jueves, 30 de octubre de 2025

EL ECO DE AMO

Cinco años pueden transformarlo todo, y a la vez, dejar lo esencial intacto. Para mí, poco había cambiado en la superficie. Seguía siendo profesora de literatura en un instituto céntrico, una labor gratificante, sí, pero incapaz de llenar el profundo vacío que ciertos anhelos dejaban en mi corazón. A mis 38, era la misma mujer reservada de hacía un lustro, con una pasión dormida que aguardaba ser despertada. La búsqueda de un Amo que pudiera leer mis anhelos y deseos más recónditos, tal como Pablo lo había hecho en el pasado, había resultado infructuosa. Y con cada día que pasaba, la esperanza de encontrarlo se desvanecía un poco más.

A menudo me preguntaba qué habría sido de Pablo. ¿Habría logrado sus sueños, o los habría desechado? ¿Seguiría inmerso en el mundo del BDSM, o lo habría abandonado como un capricho juvenil? Y, lo que más me intrigaba, ¿conservaría ese atractivo salvaje que tan profundamente me había marcado? No tardé en obtener mis respuestas, porque aquella tarde, al adentrarme en la bulliciosa boca del metro, mi cuerpo colisionó con el suyo de forma inesperada. Al elevar la vista, mis ojos se encontraron con una figura imponente, y la sorpresa me dejó sin aliento: frente a mí estaba Pablo. Pero no el joven sinvergüenza que recordaba, sino un hombre más crecido, más sereno y, si cabe, aún más irresistible. Su mirada, ahora llena de una seguridad arrolladora, me hipnotizó al instante.

¿Srta. Luz? —Su voz grave, profunda, me sacó del estupor. Sus ojos se iluminaron al verme, y sentí un rubor subir por mis mejillas sin entender por qué.

¡Pablo! Dios mío… cuánto tiempo… estás increíble — logré articular, la sorpresa y una oleada de recuerdos embargándome.

Una sonrisa se dibujó en sus labios, la misma sonrisa pícara que un día me había embrujado, pero ahora con un nuevo matiz de seguridad y aplomo que nunca antes le había visto.

Tú también. Estás... tan igual y tan tú — respondió, una alegría genuina brillando en sus ojos. Parecía una casualidad mágica. — No te lo vas a creer, pero justo pensaba en ti el otro día. ¿Qué tal estás? ¿Qué haces por aquí?

Mientras las palabras fluían, la multitud del metro parecía desvanecerse. Ambos nos sentíamos extrañamente cómodos, como si el tiempo no hubiera transcurrido. Había una química palpable, una tensión sutil que prometía mucho más que una simple conversación de reencuentro. Sentí una punzada de esperanza. ¿Sería posible que este reencuentro no fuera una casualidad, sino el inicio de algo que ambos habíamos estado buscando en silencio? Él ya no era el joven impetuoso, y yo... yo seguía anhelando un Amo que supiera guiarme, alguien que entendiera el profundo deseo oculto que aún habitaba en mi.


Pablo me contó que había terminado la carrera de Arte con muy buena nota y que nada mas acabarla, había conseguido trabajo en una editorial, diseñando las portadas para los libros. El mundo del
BDSM, lejos de ser una etapa pasajera, se había consolidado en su vida, pero con una nueva comprensión y respeto. Las reglas, el consentimiento, la profunda conexión que se forjaba entre las almas afines, todo ello resonaba en él con una fuerza renovada. No había espacio para la inmadurez de antaño; ahora, era un hombre que entendía el poder y la belleza de la sumisión y el dominio, siempre desde el respeto y la devoción.

Tras aquel inesperado encuentro, el bullicio del metro nos pareció demasiado intenso para una conversación tan ansiada. Decidimos buscar un refugio más tranquilo y, a pocos pasos, encontramos un pequeño café que ofrecía la intimidad perfecta. Nos acomodamos en una mesa apartada, donde el aroma a grano recién molido se mezclaba con la anticipación de ponernos al día. Allí, entre tazas humeantes, comenzamos a desgranar los avatares de nuestras vidas, recuperando los cinco años que nos había robado el tiempo.

Así que diseñador de portadas, ¿eh? — señalé con una sonrisa genuina. — Siempre supe que tenías talento para el arte. Recuerdo tus bocetos en el instituto.

Pablo asintió, sus ojos fijos en mi.

Sí, me encanta. Es una forma de expresión, como todo lo que hago. ¿Y tú? ¿Sigues domandoeºº adolescentes? — Su tono era desenfadado, pero había una seriedad subyacente.

Algo así. Profesora de literatura. Los libros siguen siendo mi refugio — Bebí un sorbo de mi café con leche. — Me alegro mucho de verte, Pablo. Has cambiado. Para bien.

Tú no has cambiado nada, Luz — replicó él, su mirada recorriendo mi rostro. — Sigues siendo... hipnotizante.

La conversación fluyó con una facilidad asombrosa, como si aquellos cinco años sin vernos, no hubieran pasado. Hablamos de nuestras carreras, de la madurez que ambos habíamos alcanzado, sobre todo Pablo. Pablo me contó como el BDSM se había convertido en una parte intrínseca de su vida, no como una rebeldía juvenil, sino como una disciplina que le había enseñado sobre el respeto, la confianza y los límites, siempre con el consentimiento como pilar fundamental. Yo en cambio, me había alejado de aquel mundo, al no poder encontrar un Amo que entendiera mis deseos más íntimos y como guiarme hacía ellos, como Pablo lo había hecho.

Cuando los cafés se terminaron y el bullicio de la cafetería comenzó a invadir nuestra burbuja, Pablo se inclinó ligeramente, su voz baja y cargada de una intención de un modo que a mí me erizó la piel.

Luz — empezó, su mirada profunda puesta en mi — no sé si el destino nos ha puesto aquí de nuevo por casualidad o por algo más. Pero no puedo evitar sentir la nostalgia de lo que fuimos... y la curiosidad de lo que podríamos ser ahora.— Hizo una pausa, su pulgar acariciando el borde de su taza vacía. — Sé que soy más joven que tú, pero he madurado. Y sé que lo que tú buscas... lo que buscas en un Amo... yo lo entiendo. Ahora más que nunca.

Sentí que el aire se escapaba de mis pulmones. Había anhelado aquello tantas veces, pero los años habían pasado y no estaba segura. Pablo parecía realmente otro hombre, ahora más seguro, más calmado.

