domingo, 6 de abril de 2025

SIETE DÍAS DE DESEO CAPITULO 1


CAPITULO 1

Por fin tenía unos días de vacaciones. Aria conducía su viejo Volkswagen Polo, en dirección a Javea, un pequeño pueblo de la costa alicantina, que le había parecido encantador en las fotos que había encontrado en internet. Había elegido ese pueblo, precisamente porque era pequeño y parecía agradable y necesitaba tranquilidad. El hotel que había elegido para pasar los 7 días de vacaciones que tenía, también era pequeño y familiar según decía la página web donde lo había encontrado. Solo le quedaban un par de kilómetros para llegar. Había salido de Barcelona a las 8.30 de la mañana y el viaje había sido bastante tranquilo, no había encontrado demasiado tráfico para ser finales de julio.

Aria miró el reloj del coche, era la una del mediodía, perfecto, pensó, llegaría justo a la hora de comer. Y asi fué, a la 13.30 estaba frente al hotel. Aparcó el coche una calle más abajo, puesto que la calle donde estaba el hotel era peatonal. Eso le gustó a Aria, ya que garantizaba que el hotel fuera tranquilo. Caminó los pocos metros que la separaban del hotel y entró en la recepción. Tras el mostrador había un hombre de unos 30 años, calculó ella, alto, de pelo castaño y ojos azul grisáceo. Aria sintió que su corazón se saltaba un latido al verle. Se dirigió hacía él diciéndole: 

Buenos días, tenía una reserva hecha para pasar unos días aquí. 

Buenos días — respondió el hombre con una voz grave y cálida. Daniel Porcar, el dueño del hotel, se acercó desde detrás del mostrador. — Sí, usted es Aria Fernández, ¿verdad?

Sí, la misma — confirmó Aria, sintiendo una corriente eléctrica al mirar los claros ojos de Daniel. 

Bienvenida, yo soy Daniel Porcar, el dueño de este hotel, así que cualquier cosa que necesites solo tienes que decírmelo. 

Un placer  — respondió Aria, estrechando su mano. Su tacto era firme y cálido, y Aria sintió una conexión instantánea.


Daniel se giró hacía el panel donde tenían las llaves y cogió una. 

Toma, habitación 222 en la segunda planta. Tienes el ascensor ahí mismo.—le indicó ¿Las maletas? 

La tengo en el coche. Como he tenido que dejarlo en la otra calle no la he cogido.

Ya, entiendo. Si me acompañas, yo te las subo — se ofreció Daniel. 

Bien, vamos. 

Javi, ven un momento que voy a por las maletas de la Srta. —  llamó Daniel a uno de sus empleados. 

Se dirigieron juntos al coche. Aria abrió el maletero y sacaron su maleta y un neceser. Sin intercambiar palabra, regresaron al hotel. Dani la acompañó hasta su habitación, abrió la puerta y entró, dejando la maleta junto a la cama.

Bueno, espero que disfrutes de tu estancia. Por cierto — añadió Dani —, esta noche, después de la cena, habrá una pequeña fiesta en el bar del hotel. Es una buena oportunidad para conocer a la gente del pueblo.

Me encantaría — dijo Aria con una sonrisa.

Daniel se despidió de Aria con una mirada enigmática y desapareció por la puerta. Luego cogió la maleta y la puso sobre la cama, empezando a ordenar y colocar su ropa en el armario que había tras la puerta de entrada. Cuando terminó, decidió cambiarse de vestido y subió al restaurante que estaba en la última planta para comer. 

Al entrar al comedor, Dani la recibió con una sonrisa.

Supongo que vienes a comer — dijo, con un brillo en los ojos.

Así es.

Pues tengo la mesa perfecta para ti.

Dani la condujo hasta una mesa junto a la ventana, desde donde se veía el mar.

Gracias.

Aquí tienes la carta.— le dijó él dándole la carta — Que disfrutes.

