martes, 10 de noviembre de 2020

Y SI FUERA ÉL CAPITULO 7

 Entramos en la casa, y nada más entrar en aquel enorme vestíbulo, había una preciosa escalera de caracol que llevaba a la planta de arriba, hacía la derecha vi lo que parecía la cocina y a la izquierda un enorme salón. Entramos en este, y Alberto cogió mi chaqueta y se la dio a una mujer, que iba con un vestido negro, de unos 50 años, mientras se lo entregaba dijo:

Guarda las cosas de la señorita en el armario y ya puedes irte, nos las arreglaremos sin ti, María, necesitamos intimidad absoluta la señorita y yo.

Si, Señor. La cena está lista en la nevera, sólo debe calentarla. Hasta mañana, Señor.

Gracias María.

Esperamos a que María guardara mis cosas y saliera de la casa. Cuando oímos la puerta cerrarse, Alberto dijo:

Ya estamos solos. Es mi ama de llaves, espero que no te haya molestado- dijo acercándose a mí y besando mi cuello, lo que hizo que de nuevo sintiera mi sexo humedeciéndose.

No tranquilo, yo... – gemí al sentir su lengua arrastrándose sobre mi cuello.

Bien, vamos a ver esos deberes – me dijo.

Así que saqué la hoja de lo que había escrito sobre lo que me gustaba en el BDSM y se la entregué. Él también me entregó una hoja que sacó de su maletín. Y empecé a leer: “Me gustan las sumisas obedientes y que se toman en serio mis deseos y mi placer. Y eso es lo que quiero de ti, amor, obediencia y devoción, si eres una buena sumisa, viviremos grandes aventuras y momentos. No me gusta ceder a mi sumisa, ni compartirla con otros Dom, es algo que jamás haremos. Pero si me gustaría verte quizás jugando con otras sumisas o incluso sumisos, como algo esporádico. Me encanta que mi sumisa me dé sexo oral y me encanta darlo yo también, lo que me lleva a pedirte que debes depilarte la zona genital, y llevarla siempre depilada y bien cuidada. También me gusta el sexo anal y sé que para vosotras es algo muy placentero, y también me gusta usar juguetes eróticos de todo tipo. Me gustaría enseñarte a controlar tus orgasmos y controlarlos por completo, logrando que solo te corras cuando yo te lo pida, así que trabajaremos sobre ello desde ya. Me encanta el sexo en lugares públicos e incluso hacerlo delante de otras personas, suelo hacerlo en el club BDSM del que soy socio, así que espero que lo hagamos allí muchas veces, porque es algo de lo que disfruto mucho. Y me encanta exhibir a mi sumisa llena con mi semen para demostrar lo puta que llega a ser. Quiero que seas eso, mi puta, mi perra, loca de deseo por mí, dispuesta hacer las mayores guarderías por mí, y que otros vean lo puta que eres por tu Amo. Obviamente, atarte y follarte mientras estás atada o inmovilizada es uno de mis mayores deseos, me gustan los juegos de violación y secuestro, creo que tienen muchas posibilidades, y también los juegos de colegialas y profesores. Ser tu profesor y hacer que me chupes la polla mientras vistes con una minifalda y llevas un par de coletas, nada más excitante que eso. Mis castigos... generalmente son azotes, cachetadas, el uso de pinzas en situaciones y momentos poco usuales. En fin, debemos determinarlos juntos creo, escribiremos un contrato con ellos. Y sí, tendremos contrato, como ves, soy un Amo muy típico. Seguro que mientras lees esto te estás excitando, eso quiere decir que realmente eres una putita, mi putita. Generalmente suelo usar bastante ese tipo de términos, ya te habrás dado cuenta, putita, perrita, zorra (espero que no te moleste), me gusta usarlos con mi sumisa en todo momento y me gusta follarla salvajemente, tirando de su pelo, clavándole mi polla bien profundo, en fin, siendo salvaje. Como ya has podido comprobar, me gusta el sexo telefónico y practicar cibersexo, mi sumisa además de sumisa será también ciber sumisa y con frecuencia te llamaré o te enviaré algún mensaje para que juguemos en la distancia, además suelo practicarlo necesariamente cuando estoy de viaje por mi trabajo. Espero que también accedas a ello. Cuando vayamos al club, llevarás siempre un collar con mis iniciales de Amo. En el contrato también acordaremos tu nombre como sumisa, y cuando no lleves el collar, es decir en tu vida cotidiana, llevarás una pulsera o cadena al cuello que te identifique como mi sumisa.”