Pablo, yo… — dudé, las palabras atascadas en mi garganta. El miedo a lo desconocido, a la intensidad de lo que él proponía, me paralizaba. — ¿Estás seguro? Han pasado cinco años…

Pablo tomó mi mano suavemente y con un tono dulce y calmado pero firme insistió:

Dame una oportunidad, Luz. Dame la oportunidad de demostrarte que ya no soy aquel chico. De demostrarte que mi respeto por ti, por tus deseos, es absoluto. Permíteme ser tu Amo de nuevo, esta vez de verdad. Con la madurez y la comprensión que ahora tengo. — Sus ojos oscuros y sinceros parecían suplicarme por esa oportunidad. — Sé que lo que hubo entre nosotros no fue casualidad. Y siento que ahora es el momento de explorarlo de la forma correcta.

Lo miré a los ojos, buscando cualquier rastro de la antigua imprudencia, de aquel descaro juvenil que recordaba. Pero solo encontré convicción, una promesa silenciosa y una seriedad que me desarmó. Mi lógica me gritaba que dudara, que pusiera objeciones, que analizara cada palabra. Sin embargo, mi corazón, ese mismo que había esperado y anhelado durante tanto tiempo, me suplicaba a gritos que dijera sí. Respiré hondo, y con aquella inhalación profunda, sentí una liberación que me recorría el cuerpo.

Está bien, vamos a intentarlo por lo menos — le dije aceptando.

Una sonrisa triunfante, teñida de una profunda satisfacción, iluminó el rostro de Pablo. Apretó mi mano ligeramente, sellando el trato no verbalmente. El café, la gente, el mundo exterior, todo desapareció. Solo existíamos nosotros dos, y la promesa de un deseo oculto que finalmente podría salir a la luz.

Tras salir del café, con el peso de nuestro acuerdo recién sellado flotando en el aire, Pablo, exultante, me propuso una primera cita para esa misma noche. Sería el inicio de nuestra dinámica BDSM renovada, un reencuentro con sensaciones largamente añoradas. Iríamos al cine, un plan aparentemente inocente, pero sabía que bajo la superficie, algo mucho más profundo nos esperaba. Acepté, ansiosa por volver a sentir la intensidad que un día él despertó en mí.

Así, pues aquella noche, nos encontramos en la cola del cine. Pablo ya había comprado las entradas y me esperaba con una sonrisa que apenas disimulaba su anticipación. Yo, siguiendo sus discretas instrucciones, había elegido un vestido de seda azul, ligero y fácil de manipular, mientras él lucía unos sencillos vaqueros y una camiseta blanca que, aun así, realzaban su atractivo. Estaba realmente guapísimo. Sin embargo, en lugar de dirigirnos al mostrador de palomitas, Pablo me guio unos pasos a un lado, su aliento cálido en mi oído al susurrar:

Antes de entrar, mi sumisa, quiero que uses algo para mí.

Sentí un escalofrío de anticipación, sabía que significaba aquella mirada, aquel tono de voz.

¿Qué quieres que use, Amo? — le pregunté expectante.


Él deslizó la mano discretamente en el bolsillo de su pantalón. Cuando la sacó, entre sus dedos apareció un pequeño
vibrador tipo Lush, de un sugerente color rosa. Me lo mostró, apenas dejándome vislumbrarlo.

Esto —dijo, su voz baja y cargada de una promesa—, y yo tendré el control desde la aplicación en mi teléfono móvil.

Un escalofrío de anticipación me recorrió al instante, al imaginar la experiencia que me esperaba en la oscuridad de la sala de cine. Hacía demasiado tiempo que no sentía aquella emoción, aquella vertiginosa entrega a la voluntad de otro. Mi corazón martilleaba en mi pecho. Apenas pude asentir.

Vamos al baño de mujeres — indicó entonces, guiándome con una mano en la parte baja de mi espalda, un toque que encendió aún más mi piel.

Una vez en el baño, nos encerramos en el cubículo más amplio. Me giré hacia Pablo, y vi el brillo intenso de la emoción en sus ojos, reflejo de la mía. Se acercó a mí, sus manos expertas deslizaron mi vestido de seda hacia arriba, y con una naturalidad que me erizó la piel, introdujo una mano bajo mis bragas, alcanzando mi clítoris. Empezó a masajearlo con una suavidad que prometía una explosión. Mi cuerpo reaccionó al instante, las ondas de placer extendiéndose desde ese punto hasta cada fibra de mi ser. Cuando percibió que mi excitación era suficiente, con una maestría que solo él poseía, introdujo el vibrador, colocándolo con precisión en mi húmeda vagina. Un suspiro jadeante escapó de mi garganta, y el mundo exterior dejó de existir.

Pablo deslizó su mano en el bolsillo de su pantalón, y sentí el leve temblor del control remoto. Con unos pequeños toques en su móvil, el aparato en mi interior cobró vida, iniciando una vibración sutil que me causó un estremecimiento involuntario.

Bien, veo que funciona bien —dijo Pablo, una sonrisa casi imperceptible asomando en sus labios. Su tono era tranquilo, pero sus ojos brillaban con una promesa.

Salimos del baño y nos adentramos en la oscuridad de la sala de cine. Pablo me guio hasta la última fila, eligiendo un rincón donde la penumbra y la escasa presencia de gente nos ofrecían la privacidad perfecta para nuestro juego.

La película, un drama de época, comenzó a proyectarse en la pantalla, pero para mí, las imágenes eran meras sombras. Mi atención, mi ser entero, estaba cautivo en la mano de Pablo, que descansaba despreocupadamente en el apoya-brazos, su teléfono móvil con la aplicación en pantalla al alcance de sus dedos.

De repente, la sutil vibración que ya conocía regresó, un suave cosquilleo que se extendió desde mi interior hacia mi bajo vientre. Observé cómo el pulgar de Pablo se movía con deliberación sobre la pantalla de su teléfono, y al instante, la intensidad de la vibración aumentaba, enviándome una sacudida tras otra. Mis muslos temblaron y tuve que apretarlos con fuerza, intentando contener el escalofrío que recorría mi cuerpo. La excitación era una marea poderosa que me arrastraba sin remedio, y el simple acto de permanecer quieta, fingiendo interés en la trama cinematográfica, se convirtió en una tortura exquisita.

