Había empezado mis vacaciones hacía solo un par de días, y había quedado con mis padres que iría a verlos aquella misma semana. Ellos vivían a unos trescientos kilómetros de la ciudad donde yo vivía. Debido al calor de aquella época del año, había decidido viajar de noche. Tenía previsto salir a las nueve de mi casa y llegaría sobre las doce a casa de mis padres. Sabía que el viaje sería tranquilo, ya que un lunes por la noche en pleno verano seguro que no habría muchos coches en la autopista. Pero llegado a medio camino, estaban asfaltando la autopista, por lo que tuve que salir y seguir durante unos kilómetros por la carretera. Era la vieja carretera que pasaba por los pueblos y ciudades de la zona, por lo tanto, más lenta. Lo malo fue que a medio camino y en medio de la nada el coche empezó a hacer unos ruidos muy extraños y a pararse, hasta que se detuvo totalmente. ¡Maldita sea! Busqué el móvil en mi bolso para llamar por lo menos a mis padres y avisarles de que quizás llegaría más tarde, pero mala suerte la mía que mi móvil se había quedado sin batería. Así que allí estaba en medio de la nada, con el coche averiado, sola y sin un teléfono cerca por el que poder llamar. Vi que a unos metros de donde el coche se había quedado parado (obviamente procuré dejarlo en la cuneta para que no molestara) había un camino por lo que decidí meterme. Tras caminar unos metros ante mí vi una casa en la que había luz. Era una casa de campo, no muy grande. Calculé que estaría a unos 100 o 150 metros, así que decidí encaminarme hacía allí, pensé que quizás quién hubiera en la casa podría ayudarme o dejarme llamar por teléfono.
Cuando llegué frente a la casa, observé, tenía un gran jardín con piscina, no se veía a nadie en el jardín y solo se veía una tenue luz en lo que supuse sería el salón-comedor. Abrí la puerta de la cancela que rodeaba la finca y entré, dirigiéndome hacia la puerta de la casa. Llamé a lo que parecía el timbre y no tardó en abrirme un chico de mi edad más o menos, es decir, unos 30 años. Alto, moreno, de ojos verdes, y con un cuerpo de infarto, musculado y bien torneado.
— Perdona que te moleste, pero es que he tenido una avería con el coche y además me he quedado sin batería en el móvil y si me dejas llamar con tu teléfono te lo agradeceré enormemente.
— Claro, pasa.
Entré y el chico cerrando la puerta me indicó donde tenía el teléfono fijo, que estaba en un pequeño mueble frente a la puerta.
— Puedes llamar desde ahí. Aunque no sé si vas a encontrar algún taller abierto a estas horas.
— Ya, bueno, llamaré a mi seguro a ver.
Saqué los papeles del seguro, los puse sobre la cómoda donde estaba el teléfono y busqué el número. Marqué y esperé. El chico a mi espalda esperaba. Pero nadie contestó a mi llamada, lo intenté un par de veces más, pero nada, no había respuesta.
— No contestan — le dije al chico.
— Ya te lo he dicho. ¿Has cenado? — me preguntó.
— Pues no, la verdad.
— Bien, pues te invito. Anda, ya mañana por la mañana llamas a la grúa o al taller y lo solucionas todo — me propuso.
— ¡Oh, no, no quiero abusar, además, yo!
— No es abusar, es buscar una solución. Me llamo Nacho — dijo tendiéndome la mano.
Se la tomé y le respondí:
—Yo me llamo Elena.
— Bien, pasa, yo ya he cenado, pero me ha sobrado un poco, no sé cocinar para mi solo y siempre hago de más.
—Bueno.
Entramos hasta la cocina, y me ofreció una de las dos sillas que había en la pequeña mesa. Me senté y Nacho puso un plato, cubiertos y un vaso para mí y luego sacó una tortilla de patatas de la nevera.
— Sírvete lo que te apetezca — me ofreció dejándola delante de mí.
— Muchas gracias — le dije.
— ¿A dónde vas?, si puede saberse, y perdona mi indiscreción — preguntó el guapo chico.
— A casa de mis padres, he empezado las vacaciones justo hoy y voy a pasar unos días con ellos.
— ¡Ah, bien! A los
padres hay que cuidarlos.
— Sí, desde luego. ¿Y tu, vives aquí solo?
— Sí, completamente solo, desde hace un par de años.
El chico era muy amable, además de guapo, no sé por qué, pero no pude evitar sentir cierta atracción hacia él, quería preguntarle si tenía pareja pero no me atrevía. Terminé de cenar, por lo que me levanté de la mesa diciéndole:
— Muchas gracias por todo. Pero creo que será mejor que vuelva al coche y duerma allí.
