sábado, 18 de octubre de 2025

DESEO OCULTO 7

El día amaneció como cualquier otro, pero para mí, no lo era. Al llegar a clase a las ocho en punto, mi mirada se dirigió de inmediato a la silla de Pablo. Estaba vacía, aunque no por mucho tiempo. Necesitaba hablar con él, urgentemente. Toda la noche, en la soledad de mi habitación, había estado meditando una decisión, una que necesitaba comunicarle.

La clase transcurrió con una calma inusual, una quietud que contrastaba con la tormenta en mi interior. Al finalizar, le pedí a Pablo que se acercara a mi escritorio.

¿Srta. Luz? — preguntó, su voz con el habitual tono respetuoso que enmascaraba tanto.

Tenemos que hablar, Pablo. ¿Puedes venir a mi despacho a última hora, sobre las siete? — le propuse, mi voz lo más neutra posible.

Claro que sí, Srta. Luz — respondió con una sonrisa, antes de alejarse camino a su siguiente clase, sin saber lo que le esperaba.

Aquella tarde, a la hora acordada, Pablo apareció por mi despacho. Antes de entrar, llamó a la puerta con unos suaves golpecitos.

Adelante — le indiqué.

Hola, Srta. Luz, ¿qué hace vestida? Pensé que me recibiría desnuda — dijo con descaro, una sonrisa pícara en su rostro.

Lo siento, pero hoy no vamos a jugar. Esto… — comencé, las palabras se atascaban en mi garganta. Me faltaban fuerzas para decirle lo que había meditado toda la noche. Antes de que pudiera seguir, fue él quien me ordenó:

Vamos, desnúdate, perra.

Me quedé inmóvil por unos segundos. Cerré los ojos, tratando de ordenar mis ideas. ¿De verdad quería que todo terminara así? La tentación era fuerte. ¿Y si le permitía un último juego, para tener un hermoso recuerdo de esa última vez? Decidí que sí, que lo mejor era que tuviera un buen recuerdo de nuestra última vez, por eso, empecé a desnudarme quitándome las prendas una a una. Mientras lo hacía, Pablo cerró la puerta con llave.

A continuación me ordenó:

Dóblate sobre la mesa, los brazos extendidos, he traído un juguete que quiero probar.

Se acercó a su mochila que había dejado en el suelo y sacó algo aunque no pude ver el qué. Si vi que había cogido unas cuerdas y me ató las manos con ellas a las patas de la mesa, después me ató los pies. Estaba inmovilizada y abierta para él.

¿Qué vas a hacer? — le pregunté, la curiosidad superando cualquier atisbo de miedo

Ya lo verás — respondió.


Suspiré expectante y enseguida sentí su mano sobre mis nalgas, primero las acarició suavemente, y después dejó caer su mano sobre una de ellas, dándome una fuerte zurra. Todo mi cuerpo se estremeció.

Un segundo después, el zumbido familiar de un vibrador llenó el aire, un sonido bajo pero potente que me erizó la piel. El sonido se acercó, y luego sentí el contacto frío y vibrante del juguete contra la piel sensible de mis glúteos. Pablo lo deslizó lentamente, trazando círculos, intensificando el hormigueo. Cada pasada aumentaba la anticipación, la sensación de que algo mucho más intenso estaba por venir.

El vibrador se detuvo, y sentí su mano, ahora sin el juguete, abriendo suavemente mis nalgas. Luego, el zumbido volvió, más cerca que nunca, y el vibrador se posó directamente sobre mi clítoris. Un gemido se me escapó, mis caderas se alzaron instintivamente contra la superficie fría de la mesa. La vibración era intensa, profunda, un placer abrumador que se extendía por todo mi cuerpo. Él no me daba respiro, aumentando la presión y la intensidad del vibrador, llevándome rápidamente al borde.

Justo cuando sentí que el clímax estaba a punto de estallar, Pablo retiró el vibrador abruptamente. El alivio se convirtió en una frustración punzante, y un quejido se escapó de mis labios. Él no había terminado. Sentí el vibrador deslizarse por mi piel, subiendo por mi espalda hasta mi nuca, donde el zumbido se detuvo.

Suspiré, expectante. Al instante, sentí su erección, dura y caliente, posarse en mi entrada, lista para tomar lo que el vibrador había preparado. Noté su cuerpo deslizarse lentamente dentro de mí, para luego retirarse con la misma parsimonia. Sus manos buscaron mis pechos, los acarició suavemente, mientras él se mantenía inmóvil sobre mí.

¿Te gusta, eh, perra? — rugió en mi oído.

Un gemido escapó de mi boca, y apenas musité:

Sí.