Cada sacudida, cada intensificación que él me provocaba con el control remoto, me llevaba al límite. Sentía las pulsaciones rítmicas directamente en mi clítoris, expandiéndose por mi cuerpo como círculos en el agua. Me mordí el labio inferior con fuerza, con la única misión de no emitir ni un solo sonido que delatara mi estado. Mis mejillas, sabía, debían estar enrojecidas, ardiendo en la oscuridad protectora de la sala. El deseo se acumulaba, denso y abrumador, mientras la película seguía su curso en la pantalla y, en la oscuridad, yo me entregaba por completo a la discreta y deliciosa tortura de mi Amo.

El tiempo pareció distorsionarse. Podía sentir el calor subiendo por mi cuello, mi respiración volviéndose más corta y agitada. Mis manos, sin que yo fuera plenamente consciente, se aferraron con fuerza al apoyabrazos, los nudillos blancos. Una punzada de agonía placentera me recorrió, y un gemido se ahogó en mi garganta, apenas un suspiro inaudible. Cerré los ojos por un instante, mi cabeza cayendo ligeramente hacia atrás, sintiendo el inconfundible temblor que anunciaba la inminente liberación. Pablo no me miraba, su rostro inexpresivo ante la pantalla, pero yo sabía que él lo sentía, que percibía cada uno de mis estremecimientos.

Pablo mantuvo su rostro impasible, sus ojos fijos en la pantalla, pero su mano permanecía en el apoya-brazos, el teléfono móvil bajo ella. Podía sentir la fuerza de su voluntad a través del vibrador. Subió la intensidad de nuevo, y un gemido se ahogó en mi garganta, un sonido casi inaudible. Mi cuerpo se tensó, las piernas temblaban incontrolablemente, y tuve que apretar los muslos con todas mis fuerzas para contener el escalofrío que me recorría. El placer era una agonía, una tortura exquisita que me acercaba al borde una y otra vez, solo para mantenerme allí.

No me dio el alivio. En cambio, disminuyó la intensidad justo cuando sentía que iba a estallar, para luego volver a subirla, jugando con mi resistencia. Era una danza cruel y maravillosa. Mis ojos estaban cerrados, mi cabeza recostada contra el asiento, y solo existía la vibración, el calor, la incesante necesidad que él cultivaba dentro de mí. Los sonidos de la película, las risas ocasionales de otros espectadores, todo se convirtió en un zumbido distante. Solo escuchaba mi propia respiración agitada y la promesa silenciosa del control de Pablo. Él me quería justo así: al límite, en su control, y yo me dejaba llevar, desesperada por su toque, por su siguiente movimiento.

Sentí la mano de Pablo en mi brazo, un toque firme que me indicaba que me moviera. Abrí los ojos con dificultad, la realidad de la sala de cine volviendo a mí. Él me miraba con una expresión seria, una chispa de dominio bailando en sus ojos oscuros.

Necesitas salir de aquí, mi sumisa — ordenó en un susurro grave, una clara indicación de que el juego no había terminado, solo cambiaba de escenario.

Me levanté con las piernas temblorosas, mi cuerpo aún vibrando por dentro. Cada paso era un esfuerzo mientras me abría camino detrás de él, sintiendo las miradas curiosas de algunos espectadores que, ajenos a mi tortura deliciosa, solo veían a una mujer algo tambaleante. El pasillo del cine, con su iluminación más brillante, se sentía como un túnel. Todo lo que sentía era la pulsación continua dentro de mí, la necesidad que crecía con cada segundo que pasaba.

Pablo me guio directamente hacia los baños, esta vez sin detenerse. Entramos juntos en el de mujeres, que, para mi alivio, estaba desierto. Él me condujo directamente al cubículo más grande, cerrando la puerta tras nosotros con un suave y definitivo clic. La luz fluorescente del baño pareció demasiado brillante, demasiado reveladora, después de la oscuridad protectora de la sala. Me apoyé contra la pared fría, mi cuerpo aún estremeciéndose por la incesante estimulación del vibrador. La anticipación de lo que vendría a continuación era casi tan abrumadora como el placer que me estaba consumiendo.

Pablo se agachó frente a mí, su mirada intensa y cargada de propósito. Mis piernas se abrieron instintivamente ante su gesto, y con una delicadeza precisa, extrajo el vibrador. El súbito cese de la estimulación me dejó con un anhelo punzante. Luego, se incorporó, me besó suavemente los labios, un toque tierno que contrastaba con la ferocidad de mi deseo. Mirándome a los ojos, susurró:


Lo has hecho muy bien, mi sumisa. Estoy orgulloso de ti. Ahora voy a darte tu premio.

Oí el inconfundible sonido de la cremallera de su pantalón bajando. Mis piernas se separaron aún más, casi por reflejo, y el roce tibio de su glande en mi entrada me arrancó un gemido ahogado.

Dime lo que quieres, mi sumisa — ordenó, su voz profunda, una invitación a la súplica.

Quiero que me hagas tuya, Amo — musité, mi voz apenas un hilo de sonido, cargada de una necesidad imperiosa.

Y sin más preámbulos, sentí el deslizamiento lento y poderoso de su polla dentro de mí. Todo mi cuerpo se tensó con la embestida, la sensación de plenitud y posesión abrumadora. De nuevo era suya, completamente suya. Y en ese instante, en la intimidad de aquel cubículo, él también era mío, dos cuerpos fundiéndose en uno solo, reclamándose mutuamente en una danza ancestral.

Le rodeé con mis piernas, mis muslos aferrándose a su cintura, y por unos segundos preciosos, permanecimos inmóviles, fundidos en un abrazo poderoso. Pude sentir cada músculo de su cuerpo, la conexión instantánea que nos unía de nuevo. Luego, comenzó a moverse, lento, cadencioso, mientras su aliento cálido me susurraba al oído:

He deseado esto tantas veces y durante tanto tiempo, mi sumisa.

Soy tuya, Amo — reafirmé, la verdad de mis palabras resonando en cada fibra de mi ser.

Y eso era exactamente lo que sentía: que de nuevo, era suya. Todo el placer y el deseo que había sentido cinco años atrás, esa chispa inconfundible, seguía allí, latente, esperando ser reavivada. Pablo me penetró, moviéndose con una lentitud exquisita, haciendo que su verga saliera y volviera a entrar una y otra vez, con una suavidad que me enloquecía. El placer comenzó a crecer en mí, despacio, subiendo de intensidad con una lentitud tortuosa que poco a poco me llevó de nuevo a la cúspide. Las olas del orgasmo se formaban, cada vez más grandes, más demoledoras.

