martes, 22 de marzo de 2022

A TI TE ENTREGARÉ TODO LO QUE SOY. CAPITULO 14

CAPITULO 14. LA CABAÑA

 Empezamos a andar hacia el bosque, pues mis padres vivían a solo un par de calles de la salida del pueblo. Fue algo instintivo por parte de ambos, o quizás es que ambos teníamos el mismo pensamiento y las mismas ganas de encontrar un lugar apartado y privado, lejos de la vista de los demás. Andrey me cogió de la mano tras los primeros pasos.


Empezamos a hablar mientras caminábamos. Fue él el primero en hacerlo:

— Creo que ya es hora de cortar con esta especie de tregua ¿no crees? Creo que ambos tenemos claro lo que sentimos el uno por el otro y soy consciente que con mi actitud respecto a Sara te hice daño. ¿Pero no crees que ya he aprendido la lección y que esta especie de separación ahora nos hace más mal que bien?

— Sí, la verdad es que sí, y que además nuestros cuerpos o lo que sea, nos piden algo que ambos necesitamos y deseamos — reafirmé yo — Y sí, tienes toda la razón, no puedo estar eternamente enfadada contigo y castigándote por aquello, porque en cierto modo, también me castigo a mi misma y te deseo tanto. Deseo estar en tus brazos, abrazarte, besarte, sentirte.

— Ya, yo deseo lo mismo y no sabes como. Esta mañana en el baño he tenido que controlarme mucho para no echarte en el suelo y hacerte el amor allí mismo.

Nos miramos a los ojos, mientras seguíamos caminando.

— Ya lo sé.

Habíamos llegado ya al límite, donde terminaba el pueblo y empezaba el bosque y entonces Andrey me dijo:

— ¿Te he dicho alguna vez que ahí dentro del bosque, no muy lejos, mis amigos y yo teníamos una cabaña?

— Pues no.

— Sí, cuando éramos unos críos, esta mañana Dimitri y yo hemos estado buscándola — me confesó.

— ¿Y la habéis encontrado?

Caminábamos con cuidado por un pequeño camino boscoso, en el que había piedras y ramas. Andrey iba delante de mí, sin soltarme la mano y vigilando que no me tropezara.

— Sí, está a unos pocos metros, ven, ya verás.


Descendimos por una pequeña ladera y al llegar al final la vimos. Metida entre tres o cuatro árboles estaba la cabaña. En realidad, no era tan pequeña como yo había pensado que sería, desde fuera podía ver que íbamos a caber ambos de pie, seguro. Nos acercamos, yo iba un poco temerosa de que pudiera caernos encima cuando entráramos, pero Andrey me dijo:

— Dimitri y yo la hemos estado comprobando y está genial, todo sigue en pie, y sin peligro de que se caiga. Hemos estado bebiendo ahí dentro.

— ¿Por eso venías borracho?

— Por eso y porque hemos estado hablando de todo y ni me he fijado de cuanto bebíamos, cuando me he dado cuenta ya nos habíamos acabado toda la botella de vodka entre ambos.

— ¡Vaya por Dios! — exclamé mientras entrabamos en la cabaña.

La verdad era que estaba bastante bien y como él había dicho, bastante grande.


Entramos y Andrey me cogió por la cintura, girándome hacía él que estaba detrás de mí. Me abrazó contra él y me besó suavemente, entonces dijo:

— Te quiero, te quiero más de lo que puedo expresar. No creí que esto pudiera llegar a pasarme y tú bien sabes que yo no creo en el amor, pero juro por Dios que me he enamorado de ti, sin quererlo ni planearlo y casi sin darme cuenta.

Sonreí y entonces fui yo quien le besé, estrechándole entre mis brazos, pegándole a mí. Me sentía tan feliz, tan llena que no puede evitar suplicarle:

— Andrey, hazme tuya, no puedo esperar más.