El placer que me negaba se volvía una tortura deliciosa. Pablo se movía con una lentitud exasperante, apenas deslizándose dentro y fuera de mí, mientras sus manos seguían acariciando mis pechos. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, llevándome al límite, pero sin permitirme la liberación.

¿Qué más te gusta, perra? — gruñó, su aliento caliente en mi oído. — Dímelo. Pídemelo.

Mis caderas se arquearon instintivamente, rogando por más, por el ritmo que mi cuerpo necesitaba. Las cuerdas que me ataban a la mesa se tensaron, mis brazos estirados, mi cuerpo completamente a su merced. Un gemido de pura agonía escapó de mis labios.

Más... por favor... más — jadeé, mis palabras casi inaudibles, dictadas por el placer acumulado.

Pablo sonrió, una sonrisa de triunfo. Y entonces, con un cambio abrupto, su ritmo se volvió implacable. Sus embestidas se hicieron más profundas, más rápidas, llenándome por completo con cada impacto. Mi cuerpo se arqueó de nuevo, esta vez sin resistencia, entregándose por completo a la embestida salvaje. El placer me consumía, un torbellino que me arrastraba sin control.

Justo cuando sentí que el clímax estaba a punto de desbordarse, Pablo volvió a detenerse abruptamente. El gemido que se formó en mi garganta se convirtió en un quejido de frustración. Respiraba con dificultad, mi cuerpo tenso y tembloroso, clamando por la liberación. Sentí su peso retirarse de mí, y el aire fresco golpeó mi piel expuesta, un contraste cruel.

¿Qué haces? — pregunté.

Pablo comenzó a desatarme y me ayudó a incorporarme. Mientras se arreglaba los pantalones, anunció:

Tengo que irme, preciosa.

No, espera — intenté detenerlo.

¿Qué pasa?

Suspiré, tratando de tranquilizarme.

Que me voy, Pablo. Que todo esto tiene que terminar, porque me voy — le dije.

Él se quedó mirándome con cara de estupor. La sonrisa divertida que siempre adornaba sus labios se había borrado, reemplazada por una expresión de pura incredulidad. Sus ojos se abrieron ligeramente, buscando en los míos alguna señal de que aquello era una broma, un juego más.

¿Que te vas? — preguntó, su voz un susurro que apenas pude oír. —No entiendo, Luz. ¿Adónde? ¿Por qué?

Tomé aire, intentando encontrar la calma.

Me voy del instituto, Pablo. Dejo mi puesto. Y con ello, todo esto, lo nuestro, se termina. Es lo mejor.

La noticia lo golpeó visiblemente. Su cuerpo se tensó, sus puños se cerraron a los costados, y la incredulidad en su rostro dio paso a una mezcla de enfado y desesperación.

No puedes irte, no puedes dejarme.

Sí, que puedo, es lo que voy a hacer, lo que debo hacer, Pablo. Esto no tiene sentido, ni siquiera debería de haber empezado. Cometimos una locura y debe terminar. Esta es la mejor manera.

Está bien, Srta Luz — pareció aceptar mi decisión — Hasta siempre — se despidió saliendo de mi despacho.

Yo me vestí y luego me fui a casa. Aquella fué la última vez que vi a Pablo.


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martes, 30 de septiembre de 2025

EL JUEGO DEL AMO CAPITULO 1

CAPITULO 1. Cuerpos entregados.

“Ella se arrodilló frente a mí, siguiendo mis instrucciones. Sus ojos me miraban entre expectantes y sorprendidos. Sentí como mi sexo saltaba, radiante, excitado por aquella bella criatura que yacía arrodillada frente a mí. Tras de mí estaba ella también, Elisa, mi nueva sumisa. No podía desear más, tenía a dos bellas y jóvenes sumisas postradas ante mí, dispuestas a darme el placer que tanto anhelaba.


Una punzada de posesión, cruda y visceral, me recorrió el bajo vientre. La escena era una fantasía hecha realidad, un lienzo vivo de sumisión y deseo. Los suaves gemidos de Elisa, apenas audibles a mi espalda, eran la melodía que acompañaba el temblor expectante en la mirada de la mujer arrodillada.

Acércate más — ordené, la voz ligeramente ronca por la excitación que me atenazaba la garganta. Ella obedeció sin dudar, deslizando sus rodillas sobre la alfombra persa hasta que su rostro quedó a escasos centímetros de mi entrepierna. Podía sentir su aliento cálido a través del tejido de mis pantalones, una caricia incandescente que avivaba aún más el fuego que ardía en mi interior.