Pablo aceleró el ritmo, sus embestidas se volvieron más profundas y urgentes, empujándome sin piedad hacia el borde. Mis gemidos se hicieron más fuertes, incontrolables, ahogados solo por la tela de su camisa contra la que escondía mi rostro. Mi cuerpo entero temblaba, y sentí que cada fibra de mi ser se tensaba hasta el punto de ruptura. La presión en mi interior se volvió insoportable, deliciosa, mientras mi clítoris, ya tan sensible, se frotaba una y otra vez con cada empuje.

Entonces, la primera convulsión me golpeó. Un grito ahogado escapó de mi garganta mientras mis músculos se contraían en espasmos, mi espalda se arqueaba y las olas del orgasmo me sacudían sin control. Me aferré a Pablo con todas mis fuerzas, sintiendo cómo mi cuerpo se convulsionaba, una y otra vez, en un placer tan intenso que me nubló la vista y el oído. Él me sostuvo firmemente, sus propias caderas empujando una última vez con fuerza, uniéndose a mi liberación. Sentí su calor, la eyaculación dentro de mí, añadiendo una nueva capa a la avalancha de sensaciones.

El temblor disminuyó lentamente, dejándome débil y sin aliento, pero completamente satisfecha. Mi cuerpo se sentía ligero, agotado, pero una paz profunda se extendió por cada rincón de mi ser.

El temblor disminuyó lentamente, dejándome débil y sin aliento, pero completamente satisfecha. Mi cuerpo se sentía ligero, agotado, pero una paz profunda se extendió por cada rincón de mi ser. Pablo se apartó un poco, sus ojos oscuros me escudriñaban con una mezcla de posesión y admiración.

Gracias, Amo — susurré, la voz aún ronca por los gemidos.

Él sonrió, una sonrisa de satisfacción que prometía mucho más. Se abrochó el pantalón con movimientos tranquilos mientras yo, con manos temblorosas, me alisaba el vestido. El vibrador, ahora inerte, había desaparecido de mi vista, un secreto entre nosotros. Me miré en el reflejo de las baldosas , intentando recomponerme. Mis labios estaban ligeramente hinchados, mis mejillas sonrojadas, pero mis ojos brillaban con una luz nueva, una mezcla de placer y una incipiente devoción. Pablo me observaba en el reflejo de las baldosas, su propia expresión relajada, casi triunfante.

Salimos del cubículo y nos dirigimos a la zona de los lavabos. El baño seguía vacío, afortunadamente. Me mojé la cara con agua fría, intentando disipar la niebla de excitación que aún envolvía mi mente. Él se lavó las manos con calma, sin dejar de observarme por el rabillo del ojo. La complicidad entre nosotros era palpable, una burbuja invisible que nos aislaba del mundo exterior.

Al salir del baño, el bullicio del cine nos golpeó de nuevo. La gente pasaba a nuestro lado, ajena a la intensidad de lo que acababa de ocurrir a solo unos metros. Pablo deslizó su mano discretamente en la parte baja de mi espalda, un toque que era casi una caricia, pero que para mí era un claro recordatorio de su dominio.

Volvimos a nuestros asientos como si nada extraordinario hubiera sucedido, aunque la trama de la película ya no importaba. El resto del film transcurrió en un extraño silencio, cargado de un significado tácito. Yo apenas asimilaba las imágenes; mi mente estaba revuelta con la magnitud de lo que había vivido. La osadía, la intensidad, la familiaridad con la que Pablo había reclamado ese lugar en mi vida. Él, por su parte, parecía relajado, disfrutando del resto del film, como si el intermedio en el baño fuera la parte más natural de la cita.

Cuando las luces se encendieron y la gente comenzó a salir, Pablo se puso de pie y me esperó. Me acompañó fuera del cine, hacia la fresca noche. El aire me sentó bien, disipando un poco la bruma de excitación.

Gracias por esta noche, Pablo — dije, intentando que mi voz sonara lo más normal posible.

Él se detuvo frente a mí, bajo la tenue luz de una farola. Su expresión era seria, pero sus ojos brillaban con una promesa.

No hay nada que agradecer, mi sumisa. Esto es solo el principio. Quiero verte de nuevo, y quiero que hablemos sobre esto, sobre lo que significa para nosotros. Quiero que establezcamos nuestras reglas.

Asentí, la anticipación haciendo que mi corazón se acelerara de nuevo. No había vuelta atrás, ni quería que la hubiera.

Estaré esperando, Amo — respondí, las palabras saliendo de mis labios con una naturalidad que me sorprendió incluso a mí misma.

Pablo sonrió, una sonrisa que era tanto una promesa como una advertencia.

Te llamo mañana, entonces.

Se inclinó y depositó un beso casto en mi frente, un gesto que contrastaba poderosamente con la intensidad de lo vivido minutos antes, pero que confirmaba su posesión.

Lo vi marcharse, y cuando desapareció de mi vista, me permití tocarme los labios, que aún me palpitaban. La noche había sido mucho más que un reencuentro. Había sido una resurrección de deseos, el primer paso hacia una entrega que prometía ser tan profunda como liberadora. El deseo oculto que creí perdido, había renacido con más fuerza que nunca.





















sábado, 18 de octubre de 2025

DESEO OCULTO 7

El día amaneció como cualquier otro, pero para mí, no lo era. Al llegar a clase a las ocho en punto, mi mirada se dirigió de inmediato a la silla de Pablo. Estaba vacía, aunque no por mucho tiempo. Necesitaba hablar con él, urgentemente. Toda la noche, en la soledad de mi habitación, había estado meditando una decisión, una que necesitaba comunicarle.

La clase transcurrió con una calma inusual, una quietud que contrastaba con la tormenta en mi interior. Al finalizar, le pedí a Pablo que se acercara a mi escritorio.

¿Srta. Luz? — preguntó, su voz con el habitual tono respetuoso que enmascaraba tanto.

Tenemos que hablar, Pablo. ¿Puedes venir a mi despacho a última hora, sobre las siete? — le propuse, mi voz lo más neutra posible.

Claro que sí, Srta. Luz — respondió con una sonrisa, antes de alejarse camino a su siguiente clase, sin saber lo que le esperaba.

Aquella tarde, a la hora acordada, Pablo apareció por mi despacho. Antes de entrar, llamó a la puerta con unos suaves golpecitos.

Adelante — le indiqué.

