lunes, 5 de octubre de 2020

BUSCANDO LA PASIÓN 7º y ultimo CAPITULO

 Tras el desayuno decidimos ir a dar un paseo y luego me invitó a comer a un restaurantes fuera de la ciudad. Tras la comida y otro paseo por los alrededores del restaurante Fran me propuso: 

  • ¿Qué tal si vamos a mi casa a hacer la siesta? - en sus labios se dibujaba una sonrisa traviesa. 

  • ¡Uhm bueno, eso suena bien!

Volvimos a la ciudad y a su ático en la ciudad. La verdad es que empezaba a gustarme aquel lugar y también el poder estar con él sin preocuparme por Moisés o por donde iba y con quien. De todos modos, era consciente de que Moisés y yo tendríamos que hablar en algún momento de lo que íbamos a hacer con nuestro matrimonio. 

  • Ven, vamos a la habitación - me dijo Fran nada más llegar a su piso. 

De la mano me llevó en dirección a las habitaciones, pero en lugar de ir hacía su habitación seguimos por el pasillo hacia abajo. 

  • Pero ¿no es esa tu habitación? - le pregunté, indicando la habitación que ya habíamos pasado. 

  • Sí, pero hoy quiero que conozcas otra habitación. 

Llegamos al final del pasillo y abrió la puerta frente a la que estábamos. Era una habitación realmente diferente a cuanto había visto antes. Era como una mazmorra. Estaba decorada en un color rojo burdeos, tenía una cama grande con dosel a un lado, al otro lado había una cruz de san Andrés, forrada de terciopelo rojo burdeos. Frente a la ventana, una mesa y un poco más allá una silla de Berkley. En las paredes había colgados, látigos, paletas, floggers. 

  • Es mi habitación de juegos - me dijo. 

  • Interesante - le dije. 

  • Quiero ponerte el collar. 

  • ¿Collar? - que quería decir con ponerme el collar. 

  • El collar de sumisa - dijo, cogiendo lo que parecía un collar de perro de una de las perchas que había en la pared - Uno de iniciación.


Me tendió el collar para que pudiera verlo y observarlo. Lo cogí y lo estudié con detenimiento. Era de cuero negro, y tenía sus iniciales en letras de metal, y saliendo de estás una pequeña argolla. Junto a las letras había también una estrella de color azul. Aquello era nuevo para mí, y sabia algo de BDSM pero jamás había pensado que yo podría llegar a ser una sumisa y que me pondrían un collar. Fran cogió el collar de mis manos y me lo puso en el cuello. 

  • Ahora eres mi sumisa y todos lo sabrán. 

  • ¿Pero tengo que llevarlo siempre? - le pregunté un poco asustada ante esa posibilidad. 

  • No, este collar no, pero está pulsera con mis iniciales sí - dijo, sacando una pulsera de un cajón de una pequeña cajonera que tenía bajo la percha de los collares. 

Era una pulsera de oro, con un corazón donde estaban sus iniciales, que también me puso en la muñeca. 

  • ¿Qué tal si te desnudas? - me indicó - seguro que estás preciosa solo con el collar y la pulsera. 

Me desnudé como me había pedido, quedandome de pie frente a él. 

  • ¿Ves? estás perfecta - me dijo, mirándome de arriba abajo, sus ojos brillaban con una luz especial que realmente me hizo sentir orgullosa - ven, vamos a jugar - me dijo, llevándome hacia la cruz de San Andrés. 

  • ¿Qué vas a  hacer? - le pregunté. 

  • Enseguida lo verás. Te gustará - me respondió.

Me ató de pies y manos en la cruz, de espaldas a él. Por el rabillo del ojo vi que se acercaba a una de las paredes y revisaba las paletas que allí tenía colgadas. Finalmente cogió una y volvió hacía donde yo estaba. Pasó la paleta por mi culo suavemente, luego por mis piernas y finalmente por mi sexo, haciendome estremecer. Y cuando menos lo esperaba, ¡zas! cayó el primero de los azotes, luego siguió azotandome una y otra vez, hasta que mi culo empezó a dolerme. Entonces se detuvo y acarició mi culo con la mano, muy suavemente, mientras acercaba su boca a mi hombro y me besaba, luego besó mi culo y finalmente me susurró al oido: 

  • Eres toda una putita, con solo unos azotes te has puesto como una moto, ¿eh?

