viernes, 2 de octubre de 2020

BUSCANDO LA PASIÓN 6º CAPITULO

 Aquella tarde cuando volví a casa, me encontré a Moisés haciendo la maleta. 

  • ¿Te vas? - le pregunté un tanto apenada. 

  • Sí, creo que es lo mejor. Creo que ni tú ni yo sentimos ya lo que un día nos unió, así que es mejor que me vaya, por lo menos de momento. 

Sentí que tenía razón, ya no nos unía el amor que nos unió y cada vez estábamos más lejos el uno del otro. 

  • Pero ¿dónde irás? 

  • No sé, pero no será con mi secretaria - dijo mientras cerrada ya la maleta, la arrastraba por el pasillo hacía la puerta. 

  • Moisés, yo…

  • No te he engañado con ella - sentenció abriendo la puerta. 

  • Pero lo has hecho, ¿me has engañado? - le pregunté con cierta desesperación. 


Y sin contestarme cerró la puerta tras de sí, dejándome sola. ¿Qué podía hacer ahora? ¿Mi marido acababa de dejarme? ¿Por qué, por quién? Cogí el teléfono y casi instintivamente llamé a Fran. 

  • Hola Preciosa. 

  • Se ha ido - le dije simplemente. 

  • ¿Tu marido? ¿Quieres que vaya? 

  • Bueno, sí - le respondí un poco desorientada aún. 

Al cabo de unos 15 minutos estaba llamando al timbre de mi casa. 

  • Hola - lo saludé tras abrir la puerta. 

  • Hola preciosa - dijo tomándome por la cintura para acercarme a él y dándome un apasionado beso en los labios - Así que estás sola - añadió cuando nos separamos. Llevaba una bolsa de deporte consigo y aunque sentia curiosidad por saber que había en ella, no le pregunté. 

  • Si - respondí simplemente, cerrando la puerta tras él. 

  • ¿Y qué te ha dicho cuando se ha ido? ¿Dónde ha ido? - me preguntó curioso. 

  • No lo sé, no me lo ha dicho, sólo me ha dicho que no me ha engañado con su secretaria. 

  • Pero te ha engañado ¿no? con cualquier otra supongo, quizás una clienta. 

  • Supongo, no me lo ha dicho. 

  • Bueno, estamos aquí solos, ¿no? 

Afirmé con la cabeza, mientras él cogía mis manos con cariño. Volvió a besarme y luego sin soltar mis manos y mirando en dirección a mi habitación dijo: 

  • ¿Qué tal si jugamos un poco? 

Le sonreí feliz sin contestarle. Aunque en mi cara podía leer las ganas que tenía de jugar con él a lo que quisiera. 

Me llevó hasta la habitación y al llegar de pie frente a la cama volvió a besarme y luego me preguntó: 

  • ¿Quieres ser mi sumisa? 

  • Sí - le respondí casi sin pensármelo. 

Se sentó sobre la cama y me ordena: 

  • Desnúdate. 

Obedecí quitándome la ropa prenda a prenda, mientras mantenía mi vista sobre sus ojos. Él me observaba sin perder detalle, de un modo que hacía mucho tiempo que mi marido no me miraba, haciéndome sentir deseada y admirada. 

  • No te quites las braguitas - me indicó cuando estaba ya desabrochando el sujetador. 

Cuando me lo hube quitado, se puso en pie, haciéndome sentar sobre la cama. 

  • Así pues, ¿quieres ser mi sumisa, y obedecerme y complacerme en todo aquello que te pida?

  • Sí, Señor - le respondí.

  • Bien, entonces ponte de rodillas frente a mí. 

Obedecí. 

  • Pon las manos en la espalda - dijo, desabrochándose la cremallera del pantalón tejano que llevaba. 


Y acercando su polla a mi boca, yo la abrí recibiéndola. Cerré los ojos tratando de concentrarme en aquel momento, en él, y en darle el placer que deseaba. Lamí, chupé y saboreé aquel manjar, mientras le miraba a los ojos. Su cara de placer, era un poema escrito en mi corazón. Ver como disfrutaba me hacía sentir orgullosa de mi misma. 

  • Despacio - me indicó Fran - sino lo haces bien te castigaré. 

Traté de hacerlo más despacio como él me indicaba. Pero para ello, sentía que tenía que sujetar el pene con las manos, así que traté de acercarlas pero antes de que pudiera tocarlo, Fran me avisó: 

  • Sin tocarla, las manos a la espalda. 

Volví a poner mis manos a la espalda y seguí lamiendo y chupeteando su polla.

  • Despacio - volvió a corregirme. 

Traté de hacerlo como me pedía, despacio, pero no podía, estaba ardiendo, caliente y quería terminar, que me poseyera ya, que me hiciera suya. Quizás por eso me cogió del pelo, y tirando de él, me llevó hasta la cama. 

  • Ponte sobre ella, así de rodillas, sólo las manos y el tronco, la cabeza - me indicó - la cara sobre el colchón. No mires

Obedecí, sentí como me bajaba las bragas. Luego acarició mi culo suavemente. Se acercó a la bolsa de deporte que había traído y había dejado junto a la puerta y buscó algo. Aunque no pude ver el que. Volvió junto a mí y preguntándome: 

  • ¿Estás lista? 

  • Sí, Señor - le respondí. 

Y al momento sentí el golpe de la paleta sobre mis nalgas. Gemí y los golpes siguieron cayendo uno tras otro durante los siguientes minutos. Hasta que empecé a sentir mi culo quemando. Entonces Fran se detuvo y tirando de mi pelo, me hizo mirarle, y acercando su cara a la mía me preguntó: 

  • ¿Te gusta esto? 

  • Sí, Señor - le respondí. 

Sentí su mano acariciando mis nalgas, y luego como con un par de dedos acarició mis labios vaginales. Me sentía en la gloria. Sentí sus dedos introduciéndose en mi y me estremecí. Luego se puso tras de mí, guió su polla y me penetró. Empezó a moverse dentro y fuera, haciendo que mi cuerpo se estremeciera de placer. Sentirle dentro de mi nuevamente, era como sentirme en el cielo. Me sentía suya, y sabía que él era mío. Nos sentíamos, corriendo al unísono por alcanzar el climax, hasta que lo sentimos a la vez. Terminé exhausta, derrengada sobre la cama, por lo que Fran me cogió suavemente y me puso sobre la cama, me  tapó y se acostó junto a mí, abrazándome junto a él. Me quedé dormida y no fue hasta que los primeros rayos del sol de la mañana cayeron sobre la habitación que no desperté. Fran seguía a mi lado, durmiendo, tranquilo. Me encantaba esa tranquilidad que transmitía en todo momento y que me contagiaba cuando estábamos juntos. Primero pensé en levantarme e ir a preparar el desayuno. Era sábado por la mañana, y por lo tanto, no teníamos que ir a ninguna parte. Pero finalmente me quedé junto a él, pues quería ver el momento en que despertara y abriera los ojos. Y realmente no tardó mucho.

  • Buenos días - le dije, cuando vi que abría los ojos. 

  • Buenos días. 

Me sonrió feliz y tras besarnos le pregunté: 

  • ¿Qué quieres desayunar? 

  • Cualquier cosa, hagas lo que hagas me va a encantar. Eso sí, el café no puedo faltar. 

  • Bien. 

2 comentarios:

  1. Maravilloso. Una vez mas sigo enganchando con esta bella historia

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