Sus manos temblaban ligeramente mientras se posaban en mis muslos, tanteando con una delicadeza casi infantil. Esa mezcla de inocencia y curiosidad en sus movimientos era un afrodisíaco potente, una promesa tácita de la entrega que estaba por venir.

¿Sabes lo que quiero que hagas? — pregunté, disfrutando del ligero sobresalto que recorrió su cuerpo al escuchar mi voz grave y cargada de intención. Ella asintió, los ojos fijos en el bulto creciente bajo la tela.

Sí, amo— susurró, la voz apenas un hilo de aire tembloroso.

Una oleada de satisfacción recorrió mi cuerpo al escuchar esa palabra, ese título que marcaba el inicio de su entrega. Detrás de mí, sentí el roce suave de las manos de Elisa en mi espalda, un contacto ligero pero constante que me recordaba su presencia, su propia disposición a complacerme.

Entonces, demuéstralo — dije, inclinándome ligeramente hacia adelante para intensificar el contacto visual. Quería ver en sus ojos el momento exacto en que la curiosidad se transformaba en deseo puro, en la aceptación gozosa de su papel.

Sus dedos se volvieron más firmes, trazando lentos círculos sobre mis muslos, cada roce una chispa que encendía nuevas llamas en mi cuerpo. La tensión en la habitación era palpable, un hilo invisible que nos unía a los tres en una danza silenciosa de anticipación y anhelo. Sabía que este era solo el principio, el preludio de un encuentro que prometía ser tan intenso como las miradas que ahora nos unían.”

Me sentía tan excitada después de haber leído aquel pasaje que no pude evitar tirarme sobre mi cama y empezar a darme placer a mi misma. No podía ser. ¿Por qué me había excitado tanto? ¿Y por qué no había podido evitar pensar, desear que aquellos personajes de aquella novela escrita por Alex, fuéramos él y yo?

Necesitaba hablar con alguien, necesitaba encontrarle un sentido, por eso cogí mi teléfono y llamé a Estela, ya que ella conocía a Alex (precisamente Santi era el mejor amigo de Alex):

Hola preciosa, ¿cómo va? — me saludó.

Hola, bien. ¿Y vosotros, que tal? ¿Cómo está mi pequeñin? — le pregunté por su hijo, mi sobrino.

Bien, ahí está jugando con el muñequito que le regalaste.

El pequeño Daniel, ya tenía más de medio año, y hacía cinco meses que Estela y Santi se habían casado. Gracias a Dios, todo había salido bien y ella había hecho las paces con sus padres. Desde entonces vivían en Madrid, en una preciosa casa de un pueblo de la sierra madrileña. Nos veíamos casi a diario, porque tanto yo como mi madre les ayudábamos en la crianza del pequeño Daniel.

Oye, estoy leyendo el libro de Alex — le anuncié, intentando sonar casual.

¿Y te está gustando? ¿A que está muy bien? A mí me ha parecido una novela fantástica, ¡y no es porque los personajes principales estén inspirados en Santi y en mí, eh! — rio, con un deje de picardía que me hizo dudar.

Bueno, no sé, es que… — titubeé, sin saber cómo explicarle aquello a mi prima —, es que no dejo de imaginar…

¿Sabes que va a venir a Madrid a presentar el libro? — me interrumpió, con una emoción palpable en la voz.

¡Ah, vaya, qué bien! — logré articular, esforzándome por sonar entusiasmada.

Sí, nos lo confirmó ayer, será la semana que viene, en un centro comercial. Podríamos ir juntas — su voz se animó aún más, como si estuviera tramando algo que a mí me inquietaba. — Además creo que se va a quedar un tiempo por aquí, dice que tiene algunos negocios y cosillas que le mantendrán en Madrid los próximos meses. ¿Vamos a esa presentación?

Bueno, no sé... — solté un suspiro casi imperceptible —, después de leer su libro, no sé si me sentiría cómoda delante de él.

Venga, si ya os conocéis,. Y tampoco tienes por que decirle que has leído el libro — puntualizó Estela.

Bueno, está bien — Acepté finalmente.


Así que una semana después allí estaba yo, junto a Estela, esperando nuestro turno para que Alex nos firmara nuestro ejemplar de “Cuerpos entregados”.

El ambiente en la librería era eléctrico, una mezcla de expectación y rubor. La mayoría era mujeres que sostenían con orgullo el libro entre sus manos, también había algún hombre, pero pocos.

A ver si nos ve — dijo Estela, visiblemente emocionada.

