1. LLAMAME SEÑOR
La primera vez que le vi fue en la entrevista de trabajo que él mismo me hizo para formar parte de su equipo de traductores en la editorial. Entré en una sala, yo diría que era una sala de reuniones, pues había una mesa redonda con unas cuantas sillas; en tres de ellas, las opuestas a mí, había tres hombres y entre ellos en el centro estaba él. Nico, tan moreno, tan guapo, tan atractivo y con unos ojos que enamoraban
Nada más verle, me sentí atraída por él, no podía quitar mis ojos de él. Desprendía erotismo por todos sus poros y con solo mirarle me hacía imaginar mil y una situaciones en las que ambos estábamos desnudos y pegados el uno al otro. No sé si sería por la forma en que lo miré y él me miró, pero me dieron el trabajo. Y el primer día, fue él quien me recibió en la recepción del departamento de traducción. Me tendió la mano y al dársela, fue como si una corriente eléctrica me recorriera y creo que él también la sintió. Yo estaba muy nerviosa y no sólo por que empezaba en un nuevo trabajo.
- Buenos días, Carol, bienvenida al equipo de traducción - me dijo.
- Gracias - le respondí yo.
Me presentó al resto de compañeros y me enseñó cual sería mi puesto de trabajo y me habló de cuales serían mis funciones. Luego me invitó a una fiesta que se celebraba el viernes por la noche, ya que se presentaba uno de los libros que habían traducido.
- ¿Y que tal tu nuevo trabajo? - Me preguntó Lidia.
Como cada miércoles por la tarde, habíamos quedado para tomar algo y contarnos como iba todo. Lidia era mi mejor amiga, eramos amigas desde que estudiábamos bachillerato. Eramos muy diferentes la una de la otra, pero quizás eso era lo que hacía que después de tantos años siguiéramos siendo amigas, porque nos complementábamos la una a la otra.
- Bien, muy bien. Mi jefe me ha invitado a una fiesta que se realizará el viernes. La presentación del último libro que han traducido. Pero no sé si voy a ir - le dije.
- ¿Cómo que no? Claro que iras, si el que te ha invitado es el tío bueno de tu jefe, tienes que ir. Si hace falta ya te acompaño yo, pero no puedes faltar a esa fiesta.
- Ya , si tienes razón, pero no sé, tampoco quiero parecer desesperada por ligar con él ¿sabes?
- ¿Pero cuándo te ha importado a tí eso? Si fuera yo, pues sí, pero tú... - me dijo Lidi.
- Pues tienes razón. Esta bien, iremos. Pero tú vienes conmigo - le dije, pues necesitaba su apoyo, no sabía porque pero lo necesitaba.
- Por supuesto.
El viernes por la tarde salí corriendo del trabajo para irme a casa, había quedado con Lidi para vestirnos juntas y ver que nos poníamos. Yo quería estar realmente atractiva y sexy, pues mi objetivo era Nico, mi jefe.
- Ponte el vestido rojo - me dijo Lidia mientras ambas nos mirábamos en el espejo.
Yo acababa de probarme un vestido negro, con escote en uve y manga japonesa.
Cogí el vestido rojo para probármelo de nuevo, mientras le decía a Lidia:
- Pues a ti te queda mejor el azul.
- Bien yo el azul y tú el rojo, te queda como un guante y te hace la figura muy bonita y sexy - sentenció ella.
Nos vestimos, nos maquillamos y cogimos los bolsos, luego salimos de mi casa.
- ¿Dónde es la fiesta? - me preguntó Lidi.
- En un pub cerca de la oficina.
Cogimos un taxi y en 20 minutos habíamos llegado. Al bajar del taxi, casi me choco con él.
- Uys, perdón - me disculpé y al alzar la vista, le vi además de oler el perfume de su colonia.
Nico no era solo guapo, era atractivo y sexy y vestido tan elegantemente con pantalón de pinzas y camisa roja perfectamente planchada, aún más. Lo malo era que no iba solo.