Aria observó la carta con detenimiento y cuando la dejó sobre la mesa, enseguida apareció el chico que había visto en la recepción preguntándole:

—  ¿Qué desea para comer?

¿Tú también estás pluriempleado aquí, o eres el chico para todo? 

El chico sonrió. Aria pensó que se parecía mucho a Dani y enseguida lo entendió.

Bueno, este es un negocio familiar, podríamos decir, y yo soy el hermano de Daniel, así que por eso, todos hacemos de todo — se explicó Javi con una tierna sonrisa en los labios. 

Entiendo. 

Aria pidió los platos y Javi volvió a la cocina para pasar el pedido, mientras Daniel daba vueltas por el comedor, controlando que todo el mundo estuviera bien atendido. Aria pensó que sin duda había elegido bien el hotel, y que la frase que había leído en su web de que daban un trato cercano y familiar, era cierto. 

Aria comió y tras la comida hizo una pequeña siesta, ya que se había levantado muy temprano para estar allí a la hora de comer, además de que conducir durante varias horas seguidas, había hecho que se sintiera cansada. Tras la siesta, se puso su bañador y bajó un rato a la playa. No le importaba estar sola, de hecho había decidido pasar aquellas vacaciones sola, porque lo necesitaba. Hasta unos meses antes, había estado con su novio, había ido con él a todas partes, así que cuando él le dijo que quería cortar, Aria se propuso que haría todo aquello que le apeteciera aunque fuera sola. Y allí estaba, sola, sin amigas, ni familiares, ni novios que le dijeran lo que tenía que hacer, o que decidieran por ella. En realidad, al principio tenía que pasar aquellos días con Berta, su mejor amiga, pero al final Berta se había caído y se había roto una pierna, justo dos días antes de empezar las vacaciones, así que al final tuvo que ir sola. 

En la cocina del hotel, Dani y Javi estaban recogiendo, momento que aprovechaban para hablar.

¿Vas a ir solo a la fiesta de esta noche? — le preguntó Javi a su hermano.

Sí, claro, como siempre ¿por qué lo preguntas?

No sé porque me ha parecido que esa chica que ha llegado hoy te ha hecho ¿tilín?


Dani rodó los ojos, desde que había dejado a Concha, Javi siempre le estaba buscando una novia.

Bueno, es guapa, bastante guapa, pero nada más. ¿Y tú, vas a ir con alguien?

No sé, creo que no — respondió Javi, con un tono más serio. — Últimamente, no me apetece mucho ir de fiesta.

Dani lo miró con atención.

¿Estás bien, Javi?

Sí, sí — respondió Javi, con una sonrisa forzada. — Solo... cansado. ¿Y tú? ¿No te sientes solo a veces?

Dani dudó un momento, pero finalmente respondió:

No necesito compañía.

¿Seguro? — Javi levantó una ceja. — Esa chica nueva... Aria, ¿verdad? Tiene algo…

Déjame en paz, Javi — interrumpió Dani, aunque una chispa de curiosidad se encendió en sus ojos. — No voy a ir detrás de nadie.

Como digas — respondió Javi, con una sonrisa. — Pero no digas que no te lo advertí.

A las ocho de la tarde Aria volvió al hotel, se duchó y se puso guapa, pues después de cenar iría a la fiesta que Daniel le había comentado. Eligió un vestido rojo de gasa, se recogió el pelo en un moño alto y se maquilló un poco. Luego subió al restaurante para cenar. 

Hola — la saludó Daniel alegremente. 

Hola. 

Te he reservado la misma mesa de antes  — le indicó — ¿Has pasado buena tarde? 

Sí, la verdad es que sí — respondió ella con una sonrisa seductora.

Toma la carta — dijo él dejando la carta de platos frente a ella — Veo que te has puesto muy guapa, supongo que irás a la fiesta. 

Aria sonrió.

Por supuesto, no puedo desaprovechar la invitación que me ha hecho un atractivo hombre. 

