miércoles, 30 de septiembre de 2020

BUSCANDO LA PASION 5º CAPITULO

 Me despertó el incesante sonido de mi móvil, y en cuanto me dí cuenta de donde estaba, enseguida me dí cuenta de que seguramente era Moisés. Miré el reloj, eran casi las ocho de la tarde. Cogí el móvil, y efectivamente era Moisés. Descolgué excusándose: 


  • Lo siento, nos hemos liado Susy y yo, en media hora estoy ahí. 

  • Bien, tengo hambre y no tengo ganas de cenar tarde - dijo levemente enfadado. Parecía que sólo me quisiera para eso, para hacerle las cosas. 

Desperté a Fran que también se había quedado dormido. 

  • Fran, tengo que irme. 

  • ¿Qué hora es? 

  • Las ocho. ¿Puedes llevarme a casa, por favor? - le pedí. 

  • Por supuesto. 

Nos vestimos deprisa y en menos de media hora estábamos llegando a mi casa. Le pedí que me dejara un par de calles más abajo, y antes de salir del coche me dijo:

  • Tenemos que volver a vernos, tenemos que hablar. 

  • Sí, ya lo haremos. Hasta pronto. 

Bajé del coche y mientras me dirigía hacía mi casa, de nuevo el sentimiento de culpa me inundó. Me sentía una mala esposa, engañando a mi marido con su compañero de  trabajo. Al entrar en casa, me encontré a Moisés sentado en el sofá viendo la televisión. 

  • Hola - lo saludé.

  • Ya era hora. Cuando estás con tus amigas te olvidas de todo. Venga, que me muero de hambre - protestó. 

  • Te podía haber espabilado tú solo, ¿no? tienes dos preciosas manos y todo lo necesario para hacerte la cena tú solito - le recriminé. 

  • Sí, pero eres tú quien debe hacerlo. 

  • ¿Ah, sí, dónde está eso escrito? 

  • !Eres mi mujer, es tu deber¡ - vociferó

  • ¿Y el tuyo cual es, ponerme los cuernos con tu secretaria? - le espeté arrepintiéndome al segundo.

  • ¡Ya está bien, hasta aquí hemos llegado! - dijo, cogiendo su chaqueta y añadió: - me voy a cenar tranquilo por ahí. 

Cerró la puerta dando un sonoro portazo y me quedé sola. Había sido nuestra enésima discusión y como siempre él había acabado huyendo. Me enervaba aquella actitud suya, huyendo siempre del problema, además de tratarme de un modo tan machista. 

Y entonces decidí coger el teléfono y llamar a Fran. 

  • ¡Hey, ¿ya me estás echando de menos? - me preguntó nada más coger la llamada.

  • Sí, más o menos. Oye, que tal si quedamos para comer mañana, sino te va mal, y así podemos hablar y quien sabe…

  • Bien, pasaré a recogerte a tu oficina sobre las dos ¿vale? 

  • Perfecto - le dije. 

  • ¿Ha pasado algo? - me preguntó. 

  • Nada, que he discutido por enésima vez con Moisés y se ha largado, como hace siempre. Estoy harta. 

  • Bueno, mañana hablamos de esto y de todo ¿te parece bien? Ahora tengo que dejarte, acaban de llamar a la puerta. 

  • Bien, hasta mañana. 

Colgué, preparé algo para cenar y me fuí a dormir. No sé a que hora volvió Moisés y la verdad tampoco me importó. Me levanté, me duché y me vestí para irme a trabajar media hora antes de lo que lo hacía habitualmente para no coincidir con él, y cuando estuve lista me marché. Como tenía tiempo decidí ir andando al trabajo en lugar de coger el metro como hacía habitualmente, total eran sólo un par de paradas, o sea, como mucho la media hora que me sobraba. 

Cuando llegué a la oficina Susana no tardó en acercarse a mí y preguntarme: 

  • ¿Qué pasó ayer? ¿Qué tal te fue con Francisco? 

  • Bien, fuimos a su casa y…

  • ¿Y qué? - me preguntó impaciente. 

  • Lo hicimos - le respondí. 

  • Bien. Me alegro mucho, te lo mereces. 

Y antes de que pudiera contarle nada más, apareció nuestro jefe y tuvimos que ponernos a trabajar. 

A las dos en punto, recogí todas mis cosas y bajé a la recepción donde me esperaba Francisco. 

  • Hola preciosa ¿cómo va? - me saludó nada más verme. 

  • Bien. 

  • He visto un restaurante muy coqueto y discreto a un par de calles de aquí - me indicó. 

  • Bien, vamos. 

Fuimos andando hasta el restaurante, cogidos de la mano. Junto a él me sentía como una adolescente con su primer novio, ilusionada y feliz. En el restaurante, Fran pidió una mesa en un lugar tranquilo y discreto. Pedimos y cuando nos trajeron los platos. Fran empezó a hablar. 

  • Sé que lo de ayer, quizás te sorprendió un poco, pero yo soy así. Me gusta el BDSM y lo práctico activamente con mis parejas. Me pareció que te gustaba y por eso no paré aunque intuyo que nunca lo has practicado ¿verdad? 

  • Así es - le dije - jamás había hecho algo como lo de ayer, pero sí, me gustó. Me sentí… no sé, me sorprendió sentirme excitada cuando me...pegaste. No sabía que tendría esa reacción. Y me gustó. 

  • Yo puedo enseñarte todo lo necesario para que seas mi sumisa - me dijo - y realmente me encantaría recorrer ese camino contigo. Eres una mujer maravillosa y te mereces lo mejor. Por cierto, ¿que pasó anoche entre tu marido y tú? 

  • Nada, que discutimos como hacemos día sí, día también desde hace unos meses. 

  • ¿Y por qué no te separas? - me preguntó. 

  • Pues no sé, en realidad, es algo que llevo un tiempo pensando, que debería hacer, pero no sé, creo que en el fondo me da miedo quedarme sola. 

  • Pero eso no tienen porque ser así, eres joven y guapa. Y ahora me tienes a mí - dijo suavemente, haciendo que las palabras vibraran en su voz. 


Terminamos de comer, Fran pidió la cuenta y antes de marchar me dijo: 

  • Necesito tenerte otra vez, jugar contigo, ¿cuando podremos hacerlo?

  • No lo sé - le respondí sinceramente - Pronto. 

  • ¿Podemos vernos luego? 

  • No estoy segura. Tal y como están las cosas con Moisés, de momento no quiero tentar a la suerte. Y creo que debería hablar con él. 

  • Sí, tienes razón. Está bien. Seré paciente y esperaré por tí. Es lo mínimo que puedo hacer. 




2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me alegro, probablemente viernes suba un nuevo capitulo, gracias por leerme y sobretodo por dejar comentario.

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