Hola, Srta. Luz, ¿qué hace vestida? Pensé que me recibiría desnuda — dijo con descaro, una sonrisa pícara en su rostro.

Lo siento, pero hoy no vamos a jugar. Esto… — comencé, las palabras se atascaban en mi garganta. Me faltaban fuerzas para decirle lo que había meditado toda la noche. Antes de que pudiera seguir, fue él quien me ordenó:

Vamos, desnúdate, perra.

Me quedé inmóvil por unos segundos. Cerré los ojos, tratando de ordenar mis ideas. ¿De verdad quería que todo terminara así? La tentación era fuerte. ¿Y si le permitía un último juego, para tener un hermoso recuerdo de esa última vez? Decidí que sí, que lo mejor era que tuviera un buen recuerdo de nuestra última vez, por eso, empecé a desnudarme quitándome las prendas una a una. Mientras lo hacía, Pablo cerró la puerta con llave.

A continuación me ordenó:

Dóblate sobre la mesa, los brazos extendidos, he traído un juguete que quiero probar.

Se acercó a su mochila que había dejado en el suelo y sacó algo aunque no pude ver el qué. Si vi que había cogido unas cuerdas y me ató las manos con ellas a las patas de la mesa, después me ató los pies. Estaba inmovilizada y abierta para él.

¿Qué vas a hacer? — le pregunté, la curiosidad superando cualquier atisbo de miedo

Ya lo verás — respondió.


Suspiré expectante y enseguida sentí su mano sobre mis nalgas, primero las acarició suavemente, y después dejó caer su mano sobre una de ellas, dándome una fuerte zurra. Todo mi cuerpo se estremeció.

Un segundo después, el zumbido familiar de un vibrador llenó el aire, un sonido bajo pero potente que me erizó la piel. El sonido se acercó, y luego sentí el contacto frío y vibrante del juguete contra la piel sensible de mis glúteos. Pablo lo deslizó lentamente, trazando círculos, intensificando el hormigueo. Cada pasada aumentaba la anticipación, la sensación de que algo mucho más intenso estaba por venir.

El vibrador se detuvo, y sentí su mano, ahora sin el juguete, abriendo suavemente mis nalgas. Luego, el zumbido volvió, más cerca que nunca, y el vibrador se posó directamente sobre mi clítoris. Un gemido se me escapó, mis caderas se alzaron instintivamente contra la superficie fría de la mesa. La vibración era intensa, profunda, un placer abrumador que se extendía por todo mi cuerpo. Él no me daba respiro, aumentando la presión y la intensidad del vibrador, llevándome rápidamente al borde.

Justo cuando sentí que el clímax estaba a punto de estallar, Pablo retiró el vibrador abruptamente. El alivio se convirtió en una frustración punzante, y un quejido se escapó de mis labios. Él no había terminado. Sentí el vibrador deslizarse por mi piel, subiendo por mi espalda hasta mi nuca, donde el zumbido se detuvo.

Suspiré, expectante. Al instante, sentí su erección, dura y caliente, posarse en mi entrada, lista para tomar lo que el vibrador había preparado. Noté su cuerpo deslizarse lentamente dentro de mí, para luego retirarse con la misma parsimonia. Sus manos buscaron mis pechos, los acarició suavemente, mientras él se mantenía inmóvil sobre mí.

¿Te gusta, eh, perra? — rugió en mi oído.

Un gemido escapó de mi boca, y apenas musité:

Sí.

El placer que me negaba se volvía una tortura deliciosa. Pablo se movía con una lentitud exasperante, apenas deslizándose dentro y fuera de mí, mientras sus manos seguían acariciando mis pechos. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, llevándome al límite, pero sin permitirme la liberación.

¿Qué más te gusta, perra? — gruñó, su aliento caliente en mi oído. — Dímelo. Pídemelo.

Mis caderas se arquearon instintivamente, rogando por más, por el ritmo que mi cuerpo necesitaba. Las cuerdas que me ataban a la mesa se tensaron, mis brazos estirados, mi cuerpo completamente a su merced. Un gemido de pura agonía escapó de mis labios.

Más... por favor... más — jadeé, mis palabras casi inaudibles, dictadas por el placer acumulado.

Pablo sonrió, una sonrisa de triunfo. Y entonces, con un cambio abrupto, su ritmo se volvió implacable. Sus embestidas se hicieron más profundas, más rápidas, llenándome por completo con cada impacto. Mi cuerpo se arqueó de nuevo, esta vez sin resistencia, entregándose por completo a la embestida salvaje. El placer me consumía, un torbellino que me arrastraba sin control.

Justo cuando sentí que el clímax estaba a punto de desbordarse, Pablo volvió a detenerse abruptamente. El gemido que se formó en mi garganta se convirtió en un quejido de frustración. Respiraba con dificultad, mi cuerpo tenso y tembloroso, clamando por la liberación. Sentí su peso retirarse de mí, y el aire fresco golpeó mi piel expuesta, un contraste cruel.

¿Qué haces? — pregunté.

Pablo comenzó a desatarme y me ayudó a incorporarme. Mientras se arreglaba los pantalones, anunció:

Tengo que irme, preciosa.

No, espera — intenté detenerlo.

¿Qué pasa?

Suspiré, tratando de tranquilizarme.

Que me voy, Pablo. Que todo esto tiene que terminar, porque me voy — le dije.

Él se quedó mirándome con cara de estupor. La sonrisa divertida que siempre adornaba sus labios se había borrado, reemplazada por una expresión de pura incredulidad. Sus ojos se abrieron ligeramente, buscando en los míos alguna señal de que aquello era una broma, un juego más.

¿Que te vas? — preguntó, su voz un susurro que apenas pude oír. —No entiendo, Luz. ¿Adónde? ¿Por qué?

Tomé aire, intentando encontrar la calma.

Me voy del instituto, Pablo. Dejo mi puesto. Y con ello, todo esto, lo nuestro, se termina. Es lo mejor.

La noticia lo golpeó visiblemente. Su cuerpo se tensó, sus puños se cerraron a los costados, y la incredulidad en su rostro dio paso a una mezcla de enfado y desesperación.

No puedes irte, no puedes dejarme.

Sí, que puedo, es lo que voy a hacer, lo que debo hacer, Pablo. Esto no tiene sentido, ni siquiera debería de haber empezado. Cometimos una locura y debe terminar. Esta es la mejor manera.