También Daniel sonrió entonces al sentirse halagado. Sin duda, había algo entre ellos. Una atracción que ambos sentían, pero que ninguno se atrevía a admitir abiertamente. Dani se acercó un poco más a ella, sintiendo el aroma de su perfume.

Espero que disfrutes de la fiesta — dijo Dani, con una voz que sonaba casi ronca —. Y de mi compañía.

Aria le devolvió la mirada, con una sonrisa pícara. Luego Dani se alejó para atender a otros clientes. Cuando Javi le llevó el primer plato a Aria le preguntó:

¿Te ha contado mi hermano sus mejores chistes?

Aria frunció el ceño, confundida.

¿Chistes?

Sí, es un experto — dijo Javi, con una sonrisa divertida —. Aunque a veces son un poco malos. Si no te ha contado ninguno, pídeselo. Te aseguro que te reirás.

Aria sonrió, intrigada.

¿De verdad?

Absolutamente — respondió Javi, guiñándole un ojo —. Y si no te ríes, yo te cuento uno.

Aria sonrió, mientras Javi se alejaba de nuevo hacía la cocina. Qué tipo tan peculiar, pensó. Tenía una energía contagiosa, una mezcla de picardía y sinceridad que la había desconcertado un poco. ¿Por qué estaría tan interesado en que hablara con su hermano? Se preguntó. ¿Acaso Dani era tímido? No lo parecía, con esa sonrisa segura y esa mirada que la había hecho sentir un cosquilleo en el estómago.

Aria observó a Dani desde la distancia. Estaba atendiendo a un grupo de clientes, moviéndose con gracia y seguridad. Tenía algo que la atraía, una combinación de encanto y misterio. Pero también le preocupaba la insistencia de Javi. ¿Estaba todo esto orquestado? ¿Debía desconfiar de las sonrisas y los cumplidos?

Sacudió la cabeza, tratando de despejar sus pensamientos. Estaba siendo paranoica. Javi solo estaba siendo amable. Y Dani... bueno, Dani era simplemente encantador.

Decidió que lo mejor sería disfrutar de la fiesta y observar. Dejarse llevar, como siempre hacía.


Tras una cena tranquila, Aria bajó al bar sobre las once de la noche. La fiesta, más que en el bar, se extendía por la amplia terraza que daba a la piscina. En una esquina, un pequeño conjunto musical, formado por un cantante, dos guitarras y un bajo, animaba la velada. El ambiente era vibrante, con una multitud animada y conversaciones que se mezclaban con la música.

Aria divisó a Javi al otro lado de la terraza, inmerso en una conversación con una chica rubia. Asumió que debía ser su novia, sobre todo por la manera en que se miraban. En el centro de la terraza, una improvisada pista de baile, invitaba a moverse al ritmo de la música. Unas pocas parejas se deslizaban al compás de la melodía, y Aria las observó con una punzada de nostalgia. Hacía apenas unos meses, ella también bailaba así, abrazada a Marcos, su ex. Ahora, él bailaba con otra, y ella…

¿Quieres bailar? — oyó la voz de Dani en su oído. 

Se giró hacía él y lo vió, vestido con una camisa blanca y unos pantalones finos de pinzas; se había cambiado para la fiesta, y estaba muy atractivo con aquella ropa. 

¡Ah, sí, si! 

Se dirigieron a la improvisada pista de baile. En ese momento sonaba una balada, ”My heart will go on” de Celine Dion. Dani cogió a Aria por la cintura  con su brazo derecho y con el izquierdo sostuvo su mano derecha y entonces lo vio, el tatuaje del triskel BDSM que Aria llevaba en la muñeca. 

¿Eres sumisa? — le preguntó Dani observando el tatuaje. 

Aria lo miró a los ojos y respondió:

Ahora mismo no tengo Amo — confesó, con un deje de misterio—. ¿Y tú? ¿Tienes alguna sumisa?

