jueves, 15 de octubre de 2020

Y SI FUERA ÉL. CAPITULO 1

 Empiezo nueva serie, espero que os guste.  Os dejo la sinopsis y el primer capitulo.

SINOPSIS: Emma está locamente enamorada de Armando, con el que tiene una relación AMO – SUMISA perfecta, pero de repente un día, se lo encuentra con otra mujer, por lo que decide dejarlo. Y empieza entonces su búsqueda de un nuevo AMO, que la haga sentir única y especial como Armando, alguien que la comprenda, tras alguna experiencia fallida, encontrará a Alberto que le hará cambiar su forma de ver la vida y sobre todo la relación AMO-SUMISA.

Armando iba delante de mí, solo nos faltaban unos metros para llegar a lo alto de la montaña, el calor y el sol apretaban de lo bueno en aquel primer día del mes de agosto. Acabábamos de empezar nuestras segundas vacaciones juntos y estaba ilusionada con la idea de compartirlas con él, habíamos alquilado un pequeño apartamento en un bonito pueblo de montaña para poder hacer excursiones.


Armando iba unos metros por delante de mí. Vi que alcanzaba por fin la cima y traté de acelerar mi paso, pero después de una hora y media caminando y subiendo por escarpados caminos de tierra y piedras, estaba ya bastante agotada.

Unos minutos después que, Armando, llegué a la cima, él estaba sentado debajo de un árbol, esperándome, había abierto la mochila y estaba bebiendo agua, me acerqué a él y me senté a su lado. Nos miramos, en sus ojos saltaban chispas y me sonrió pícaramente.

Estaba claro que estaba pensando en algo sumamente excitante. Gracias a Dios, nos habíamos asegurado de elegir una cima a la que subir, a la que no viniera mucha gente.

Armando me besó salvajemente entonces, mientras introducía su mano dentro de mis pantalones cortos, bajo los que no llevaba nada, ya que a él le gustaba que estuviera así. Gemí al sentir como su mano encontraba mi clítoris. Sentí mi sexo humedecerse y las ganas de que me poseyera allí mismo quemando dentro de mí.

-        ¡Quítate la ropa! – me ordenó repentinamente, estaba claro que empezaba uno de nuestros juegos.

Miré a mi alrededor, controlando que no hubiera nadie cerca que pudiera

vernos y luego, obedecí sin rechistar y sin dejar de mirarlo a los ojos. Una vez

desnuda, sentía el aire rozar mi piel, mis senos, lo que aún me excitaba más.

-         Ahora abraza el árbol – me ordenó.

Le miré extrañada, preguntándome que estaría maquinando, pero le obedecí, y desnuda como estaba, me coloqué abrazando el tronco del árbol. Oí como Armando buscaba algo en su mochila e inmediatamente, sacó una cuerda, que empezó a atar a mi alrededor, de manera que quedé atada al árbol sin poner moverme, con las piernas abiertas y los brazos extendidos. Era una posición extraña, pero me sentía excitada, abierta.

-         Perfecto – musitó cuando terminó de atarme.

Se colocó tras de mí y recogió algo del suelo, aunque dada mi posición no pude ver lo que era. Empezó a acariciar mi espalda con ello, era unas hojas o alguna planta, que pasaba suavemente haciéndome unas cosquillas maravillosas en mi piel. Me estremecí y gemí sintiendo como mis jugos llenaban mi sexo excitado. Armando pasó la ramita también por mi sexo y un nuevo gemido salió de mi garganta. Entonces, él besó mi hombro. Soltó la ramita y acarició mi sexo con sus dedos, primero mi clítoris y luego introduciéndolos en mi vagina húmeda, los movió dentro y fuera un poco y seguidamente, llevándolos hasta mi boca me hizo chupárselos.

-         Estas supermojada – dijo.

Luego se agachó buscando en la mochila. Traté de averiguar lo que hacía y pude ver que sacaba mi consolador preferido de la mochila, era uno de látex ni muy grande ni muy pequeño que habíamos comprado juntos al principio de nuestra relación, nuestro primer compañero de juegos.

-       ¿Qué vas a hacer? – le pregunté.


Él ni siquiera me contestó, se limitó a pasar el consolador por mi sexo humedeciéndolo y luego me lo introdujo hasta el fondo. Un gemido de placer escapó de mí. Luego Armando lo dejó colocado entre mis piernas, mientras masajeaba mis senos y luego pellizcaba y arañaba mis pezones intensificando la excitación. Volvió al consolador y lo movió dentro y fuera de mi unas cuantas veces, consiguiendo que la excitación volviera a mi. Volví a gemir suplicándole:

-        ¡Oh, Armando!

Una cachetada cayó sobre mi nalga derecha.

-         Ya sabes, nada de excitarte, nada de gemir. Sólo siéntelo.