- Hola - dijo - me alegro que hayas podido venir.
- Sí - dije mirando a su amiga.
- Esta es Victoria, mi prometida - al oír aquello, fué como si mi castillo de arena fuera pisado repentinamente - Esta es Carol, la chica nueva de la que te hablé.
- Mucho gusto - dije tendiéndole la mano a la chica, una rubia muy estirada y pija que casi ni me miró y cuando lo hizo, fue con cierto aire de superioridad..
- Lo mismo digo - dijo
- Esta es mi amiga Lidia - les presenté a mi amiga.
Nico le tendió la mano y la saludó, la rubia ni siquiera la miró, y repentinamente mirando a alguien que estaba al otro lado de la calle dijo:
- !Yujuuuu, Adela! - Y se alejó sin decirnos nada.
- Perdonad, ella es así, no se lo tengáis en cuenta. Bueno, nos vemos dentro - se despidió Nico siguiendo a su prometida.
Entramos en el pub, y Pablo uno de mis compañeros se acercó a nosotras nada más vernos.
- Hola Carol, ¿quien es esta preciosidad que te acompaña? - me preguntó mirando a Lidia.
- Es mi amiga Lidia, Lidia este es Pablo.
Se saludaron y empezaron a hablar pasando de mi olímpicamente.
A los pocos minutos yo me sentía extraña allí, pues ninguno de los dos me hacía caso, así que decidí ir a dar una vuelta por el local.
Estaba sentada junto a la barra, con un martini en la mano cuando oí una voz.
- ¿Qué haces aquí sola? - Me preguntó Nico.
- Pues nada, mirar, observar, nada más. ¿Y tú donde has dejado a tu prometida?
- Pues no lo sé, pero tampoco me importa - me respondió simplemente.
- Vaya ¿y eso?
- Bueno, nuestra relación es más bien puramente comercial, podríamos decir - me explicó.
- ¿Puramente comercial?
- Sí, pero ¿por que no hablamos de ti en lugar de hablar de mi? - Me dijo en un tono insinuantes.
- ¿Y que quieres saber de mi? - Le pregunté.
- Ven, vamos a bailar - me dijo, tirando de mi mano y llevándome a la pequeña pista de baile que había en el pub - Allí me lo cuentas todo, empezando por lo más importante ¿tienes novio?
Me apretó contra él justo en el instante en que sonaba una canción lenta. Sentí su sexo entre ambos. Empezamos a movernos y su aparato empezó a crecer entre los dos. Lo que sin duda, empezó a excitarme. Debo confesar, que me gusta el sexo y los hombres guapos y él parecía tener ambas cosas. Le miré a los ojos y no pude evitar preguntarle:
- Pues no, no tengo novio pero ¿Y si nos ve tu prometida?
Acercó su boca a mi oído y susurrando me dijo:
- Deja de pensar en ella y déjate llevar.
Como él me aconsejó me dejé llevar. Bailamos, sintiendo como su pelvis se ajustaba a la mía y como el calor subía entre nosotros. Poco a poco, la temperatura iba subiendo y en mi imaginación se sucedían las escenas eróticas con nosotros como protagonistas una tras otra. Y entonces, casi como si hubiera adivinado lo que estaba pensando, Nico me susurró al oído:
- ¿Por qué no te quitas las braguitas?
- ¿Qué? - susurré como si no pudiera creer lo que acababa de pedirme.
- Ve al baño y quítate las braguitas, luego espérame en uno de los cubículos.
- Pero... - respondí incrédula, sorprendida.
- ¿No quieres que te folle? - Me preguntó con una seguridad pasmosa, como si yo tuviera un letrero en la frente que dijera que quería que me follara.
- Siii - acerté por fin a responder. Y obedecí dirigiéndome al baño.
Como él me había indicado, me quité las braguitas y esperé que apareciera él. No tardó en hacerlo. Llamó a la puerta un par de veces y luego en voz baja dijo:
- Carol, ábreme.
