sábado, 10 de febrero de 2024

EL VECINO (Relato erótico parte de la novela EL VECINO)

 A partir de aquel día empecé a tener sueños eróticos con aquel atractivo hombre cada noche, y cuando nos encontrábamos en la escalera y subíamos juntos en el ascensor, no podía evitar recordar esos sueños. Sueños en los que él me hacía suavemente el amor. Bueno, suavemente unas veces, otras lo hacía salvajemente. Lo curioso es que en la medida en que mi deseo por él crecía, la relación con mi marido iba de mal en peor y cada vez discutíamos más y más, y a veces por pequeñas cosas, casi sin importancia. ¿Qué me estaba pasando? Un día en que la discusión con mi marido fue demasiado fuerte, él se fue dando un sonoro portazo y dejándome sola. No sé si debió ser el portazo o los gritos, pero al cabo de pocos minutos, Ángel estaba llamando a la puerta. Cuando abrí, me lo encontré en calzoncillos y camiseta, descalzo y con la cara desencajada.

 ¿Estás bien? Es que he oído el portazo y parte de la discusión y… No es que quisiera escucharla ¿eh?, pero es que no he podido evitarlo.

 Ya, supongo que hemos gritado bastante fuerte, ¿verdad? Lo siento,  me disculpé  pero sí, estoy bien. Lo siento, de verdad, no quería molestarte, yo…

 ¡Oh, no, tranquila! Solo estaba preocupado por ti

 Gracias, estoy bien le dije, tratando de tranquilizarlo. E iba a cerrar la puerta, dando por terminada la conversación, cuando él me dijo, entrando en mi casa:

 No, espera, quizás necesitas compañía en estos momentos, una mano… amiga  dijo, aunque en realidad, creo que buscaba más una excusa para entrar que otra cosa.

Cerró la puerta tras de sí, me tomó por los hombros y me llevó hasta el salón, donde nos sentamos en el sofá. Yo estaba tan sorprendida y nerviosa. Sorprendida por la seguridad y rapidez con las que Ángel había actuado, y nerviosa porque le tenía a mi lado, sentado en el sofá de mi casa. 

 Creo que se ha ido para siempre  dije tristemente  y sino lo ha hecho, lo hará en las próximas horas.

 ¿Estás segura?  me preguntó él, levantándose del sofá y dirigiéndose a la cocina que estaba justo enfrente.

 Completamente, nuestro matrimonio hace tiempo que está acabado  le señalé  Y esta noche la discusión ha sido realmente grave. Me ha dicho cosas…


Vi como Ángel sacaba una cafetera, buscaba el café y llenaba la cafetera, y entonces le pregunté:

 ¿Qué haces?

 Cuidar de ti, necesitas alguien que te cuide  dijo con tranquilidad.

Le miré de arriba abajo, se notaba que había salido de la cama corriendo, ya que iba descalzo, en calzoncillos y con una vieja camiseta algo roída, pero estaba muy sexy. Me reí y entonces mirándome con cara de pocos amigos me preguntó:

 ¿Qué pasa, por qué te ríes?

 Por la pinta que llevas, tendrías que verte.

 Ya sé que no es muy glamurosa, estaba a punto de irme a dormir cuando he oído los golpes  dijo.

— Lo siento — me disculpé una vez más.

La cafetera empezó a sonar en señal de que el café ya estaba saliendo, así que Ángel apagó el fogón. Buscó un par de tazas en los armarios, y tras abrir el armario que tenía enfrente, enseguida las encontró. Sirvió el café y me tendió una de las tazas, luego buscó el azúcar.

 Está en el armario del centro  le indiqué.

Abrió el armario que le había indicado, cogió el azúcar y lo trajo, dejándolo sobre la mesilla junto a un par de cucharillas que sacó del primer cajón y volvió a sentarse a mi lado.

 Quizás sea lo mejor, que se vaya, que me deje, a fin de cuentas nuestro matrimonio está acabado, ya no hay nada entre él y yo. Hace meses que no me toca. Ya casi ni recuerdo cuando tuve mi último orgasmo  trataba de convencerme a mí misma, más que a él.

 Pues es una lástima, porque te mereces los mejores orgasmos y perdona que sea tan franco, pero es que… desde que te vi por primera vez, yo…  repentinamente, se calló, poniéndose rojo como un tomate.

 No, no te calles, por favor, ¿tú qué?, dime.

 Yo… quise hacer esto  cogió mi taza depositándola sobre la mesita, me tomó por el cuello acercándome a él y me besó. 


Fue un beso apasionado, de lenguas que se buscan, un beso como hacía meses que nadie me daba, que hizo que se me hinchara el pecho y sintiera que le deseaba. Un beso que yo también deseé. Todo mi cuerpo reaccionó ante aquel beso, y cuando se separó, sentía que todo se me aflojaba, todo me temblaba. Y entonces, fueron mis manos las que hablaron por mí, acariciando el cuerpo atlético de aquel hombre, tampoco él estuvo quieto, y sus manos acariciaron mi cuerpo. Me quitó la camiseta y yo hice lo mismo con él, mientras seguíamos besándonos. Me acostó sobre el sofá poniéndose sobre mí, puso mis brazos sobre mi cabeza y me los ató.

 ¿Qué haces? le pregunté sorprendida y un tanto asustada.

 Atarte, para follarte, para tener yo todo el control, me gusta tener el control  dijo tranquilamente, demostrándome su fuerza, su virilidad y que sin duda él iba a controlar la situación.


No dije nada, solo me dejé hacer, dejé que terminara de desnudarme, que abriera mis piernas y se incrustara entre ellas. Besó cada rincón de mi cuerpo, lamió mis pechos desnudos, deteniéndose en los pezones y haciéndome estremecer y gemir cuando los succionó, me hizo temblar. Luego siguió hasta mi entrepierna, sentí como introducía su lengua en mí y todo mi cuerpo se agitó, casi me sobrevino un orgasmo por el placer que aquellas caricias me causaban. Luego se situó sobre mí y finalmente, me penetró,  despacio, con calma, mientras sus ojos se fijaban en los míos y todo mi cuerpo se estremecía de nuevo al tenerle dentro. Empezó a moverse, muy despacio, primero, dentro y fuera, dentro y fuera, haciéndome estremecer y sentir como el placer iba aumentando poco a poco, mientras fijaba sus ojos en los míos y me hacía el amor dulcemente.

¡Oh, Dios!  musité presa del placer, haciendo que alcanzara un orgasmo maravilloso como hacía meses que no tenía. Me deshice en él, y él junto a mí, pues también alcanzó su orgasmo vaciándose en mí.

Cuando terminó de convulsionarse, me desató. Y sobre mi boca me susurró:

 Lo siento, no debería…

 ¡Shhh!, ha sido maravilloso, claro que deberías, claro que debías  le dije tratando de justificar aquel momento y todo lo sucedido entre nosotros.

 No, no debía, yo no te convengo, yo…  se levantó del sofá, se vistió a toda prisa y salió de mi casa.

Yo me quedé perpleja, ¿por qué no me convenía?, ¿qué le pasaba?, ¿por qué se iba tan de repente?, ¿qué oscuro secreto escondía? 

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