No, no ahora. Terminé una relación hace tiempo — respondió Dani, con un tono que denotaba cierta melancolía —. Desde entonces, prefiero la soledad.

Entiendo — dijo Aria, con curiosidad —. ¿Y antes?

Relaciones esporádicas, nada serio — continuó Dani —. Aunque aquí, en un pueblo tan pequeño, ya sabes cómo son las cosas... la gente habla.

Sí, lo entiendo perfectamente.

Y entonces, alguien empujó a Aria haciendo que su cuerpo se pegara más al de Dani y sintiera la erección que crecía entre ellos. 

Lo siento — se disculpó Dani. 

Aria se puso roja como un tomate, pero tratando de que no se le notara respondió: 

No pasa nada. 

Dani la apretó aún más contra sí, le gustó sentir el cuerpo de Aria y su calor tan cerca del suyo. La deseaba casi desde la primera vez que la había visto y no podía dejar de pensar como sería como sumisa. Sintió el deseo que le causaba y sin pensárselo demasiado y cogiéndola de la mano le dijo: 

Ven.

Aria le siguió sin saber porqué, pero aquel hombre tenía algo que la atraía enormemente y su profunda voz la embrujaba como si fuera un mago.

Salieron del bar y entraron en el ascensor. Dani apretó sobre el botón que ponía Atico y cuando las puertas se cerraron se abalanzó sobre Aria, besándola apasionadamente. 

Aria respondió al beso con la misma intensidad, sus manos enredándose en el cabello de Dani, mientras el ascensor ascendía, cada piso aumentando la tensión entre ellos. El beso se profundizó, una mezcla de deseo y anhelo acumulado durante toda la noche, un torbellino de emociones que los atrapaba. Cuando el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, ninguno de los dos se movió, atrapados en su propio mundo, ajenos al tiempo y al espacio. Dani rompió el beso, su respiración agitada y entrecortada.

Aria… — susurró, su voz susurrante y cargada de deseo.

Aria lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nerviosismo, su corazón latiendo con fuerza.

Dani… — respondió en un gemido apenas audible, un susurro cargado de anhelo.

Dani tomó la mano de Aria y la sacó del ascensor. La llevó hasta la puerta del ático, su apartamento privado en el último piso del hotel. Abrió la puerta y la invitó a pasar. El lugar era grande y lujoso, iluminado por la luz de la luna que entraba por los ventanales. La vista del mar era impresionante, un manto oscuro con reflejos plateados. Aria se quedó sin palabras. Dani cerró la puerta y se giró hacia ella. La miró fijamente, con una expresión que prometía algo más.

Este lugar es precioso — dijo Aria, su voz llena de admiración.

No tanto como tú — respondió Dani, acercándose a ella.

¿Vives aquí? — preguntó ella tratando de alargar un poco más aquel momento.

Mas o menos.

Aria sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Dani la tomó por la cintura y la atrajo hacia él, sus cuerpos encajando a la perfección. El beso que siguió fue aún más apasionado que el anterior, una explosión de sentimientos que los envolvió por completo. Aria sentía que el mundo a su alrededor se desvanecía, dejando solo la intensidad del momento presente. El calor de los labios de Dani, la firmeza de sus brazos, el latido acelerado de su propio corazón... todo se mezclaba en una sinfonía de sensaciones abrumadoras. Era como si una corriente eléctrica la recorriera, despertando cada fibra de su ser.

El beso se intensificó, y Aria se aferró a Dani, sintiendo que perdía el control. No le importaba. Quería más, quería sumergirse en esa vorágine de sensaciones, explorar cada rincón de ese deseo que la consumía. Era como si una parte de ella, una parte que había permanecido dormida durante mucho tiempo, despertara con una fuerza incontrolable.

Entre beso y beso, un pensamiento fugaz cruzó su mente, Aria rompió el beso y mirando a Dani a los ojos le preguntó: 

Espera, espera ¿qué vamos a hacer? 

Nada que tu no quieras, ya lo sabes. 

