lunes, 27 de septiembre de 2021

COMPROMETIDOS PARTE 3

 Llegué a casa bastante tarde, pero no me importó. A fin de cuentas, Cris llevaba meses llegando incluso a primera hora de la mañana a casa, así que no pasaba nada porque yo lo hiciera un día. Entré en mi habitación y vi la cama vacía, pero aun así, oí sus ronquidos en la habitación contigua. Sin duda, lo nuestro había terminado definitivamente. Me puse el camisón y me acosté en la cama. Eran las cuatro de la madrugada, pero no tenía mucho sueño, así que me puse a pensar en Bruno y que con él mi vida sexual estaba llena de sorpresas. Nunca sabía lo que estaba pensando y lo que deseaba hacer. Y la verdad es que eso me gustaba. No sabía a donde iba a llevarnos aquello, pero me apetecía mucho tener lo que fuera que tuviéramos con él. 

Me levanté a las ocho, ya que había quedado que Bruno pasaría a buscarme medía hora más tarde. Me duché, me vestí sin ponerme ropa interior como me había indicado Bruno y desayuné sola, ya que Cris ya había marchado hacía una hora. A las ocho y medía en punto, Bruno llamaba al timbre del interfono. Bajé corriendo y en un coche que la editorial le había prestado para aquellos días, nos dirigimos hacia la oficina. Yo iba indicándole el camino cuando él dudaba. Al poco que arrancar nos detuvimos en un semáforo. Bruno puso su mano sobre mi rodilla y muy despacio, fue ascendiendo por mi pierna hasta llegar a mi sexo. Al comprobar que no llevaba braguitas dijo.

— Muy bien, cielo.

El semáforo se puso en verde y arrancó, sacando su mano de debajo de mi falda.

Con tan solo aquel pequeño roce, Bruno había conseguido que me excitara y deseara hacerle el amor. Pero las obligaciones mandaban, en menos de cinco minutos llegamos a la oficina.


Una vez allí, nos metimos en mi despacho y empezamos a revisar el material que yo había estado recopilando para el siguiente libro de Bruno. Nos habíamos sentado el uno junto al otro y mientras yo le enseñaba los documentos, él empezó a acariciar mi pierna, ascendiendo por mi muslo hasta mi sexo. Lo acarició con suavidad primero y más rápidamente después, haciéndome perder la concentración. Dejé los papeles y entreabrí mis piernas para que pudiera acceder mejor. Bruno empezó a masajear mi clítoris arrancándome pequeños grititos de placer y haciéndome convulsionar levemente y cuando me tuvo casi al borde del orgasmo dejó de acariciarme y me dijo:

— Sigamos con esto.

Traté de volver a concentrarme en los papeles, pero no podía, deseaba a Bruno y él había encendido mi deseo con aquel masaje, y el que me hubiera dejado al borde del éxtasis aún me hacía desearle más y desear más. Así que posé mi mano sobre su miembro erecto y empecé a masajearlo por encima de su pantalón.

— ¿Te ha gustado, eh, zorrita?  — Me preguntó con cierta perversión.

Asentí con la cabeza.

Con aquel juego estaba descubriendo a un Bruno perverso, que en el fondo aún me gustaba más. 

— Está bien. Anda chúpamela — Añadió bajándose la cremallera y sacando su pene erecto.

— ¿Aquí? ¿Ahora?  — Pregunté un poco sorprendida —  ¿Y la puerta? Puede entrar alguien, no la hemos cerrado.

— No importa, mejor, así será más excitante, además, si te pones debajo de la mesa nadie te verá.