Cuando ambos terminamos de leer nos miramos cara a cara y él me preguntó:

¿Qué te parece?

Bien – le respondí - ¿Y a ti?

Bien, tenemos que discutir y tratar algunas cosas. De ahí extraeremos las bases para dictar el contrato ¿te parece? Empezaremos por los castigos, ya que debo infligirte uno cuanto antes por la falta cometida en el ejercicio de esta tarde.

Si, Señor.

Bien, leyendo esto, creo que los mejores castigos para ti serán los azotes, encerrarte en una jaula durante un rato y obviamente, lamer mis zapatos. ¿Qué te parece? Siempre he creído que un castigo debe ser algo desagradable, algo que te desagrade, y así cuando la falta pueda volver a repetirse, recuerdes el castigo que conlleva y por tanto seas capaz de evitarla.

Estoy totalmente de acuerdo con eso – le dije.

Bien, pues empezaremos con los azotes, pues considero que es una falta leve la que has cometido. ¿Te parece?

Si, señor.

Por cierto, ¿qué me dices de las pinzas, has usado alguna vez? No hay ninguna referencia en tu texto.

Bueno, sí, las he usado, y obviamente me desagradan, duelen y...

¡Ah, bien, quizás es mejor castigo ese que los azotes, ¿no crees? Muéstrame tus senos, Princesa.


Hice lo que me ordenaba desabrochando mi blusa, luego me bajé el sujetador y le mostré mis senos desnudos. Sacó un par de pinzas de su maletín, cogió mi pezón derecho, tiró de él y me colocó la pinza.

¿Duele? – Me preguntó cuándo soltó el pezón. Ya lo creo que dolía.

¡Ah!, ¡Si, Señor!

Me colocó la otra pinza en el pezón izquierdo.

Las llevarás mientras seguimos hablando de los términos de nuestra relación ¿de acuerdo? – Me dijo.

Si Señor – Respondí, sintiendo como un pequeño pinchazo en cada uno de mis pezones, cada vez que respiraba sentía aquel pinchazo.

Bien, pondremos como límites los que has citado, y por lo menos los blandos trataremos de superarlos ¿te parece?

Bien, Señor.

Como bien haces ya, me tratarás de Señor. Y tu nombre como Sumisa será Princesa, te va muy bien ese nombre ¿no crees?

Si, Señor. – Respondí sintiendo como poco a poco me acostumbraba al dolor de las pinzas en mis pezones.

Y entonces Alberto hizo algo que no esperaba, rozó mis pezones con sus dedos moviéndolos arriba y abajo, haciendo que el dolor se intensificara. Quería que me quitara las pinzas para calmar el dolor, pero a la vez, sabía que debía resistir aquel castigo el tiempo que él deseara, aunque el dolor me dificultara cada vez más la respiración y no dejara que me concentrara.

Tu palabra de seguridad, hablemos de ello. ¿Cuál quieres que sea?

No había pensado en ello, y en aquel momento, sentía que si no me quitaba las pinzas pronto quizás acabaría diciéndola, cada vez se hacía más insoportable aquel dolor en los pezones.

Negro – le dije, fue lo primero que se me ocurrió, además odiaba aquel color.

Bien, me parece muy bien – dijo volviendo a rozar mis pezones con sus dedos.

Gemí al sentir el dolor intensificándose. Dios, aquello sí que era un castigo, estaba segura que la próxima vez me lo pensaría dos veces antes de hacer algo que él no me había pedido.

Bueno, creo que más o menos ya lo tenemos todo claro, prácticas y demás ambos las hemos definido en nuestros papeles, supongo que te parecen bien las que he comentado en mi texto, ¿no?

Si, Señor – le dije, más que nada porque estaba deseando terminar y que me quitara las puñeteras pinzas.

