— Un error de sintaxis — dijo el Dr. Valdés, su voz resonando en el silencio de la sala. — Un pequeño desliz, pero uno que altera por completo el significado de la frase —. Sus dedos se deslizaron sobre el papel, trazando el contorno de la palabra marcada en rojo. — Como una llave que abre una puerta prohibida.
Valeria se estremeció, la voz firme y grave de su profesor la hacía estremecer siempre que una de sus sesiones empezaba.
— Lo siento, Señor, yo… — gimoteó Valeria.
— Tú no puedes permitirte esos errores, Valeria. Ya sabes lo que toca ahora, ¿no?
Valeria emitió un pequeño jadeo anticipándose a lo que venía. Se levantó de la silla y sin que el Dr. Valdés le dijera nada se dobló sobre la mesa, se subió la falda hasta la cintura y se bajó las braguitas.
— Así me gusta, que seas una chica obediente — susurró el Dr. Valdés sintiendo como su miembro se ponía duro al ver aquel tierno culito dispuesto para él.
El Dr. Valdés abrió el último cajón de su mesa y sacó una regla, larga, de plástico transparente. Valería se estremeció, porque sabía lo que se le venía encima. Su respiración se hizo más pesada y el Dr. Valdés lanzó la regla sobre la nalga derecha de su pupila, haciendo que resonara en el aire y cayera sobre la blanca piel de la chica. Valería gimoteó, tras aquel primer golpe cayeron varios más, haciendo que las nalgas de Valería adquirieran un color rosado.
— Tendrás más cuidado la próxima vez, ¿verdad, Valería? — le preguntó el Dr. Valdes a su alumna.
— Sí, Señor — reafirmó ella.
El Dr. Valdés dejó la regla a un lado y acercándose a su alumna por detrás, acarició suavemente su culo, adentrando los dedos entre los excitados labios de la joven. Sin duda, los reglazos habían causado el efecto que él deseaba. Con un movimiento rápido, el Dr. Valdés deslizó su mano hacia arriba, rozando el clítoris de Valeria. Ella arqueó la espalda, un gemido más fuerte escapando de sus labios.
— ¿Y quién tiene el control, aquí? — preguntó el Dr. Valdés, la voz cargada de deseo.
— Usted Señor — respondió ella.
El profesor dio la vuelta a la mesa situándose frente a su alumna. Se bajó la cremallera del pantalón, sacó su sexo erecto y le ordenó a su sumisa:
— Chúpala, vamos.
La muchacha aceptó, sacando la lengua y lamiendo el glande suavemente. Le encantaba el sabor de aquella polla, le encantaba dar placer a su Amo, el Dr. Alberto Valdés, que empujó su pene introduciéndola en la húmeda boca de su sumisa. Valeria siguió chupando aquel manjar, lamiéndolo y sintiendo como el Dr. utilizaba su boca como si fuera su sexo, introduciéndose en ella una y otra vez y otra. Hasta que a punto de llegar al orgasmo se apartó.
— ¡Uf, adoro tu boca!
El Dr. se sentó en su silla, contemplando a Valería qué excitada seguía sobre la mesa en la misma posición, mostrándole su culo enrojecido.
— ¿Qué voy a hacer contigo, Valeria? No lo entiendo, cada vez lo haces peor.
— Lo siento, Señor, yo…
— Dime, ¿cuántas pollas has chupado hoy? — le preguntó a su sumisa.
Valeria parecía sorprendida por aquella pregunta y ni siquiera sabía si debía contestar sinceramente. Se suponía que el profesor no debía saber aquello.
— Yo, no... ninguna.
El Dr. se levantó, cogió su cartera y sacó una paleta de cuero. Valeria se estremeció al verla.
— Dime la verdad, Valeria, sé lo que haces y sé que hoy lo has hecho más de una vez antes de esta — gritó el Dr. Valdés enfadado.
No podía mentirle, ni ocultarlo más, por lo que decidió confesar.
— Dos, señor.
— ¿Y por qué lo haces? — el Dr.Valdes sabía perfectamente por qué Valeria lo hacía, sabía de sus problemas de dinero y estrecheces en su casa y que haciendo aquello se sacaba lo justo para sus pequeños gastos. — ¿No te había dicho yo que si necesitas algo, solo tienes que pedírmelo?
Y de nuevo el Sr. Valdés dejó caer la fusta sobre las nalgas de su sumisa.
— Si, señor, pero yo….
— Cuenta, maldita sea — le reclamó el Dr, sin dejar que continuará.
— Dos — lloriqueó Valeria — tres.
Sentía la fusta con fuerza sobre sus nalgas, mientras su piel se calentaba y enrojecía.
— Lo siento, seis, Sr. — intentó disculparse.
Estaba temblando y el Dr. Valdés no sabía si era por el dolor o la excitación que sentía. El sabía mejor que nadie que su sumisa era capaz de correrse solo con sus azotes, por eso se detuvo. Se acercó a ella y palpó su sexo. Estaba húmeda, mucho, sus dedos se empaparon con los jugos de ella y su polla volvió a temblar, la deseaba tanto, pero ella no se merecía que la follara, hoy no. Por eso pensó en otra alternativa, de nuevo se acercó a su cartera y está vez sacó un pequeño vibrador que siempre llevaba allí para casos de emergencia.
Valeria tembló nuevamente al oír aquel zumbido. Luego sintió como el Dr. acercaba el aparato a su húmedo sexo, lo embadurnó con sus jugos y despacio lo introdujo en el húmedo sexo. Valeria gimió al sentir aquel conocido cosquilleo. El Dr. movió el aparato dentro y fuera de ella unas cuantas veces, después lo sacó y Valeria trató de serenarse, pero enseguida su Amo volvió a introducirle el vibrador, está vez a máxima potencia y moviéndolo sin parar hizo que Valeria llegara al borde del orgasmo. Entonces lo sacó. Lo dejó a un lado y poniéndose de nuevo frente a la muchacha le ordenó.:
— Ahora chúpamela hasta que me corra.
Valeria obedeció abriendo su boca para recibir la erecta polla de su Amo. Cuando la tuvo completamente dentro, cerro los labios y chupó, saboreó el masculino pene, sintiendo como su excitación y deseo aumentaba. Necesitaba una polla, pero sabía que no la tendría. Aquel era su castigo, por ser una niña mala. Chupando y saboreando a su Amo, lamiendo la dura polla, consiguió que el Dr. Valdés se corriera.
— Ya sabes, no dejes ni una gota — le advirtió él.
Valeria obedeció tragando toda la leche que su Amo había vertido.
— Ahora vístete y sal de aquí. Ya veremos que hago contigo — fue la última orden que le dio el Dr. Valdés.
Y por primera vez Valeria sintió miedo, miedo de que su Amo, el Dr. Valdés decidiera prescindir de ella y rompiera su relación.
— Dr. yo… siento lo que ha pasado. Prometo que nunca volverá a suceder — trató de disculparse.
— Lo sé, pero ya te lo he dicho, vete, déjame solo.
Valería se vistió y salió del despacho del Dr. Valdés.
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Es agresivo... pero placentero. Valeria es una imagen que todos llevamos en la cabeza y azota los pensamientos
ResponderEliminarGracias.
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