Seguí su mirada hasta la mesa, donde Alex estaba sentado, rodeado de una pequeña multitud. Mi corazón dio un vuelco cuando sus ojos se alzaron brevemente, recorriendo la fila. Aunque sus ojos no se detuvieron en mi. La fila avanzaba lentamente. Y cuando ya sólo teníamos un par de personas delante fué cuando Alex nos vió. Nos saludó y finalmente llegamos frente a él para que nos firmara nuestros ejemplares.

Hola ¿que tal?

Se levantó para saludarnos.

Podrías habérmelo dicho y no habríais hecho cola — le dijo a Estela.

Bueno, queríamos ver como iba esto y además, como ha venido mi prima ¿Te acuerdas de ella?

Su mirada se dirigió a mí, con una curiosidad palpable.

¿Tu prima?...¡Ah, si! Tamara, ¿verdad? Recuerdo tu nombre.

Un ligero escalofrío recorrió mi espalda al escuchar mi nombre en sus labios, pronunciado con esa voz grave y ligeramente áspera que había imaginado tantas veces al leer su libro. ¿Cómo podía recordarme? Apenas habíamos intercambiado unas pocas palabras el día de la boda de Estela y Santi.

Así es — asintió Estela — Ya te dije que era una gran fan de “Cuerpos entregados”.

Alex volvió su mirada hacía mí, parecía que quisiera adivinar mis pensamientos.

Y bien, Tamara, ¿Qué te ha parecido sumergirte en… mi mundo? — Su pregunta tenía un matiz personal, casi intimo, que me hizo sentir incómoda.

Sentí como el rubor subía hasta mis mejillas.

Me...ha parecido...muy evocador — logré responder intentando mantener la compostura. Aunque en realidad, me moría de vergüenza. — La forma en que describes las emociones… las sensaciones.

Una sonrisa sutil se dibujó en sus labios, como si mis palabras le hubieran revelado algo.

Evocador... me gusta esa palabra. ¿Alguna escena en concreto te llegó de manera especial?

La pregunta era directa, incisiva, y sentí la mirada expectante de Estela clavada en mí. Mi mente se quedó en blanco por un instante, repasando las páginas del libro, las imágenes intensas y las emociones contradictorias que habían despertado en mí.

Bueno... hay varias — murmuré, evitando su mirada directa. — La... la escena del taller... y... la del ático… — Las palabras salieron casi sin querer, refiriéndome a dos de los pasajes más explícitos y emocionalmente cargados del libro.

Los ojos de Alex brillaron con una intensidad aún mayor al escuchar mis referencias.

Ah, sí... escenas... intensas, ¿verdad?— Su tono era ahora más bajo, casi confidencial, como si compartiéramos un pequeño secreto. — Me alegra saber que han tenido un impacto en ti.

Tomó nuestros ejemplares de "Cuerpos Entregados" y cogió su bolígrafo.

¿Para quién dedico estos viajes a través del deseo? — preguntó, su mirada volviendo a la mía por un instante, cargada de una pregunta tácita.

Para Estela, por supuesto — Afirmó mi prima.

Y para Tamara — añadí yo.

¿Por qué no me esperáis y vamos a tomar algo? — nos propuso Alex — No me queda ya mucho, media hora, no más.

Vale — aceptó Estela — Daremos una vuelta por aquí.

Nos apartamos de la mesa de firmas, la emoción aún flotando en el aire, y comenzamos a deambular por la librería, hojeando libros al azar mientras la media hora se desvanecía lentamente. Unos minutos después, una necesidad repentina me asaltó.

Estela, necesito ir al baño — le dije, con un ligero apremio en la voz.

Creo recordar haber visto unos aseos junto a las escaleras mecánicas, por allí — me indicó con un gesto de la mano.

Asentí y me dirigí hacia la zona señalada, buscando el discreto indicador de los lavabos. Encontré uno al final de un pasillo y entré rápidamente, aliviada. Apenas había comenzado a hacer mis necesidades, cuando la luz del baño parpadeó erráticamente y se apagó, sumiéndome en una oscuridad repentina. Antes de que pudiera reaccionar, la puerta del cubículo donde me encontraba se abrió lentamente, chirriando levemente en el silencio ahora interrumpido solo por mi respiración agitada.

jueves, 18 de septiembre de 2025

EL JUEGO DEL AMO ¿DE QUE VA?

¡Hola a todos los amantes de la literatura erótica y el suspense! Hoy vengo a hablaros de una novela que no os dejará indiferentes: "El juego del Amo", una obra intensa, sensual y llena de giros inesperados que explora los limites entre el placer, el control y la traición.

📚 Sinopsis


Tamara, una joven madrileña, descubre el mundo del BDSM a través de la novela 
"Cuerpos Entregados", escrita por el enigmático Alex. Lo que comienza como una curiosidad inocente se convierte en una obsesión cuando conoce al autor en una firma de libros y se ve arrastrada a una relación de sumisión que la lleva a vivir experiencias que nunca imaginó.