Suspiré tratando de no gemir. De nuevo dejó el vibrador entre mis piernas quieto, mientras mordía y palmoteaba mi culo en señal de castigo por mi atrevimiento. Yo trataba de morderme los labios para no gemir. Nuevamente Armando volvió a mover el vibrador dentro y fuera, dentro y fuera, hasta llevarme a un punto en el que estaba segura que si seguía me correría y así se lo indiqué diciendo:

-        ¡Oh, si sigues me voy a correr!

Armando volvió a pegarme con la mano en el culo diciendo:

-        ¡No!

Y seguidamente sacó el consolador de entre mis piernas. Me sentí aliviada, pero también excitada y necesitada, deseaba que me penetrara el mismo y me follara allí, pero... sabía que no lo haría. En lugar de eso, volvió a masajear y pellizcar mis senos. Luego me desató, me giró poniéndome de espaldas al árbol y me besó, de nuevo acarició mi sexo húmedo con un par de dedos y luego se arrodillo frente a mí y sentí su lengua hurgando en mi clítoris, gemí excitada, y entonces separó su boca de mi sexo y me preguntó:

-         ¿Te gusta?

-         ¡Oh sí!

Volvió a lamer mi sexo, metió su lengua en mi vagina y suspiré, luego de nuevo a mí clítoris, chupeteándolo y estirándolo entre sus dientes, hasta que a punto de alcanzar el orgasmo se detuvo y me dijo:

-         Vamos, vístete. En el apartamento seguiremos.

Y mientras él guardaba el vibrador de nuevo en su mochila, yo me vestía excitada aún por lo sucedido.

-         Oye, tengo que ir a comprar antes – le avisé – no tenemos nada para comer.

-         Esta bien, ve a comprar, yo te esperaré en el apartamento. Lo arreglaré todo para...

-         Vale.

Descendimos a toda prisa, ansiosos ambos porque llegara el momento en que terminaríamos con el juego iniciado en la cima. Al llegar al coche, me dio un beso tierno en los labios y me dio las llaves. Entré en el coche, mientras él se dirigía al apartamento.

Una hora más tarde estaba de regreso en el apartamento. Llevaba un par de bolsas, una en cada mano. Dejé las bolsas en el suelo para abrir la puerta. Y entonces, nada más abrir la puerta oí un gemido, era claramente un gemido de mujer, y eso me alarmó. Dejé la bolsa de la compra en el suelo y otro gemido sonó desde el comedor. Me dirigí hacia allí, mi corazón iba a mil por hora, y me quedé sorprendida al verla. No podía creerlo, ella, la chica rubia a la que habíamos conocido un par de semanas atrás estaba atada, suspendida con los brazos en alto del clavo que había puesto allí Armando para sujetar mi planta del dinero. Estaba desnuda, y Armando, de rodillas frente a ella, le introducía el consolador que había usado una hora antes conmigo, entre las piernas. Todo mi cuerpo se estremeció y las llaves, llevaba en la mano, cayeron al suelo, al igual que las bolsas de la compra, lo que hizo que tanto Armando como la rubia giraran su cabeza hacia mí. Me sentí mareada y con ganas de devolver.

-         No es lo que tú crees – dijo Armando levantándose del suelo. Él también estaba desnudo y entre sus piernas lucia una espléndida erección.

Me di media vuelta y corrí hacia la habitación gritándole:

-         Echa a esta puta de mi casa y no me digas nada, no quiero saber nada.


Cogí mi maleta y empecé a meter mi ropa en ella, nerviosa y furiosa por lo que acababa de ver. Durante los últimos meses, Armando me había pedido buscar otra sumisa, pero yo le había dicho una y mil veces que no, que no quería compartirlo, que no sería capaz, le amaba demasiado para aceptar eso y él lo sabía y ahora... ahora.... había decidido tomar a otra sin mi consentimiento. Armando entró en la habitación, supuse que la chica ya había marchado.

-         Por favor, Emma, sé razonable. Sabes cuánto lo deseo y podríamos pasarlo muy bien.

-         Ese es tu problema Armando, que solo piensas en ti y en tus deseos, nunca en los míos, te dije que no una y mil veces. No lo haré, no voy a compartirte con otra ni a aceptar los jueguecitos con ella. ¡NO! – grité enfurecida mientras terminaba de colocar las ultimas cosas.

Cerré la maleta, y tiré de ella, dispuesta a salir de aquella casa.  Pero Armando me cogió de la mano tratando de retenerme.

-         Por favor Emma, podemos llegar a un acuerdo.

-         No – le dije enfrentándolo a los ojos. Me deshice de su apretón y salí por la puerta de la habitación y luego a la escalera, llamé al ascensor y él vino tras de mí y sin dejarle hablar le dije:

-         No Armando, hemos terminado. Déjalo ya.

Llegó el ascensor y abrí la puerta. Entré y le di a bajar, dejándolo allí.

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