Está bien, Srta Luz — pareció aceptar mi decisión — Hasta siempre — se despidió saliendo de mi despacho.

Yo me vestí y luego me fui a casa. Aquella fué la última vez que vi a Pablo.


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martes, 30 de septiembre de 2025

EL JUEGO DEL AMO CAPITULO 1

CAPITULO 1. Cuerpos entregados.

“Ella se arrodilló frente a mí, siguiendo mis instrucciones. Sus ojos me miraban entre expectantes y sorprendidos. Sentí como mi sexo saltaba, radiante, excitado por aquella bella criatura que yacía arrodillada frente a mí. Tras de mí estaba ella también, Elisa, mi nueva sumisa. No podía desear más, tenía a dos bellas y jóvenes sumisas postradas ante mí, dispuestas a darme el placer que tanto anhelaba.


Una punzada de posesión, cruda y visceral, me recorrió el bajo vientre. La escena era una fantasía hecha realidad, un lienzo vivo de sumisión y deseo. Los suaves gemidos de Elisa, apenas audibles a mi espalda, eran la melodía que acompañaba el temblor expectante en la mirada de la mujer arrodillada.

Acércate más — ordené, la voz ligeramente ronca por la excitación que me atenazaba la garganta. Ella obedeció sin dudar, deslizando sus rodillas sobre la alfombra persa hasta que su rostro quedó a escasos centímetros de mi entrepierna. Podía sentir su aliento cálido a través del tejido de mis pantalones, una caricia incandescente que avivaba aún más el fuego que ardía en mi interior.

Sus manos temblaban ligeramente mientras se posaban en mis muslos, tanteando con una delicadeza casi infantil. Esa mezcla de inocencia y curiosidad en sus movimientos era un afrodisíaco potente, una promesa tácita de la entrega que estaba por venir.

¿Sabes lo que quiero que hagas? — pregunté, disfrutando del ligero sobresalto que recorrió su cuerpo al escuchar mi voz grave y cargada de intención. Ella asintió, los ojos fijos en el bulto creciente bajo la tela.

Sí, amo— susurró, la voz apenas un hilo de aire tembloroso.

Una oleada de satisfacción recorrió mi cuerpo al escuchar esa palabra, ese título que marcaba el inicio de su entrega. Detrás de mí, sentí el roce suave de las manos de Elisa en mi espalda, un contacto ligero pero constante que me recordaba su presencia, su propia disposición a complacerme.

Entonces, demuéstralo — dije, inclinándome ligeramente hacia adelante para intensificar el contacto visual. Quería ver en sus ojos el momento exacto en que la curiosidad se transformaba en deseo puro, en la aceptación gozosa de su papel.

Sus dedos se volvieron más firmes, trazando lentos círculos sobre mis muslos, cada roce una chispa que encendía nuevas llamas en mi cuerpo. La tensión en la habitación era palpable, un hilo invisible que nos unía a los tres en una danza silenciosa de anticipación y anhelo. Sabía que este era solo el principio, el preludio de un encuentro que prometía ser tan intenso como las miradas que ahora nos unían.”

Me sentía tan excitada después de haber leído aquel pasaje que no pude evitar tirarme sobre mi cama y empezar a darme placer a mi misma. No podía ser. ¿Por qué me había excitado tanto? ¿Y por qué no había podido evitar pensar, desear que aquellos personajes de aquella novela escrita por Alex, fuéramos él y yo?

Necesitaba hablar con alguien, necesitaba encontrarle un sentido, por eso cogí mi teléfono y llamé a Estela, ya que ella conocía a Alex (precisamente Santi era el mejor amigo de Alex):

Hola preciosa, ¿cómo va? — me saludó.

Hola, bien. ¿Y vosotros, que tal? ¿Cómo está mi pequeñin? — le pregunté por su hijo, mi sobrino.

Bien, ahí está jugando con el muñequito que le regalaste.

El pequeño Daniel, ya tenía más de medio año, y hacía cinco meses que Estela y Santi se habían casado. Gracias a Dios, todo había salido bien y ella había hecho las paces con sus padres. Desde entonces vivían en Madrid, en una preciosa casa de un pueblo de la sierra madrileña. Nos veíamos casi a diario, porque tanto yo como mi madre les ayudábamos en la crianza del pequeño Daniel.

Oye, estoy leyendo el libro de Alex — le anuncié, intentando sonar casual.

¿Y te está gustando? ¿A que está muy bien? A mí me ha parecido una novela fantástica, ¡y no es porque los personajes principales estén inspirados en Santi y en mí, eh! — rio, con un deje de picardía que me hizo dudar.

Bueno, no sé, es que… — titubeé, sin saber cómo explicarle aquello a mi prima —, es que no dejo de imaginar…

¿Sabes que va a venir a Madrid a presentar el libro? — me interrumpió, con una emoción palpable en la voz.

¡Ah, vaya, qué bien! — logré articular, esforzándome por sonar entusiasmada.

Sí, nos lo confirmó ayer, será la semana que viene, en un centro comercial. Podríamos ir juntas — su voz se animó aún más, como si estuviera tramando algo que a mí me inquietaba. — Además creo que se va a quedar un tiempo por aquí, dice que tiene algunos negocios y cosillas que le mantendrán en Madrid los próximos meses. ¿Vamos a esa presentación?

Bueno, no sé... — solté un suspiro casi imperceptible —, después de leer su libro, no sé si me sentiría cómoda delante de él.

Venga, si ya os conocéis,. Y tampoco tienes por que decirle que has leído el libro — puntualizó Estela.

Bueno, está bien — Acepté finalmente.


Así que una semana después allí estaba yo, junto a Estela, esperando nuestro turno para que Alex nos firmara nuestro ejemplar de “Cuerpos entregados”.

El ambiente en la librería era eléctrico, una mezcla de expectación y rubor. La mayoría era mujeres que sostenían con orgullo el libro entre sus manos, también había algún hombre, pero pocos.

A ver si nos ve — dijo Estela, visiblemente emocionada.

Seguí su mirada hasta la mesa, donde Alex estaba sentado, rodeado de una pequeña multitud. Mi corazón dio un vuelco cuando sus ojos se alzaron brevemente, recorriendo la fila. Aunque sus ojos no se detuvieron en mi. La fila avanzaba lentamente. Y cuando ya sólo teníamos un par de personas delante fué cuando Alex nos vió. Nos saludó y finalmente llegamos frente a él para que nos firmara nuestros ejemplares.

