servicio perfectamente y ella se ha comportado como si lo hubiera hecho toda la vida.

— Me alegro, siento mucho haberos metido en este lío, especialmente a ti, Irina.

— No te preocupes, Andrey, tú has hecho mucho por mí hasta ahora, así que era bastante justo, que yo hiciera esto por ti, ¿no?

No me respondió, pero tampoco hacía falta. Los trabajadores se marcharon para descansar un poco antes del servicio de la noche y Andrey y yo nos quedamos allí en el restaurante. Teníamos que hablar y supongo que pensó que allí sería más seguro que hacerlo en casa donde Sara podía escucharnos.

Tiró de mi brazo y nos sentamos en una de las mesas del restaurante. Y empezó diciendo:

— Lo siento mucho, de verdad, voy a hacer todo lo que pueda para que se vaya de esta casa lo antes posible, estoy totalmente seguro de que ese bebé no es mío.

— ¿Y por qué está haciendo todo esto? — le pregunté.

— Supongo que no quiere estar sola, que se enamoró de mí y pensó que si me pescaba se acabarían todos sus problemas — me explicó buscando una razón para dar sentido a lo que Sara estaba haciendo.

— ¿Pero, dónde la conociste? — le pregunté — ¿y qué sabías de ella cuando la conociste o después?, no sé.

Tenía un montón de dudas sobre aquella chica y buscaba tratar de resolverlas todas, para entenderla y para saber más y conocer mejor al hombre con el que me iba a casar.

— Bueno, no sabía mucho de ella, la verdad. La conocí en un local de BDSM, trabajaba allí como camarera y me dijo que buscaba un Amo que la hiciera sentir realmente sumisa. Al ir conociéndonos me contó que era huérfana, sus padres habían muerto en un accidente cuando ella apenas tenía unos meses y no tenía ningún familiar más.

— ¿Y sus amigos?

— Sí los tenía nunca me presentó a ninguno, pero nuestra relación se limitaba a las sesiones donde yo la llevaba hasta el límite y poco más.

— Sí, ya sé cuanto te gusta llevar a tu sumisa hasta el límite — puntualicé traviesa recordando los momentos en que estábamos en una sesión.

— Irina, por favor, que esto es serio — me riñó cortándome el rollo.

Puse los ojos en blanco y dejé que siguiera hablando:

— En fin, supongo que se enamoró de mí, es fácil que eso suceda en una relación Amo- Sumisa — me contó como si yo no lo supiera, pues era lo que me estaba sucediendo a mí — generalmente la sumisa empieza a idealizar al Amo, a verlo como si fuera su príncipe azul y termina enamorándose de él o más bien, del papel que representa. Así que supongo que eso es lo que le pasó a Sara, y al dejarla, no lo ha asumido, no sé, supongo que en todo ese proceso, quizás pensó que yo también me enamoraría de ella. Para alguien que está sola como ella, tener un Amo que la cuide y la proteja es como tener una tabla de salvación. Descubrió cosas y sentimientos que nunca antes había tenido y ahora no es fácil para ella deshacerse de ellos, desecharlos y volver a ser la chica sola y desvalida que era.

— Sí, supongo, pero en algún momento tendrá que hacerlo ¿no? Tú le dejaste las cosas claras, le dijiste lo que había, no puedes hacerte cargo de ella y de sus problemas, porque ese nunca ha sido tu objetivo.

— No sé, ni siquiera sé que debo hacer o como debo actuar ahora. No quiero hacerle daño, pero tampoco quiero hacértelo a ti y además, tú... eres mi mujer, aún quiero casarme contigo. Lo haría ahora mismo, ya te lo dije.


Le abracé entonces, y le besé, larga y apasionadamente. Era el hombre más maravilloso que había conocido y el primero del que me enamoraba y eso me llenaba el corazón de dicha, pero ¿podríamos ser felices? ¿Cómo íbamos a solucionar aquel problema?

Subí hasta el piso. El salón estaba desierto, supuse que Sara estaría acostada en su habitación. Busqué mi móvil y lo encontré en la mesita que había junto al sofá. Lo cogí, tenía ganas de hablar con mis amigas, de contarles mis problemas, por primera vez desde que nos habíamos separado sentía la necesidad de contar con ellas, porque lo que había pasado en las últimas horas no era algo que pudiera hablar con Karen a la que hacía apenas un mes que conocía, o a Alex a quien conocía desde hacía solo un mes. Necesitaba hablar con mis amigas de toda la vida, con Anastasia y Katia, que me conocían desde siempre, desde que éramos unas crías. Ella siempre había estado a mi lado, en lo bueno y en lo malo, y ahora las tenía tan lejos. Busqué el número de teléfono de Katia, era una de las pocas casas en el pueblo que tenían teléfono. Llamé con la esperanza de que fuera ella quien cogiera el teléfono, aunque seguro que allí era tarde, calculé más o menos, eran las tres de la tarde así que en Moscú con siete horas más debían ser las 10 de la noche. Quizás era demasiado tarde ya, o quizás...