Abrí la puerta y le dejé entrar. Cerró la puerta tras de sí, y me besó. Debido al pequeño espacio que había en aquel cubículo, estábamos pegados el uno al otro. Me sujetó por la cadera y poco a poco, subió su mano por mi pierna, muslo arriba hasta llegar a mi culo para comprobar que le había obedecido y me había quitado las braguitas. Mi corazón iba a mil por hora y el roce de su mano hacía que mi sexo se mojara como nunca antes.
- Muy bien, buena chica. Ahora ponte de espalda a mí, apoyando las manos en la cisterna.
De nuevo obedecí colocándome como me indicaba, pues su voz me embrujaba, me empujaba a hacer todo lo que me pedía. Me abrazó desde atrás y sentí su erección apretándose contra mi culo y el calor de su cuerpo pegado al mio, además de su respiración en mi oído .
- ¿Sabes que he deseado esto desde el primer día en que te vi? - me susurró en mi oído, lo que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera de excitación. Cerré los ojos tratando de recordar aquel primer día.
- No - le respondí, cuando noté que subía mi falda hasta la cintura, y de nuevo acariciaba mi muslo,sentí como mi sexo palpitaba anticipándose a lo que estaba a punto de suceder. Nico metió su mano entre mis piernas, acarició suavemente mi clítoris y gemí excitada - No me lo creo - susurré y oí la cremallera de su pantalón bajando.
Tragué saliva, y suspiré profundamente. Estaba claro que iba a follarme. En mi interior la batalla entre dejarle seguir o parar eso me volvía loca, ya que él era un hombre comprometido y yo no quería ser una rompeparejas, pero... me moría por sentirle dentro, por ser suya aunque sólo fuera esa vez.
- No deberíamos - protesté, tratando de recuperar la cordura.
- Pero tú lo deseas tanto como yo - susurró en mi oído, mientras sentía su polla ya erecta entre mis piernas, rozando suavemente mis labios vaginales, haciendo que me humedeciera aún más.
Afirmé con la cabeza y suspiré. Claro que quería más, claro que le deseaba y mucho, cada vez más. Y por eso le supliqué finalmente dejándome llevar por el deseo:
- Métemela ya, por favor.
- Tienes que decir: "Por favor, Señor".
Entendí su juego casi al instante y le supliqué nuevamente:
- Métemela ya, por favor, Señor.
- Muy bien- dijo él con firmeza.
Se puso un condón que ni me dí cuenta de donde lo había sacado. Volvió de nuevo a abrazarme, guió su pene y se hundió en mí. Gemí, suspiré, al igual que él en aquel momento. Me sujetó por las caderas y empezó un lento vaivén, que poco a poco fue acelerando hasta que ambos llegamos al éxtasis.
Me abrazó y dijo:
- Tenemos que volver a la fiesta.
- Sí - le respondí aún abrumada por todo lo que acababa de suceder.
- Primero saldré yo, luego espera un minuto y sales tú - me indicó.
- Vale- le respondí recomponiendo mi vestimenta.
Tras salir del baño, me dirigí hacía el salón, donde Lidia estaba junto a Pablo en una esquina, hablando. En cuanto me vió, corrió hacía a mí.
- ¿Dónde estabas? Te he estado buscando por todas partes, pensé que te habías ido sin mi.
- No, estaba en el baño.
- ¿En el baño? ¿Tanto rato, tú sola? - preguntó extrañada.
- No, sola no.
- ¡Ah, ya entiendo! - Me sonrió con cierta complicidad - Luego tienes que contármelo.
- Sí. ¿Para que me buscabas?
- Para volver a casa, estoy cansada y harta de la fiesta, necesito descansar.
- Esta bien, vámonos
Volvimos a casa y por el camino en el taxi le conté todo lo sucedido con Nico en el baño. Ella como buena amiga, me dijo que tuviera cuidado con él, ya que era un hombre comprometido. Al llegar a casa le propuse que se quedara a dormir conmigo y así lo hizo.
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