Sí, ya, pero ¿me vas a atar? — preguntó Aria, con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

Claro, esa es la idea — confirmó Dani, con un tono que dejaba entrever una promesa

Aria rió. Jamás había tenido una relación espontanea, o una noche de sexo BDSM sin que la hubiera planeado con su Amo, así que aquello le venía de nuevo. 

Nunca he practicado sexo BDSM de manera espontanea, y… 

Dani empezaba a acariciar su cuerpo y a desabrocharle la ropa. 

Tú sólo déjate llevar — le aconsejó él.

Aria sintió como su corazón se aceleraba; la idea de entregarse al momento, de explorar el BDSM sin las restricciones de su relación habitual, era a la vez excitante y aterradora. 

Pero... ¿y si...? — comenzó a decir, pero Dani la interrumpió con un suave beso en los labios.

Shhh — susurró él, sus manos deslizándose por su espalda, desabrochando el resto de los botones de su blusa. — No pienses. Solo siente. Si algo no te gusta, sólo di no.

Aria cerró los ojos, permitiendo que las sensaciones la invadieran. El tacto de Dani era diferente al de su último Amo, más urgente, más libre. No había rituales, ni palabras clave, solo el calor de su piel contra la suya y la promesa de algo novedoso. Sintió que el vértigo de lo desconocido la invadía, pero quería seguir, quería sentirlo. Y finalmente hizo lo que él le había dicho, se dejó llevar. 

Dani la guió hacia el sofá, donde la recostó suavemente. Sus ojos oscuros la observaban con una intensidad que la hizo temblar. Con delicadeza, comenzó a quitarle la ropa, explorando cada centímetro de su piel con besos y caricias. Aria jadeó, su cuerpo respondiendo a su toque con una mezcla de sorpresa y anhelo.


El fuego del deseo ardía entre ellos. Aria también empezó a quitarle la ropa a Dani, pero este la detuvo. 

No, espera. 

Dani se quitó el pantalón, quitándole el cinturón y pidiéndole a Aria. 

Tus manos. 

Aria unió sus manos frente a ella y entonces él ató el cinturón alrededor de sus muñecas, apretándolo con fuerza. Dani sintió una oleada de poder recorrerlo, una mezcla de excitación y una extraña sensación de control. La mirada de Aria, una mezcla de sorpresa y deseo, le hizo sentir que el corazón se le salía del pecho.

Dani observó cómo el cinturón marcaba la piel de sus muñecas, un recordatorio tangible de su poder sobre ella. Quería ser delicado, pero también quería explorar los límites de su deseo, los límites de ambos. La respiración de Aria, agitada y entrecortada, le confirmaba que estaba sintiendo lo mismo que él.

Ahora — susurró él, con la voz áspera — soy yo quien decide.

Aria tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Dani se acercó a ella, sus manos deslizándose por su cuerpo, explorando cada curva y cada rincón. Sus dedos trazaron el contorno de sus labios, bajaron por su cuello, se detuvieron en sus pechos, acariciándolos, estrujándolos, pellizcando sus pezones.

Aria sentía la humedad acumulándose en su sexo licuado. Aquellas caricias suaves la estaban llevando al más allá. Sin pretenderlo, gimió. Y Dani esbozó una sonrisa de triunfo. Con delicadeza metió sus dedos entre los pliegues del sexo femenino, buscó el clítoris y lo acarició con suavidad. Aria dio un pequeño brinco, y emitió otro agudo gemido. Sin duda, estaba disfrutando, pensó Dani, que intensificó sus caricias, moviendo sus dedos con ritmo y precisión. Aria se retorció bajo su toque, sus caderas elevándose instintivamente en busca de más contacto. Sus gemidos se hicieron más fuertes, más urgentes, llenando la habitación con el sonido de su placer.

