lunes, 19 de octubre de 2020

Y SI FUERA ÉL. CAPITULO 2

  

-         ¿Y qué vas a hacer ahora? – me preguntó Ana consolándome mientras lloraba en su hombro.

-         Voy a volver a casa de mis padres, no tengo otro remedio.

-         Oye, ¿por qué no te quedas en mi viejo piso? Ya sabes que aún no lo he alquilado y está libre.

-         No sé Ana, no quiero abusar, y no estaría a gusto sabiendo que estas perdiendo un dinero que te va de perlas para pagar tu nuevo piso – repuse.

-         Bueno, pues si te hace sentir mejor, te cobraré un pequeño alquiler – me propuso Ana.

-         Esta bien, si es así, me encantaría, ya que no me hace demasiada ilusión volver con mis padres, ya sabes cómo están las cosas con ellos.

-         Esta bien. Anda, ya puedes llevar todos tus trastos allí ahora mismo – me dijo dándome las llaves del piso.

Así pues, recogí todas mis cosas y me trasladé al que sería mi nuevo piso de soltera, dejando atrás una preciosa etapa de mi vida. Mi relación con Armando, el que hasta ese momento había creído el hombre de mi vida se había terminado.

En los siguientes días recibí varias llamadas de él, pero no quería saber nada, así que no le respondí a ninguna. No tenía nada que decirle, me había decepcionado y aquello había terminado. Aunque me sentía triste, porque con él había descubierto mi verdadera sexualidad, mi rol de sumisa en una relación de dominación que me encantaba, él había sido mi primer Amo y dicen que el primero nunca se olvida, no sabía si iba a olvidarlo. Pero ahora había terminado todo, debía seguir a adelante.


Volví al trabajo una semana después.

-        ¿Qué tal las vacaciones? – me preguntó Pedro, mi jefe.

-         Bien – dije sin mucho entusiasmo.

-        ¿Solo bien? Que poco entusiasmo le has puesto a ese bien ¿ha pasado algo?

-         Bueno, Armando y yo lo hemos dejado, solo eso.

-        ¿Sólo eso? ¿Te parece poco? Lo siento, hacíais una buena pareja. Si necesitas algo... – se ofreció mi jefe.

Mi jefe era un tipo guapo, unos 10 años mayor que yo, o sea 36, moreno, alto y divertido, además de sensible. Hacía solo medio año se había quedado viudo, ya que su mujer había muerto a causa de un cáncer de matriz. Lo había pasado mal al principio y ahora parecía estar saliendo del bache.

-         Gracias Pedro – musité bajando la vista al suelo.

-         Bueno, vamos a trabajar – me dijo, tratando de quitarle hierro al asunto.

E inmediatamente nos pusimos a trazar el plan de trabajo para aquella semana, pues teníamos varias reuniones con algunos clientes.

Durante las siguientes semanas evité ir al club de BDSM que solía frecuentar con Armando. Íbamos allí cada viernes y sábado noche y siempre realizábamos allí algunas de nuestras escenas, ya que a él le encantaba ser observado mientras me castigaba o me follaba. Los recuerdos se agolpaban en mí y por eso durante un tiempo preferí no ir, pero dada mi naturaleza sumisa, al final decidí ir tras una invitación de Luna, la dueña del local, y buena amiga mía. Me apetecía verla y hablar con ella y quizás encontrar algún amo que me diera lo que necesitaba. Pues tras un mes de abstinencia sentía mono, ganas de ser follada y tratada como una sumisa.

Aquella noche me vestí a conciencia. Me puse un vestido estrecho que dejaba a la vista mis tetas y tapaba mínimamente mi sexo y mi culo. Me peiné y me perfumé y me dirigí hacia el club, obviamente con una gabardina. Al llegar me recibió Luna en la puerta.

-         Hola cielo, estas guapísima – me dijo al verme.

-         Gracias.

Me quité la gabardina y se la dí al portero, que la puso en el guardarropa y junto a Luna nos dirigimos hacia la barra.

-         Siento mucho lo de Armando – me dijo – hacíais muy buena pareja. Me sorprendió saber que estaba con otra.

-         Ya, yo también – afirmé sonriendo, tratando de no hablar mucho de Armando, pues aún me entristecía saber que estaba con otra.

-         Bueno, de todos modos, habrá más de uno con ganas de pillarte por aquí, ya lo sabes – me advirtió – como Paul – me dijo mirando hacia donde este estaba sentado.


