sábado, 2 de enero de 2021

LLAMAME SEÑOR. CAPITULO 5

 5. JULIÁN

Pues me alegro que lo hayas dejado con Nico, esa relación no te llevaba a ninguna parte - me dijo Lidia después de que le contara lo sucedido.

- Aparte de a su cama - traté de reírme, era mejor tomárselo con humor que llorar por un imbécil.

Lidia se rio con cierta condescendencia.

- Oye, mañana tenemos fiesta en casa de Merche. Vente, quizás puedas conocer a alguien, algún abogado guapo e interesante que te haga olvidar al imbécil de Nico.

- No sé, no tengo yo muchas ganas de salir.

- Venga ya, no me digas que no. Sabes que te irá bien desconectar un poco - me dijo Lidia.

- Está bien iré - acepté, total no me iría mal airearme un poco.

 

Hacía solo dos días que Nico y yo lo habíamos dejado, en teoría, pero él me había enviado algunos mensajes, pidiéndome que nos viéramos, a los que yo le había dicho que no. Pero aquella noche al volver a casa después de haber estado con Lidia, Nico apareció justo frente a mi casa.

- Vaya, llevo horas esperando - dijo en cuanto me vio.

- ¿Esperando para qué? - Le pregunté, mientras sacaba las llaves de mi bolso.

- Para verte, ¿Me invitas a subir? - me preguntó, aunque tanto él como yo sabíamos que era una pregunta retórica y que haría lo que él quería que era subir.

-Sabes que no es buena idea - le dije.


Abrí la puerta y entramos. Y nada más entrar en el portal, Nico me acorraló contra la pared y me besó apasionadamente, mientras pegaba todo su cuerpo al mío. Lo que hizo que yo le correspondiera, aunque desde mi interior me decía a mi misma que no debía, que tenía que apartarlo, que tenía que decirle que no. Cuando rompió el beso, quería apartarle, empujarlo, pero no podía. Lo miré profundamente a los ojos y solo pude decirle:

- No deberíamos, lo sabes ¿verdad?

- Bueno, a mí me apetece mucho y... - volvió a besarme, mientras metía su mano por dentro de mi pantalón.

- No, espera aquí no - acerté a decir a pesar del deseo que sentía.

Se separó de mí y cogiéndome de la mano me llevó escaleras arriba hasta mi piso. Tras entrar empezó a desnudarme, mientras nuestras bocas se comían mutuamente. Y una vez desnuda, me empujó hacía abajo, ordenándome:

- Anda, chúpamela.

Fue sutil pero conservando su naturaleza de Amo. Eso era lo que más me gustaba de él y por eso quizás había aceptado dejarle subir a mi piso, aunque en el fondo sabía que no debía haberlo hecho, que probablemente cuando se fuera me arrepentiría. Pero él me atraía tanto y le deseaba tanto.

Obedecí, abriendo la boca y dejando que introdujera su polla. Me sujetó la cabeza con sus manos y empezó a guiar los movimientos, para que le diera la cadencia que él deseaba hasta que se corrió en mi boca.  Y entonces, me hizo poner en pie, y mirándome a los ojos me dijo:

- Lo siento, no deberíamos... - Me besó nuevamente y luego se marchó dejándome allí sola.

Lo había hecho otra vez, había venido solo porque le apetecía tener sexo, nada más. Me había utilizado otra vez y yo había caído en su trampa como una tonta. Me sentí como un juguete, me usó para lo que quería y me dejó allí sola. Me maldije a mi misma por ser tan estúpida de haberle dejado entrar en mi casa.

Cogí el móvil y le llamé, no tardó en contestarme:

- ¿Qué pasa, quieres más? Ya sabes lo que hay.

- !Eres un cabrón, mal nacido. Lo que quiero es que me dejes en paz, que te olvides de mí. Hemos terminado, así que no quiero volver a verte, ni volver a follar contigo¡

- Lo siento - fue lo único que fue capaz de decir, después le colgué. No quería saber nada más de él.

Llamé a Lidia entonces, necesitaba una mano amiga con la que hablar.

- Hola nena - me respondió.

- Hola - le respondí yo lloriqueando.

- Nena ¿qué te pasa? - me preguntó preocupada.

- Nico, que es un cabrón. Se ha presentado aquí y en fin, hemos acabado en la cama.

- Pero ¿no habíais roto?

- Sí, pero él parece que no lo pille.

- Tienes que dejarle las cosas claras.

- Sí, ya lo he hecho, le he llamado y le he dicho que lo hemos dejado y que no me llame más, ni venga más. El muy cabrón, se cree que tengo que estar a su disposición siempre - le dije.

- Ya, es un imbécil. Creo que es mejor que busques a otro, sabes que él no te hará ningún bien.

- Ya lo sé. Creo que mañana en la fiesta me voy a desquitar.

- Muy bien, así me gusta.

 

 

Al día siguiente en el trabajo traté de evitar a Nico tanto como pude y gracias a Dios lo conseguí, casi no coincidimos en todo el día, y finalmente por la tarde me fui a casa para vestirme y ponerme mis mejores galas para la fiesta de Merche. A las ocho pasó Lidia a buscarme y juntas nos fuimos a casa de Merche.

- Hola, que guapas - dijo Merche al recibirnos, algunos invitados ya habían llegado - Pasad, Mario os servirá una copa.

Vi como Lidia le guiñaba un ojo a Merche a lo que esta añadió:

- Después te presentaré a un tío que está como un tren - me dijo.