Después de pensarlo durante algunos minutos finalmente me decidí a llamar. Y después de que el teléfono diera tono de llamada durante un minuto que se me hizo eterno alguien me respondió:

— ¿Sí?

— ¿Katia? Soy Irina, siento llamar tan tarde, ¿puedo hablar con Katia?

— ¡Irina! — oí que me respondía la voz de su madre con alegría — no te preocupes, no pasa nada, ahora te pongo con ella ¿estás bien?

— Sí, muy bien, aunque echo mucho de menos a Katia y Anastasia — le dije sintiendo una gran desazón. Realmente y por primera vez en muchos días, sentía un gran vacío por la ausencia de mis amigas, incluso sentí melancolía — Es Irina — oí que le decía a Katia.

— ¡Irina! — oí la voz de mi amiga al otro lado — ¿cómo estás?, ¿te tiene secuestrada ese energúmeno?

Me reí con ella.

— No, que va, todo lo contrario, Andrey es un encanto. Siento no haber llamado antes, pero es que he estado ocupada instalándome, con la Universidad y acomodándome a todo esto.


— ¿Universidad, que es eso de la Universidad? — me preguntó sorprendida.

— ¿No te lo ha contado nadie de mi familia? Andrey me paga la carrera, voy a estudiar para ser fotografa.

— ¿Qué? ¿Lo dices en serio?

— Sí, totalmente. Andrey es un encanto, se preocupa mucho por mí y por mi bienestar. No se lo digas a nadie, por favor, pero a lo mejor nos casamos pronto.

— ¡¿Qué?! Tú estás loca, y él también. ¿Dónde os...?, bueno, eso.

— Bueno, sería algo íntimo aquí en Estados Unidos, y después más adelante ya lo haríamos ahí en Rusia con toda la familia, por la Iglesia y todo eso.

— ¡Ah, entiendo! Me alegro mucho por tí — dijo mi amiga — pero, tú no llamas sólo para contarme todo eso, ¿verdad?

Desde luego, Katia me conocía muy bien, y sabía cuando algo me preocupaba.

— No, es que... — bajé el tono de voz y tapé el auricular, no quería que nadie pudiera escucharme y mucho menos Sara, luego me metí en el baño, seguro que allí estaría más tranquila y nadie podría escucharme — hay una chica, una ex-novia suya que dice que él la ha dejado preñada — empecé a contarle — y que ha intentado suicidarse porque él la dejó hace unas semanas, justo antes de que yo llegara.

— ¿Pero él...? — mi amiga no sabía como hacerme aquella pregunta — ¿va a tener un hijo con otra mujer?, ¿se lo vas a permitir?

— No, no es suyo, él no la dejó embarazada, es más, nunca hicieron el amor. Ni siquiera ha estado enamorado de ella, era una sumisa, esto... la verdad es que no sé como contártelo, pero entre ellos no ha habido nada, ella sabía desde el principio, porque él se lo dijo, que su relación era solo una relación Amo-sumisa, que jugarían, pero que jamás habría amor por lo menos por parte de él. Él le dejó claro que era algo pasajero y que él estaba prometido y que cuando su prometida viniera lo suyo terminaría.

— ¡Ah, entiendo! Pero la chica no lo entendió o no quiso entenderlo ¿no?

— Sí, eso es, y como ella está sola, no tiene familia y en el hospital dijo que él era su marido...

— Pero eso no es verdad — me cortó alarmada.

— No, claro que no, pero lo dijo para que así él fuera a buscarla y se hiciera cargo de ella, sino no la dejaban salir del hospital, ya que había intentado suicidarse.

— ¿Y la chica ahora, está en vuestra casa?

— Sí, y no sé que vamos a hacer, es una situación muy delicada — le dije consternada.

— Bueno, no sé, la verdad no sé que consejo darte — dijo mi amiga.

— No te llamaba para que me dieras consejo, es que necesitaba desahogarme con una amiga de verdad, las que tengo aquí que aún son pocas no me sirven — le aclaré.

— Entiendo. Pues entonces puedes llamarme tantas veces como te haga falta si es para desahogarte.

— Gracias. ¿Cómo está Anastasia? — le pregunté.

— Muy bien, ya le diré que has llamado y otro día podemos quedar para que llames a determinada hora y así ella pueda estar aquí y podáis hablar — me aconsejó.

— Pues sí, así lo haré, gracias por todo. Te quiero — le dije.

— Te quiero.


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