Paul era un inglés, que trabajaba aquí como profesor, y solía ir al club cada fin de semana. Mientras estaba con Armando, se me había insinuado varias veces y siempre nos observaba en nuestros juegos, pero yo siempre le había dicho que no.

-         No sé, quizás te sorprenda con sus juegos – me dijo Luna – por probar no pierdes nada.

-         Sí tienes razón – afirmé observando a Paul y sonriéndole.

Total, pasar aunque fuera solo un rato con él, haría que me olvidara un poco

Me dolían los pezones, y el dolor no remitía, había estado toda la mañana un poco molesta, sobre todo porque aquel dolor sordo me hacía recordar lo frustrante que había sido la experiencia con Paul. Me llevó a una de las habitaciones del club, en la que había una silla en medio. Me hizo inclinarme sobre la silla boca abajo, con el culo expuesto. Cogió un par de pinzas y mes las colocó en los pezones. Sentí un dolor sordo al notar como me los pinzaban, pero amé ese dolor que hacía ya algunos meses que no sentía. Luego vi como cogía una paleta de la pared.

-         Has sido una chica mala – empezó diciendo – me rechazaste todas las veces que me insinué.

-         Sí, amo – acepté yo en mi rol de sumisa.

-         Por eso voy a azotarte, te daré diez azotes y tu los contarás uno por uno ¿de acuerdo?

-         Sí, amo.

-         Luego te follaré.

-         Si amo.

Y enseguida sentí el primer golpe sobre mi nalga derecha.

-         Uno – conté.

Otro golpe:

-         Dos.

Mi sexo inundándose de deseo y dolor.

-         Tres- dije tras el tercero. Paul no decía nada, solo ejecutaba el castigo:

-         Cuatro.

Un nuevo golpe y mi sexo palpitando.

-         Cinco.


Paul se detuvo unos minutos, acarició mi nalga enrojecida y ardiente y luego se trasladó al otro lado y de nuevo la paleta cayó sobre mi nalga izquierda esta vez:

-         Seis – gemí.

Otro nuevo golpe.

-         Siete.

Mi voz se tornaba excitada y jadeante.

-         Ocho

De nuevo mi sexo palpitó ansioso, dos golpes más y el castigo terminaría.

-         Nueve – grité esta vez tratando de liberarme, pero el silencio de Paul me quemaba mas que los golpes que me daba.

-         Diez.

Se detuvo por fin y oí como se bajaba la cremallera del pantalón. Ni siquiera le miré. Sentí su mano hurgando en mi sexo húmedo y palpitante.

-         ¡Uhm estas mojada, putita! Perfecto, porque ahora te follaré hasta que te corras – me dijo al oído.

Creo que fue en ese momento cuando empezó mi frustración, cuando empecé a echar de menos los juegos imaginativos de Armando y deseé que en lugar de Paul, fuera él el que estuviera allí. Inmersa en esos pensamientos sentí como Paul me penetraba y como empezaba a bombear dentro y fuera de mi, haciendo que me excitara con cada empujón, más por el hecho de que llevaba tiempo sin follar que porque realmente él lo hiciera bien, excitante y demoledor como a mi me gustaba. Empecé a gemir, también él gemía y empujaba sin parar una y otra vez, hasta que exploté en éxtasis. No fue ni de lejos el mejor orgasmo de mi vida, fue solo un orgasmo, una liberación a los meses de sequía que había pasado, nada más. Tras eso, Paul se levantó y se arregló, yo también me levanté. Me besó suavemente en los labios y me dijo:

-         Gracias preciosa.

Luego salió de la habitación.

Tras eso yo había salido de la habitación y del local con ese maldito sentimiento de frustración al sentir que Paul no tenía lo que yo buscaba en un Dom.

-         Así ¿que fue una noche desastrosa? – me preguntó Ana mientras cenábamos en mi casa

-         Pues más o menos, la verdad que ese tal Paul no me va demasiado, me ha dejado dolorida y... buf, creo que voy a estar algunos días sin volver por el club. Y ¿tú que tal con Pedro y los preparativos de la boda?

-         Bien, muy bien, genial. Ayer fuimos a ver el restaurante, es fantástico y los precios están muy bien. Por cierto, el sábado resérvate la mañana para mí, vamos a ir con mi madre y mi hermana a comprar el vestido de boda. ¿vale?

-         Vale.



No hay comentarios:

Publicar un comentario