Nos metimos en el bullicio y cuando encontramos a Mario, el compañero de Merche, le pedimos que nos sirviera unas copas. Mario era el chico que le gustaba a Merche, iba tras él desde hacía unos meses, pero él parecía no enterarse.

- ¡¿Ey, como va chicas?! - Nos saludó.

- Bien - respondí yo.

- Hacia tiempo que no nos veíamos - dijo Lidia.

- Sí.

- Mira, están aquí - oí que decía Merche acercándose a nosotras.

Me giré hacía ella y vi que venía con un chico bastante atractivo, moreno y de intensos ojos negros.

- Mira este es Julián un notable abogado, compañero mío - dijo Merche - Y esta es mi amiga Carol, una notable traductora e, interprete.

Al pobre Julián parecía que Merche le hubiera montado una emboscada, y se notaba a la legua que se sentía algo incómodo.

- Mucho gusto - le dije tendiéndole la mano. Y en cuanto pude, tiré de su brazo y me lo llevé a un lugar más apartado - Lo siento, Merche y Lidia... Vamos te han hecho una faena, lo siento.

- No, no te preocupes, me lo merezco, supongo, soy el raro de la oficina.

- ¿El raro? A mí me pareces la mar de normal y además atractivo - le dije. En realidad, me parecía un tío misterioso que guardaba algún secreto detrás de sus oscuros ojos.

- Vaya, gracias.

Seguimos hablando y bebiendo y descubrí a un tío bastante divertido. Llevábamos ya una hora hablando cuando le dije:

- Tengo que ir al baño, creo que he bebido demasiado.

- ¿Quieres que te acompañe? - Me preguntó con un tono insinuante.

- Bueno, si quieres...

Nos fuimos juntos al baño y no sé como fue que entró conmigo, a pesar de que en un principio yo no tenía pensado que eso fuera a suceder. Y una vez dentro, me besó pegando su cuerpo al mío y haciéndome notar su evidente erección.

- Espera, yo... - traté de apartarlo de mí.

- ¿Qué? Llevas más de media hora enviándome señales.

- ¿Yo? ¿Señales?

- Sí, por eso me has dejado que te acompañe al baño, ¿No?

- Bueno, yo... - No supe decirle que no, porque en realidad, me gustaba y sí, en cierto modo, en algún momento de nuestra conversación, había pensado en que tal sería tener sexo con él. Así que finalmente, me dejé llevar y le dije: - ¿Llevas un condón?

- Sí, siempre voy preparado - dijo sacándolo de su bolsillo trasero del tejano que llevaba.


Se lo cogí y lo empujé hacía la taza del wc, haciéndole sentar encima. Me arrodillé entre sus piernas, le desabroché el pantalón, se lo bajé ligeramente, y dejé libre su polla erecta. Era una maravilla, la más grande que nunca antes hubiera visto. Acerqué mi boca y empecé a lamerla y chuparla, mientras Julián sujetaba mi cabeza, marcando el ritmo que deseaba. Cuando le tuve totalmente excitado y a punto, le puse el condón y poniéndome sobre él, me dejé caer suavemente sobre su sexo erecto, empalándome hasta el fondo. Ambos gemimos al sentirnos tan profundamente, y empecé a moverme sobre él, sintiendo como su pene entraba y salía de mí. Julián me abrazó y poniendo sus manos en mis hombros empezó a empujarme con fuerza hacía él. Fue algo salvaje e indómito que me llevó hasta un maravilloso orgasmo.

Entonces, nos vestimos y salimos del baño. Merche me vio y me hizo una señal. Me disculpé ante Julián y me dirigí hacía donde estaba Merche.

- ¿Qué? ¿Habéis...? - Me preguntó al ver mi cara de felicidad.  

- Sí. Es un tío muy simpático, me gusta.

- Me alegro.

Al final me quedé hasta que la fiesta terminó, hablando con Julián y al despedirnos me pidió el teléfono.

 

 

Por la mañana al día siguiente, el sonido del timbre de mi casa me despertó. Miré el reloj, eran ya las diez, y alguien llamaba insistentemente sin descanso. Sin duda sería Lidia o Merche, que venían para saber los detalles de mi noche con Julián.

- Ya voy, ya voy.

- Buenos días, dormilona - era Lidia.

- ¿Dormilona? ¿Tú sabes a que hora me acosté anoche?

- No, pero puedo imaginármelo. Venga, que tienes cosas que contarme, ¿no?

- Buf, supongo.

Nos sentamos en el sofá, y Lidia me preguntó:

- ¿Qué pasó con Julián? Te vi salir del baño con él.

- Pues ya puedes imaginártelo, ¿no?

- Pues haces bien, tienes que olvidarte de Nico.

- Ya, pero... me lo pasé bien con Julián, es bueno en el sexo, pero... No sé, me falta algo. Con Nico, siendo su sumisa, era algo sublime. Disfrutaba 10.000 veces más de lo que disfruté anoche con Julián. Eso sí, Julián me sirvió para desquitarme, sin duda. Para pasar un buen rato.

- Bueno, como digo, si te sirve para olvidar a Nico. Piensa que tu ruptura con él es reciente y no se olvida a alguien de la noche a la mañana. Se necesita tiempo.

- Sí, tienes razón. Oye, ¿has desayunado? ¿Quieres algo? Creo que tengo croissants y puedo hacer café. 

- Vale. Hace tiempo que no desayunamos juntas. 

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