Dani observó su reacción con una mezcla de satisfacción y deseo, un depredador complacido con su presa. Verla entregarse al placer, verla perder el control, lo excitaba hasta la médula. Intensificó sus movimientos, llevándola al borde del abismo, al precipicio del orgasmo. Y justo en el instante en que Aria sentía que el placer la desbordaba, se detuvo, un gemido de frustración escapó de su garganta.

Espera — musitó él, su voz ronca y cargada de intención, mientras la colocaba en cuatro sobre el sofá, sus brazos apoyados en el respaldo —. Tienes un culo precioso.

Aria sintió el roce de su erección contra su piel desnuda, una promesa de placer inminente. Parecía que él iba a poseerla por fín. Aria se estremeció y entonces se dió cuenta:

No, espera, protección — dijo ella, recobrando la cordura en medio de la vorágine de sensaciones.

¡Ah, sí! — exclamó Dani, la urgencia tensando cada músculo de su cuerpo. Recordó haber guardado unos condones en el cajón del buffet hacía unos días, y se dirigió hacia allí con paso rápido.

Cogió uno, lo abrió y se lo puso sintiendo como le apretaba. No le gustaba demasiado usar condones, pero entendía que en aquellas circunstancias, y en una relación esporádica debía usarlos por precaución. Se acercó de nuevo a su amante, y restregó su polla erecta por la humedad de ella, luego la guió suavemente hacía el interior de aquel húmedo y suave agujero. Aria gimió al sentir como entraba, al igual que él. Y por unos segundos, ambos se quedaron quietos, sintiéndose. 

Un silencio cargado de anticipación llenó la habitación mientras Dani y Aria se adaptaban a la nueva intimidad. Dani comenzó a moverse lentamente, su cuerpo deslizándose dentro y fuera del de Aria con una suavidad que la hacía jadear. Cada empuje, era una ola de placer, una corriente cálida que se extendía por todo su cuerpo.

Dani aumentó el ritmo, sus envites haciéndose más profundos, más intensos. Aria gritó, su cuerpo al borde del colapso. La sensación era abrumadora, una mezcla de placer y dolor que la hacía temblar.

—  Dani… —  gimió, su voz apenas audible.

—  Estoy aquí —   respondió él, en voz baja.

Con un último empujón, Dani la llevó al borde. Aria gritó, su cuerpo convulsionando con olas de placer. Dani la siguió de cerca, su propio orgasmo llegando con fuerza. Se derrumbó sobre ella, su respiración agitada, su corazón latiendo a mil por hora.

Permanecieron así, durante un largo momento, sus cuerpos unidos, sus mentes en silencio. El aire estaba cargado de la dulce fragancia del sexo, el eco de sus gemidos resonando en la habitación. Finalmente, Dani se levantó, le desató las manos y la ayudó a sentarse junto a él en el sofá. 

Aria se estiró, sintiendo un agradable entumecimiento en los músculos. La libertad de sus muñecas era bienvenida, aunque la marca del cinturón aún permanecía, un recordatorio tangible de la pasión que habían compartido. Dani le ofreció una sonrisa suave, sus ojos brillando con una mezcla de satisfacción y afecto., y entonces pensó que por primera vez en mucho tiempo, había disfrutado como nunca antes lo había hecho.

Fue… intenso — dijo, rompiendo el silencio.

Sí, lo fue — Aria miró a su amante y él le dio un suave beso en los labios. — Debería irme a mi habitación.

Hizo ademán de levantarse pero Dani dijo:

O puedes quedarte aquí, hay sitio en mi cama.

¿Y qué pensarán el resto de huéspedes si descubren que has pasado la noche con una de ellas? — preguntó.

¿Qué piensen lo que quieran? Soy un hombre libre, puedo hacer lo que quiera — sentenció Dani, que tomó la mano de Aria, entrelazando sus dedos. — Oye, que te parece si durante estos días que vas a estar aquí — Dani hizo una pequeña pausa ordenando sus ideas para hacerle aquella propuesta — tu y yo, bueno, que tú podrías ser mi sumisa durante estos días.


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