Hola ¿que tal?

Se levantó para saludarnos.

Podrías habérmelo dicho y no habríais hecho cola — le dijo a Estela.

Bueno, queríamos ver como iba esto y además, como ha venido mi prima ¿Te acuerdas de ella?

Su mirada se dirigió a mí, con una curiosidad palpable.

¿Tu prima?...¡Ah, si! Tamara, ¿verdad? Recuerdo tu nombre.

Un ligero escalofrío recorrió mi espalda al escuchar mi nombre en sus labios, pronunciado con esa voz grave y ligeramente áspera que había imaginado tantas veces al leer su libro. ¿Cómo podía recordarme? Apenas habíamos intercambiado unas pocas palabras el día de la boda de Estela y Santi.

Así es — asintió Estela — Ya te dije que era una gran fan de “Cuerpos entregados”.

Alex volvió su mirada hacía mí, parecía que quisiera adivinar mis pensamientos.

Y bien, Tamara, ¿Qué te ha parecido sumergirte en… mi mundo? — Su pregunta tenía un matiz personal, casi intimo, que me hizo sentir incómoda.

Sentí como el rubor subía hasta mis mejillas.

Me...ha parecido...muy evocador — logré responder intentando mantener la compostura. Aunque en realidad, me moría de vergüenza. — La forma en que describes las emociones… las sensaciones.

Una sonrisa sutil se dibujó en sus labios, como si mis palabras le hubieran revelado algo.

Evocador... me gusta esa palabra. ¿Alguna escena en concreto te llegó de manera especial?

La pregunta era directa, incisiva, y sentí la mirada expectante de Estela clavada en mí. Mi mente se quedó en blanco por un instante, repasando las páginas del libro, las imágenes intensas y las emociones contradictorias que habían despertado en mí.

Bueno... hay varias — murmuré, evitando su mirada directa. — La... la escena del taller... y... la del ático… — Las palabras salieron casi sin querer, refiriéndome a dos de los pasajes más explícitos y emocionalmente cargados del libro.

Los ojos de Alex brillaron con una intensidad aún mayor al escuchar mis referencias.

Ah, sí... escenas... intensas, ¿verdad?— Su tono era ahora más bajo, casi confidencial, como si compartiéramos un pequeño secreto. — Me alegra saber que han tenido un impacto en ti.

Tomó nuestros ejemplares de "Cuerpos Entregados" y cogió su bolígrafo.

¿Para quién dedico estos viajes a través del deseo? — preguntó, su mirada volviendo a la mía por un instante, cargada de una pregunta tácita.

Para Estela, por supuesto — Afirmó mi prima.

Y para Tamara — añadí yo.

¿Por qué no me esperáis y vamos a tomar algo? — nos propuso Alex — No me queda ya mucho, media hora, no más.

Vale — aceptó Estela — Daremos una vuelta por aquí.

Nos apartamos de la mesa de firmas, la emoción aún flotando en el aire, y comenzamos a deambular por la librería, hojeando libros al azar mientras la media hora se desvanecía lentamente. Unos minutos después, una necesidad repentina me asaltó.

Estela, necesito ir al baño — le dije, con un ligero apremio en la voz.

Creo recordar haber visto unos aseos junto a las escaleras mecánicas, por allí — me indicó con un gesto de la mano.

Asentí y me dirigí hacia la zona señalada, buscando el discreto indicador de los lavabos. Encontré uno al final de un pasillo y entré rápidamente, aliviada. Apenas había comenzado a hacer mis necesidades, cuando la luz del baño parpadeó erráticamente y se apagó, sumiéndome en una oscuridad repentina. Antes de que pudiera reaccionar, la puerta del cubículo donde me encontraba se abrió lentamente, chirriando levemente en el silencio ahora interrumpido solo por mi respiración agitada.

jueves, 18 de septiembre de 2025

EL JUEGO DEL AMO ¿DE QUE VA?

¡Hola a todos los amantes de la literatura erótica y el suspense! Hoy vengo a hablaros de una novela que no os dejará indiferentes: "El juego del Amo", una obra intensa, sensual y llena de giros inesperados que explora los limites entre el placer, el control y la traición.

📚 Sinopsis


Tamara, una joven madrileña, descubre el mundo del BDSM a través de la novela 
"Cuerpos Entregados", escrita por el enigmático Alex. Lo que comienza como una curiosidad inocente se convierte en una obsesión cuando conoce al autor en una firma de libros y se ve arrastrada a una relación de sumisión que la lleva a vivir experiencias que nunca imaginó.

Pero pronto descubre que Alex no es solo un escritor de novelas eróticas. Es el fundador de una red internacional de tráfico de personas disfrazada de club exclusivo de BDSM. Tamara, junto con su mejor amiga Sofía, deberá enfrentarse a la cruda realidad: han sido elegidas, entrenadas y valoradas en euros para ser vendidas al mejor postor.

👤 Personajes que me habitan
Escribir a 
Tamara fue conectar con ese punto donde la vulnerabilidad y la fuerza se encuentran. Es una chica que se cree perdida pero que encuentra, en lo más hondo, una ferocidad que ni ella misma conocía.

Alex no es un villano de cartón. Es seductor, inteligente y cruel —un hombre que cree que el mundo es su tablero y las personas, piezas. Escribirlo me obligó a bucear en zonas oscuras, pero necesarias.

Sofía… ¡ay, Sofía! Es esa amiga que todos querríamos tener: leal, valiente y con una chispa que enciende incluso en la oscuridad. Juntas, Tamara y Sofía representan la amistad como un lazo que ni siquiera la traición puede romper del todo.

🎭 Los hilos que tejen esta historia
No es 
solo una novela erótica. Para mí, es también una reflexión sobre:

  • La sumisión como elección… y como trampa.

  • La traición que viene de donde menos lo esperas.

  • La amistad como tabla de salvación.

  • Y, sobre todo, la supervivencia. Porque todas llevamos dentro una guerrera.

✍️ Cómo lo escribí
Quise que cada escena erótica tuviera propósito, que la tensión emocional y física estuvieran entrelazadas con la trama. Los capítulos son cortos, ágiles, con un ritmo que no da tregua —igual que la realidad que viven Tamara y Sofía.

Alterno la voz de ella con los pensamientos de él, porque me fascina explorar ambas caras del poder: quien lo ejerce y quien lo desafía.

🧠 ¿Por qué deberías leerla?
Si buscas:

  • Erotismo con significado.