Sus manos viajaron por mi culo, que lo estrujó con ambas. Después, me subió la falda y metió un dedo en mi entrepierna comprobando la humedad, mientras yo le desabrochaba la camisa, quería ver su perfecto pecho desnudo. Suspiré, casi gemí, igual que hizo él. Nuestros cuerpo pedían a grito sentirse, amarse. Me mordí el labio inferior y después fue él quien intentó hacerlo, mientras mis manos se perdían dentro de su pantalón buscando su sexo.

— No, espera — me dijo al sentir como mi mano alcanzaba su sexo ya erecto.

Me hizo sacar las manos del refugio y cogiendo un pañuelo de cuello que llevaba, me las puso en las espalda y las ató.

— No, por favor — protesté, aunque sabía que de poco iban a servir mis protestas.

Volvió a besarme y me dijo susurrando en mi oído:

— ¿Qué dicen las niñas buenas?

— Señor — le respondí inocentemente.

Luego se arrodilló frente a mí, haciéndome abrir las piernas y no tardé en sentir su lengua lamiendo mis jugos, pasando por los recovecos de mis labios suavemente como si estuviera lamiendo el néctar de una flor. Gemí, incluso me retorcí de placer, necesitaba aquello como agua de mayo y hasta aquel momento ni siquiera me había dado cuenta. Sus manos amasaban mi culo y yo solo sentía que quería más, que le necesitaba. Gemí, y le pedí más, y entonces me dijo:

— Ven, siéntate sobre mí.

Y yo obedecí, dejando que él guiara su miembro dentro de mí, me senté sobre él y noté como me penetraba, como se metía dentro de mí. Fue como una catarsis de emociones, por fin me sentía segura, y liberada además de suya. Fueron muchas emociones juntas en un momento corto pero intenso. Luego él puso sus manos en mi cintura y empezó a moverme arriba y abajo sobre él. Busqué su boca para besarle y él también buscó la mía y nos besamos profundamente en un beso único, un beso que nos devolvía al sentimiento que ambos teníamos por el otro. Amaba a aquel hombres por encima de todo, lo amaba desde la primera vez que le había visto a pesar de tener solo años y seguía amándole ahora igual que aquella primera vez, o quizás más. Y perdida en esos sentimientos, sentí como él empujaba dentro de mí con fuerza y yo me derretía sobre él en un maravilloso éxtasis, y justo unos pocos minutos después, también él llegaba al éxtasis. Durante unos minutos nos quedamos así, abrazados yo sobre él. Hasta que sentí sus labios sobre mi cuello besandolo y me separé levemente de él.

— Deberiamos volver a casa, seguro que mi madre ya tiene la comida hecha.

— Sí — aceptó desabrochandome el pañuelo con que me había atado las manos.

Luego sin soltarme aún, y mirandome profundamente a los ojos dijo:

— Te quiero. Hoy me has hecho inmensamente feliz con esto.

Sonreí sintiéndome satisfecha.

— Yo también te quiero, prométeme que nunca más volveremos a pelearnos así.

Me puse en pie ayudada por él mientras él me decía:

— Te lo prometo, nunca más. No voy a dejar que nadie más se interponga entre nosotros, te lo prometo.

Nos besamos apasionadamente, y tras arreglarnos la ropa salimos de la cabaña para volver a casa.


Aquella tarde después de comer Andrey nos llevó a Moscú, íbamos a buscar el vestido de novia de Esvetlana. Antes de que nos lo lleváramos, Esvetlana se lo probó así que pude verla con el puesto por primera vez. Estaba preciosa con el vestido blanco, el velo, estaba tan guapa, que me sentí orgullosa de ser su hermana. Y sin saber por qué empecé a llorar, me emocionaba ver a mi hermana a un paso del altar y verla feliz.

— ¿Irina, por qué lloras? — me preguntó mi madre al darse cuenta.

— Porque está preciosa, mamá, es la novia más guapa que haya visto jamás y me siento tan orgullosa de ella, mamá.