  • Sii, - jadeé. 


Y sentí como movía sus dedos por mis labios, acariciaba mi clítoris suavemente durante unos segundos y luego los introducía en mi y los movía dentro y fuera durante unos segundos haciéndome estremecer, y justo cuando empezaba a sentir el agradable placer los sacaba. Lo hizo así durante unos cinco minutos más o menos, con lo que al final estaba tan excitada que sentía que podría correrme en cualquier momento. Pero Fran controlaba muy bien el modo de tocarme, los minutos, etc, para que eso no sucediera. Sin duda era un Amo experimentado. Se alejó de mí nuevamente, dirigiéndose a la mesa, abrió uno de los cajones y sacó algo, no pude ver bien el que. Pero en cuanto empecé a oír el zumbido y lo sentí vibrar encima de mi piel tuve la certeza de que era un vibrador. Fran lo acercó a mi sexo, lo puso en la entrada, haciéndome estremecer al sentir la vibración sobre mis labios y finalmente lo introdujo en mi. Todo mi cuerpo se convulsionó al sentirlo dentro. No pude evitar gemir y entonces Fran me susurró al oído: 

  • Te gusta esto, ¿eh, putita? 

  • Síi, Señor - gimoteé. 

  • Dime que quieres. Suplicame. 

Quería que terminara con aquella tortura, que me follara y me hiciera suya una vez más, pero no osaba decírselo, suplicarselo como él me pedía. Metió el vibrador hasta el fondo en un movimiento rápido y lo sacó totalmente, tratando de provocarme y lo hizo un par de veces más hasta que finalmente lo hice, le supliqué: 

  • Quiero que me folles, Señor, por favor. 

  • Muy bien, buena chica - me dijo, tirando de mi pelo y girando mi cabeza hacía él para darme un beso, comiéndome la boca, lo que aún me excitó mas. 

Sacó el vibrador de mí, lo tiró al suelo y sin más, guiando su verga hacía mí, me penetró, me poseyó y me hizo suya empezando a moverse, a follarme, como le había suplicado, hasta llevarme al maravilloso orgasmo, derramándose también él dentro de mi. Fue algo maravilloso, que me hizo sentir completamente suya. Luego, me desató y me llevó hasta la cama, donde me abrazó diciéndome: 

  • Lo has hecho muy bien, te has portado muy bien, pequeña. 

Me besó y me quedé tranquila y adormecida entre sus brazos. 

Desperté cuando ya había anochecido. Estaba sola en la cama, pero oí ruido en la casa, la puerta de la habitación estaba abierta. Me levanté, me puse una camisa de Fran que había en una silla a modo de batín y salí de la habitación. 

  • Fran - lo llamé.

  • En la cocina. 

Me acerqué a la cocina y me lo encontré semidesnudo, sólo con ropa interior y un delantal cocinando. 

  • ¿Tienes hambre? - me preguntó. 

  • Bueno, un poco. 

  • Bien, estoy preparando unos huevos revueltos que ya verás. Son mi especialidad. 

  • Vaya, así que además de ser un buen amante también sabes cocinar - le dije. 

  • Bueno me defiendo. ¿Sabes que te sienta muy bien mi camisa? Estás arrebatadora

  • Gracias. Oye, el otro día en la fiesta, conocí a tu padre pero ¿y tu madre? 

  • Bueno, hace mucho que se divorciaron y desde entonces mi madre hace su vida, viaja mucho, y la verdad es que la veo poco. 

  • Entiendo. 

Cenamos y después de cenar vimos una película. Al final me quedé a dormir con él. Por la mañana nos levantamos, desayunamos y decidimos ir a dar un paseo y al salir por la puerta, vi a su padre y a Moisés dándose un morreo, me quedé paralizada y lo sólo pude exclamar: 

  • ¡¡Moisés!!

  • ¿Elisa?

  • ¿Papá? - exclamó Fran. 

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