  • Suspense que te obligue a seguir pasando páginas.

  • Personajes femeninos que se levantan una y otra vez.

  • Una historia que no tema mirar a la oscuridad… pero también a la luz.

entonces creo que El Juego del Amo puede resonarte tanto como a mí me resonó mientras lo escribía.

🌟 En definitiva
Esta novela es una de las que más me ha marcado. No solo por lo que cuenta, sino por lo que significa: un recordatorio de que incluso en las situaciones más opresivas, siempre queda un resquicio para la esperanza… y la revolución.

📌 ¿Dónde encontrarla?
Puedes leerla en Amazon, en formato eBook. También me encantaría que me siguieras en Instagram, X o en mi página de autor, donde comparto avances, reflexiones y hasta algún que otro relato picante.

🔗 Te dejo los enlaces aquí:

Y si ya la has leído… ¡cuéntame! ¿Qué te pareció Tamara? ¿Y Alex? ¿Hubo algún momento que te quitara el sueño? ¡Estoy deseando saberlo!

Con cariño (y unas pocas sombras),
Erotika Karenc 📖✨


miércoles, 17 de septiembre de 2025

EL JUEGO DEL AMO YA ESTÁ DISPONIBLE

 ¡Lanzamiento oficial de EL JUEGO DEL AMO! Una novela que desafía las reglas

Después de meses de escritura intensa, noches de insomnio y una montaña rusa emocional que solo los escritores conocen, hoy puedo decirlo con orgullo: EL JUEGO DEL AMO ya está aquí. Mi nueva novela ha salido al mundo, y no puedo esperar a que la descubras.

📖 ¿De qué trata EL JUEGO DEL AMO?

Esta historia nace de una pregunta inquietante: ¿qué ocurre cuando el poder se convierte en un juego, y el amor en una estrategia? Ambientada en un universo donde las emociones se negocian y los secretos tienen precio, EL JUEGO DEL AMO es una novela que mezcla tensión psicológica, erotismo elegante y una trama que no da tregua.

Los personajes no solo juegan entre ellos… también juegan contigo. Cada capítulo es una invitación a cuestionar tus propios límites, tus deseos y tus lealtades.

✍️ El proceso creativo

Escribir esta novela fue como entrar en una partida sin reglas claras. Me dejé llevar por la voz de los personajes, por sus contradicciones, por sus sombras. Hubo momentos en los que dudé si debía contar ciertas cosas… pero lo hice. Porque EL JUEGO DEL AMO no es una historia cómoda. Es una historia que arde.

📚 ¿Dónde conseguirla?

Ya puedes encontrar EL JUEGO DEL AMO en: 

https://www.amazon.es/dp/B0FR5HVDBH 

💬 ¿Y ahora qué?

Me encantaría saber qué te provoca esta historia. ¿Te atrapó? ¿Te incomodó? ¿Te hizo pensar? Puedes dejar tus comentarios aquí en el blog o escribirme directamente. También estaré compartiendo contenido exclusivo sobre los personajes, escenas eliminadas y curiosidades del proceso creativo.

Gracias por acompañarme en este viaje. EL JUEGO DEL AMO ya no es solo mío. Ahora también es tuyo.

lunes, 8 de septiembre de 2025

MI NUEVA NOVELA YA TIENE TITULO y PORTADA: EL JUEGO DEL AMO

 ¡Hola a todos! Hoy es un día emocionante porque por fin puedo revelaros el título definitivo de mi próxima novela, esa historia que he estado tejiendo con tanto cuidado y que, estoy segura, os atrapará desde la primera página. Prepárense para adentrarse en "El Juego del Amo".


Este título encapsula a la perfección el corazón de la novela: un mundo donde las líneas entre el control, el deseo y la sumisión se difuminan en un ambiente de lujo y secretos. "El Juego del Amo" es una invitación a explorar las profundidades de las relaciones de poder, no solo en su manifestación más evidente, sino también en las sutiles formas en que se ejerce el dominio y se busca la libertad.

En esta historia, conoceremos a Tamara, una mujer que se adentra en un universo de promesas exclusivas y un tipo de "proyecto" que parece diseñado para su crecimiento personal. Pero lo que comienza como una seducción hacia un estilo de vida único, pronto revela una verdad mucho más compleja y oscura. A medida que Tamara profundiza en este mundo, descubre que la opulencia y el control tienen un precio, y que las cadenas más fuertes no siempre son las que se ven.

"El Juego del Amo" es una novela que te hará cuestionar qué estarías dispuesto a dar por el placer, la pertenencia o el poder. Es una trama de intriga, descubrimiento y, en última instancia, una feroz lucha por la autenticidad y la justicia. Los personajes que encontrarán en sus páginas, desde la compleja Tamara hasta la figura enigmática del "Amo" (Alex), los llevarán por un camino lleno de giros inesperados y emociones intensas.

Si les atraen las historias donde el deseo se entrelaza con el misterio, donde la psicología de los personajes es tan crucial como la trama en sí, y donde la fuerza del espíritu humano brilla incluso en la oscuridad, entonces "El Juego del Amo" está hecha para ustedes.

Estoy deseando que descubran este universo y se sumerjan en la experiencia. ¡Manténganse conectados para conocer pronto la fecha de lanzamiento y cómo podrán hacerse con su copia!

lunes, 4 de agosto de 2025

NUEVA PAGINA WEB

Bueno, como autora de novelas eróticas, y puesto que ya tengo unas cuantas en mi haber, he decidido crear una página de autora desde la cual se puede acceder a mis novelas, noticias, curiosidades, etc. Donde de vez en cuando iré poniendo para descargar los primeros capítulos de las novelas que vaya sacando para que podáis ir haciendo boca y probarlas. 

Seguiré con este mi blog, por supuesto, de hecho he incluido un enlace directo desde mí página web hasta este blog. ¿Qué diferencia habrá entre este blog y la página web? Que aquí solo publicaré mis relatos y cuando publique alguna novela, información sobre esta, eso sí, y allí solo publicaré las novelas, noticias, y curiosidades, además de capítulos descargables de las novelas. 


Podré un enlace directo desde el blog a la página también, pero os dejo aquí el link: 

https://sites.google.com/view/erotikakarenc/inicio

EL ECO DE AMO

Cinco años pueden transformarlo todo, y a la vez, dejar lo esencial intacto. Para mí, poco había cambiado en la superficie. Seguía siendo pr...