— ¿Qué? No, ni hablar, tú te quedas a pasar la noche aquí, en una cama, como Dios manda — me dijo él.
— Pero, yo…
— Ni peros, ni nadas, hay espacio de sobras, mira, ven — dijo, cogiendo mi mano.
Sentí entonces una corriente eléctrica entre ambos, algo que me decía que aquella noche iba a ser especial.
Nacho me llevó hasta el piso superior, entramos en la primera puerta que había, era una habitación de matrimonio, decorada en colores blancos y ocres, junto a la puerta había un tocador y un poco más allá y justo al lado de la balconera, había una silla sobre la que reposaban unos pantalones y una camiseta.
— Pero esta es tu habitación, ¿no?
— Sí, bueno, pero… yo…
Y entonces, sin más preámbulos ni nada, me besó, envolviéndome en sus brazos, y haciendo que el mundo bajo mis pies temblara. A partir de ese momento, y como si estuviera poseída o drogada, sentí que ya no era yo quien actuaba, no sé, empecé a sentir un fuerte deseo por aquel hombre, que me obligó a desabrocharle los pantalones, igual que él me quitaba a mí la camiseta, y luego los pantalones. Quedamos los dos desnudos, en menos de 20 segundos, y él me llevó hasta la cama, donde me hizo sentar, y luego tumbar hacia atrás, mientras él se situaba entre mis piernas, las abría delicadamente, y empezaba a lamer mi sexo abierto y expuesto para él. Sentir su boca en mi sexo, fue como subir al paraíso, su lengua se movía sinuosa de mi clítoris a mi sexo, haciendo que mi cuerpo se convulsionara, excitado, y a punto de llegar al orgasmo, Nacho se detuvo. Se puso sobre mí, sus ojos vidriosos, se cruzaron con los míos, e incrustándose entre mis piernas, me penetró. Y fue como si mi cuerpo le perteneciera en ese instante, como si fuera solo suyo y yo solo pudiera sentirle a él y nada más. Nacho empujaba haciendo que su sexo entrara y saliera de mí, primero despacio, después más rápido, más profundo, hasta que en unos pocos segundos alcancé el orgasmo. Fue un orgasmo maravilloso, uno de esos que recuerdas para siempre por ser diferente, especial y demoledor. Nos separamos y no sé como, pero cuando él me abraza para descansar, caigo en un profundo sueño.
Desperté una horas después, cuando el sol ya había salido. Nacho seguía a mi lado, dormido. Pero cuando sintió que algo se movía a su lado, abrió los ojos.
— Buenos días, preciosa.
— Buenos días.
— ¿Has dormido bien? — me preguntó.
— Sí, muy bien. Gracias por todo.
— De nada.
Me levanté, me tomé una ducha y después me vestí, mientras él se duchaba. A continuación, bajamos a desayunar a la cocina, y tras el desayuno, decidí pedir un taxi que me llevara al pueblo.
Allí logré encontrar un mecánico que me prometió reparar el coche ese mismo día. Me preguntó donde estaba y en su grúa nos dirigimos hacia allí. Al llegar, el coche seguía donde lo había dejado. El mecánico me preguntó donde estaban las llaves, las busqué en mi bolso, pero no las encontré, y entonces me acordé, cuando busqué el telefono del seguro, las dejé sobre la cómoda de casa de Nacho.
— ¡Oh, Dios, deben estar en la casa! Las dejé allí anoche, cuando intenté llamar al seguro.
— ¿Qué casa? — me preguntó extrañado.
— Esa que hay ahí delante. Me abrió un chico muy guapo, Nacho — le explicó — y me ofreció pasar la noche allí. Si no hubiera sido por él, no sé qué habría hecho.
— Pero si esa casa está abandonada, hace siglos que no vive nadie allí — me dijo el hombre.
Algo dentro de mí hizo que se me removiera todo el cuerpo. No podía ser, yo había pasado la noche en esa casa con Nacho.
Empecé a caminar hacia la casa, con la esperanza de que el hombre no tuviera la razón, con la seguridad de que Nacho me recibiría tan cálidamente como había hecho la noche anterior. Pero a medida que me acercaba a la casa sentía como si todo lo vivido aquella noche, hubiera sido un sueño. La gran verja que cerraba la casa estaba abierta, el jardín muy descuidado, demasiado, y la puerta de entrada… no estaba, era como si se hubiera caído. Entré en la casa, y todo estaba en ruinas, no había nada de lo que yo había visto la noche anterior, realmente y como había dicho el mecánico, daba la sensación de que aquella casa hacía años que estaba abandonada. ¿Lo había soñado? Y entonces la ví, la llave de mi coche estaba sobre la consola vieja y ajada del recibidor.
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