Andrey a mi lado, me cogió la mano tratando de consolarme. Le miré y él me miró y ambos sonreímos y entonces dijo:

— Pronto tú también llevarás un vestido como ese y serás la novia más guapa del mundo.

— Si, pero os casaréis aquí o no os lo perdonaré jamás — amenazó mi madre.

— Claro que sí, Sra. Sokolov — trató de tranquilizarla Andrey.

Volvimos a casa con el vestido. Mi madre estaba especialmente contenta y feliz, porque Andrey le había prometido que nos casaríamos en el pueblo. A veces no se necesitaba mucho para hacer feliz a mi madre. A ella también la había echado mucho de menos aquellos meses.

Aquella noche celebramos las despedidas de solteros. Andrey me prometió que se portaría bien y yo también se lo prometí a él. En realidad, tampoco hicimos nada del otro mundo. Aunque después de lo que habíamos hecho en la cabaña y la promesa que nos habíamos hecho, estaba claro que ambos nos íbamos a portar bien aquella noche. La despedida que hicimos las chicas consistía en una cena y después fuimos a un karaoke para cantar y pasárnoslo bien. Terminamos de madrugada, sobre las dos o las tres Esvetlana y yo volvimos a casa.

— ¡Shhuuu! No hagas ruido o despertaremos a papá y mamá — le pedí a mi hermana, que iba un poco contentilla e iba cantando.

Trató de callarse, pero le era casi imposible, la alegría que sentía, el subidón se lo impedían.

— ¿Dónde van las señoritas a estas horas de la noche? — preguntó una voz detrás de nosotras.

Mi hermana subió las manos por encima de su cabeza como si fuera la policía que acababa de detenerla, yo en cambio, enseguida reconocí la voz sería de Andrey.

— Andrey, no asustes a mi hermana — le recriminé.

Esvetlana bajó las manos sintiéndose avergonzada por haber caído en la trampa, estaba roja como un tomate.

— ¿Cómo ha ido la fiesta, chicas? — preguntó.

— Pues bastante bien, ¿y la vuestra? — pregunté yo.

— También bien.

Entramos en la casa y subimos sigilosamente hasta las habitaciones. Esvetlana, se metió en la nuestras, tirándose sobre su cama, mientras Andrey y yo permanecíamos en el pasillo un rato más. Queríamos despedirnos.

— ¿Te lo has pasado bien? — me preguntó Andrey, mientras acariciaba mi mano suavemente.

— Sí, la verdad es que sí ¿y tú?

— También, aunque me lo hubiera pasado mejor contigo. Oye mañana no tenemos nada importante que hacer ¿verdad?

— No, creo que no ¿por qué? — le pregunté.

Puso sus manos en mi cintura, me rodeó con ellas y me pegó a él.

— Porque he pensado que podríamos ir a pasar el día a Moscú, con Dimitri, Katia y Anastasia. ¿Qué te parece? Sé que tienes ganas de estar con ellas y a mí me apetece mucho estar con Dimitri.

— Bien, la verdad es que sí, nos iría bien tener un día para nosotras, pero ¿con vosotros?

— Bueno, no tienes por qué ser con nosotros, vosotras podéis ir por vuestra parte y nosotros por la nuestra y al final quedar en un lugar para volver aquí todos juntos. ¿Qué te parece?

— Bien, me parece muy bien.

Y entonces acercó sus labios a los mios y me besó larga y profundamente. Después mirandome a los ojos me dijo:

— Te he echado mucho de menos estos días, y me moría de ganas por volver a besarte, abrazarte, en fin, que soy feliz teniendote a mi lado.

— Yo también te he echado de menos. Te quiero.

Volvió a besarme y estaba vez sentí como su miembro crecia entre ambos. Me separé de él la romper el beso y le dije:

— Será mejor que nos vayamos a dormir. Mañana será otro día.

— Si, tienes razón — Aceptó él — buenas noches,

— Buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario