miércoles, 12 de marzo de 2025

NOCHE DE SUBASTA

Había leído sobre ello, lo había imaginado en sus sueños más oscuros, pero nunca se había atrevido a dar el paso. La invitación yacía sobre la mesa, un pedazo de papel con una dirección y una hora. La duda y el deseo luchaban dentro de ella, mientras se preparaba para adentrarse en un mundo desconocido. ¿Qué debía ponerse? La voz que la había llamado había dicho que se pusiera algo sexy. Releyó la invitación, buscando alguna pista, alguna señal que le diera valor para cruzar el umbral:

EL CLUB HONEY SE COMPLACE EN INVITARLO A NUESTRA

”NOCHE DE SUBASTA”

Qué se celebrará el próximo día 15 de marzo a las 12.00 p.m.

Rogamos confirme su asistencia en nuestro numero de Whatsapp: 555-01-99-69

Código de vestimenta: Sexy

Club Honey C. Muntaner, 365


El club Honey era un club de BDSM, ella había oído hablar de él, pero nunca había ido. En realidad, nunca había practicado el BDSM, pero le llamaba poderosamente la atención. Había estado buscando en internet, concretamente en la página web del club, como eran los diferentes eventos que se presentaban y al parecer la noche de subasta era de los más famosos y concurridos. Según decía en la web se subastaban sumisas y sumisos por los que pujaban los Doms para tener una noche de pasión y BDSM con ellos. El dinero que se recaudaba en dicho evento se dedicaba a causas beneficas.

Buscando algo que realmente la hiciera sentir sexy, encontró un mono negro ajustado. Solo se lo había puesto una vez, pues le parecía demasiado revelador, marcando cada curva de su cuerpo. Al verse en el espejo, Violeta sonrió. Le gustaba lo que veía.

“Debes ir tu sola” recordó que le había dicho la profunda y sexy voz masculina que le había llamado aquella misma mañana para decirle que recibiría la invitación y que debía acudir a la fiesta. Cuando estuvo lista, metió su monedero y su móvil en un pequeño bolso negro y llamó a un taxi, en el que fué hasta el club.

¿Quien sería aquel hombre que le había enviado la invitación? ¿Su jefe quizás? No, lo descartó enseguida. Alberto Pérez no parecía el tipo de hombre que se dedicaría a practicar el BDSM y además tenía novia.

¿Su vecino Marcos? Violeta recordó que alguna que otra vez en las noches de verano que pasaban en la terraza del edificio habían hablado de ello. Pero la voz de Marcos no era tan varonil.


Cuando llegó al club, Violeta se sintió abrumada. Todo era tan extraño. Presentó la invitación en la entrada y un hombre alto y fornido fué quien le dejó entrar. A continuación una chica rubia, que llevaba un vestido blanco muy sexy le preguntó:

— ¿Quiere participar en la subasta?

Violeta no se lo pensó dos veces y respondió:

— Sí.

— ¿Seguro? — le preguntó la rubia.

— Sí, por supuesto.

— Bien, ¿como te llamas?

— Violeta Garcia

La chica rubia apuntó el nombre en una libreta. Violeta siguió por el pasillo hasta el final donde dio a un gran sala, que estaba iluminada por una luz tenue y parpadeante, creando sombras danzantes en las paredes. La música ambiental era una suave y envolvente melodía, que invitaba a la relajación y al deseo.

La gente que ya había y que llenaba el espacio iban vestidos con elegantes trajes y todos llevaban máscaras que ocultaban su identidad, lo que le añadia un toque de misterio. En el centro de la sala había un escenario elevado y alrededor de este había algunos palcos privados donde hombres con elegantes trajes hablaban entre si, había también algunas mujeres elegantemente vestidas con vestidos de noche. Alrededor y detrás de los palcos había mesas y sillas ocupados por hombres y mujeres que o bien iban semidesnudos o llevaban ropas algo más sencillas y sexys que las que llevaban la gente que estaba en los palcos. Violeta dedujo que la mayoría serían sumisos y que los que estaban en los palcos serían Amos.

Vio que uno de los hombres que estaba en el palco central e iba vestido con un elegante traje rojo la observaba y que salió del palco para dirigirse hacía ella.

— Bienvenida Srta. García — le dijo el hombre y entonces Violeta reconoció la voz, era el hombre que la había llamado aquella mañana para decirle que recibiría la invitación y que debía acudir a la fiesta. — Soy Mr. Magnus, hemos hablado esta mañana por telefono.

— Sí, lo recuerdo. ¿Nos conocemos? ¿Es usted...? —Violeta lo miró con incredulidad—. ¿Es usted quien me envió la invitación? ¿Por qué? ¿Qué está pasando?

Mr. Magnus sonrió de un modo un tanto artificial.

—Pronto lo sabrás todo, Srta. García. Pero antes, tenemos una noche que disfrutar. ¿Te has apuntado a la subasta?

— Sí — respondió ella. — Aunque aún no sé si podré pujar o por quien.

Mr. Magnus se rió.

— ¡Oh, disculpe! Creo que lo ha entendido mal. Es por usted que pujaremos, toda esa gente que hay en los palcos.

Violeta se puso blanca, sentía que quería desaparecer

—¿Yo? ¿Qué quiere decir? No entiendo.

—Pronto lo entenderás todo, Violeta—respondió Mr. Magnus, con una sonrisa enigmática.

Y entonces una chica que iba vestida igual que la rubia que había apuntado su nombre en la libreta se acercó a ella y le dijo:

— Colóquese en la fila, por favor.


Violeta obedeció, colocándose en la fila que le había indicado, donde había otros hombres y mujeres como ella. Su cabeza no paraba de dar vueltas y empezaba a arrepentirse de haber ido hasta allí. ¿Por qué había sido tan inconsciente? Sin duda, su mayor defecto era que le podía más la curiosidad que su propio sentido común. Pero ahora ya no podía dar marcha atrás tenía que aceptar las consecuencias de sus actos.

Las luces del escenario de encendieron y salió un hombre vestido también con traje y corbata:

— Buenas noches, bienvenidos a la noche de subasta. Ya tenemos preparados a nuestros chicos y chicas y creo que vosotros ya teneis también las pizarras así que… ¡Vamos allá! En primer lugar tenemos a…

Violeta dejó de oir lo que el presentador decía, necesitaba pensar, ¿qué pasaria ahora? ¿quien pujaría por ella? Sintió que la miraban desde todos los ángulos, como si fuera un objeto en exhibición. La idea de ser subastada la hacía sentir vulnerable y expuesta.

Oyó que el presentador pronunciaba su nombre y subió al escenario.

— Veamos cual es la puja por esta bella señorita.

Violeta buscó con la mirada a Mr. Magnus, preguntándose si él sería uno de los postores. Lo vio sentado en un palco elevado, observándola con una sonrisa enigmática. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Qué clase de juego estaba jugando?

Un hombre elevó su pizarra con un número escrito en ella: 5,000. El hombre parecía mayor y a Violeta no le gustó nada. Deseó que alguien pujara más por ella, y entonces vio como Mr. Magnus elevaba su pizarra con un numero: 20.000 Violeta suspiró aliviada.

El presentador anunció:

— ¡Vendida por 20.000 al caballero de rojo!—

Violeta sintió una mezcla de alivio y confusión. Le alegró que Mr. Magnus pujara por ella, pero ¿qué intenciones tenía?

Violeta bajó del escenario y Mr. Magnus se acercó a ella:

— Bien Violeta, por esta noche serás mi sumisa.

— Ya, pero yo… — trató de protestar ella.

— ¿No quieres conocer los placeres que te puede ofrecer el BDSM?

Violeta dudó por unos segundos, pero enseguida respondió:

— Sí, pero esto…

— Creo recordar que alguna vez lo has dicho y yo estoy dispuesto a cumplir tus deseos.

Violeta estaba cada vez más desorientada y sorprendida. ¿Quien era realmente aquel hombre? ¿Cómo sabía aquello y donde lo había oído? ¿o quien se lo había dicho? Todo eran dudas para ella y no estaba segura si de verdad quería seguir con aquello.

—No te preocupes, Violeta — continuó Mr. Magnus, tomando su mano —. Todo tiene una explicación. Y pronto, todo tendrá sentido. Pero ahora, déjate llevar. Confía en mí.

Violeta suspiró.

— Esta bien. ¿Qué tengo que hacer?

— Primero me acompañaras, la noche apenas acaba de empezar. Ven conmigo.

Violeta obedeció siguiendo a Mr. Magnus. Entraron en un pasillo donde había varias puertas. Mr. Magnus sacó una llave de su bolsillo y abrió una de las puertas, tras la cual se encontró una hermosa habitación con toda clase de aparatos para diferentes practicas bdsm.

— Bienvenida a mi mundo — dijo Mr. Magnus, su voz resonando en la habitación.

Violeta observó el lugar con asombro y una creciente excitación. Las paredes estaban cubiertas de espejos, reflejando la tenue luz de las velas. En el centro de la habitación, una cama de madera oscura que invitaba a la sumisión. Cuerdas, látigos y otros instrumentos colgaban de las paredes, creando una atmósfera de peligro y seducción. Violeta sintió que su corazón latía con fuerza, anticipando las experiencias que le esperaban.

Mr. Magnus se acercó a ella por detrás, besó su hombro suavemente y le preguntó:

— ¿Estás lista?

Violeta suspiró afirmando con su cabeza. Mr. Magnus le bajó la cremallera de mono, quitándoselo con suavidad, tratando de que ella se sintiera cómoda. Violeta se dejó hacer, su corazón iba a mil por hora y su respiración cada vez se hacía más pesada.

Mr. Magnus se puso frente a ella y la observó de arriba abajo.

— Eres preciosa. Un diamante en bruto.

Violeta lo miró a los ojos tratando de adivinar quien era.

— ¿Puedo saber quien eres? — le preguntó.

— Todavía no, todo a su debido tiempo, tú sólo confia en mí y creeme cuando te digo que jamás haría nada que te hiciera daño.

Mr. Magnus se desnudó también quedándose en ropa interior, como estaba ella en ese momento. Le pareció que esa era la mejor manera de hacer que ella se sintiera cómoda con la situación.

— Ven aquí preciosa —le pidió él, acercándose a las cadenas que pendían del techo.


Violeta sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Estaba segura de querer hacer esto? ¿Estaba dispuesta a entregar el control por completo? La duda y el deseo luchaban dentro de ella, pero la mirada de Mr. Magnus la atraía como un imán.

— No voy a hacerte daño, es más te gustará. Confía en mí — respitió él.

Ella dudó un poco pero finalmente, se acercó a él, sintiendo que se adentraba en un territorio desconocido, pero había algo en él que le hacía confiar y desear seguir con aquello. No sabía porqué, pero realmente estaba segura de que él no le haría daño.

Mr. Magnus le ató las muñecas con suavidad, pero firmeza, y luego la elevó ligeramente, dejándola suspendida en el aire. Luego le quitó las braguitas, dejándolas caer a sus pies. Violeta sintió que la adrenalina le recorría las venas, anticipando las sensaciones que estaban por venir. El hombre tomó un látigo de la pared y lo hizo silbar en el aire, creando un sonido que erizó la piel de Violeta. ¿Iba a azotarla? Todo su cuerpo se estremeció.

El primer latigazo cayó sobre su culo, y Violeta se sobresaltó. Un pequeño gemido salió de su garganta. Casi ni le dio tiempo a recuperarse cuando sintió el segundo latigazo, y seguidamente sintió unos cuantos más, ni siquiera supo cuantos, pues perdió la cuenta. El dolor se mezclaba con el placer, creando una sensación confusa y embriagadora. Sus manos se aferraron a las cadenas, sus uñas clavándose en la piel, mientras su cuerpo se retorcía bajo el látigo. La voz de Mr. Magnus, ronca y dominante, resonaba en sus oídos, ordenándole que se entregara por completo. Y ella lo estaba haciendo.

Mr. Magnus se detuvo, observó como aparecian las marcas rojas sobre el cuerpo de su improvisada sumisa y sintió que el poder lo recorría como un escalofrío. La forma en que ella se retorcía y gemía bajo su látigo, la forma en que se aferraba a las cadenas, le producían una oleada de excitación. Se sentía como un artista contemplando su obra, un creador que había dado vida a una criatura de sumisión y deseo. Dejó el látigo en su sitio y cogió un pequeño vibrador de la mesita de noche. La luz roja que emitía parpadeaba, creando sombras danzantes en las paredes. Violeta sintió un escalofrío de anticipación, mezclado con un toque de nerviosismo. ¿Qué sensaciones le esperaban? Mr. Magnus se acercó a ella, deslizando el vibrador por su piel, explorando cada curva y cada rincón de su cuerpo. Cuando llegó a su sexo, lo restregó por su humedad primero, luego lo sujetó con firmeza sobre el clítoris y dejó que Violeta sintiera le vibración sobre este, haciendo que el placer empezara a crecer como una ola imparable. Un gemido de placer escapó de sus labios, y su cuerpo se retorció bajo el vibrador. La sensación era intensa, casi dolorosa, pero Violeta no podía evitarlo. Se sentía como si estuviera perdiendo el control, como si estuviera a punto de desmoronarse, y esa sensación la excitaba aún más. El Dom, introdujo el vibrador en su hendidura y la joven gimió. Aquella sensación de placer que se extendía desde su centro por todo su bajo vientre la tenía en un estado de éxtasis absoluto. Sus pensamientos se desvanecieron, dejando solo la sensación del vibrador y el calor que se extendía por su cuerpo. Se sentía como si estuviera flotando, como si estuviera a punto de desmoronarse en un torbellino de placer.

Mr. Magnus quitó el vibrador de golpe, el placer que Violeta sentía se detuvo en seco y un jadeo de frustración escapó de su garganta.

— Tranquila, pequeña. Mira como me tienes — señaló su erección y despacio se quitó el slip.

Violeta lo observaba con atención, con deseo incluso. Realmente le estaba gustando sentirse dominada de aquella manera. Y como había dicho, Mr. Magnus no le había hecho daño, sino todo lo contrario, le había producido un placer que nunca antes había sentido. Su Amo se acercó a ella, acarició suavemente su piel con una de sus manos y poniéndose frente a ella le dijo:

— Ahora te voy a poseer, te voy a hacer mía.

Violeta jadeo, sin dejar de observar los oscuros ojos de Mr. Magnus, ella también lo deseaba y dio su consentimiento de un modo casi imperceptible pero que Mr. Magnus captó al momento. La besó con suavidad y la cogió por las piernas abriéndoselas y colocándolas alrededor de su cintura, acercó su polla erecta al femenino sexo y la penetró. Violeta se estremeció jadeando. La sensación era abrumadora, pero también extrañamente reconfortante. Se sentía vulnerable, expuesta, pero también segura en los brazos de Mr. Magnus. Había entregado el control por completo, y esa sensación la excitaba de una manera que nunca antes había experimentado. Mr. Magnus la abrazó y empezó a moverla para que se empalara sobre su erecto miembro. Primero despacio, marcando cada embestida con una lentitud pasmosa, después acelerando sus movimientos haciendo que su polla entrara hasta lo más profundo de su bella amante. Violenta gimió al sentir el inicio de su orgasmo. Mr. Magnus pudo sentir los espasmos de la femenina vagina alrededor de su miembro y como ella se estremecía alcanzando el orgasmo, lo que disparó su propio placer haciendo que él se corriera también.

Cuando ambos se calmaron. El hombre la soltó, dejando caer sus piernas al suelo. Violeta estaba agotada, derrotada y rendida. Con paciencia Mr. Magnus le desató las muñecas, la cogió en brazos y la llevó hasta la cama.

— Lo has hecho muy bien — le susurró.

Violeta lo miró a los ojos, sintiendo una extraña mezcla de confusión y deseo. Mr. Magnus sonrió y, con un gesto lento y deliberado, se quitó el antifaz. Violeta se quedó sin aliento.

—¿Tú...?—susurró Violeta, sin poder creer lo que veía.

—Sí, Violeta—respondió él, con una voz suave—. Soy yo.

Era su jefe. Un torbellino de emociones invadió a Violeta. La sorpresa, la incredulidad, el deseo... todo se mezclaba en un cóctel embriagador. Había deseado que fuera él, pero por momentos había desechado la idea. Ahora lo entendía todo, claro, por como sabía él todo aquello de ella, como… Y entonces él le contestó diciendo:

— Leí tu diario, el que guardas en el segundo cajón de tu mesa bajo una caja de madera.

Violeta rió, alegrándose y a la vez avergonzándose de que lo hubiera hecho. Él la miró a los ojos nuevamente y se besaron con pasión.

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