Bien, pues incluiré todo eso en el contrato que tendré redactado para mañana mismo, si te parece. Por cierto, después de cada castigo o practica hablaremos de cómo te has sentido, como nos hemos sentido los dos, si has comprendido el porqué del castigo, en el caso de un castigo y si la práctica nos ha gustado o no. ¿De acuerdo?

Si, Señor – le dije, sintiendo como el dolor se intensificaba, no podía más, necesitaba que me las quitara ya. Suspiré.

Se acercó a mí, y me quitó las pinzas, primero una y luego la otro, que dolieron.

¡Ah! – gemí dolorida.

Tranquila – dijo él acariciando mis pezones – tenemos que hacer que la sangre vuelva a ellos.

Gemí y suspiré mientras él los masajeaba y el dolor iba desapareciendo poco a poco.

Puedes volver a cubrírtelos, ahora vamos a cenar, después hablaremos de este castigo. ¿De acuerdo?

Sí, Señor – le dije, recolocándome el sujetador y abrochándome la blusa.

Luego nos dirigimos a la cocina.

Alberto me indicó donde estaban los cubiertos y platos, y mientras yo ponía la mesa, él sacó la cena de la nevera y la calentó en el microondas. Mientras hacía todo eso, sentía mis pezones ardiendo todavía, algo doloridos. Aún a ratos según el movimiento que hacía, sentía una pequeña punzada, recordándome el castigo y lo mala que había sido por desobedecer a mi Amo. Pues empezaba a sentir a Alberto como mi Amo. Nos sentamos a la mesa una vez tuvimos todo listo, y entonces Alberto me miró a la cara y me dijo:

¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¿Necesitas que hablemos del castigo ahora, quizás?

Sí, por favor, necesito liberarme, pedirte perdón por la falta cometida - le dije, arrodillándome frente a él, que estaba sentado en su silla junto a mí - Siento haberte fallado Señor - le dije, bajando los ojos al suelo. No podía mirarle a la cara.

Bien, sé que no volverás a hacerlo, confío en ello, confío en ti - dijo, poniendo su mano bajo mi barbilla y haciéndome subir mi rostro para mirarme a los ojos - Dime ¿Qué has sentido? ¿Cómo te has sentido?


Me ha dolido mucho, no era un dolor muy agudo, pero si se hacía insoportable, más a cada minuto que pasaba, deseaba tanto que me quitaras las pinzas de los pezones, ha habido un momento cuando me has dicho lo de la palabra de seguridad, que durante unos segundos, he pensado que quizás por primera vez, tendría que utilizarla, pues el dolor se me estaba haciendo insoportable, sobre todo porque me recordaba que te había fallado al no seguir tus instrucciones correctamente.

Bien, me gusta que seas sincera conmigo, lo agradezco enormemente y serás recompensada por ello. ¿Cómo te sientes ahora?

Mejor, a ratos aún parece que me duela, y siento mis pezones ardiendo. Pero lo peor es sentir que te he fallado. - y sin más empecé a llorar.

Alberto me cogió por los sobacos, como si fuera una niña a la que iba a aupar, me hizo sentar sobre su regazo, y consolándome me dijo:

Llora, llora si así lo necesitas.

Lloré durante un rato sobre su hombro, mientras él me abrazaba y me consolaba. Y yo poco a poco me iba sintiendo cada vez más liberada de aquella culpa que el castigo me había hecho sentir. Cuando por fin dejé de llorar, él me susurró al oído:

¿Estás mejor ahora?

Sí.

Me incorporé y lo enfrenté a los ojos de nuevo, me besó dulcemente, y me sentí nueva, diferente. Me sentí suya por primera vez.

¿Qué tal si cenamos? - Me preguntó.

Si.

Volví a mi silla frente a mi plato y empezamos a cenar. Luego me preguntó:

¿Nunca te habías sentido así antes? ¿Nunca te había castigado tu anterior Amo? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DESEO OCULTO 4

— Ven a mi despacho ahora mismo — me ordenó sin preámbulos. Mi corazón se disparó, latiendo a mil por hora. ¿Le habría gustado la escena ...