No sabía que hacer, estaba un poco indecisa, por un lado deseaba hacerlo porque estaba muy excitada y necesitaba desahogarme, pero por otro tenía miedo de que a media faena alguien nos sorprendiera. Pero Bruno supo como hacerme decidir enseguida. Me besó apasionadamente, mientras me desabrochaba un botón de la blusa e introducía su mano para acariciar y pellizcar uno de mis pezones. La excitación aumentó en mí con esa caricia y no lo pensé dos veces, me arrodillé entre sus piernas y así el miembro. Lo observé, excelso, hermoso, tieso y ansioso. Acerqué mi lengua al glande y lo lamí suavemente. La verga se movió como si tuviera vida propia, así que me introduje el glande en la boca y empecé a chuparlo y saborearlo. Subía y bajaba con mi boca por él, rozando la suave piel con mis dientes, mientras con una mano masajeaba los huevos. Luego lo saqué de mi boca y lamí el tronco desde la punta a la base, y volviendo luego a la punta otra vez para introducírmela en la boca de nuevo. Bruno gemía excitado, cuando de repente oí la voz de una compañera:

— Vengo a traeros esto. — me quedé paralizada — ¡Uy!, ¿Y Susana? Pensé que estaba aquí — advirtió la chica. 

Bruno tenía su mano sobre mi cabeza y me apretaba fuertemente contra su sexo para que siguiera con el trabajo, yo trataba de no hacer ruido.

— Ha ido al baño — respondió él tranquilamente — Gracias. 

Oí los pasos de mi compañera dirigiéndose hacia la puerta y esta se cerraba y Bruno dejó de apretarme, se recostó sobre el respaldo de la silla y yo seguí chupando su verga que poco a poco se hinchaba excitada. Hasta que su leche empezó a salir y traté de tragármela toda mientras Bruno empujaba y gemía placenteramente. Al terminar Bruno suspiró aliviado y tras arreglarme un poco volví a sentarme en mi silla.


Bruno siguió observando los documentos como si no hubiera pasado nada entre nosotros, tratando de explicarme lo que deseaba para su siguiente libro, pero yo no podía concentrarme, necesitaba desahogar aquel deseo que seguía ardiendo dentro de mí. Nos miramos, y él acercó sus labios a los míos, nos besamos. Yo sentía como mi sexo ardía de deseo, como se humedecía. Y entonces, sin dejar de besarme, Bruno deslizó su mano hasta mi sexo y lo acarició. Me estremecí al sentir aquella caricia, pero deseaba más.

Bruno me miró a los ojos, sabía perfectamente lo que deseaba.

— ¿Quieres más, verdad? — Me preguntó.

Yo afirmé con la cabeza. Y entonces Bruno se escondió bajo la mesa. Me abrió de piernas y enseguida sentí su lengua lamiendo mi clítoris. Y la excitación empezó a subir en mí. Estaba a mil. Empecé a gemir, mientras él succionaba, lamía y mordisqueaba mi clítoris. Me recosté sobre la silla, adelantando mi culo hacía él y abriendo más las piernas para que pudiera acceder más fácilmente a mi sexo. Su lengua se movía diestramente de mi sexo a mi clítoris, y yo suspiraba y gemía excitada. Sentí como introducía un par de dedos en mi vagina y un fuerte estremecimiento atravesó mi cuerpo. Al poco sus dedos fueron sustituidos por su lengua. Yo gemía excitada y al borde casi del orgasmo. Bruno empezó a mover la lengua a gran velocidad dentro y fuera de mí, mientras con un par de dedos acariciaba mi clítoris suavemente. Eso precipitó mi orgasmo, derramando mis jugos en su boca. Bruno se limpió, y se sentó de nuevo a mi lado.

Al fin pudimos concentrarnos en los papeles que teníamos enfrente. Pero el día no había terminado, aquella noche teníamos la fiesta de presentación de su último libro y sin duda, alguna sorpresa me depararía estaba segura.


2 comentarios:

  1. Me apasionan los relatos eróticos. Los tuyos, además de dejarte con ganas de seguir leyéndote, gozan de mucha autenticidad, sensualiad y talento. Enhorabuena por tu blog. Con tu permiso, me quedo aquí como seguidor.

    Besos.

    ResponderEliminar