Pero pronto descubre que Alex no es solo un escritor de novelas eróticas. Es el fundador de una red internacional de tráfico de personas disfrazada de club exclusivo de BDSM. Tamara, junto con su mejor amiga Sofía, deberá enfrentarse a la cruda realidad: han sido elegidas, entrenadas y valoradas en euros para ser vendidas al mejor postor.

👤 Personajes que me habitan
Escribir a 
Tamara fue conectar con ese punto donde la vulnerabilidad y la fuerza se encuentran. Es una chica que se cree perdida pero que encuentra, en lo más hondo, una ferocidad que ni ella misma conocía.

Alex no es un villano de cartón. Es seductor, inteligente y cruel —un hombre que cree que el mundo es su tablero y las personas, piezas. Escribirlo me obligó a bucear en zonas oscuras, pero necesarias.

Sofía… ¡ay, Sofía! Es esa amiga que todos querríamos tener: leal, valiente y con una chispa que enciende incluso en la oscuridad. Juntas, Tamara y Sofía representan la amistad como un lazo que ni siquiera la traición puede romper del todo.

🎭 Los hilos que tejen esta historia
No es 
solo una novela erótica. Para mí, es también una reflexión sobre:

  • La sumisión como elección… y como trampa.

  • La traición que viene de donde menos lo esperas.

  • La amistad como tabla de salvación.

  • Y, sobre todo, la supervivencia. Porque todas llevamos dentro una guerrera.

✍️ Cómo lo escribí
Quise que cada escena erótica tuviera propósito, que la tensión emocional y física estuvieran entrelazadas con la trama. Los capítulos son cortos, ágiles, con un ritmo que no da tregua —igual que la realidad que viven Tamara y Sofía.

Alterno la voz de ella con los pensamientos de él, porque me fascina explorar ambas caras del poder: quien lo ejerce y quien lo desafía.

🧠 ¿Por qué deberías leerla?
Si buscas:

  • Erotismo con significado.

  • Suspense que te obligue a seguir pasando páginas.

  • Personajes femeninos que se levantan una y otra vez.

  • Una historia que no tema mirar a la oscuridad… pero también a la luz.

entonces creo que El Juego del Amo puede resonarte tanto como a mí me resonó mientras lo escribía.

🌟 En definitiva
Esta novela es una de las que más me ha marcado. No solo por lo que cuenta, sino por lo que significa: un recordatorio de que incluso en las situaciones más opresivas, siempre queda un resquicio para la esperanza… y la revolución.

📌 ¿Dónde encontrarla?
Puedes leerla en Amazon, en formato eBook. También me encantaría que me siguieras en Instagram, X o en mi página de autor, donde comparto avances, reflexiones y hasta algún que otro relato picante.

🔗 Te dejo los enlaces aquí:

Y si ya la has leído… ¡cuéntame! ¿Qué te pareció Tamara? ¿Y Alex? ¿Hubo algún momento que te quitara el sueño? ¡Estoy deseando saberlo!

Con cariño (y unas pocas sombras),
Erotika Karenc 📖✨


miércoles, 17 de septiembre de 2025

EL JUEGO DEL AMO YA ESTÁ DISPONIBLE

 ¡Lanzamiento oficial de EL JUEGO DEL AMO! Una novela que desafía las reglas

Después de meses de escritura intensa, noches de insomnio y una montaña rusa emocional que solo los escritores conocen, hoy puedo decirlo con orgullo: EL JUEGO DEL AMO ya está aquí. Mi nueva novela ha salido al mundo, y no puedo esperar a que la descubras.

📖 ¿De qué trata EL JUEGO DEL AMO?

Esta historia nace de una pregunta inquietante: ¿qué ocurre cuando el poder se convierte en un juego, y el amor en una estrategia? Ambientada en un universo donde las emociones se negocian y los secretos tienen precio, EL JUEGO DEL AMO es una novela que mezcla tensión psicológica, erotismo elegante y una trama que no da tregua.

Los personajes no solo juegan entre ellos… también juegan contigo. Cada capítulo es una invitación a cuestionar tus propios límites, tus deseos y tus lealtades.

✍️ El proceso creativo

Escribir esta novela fue como entrar en una partida sin reglas claras. Me dejé llevar por la voz de los personajes, por sus contradicciones, por sus sombras. Hubo momentos en los que dudé si debía contar ciertas cosas… pero lo hice. Porque EL JUEGO DEL AMO no es una historia cómoda. Es una historia que arde.

📚 ¿Dónde conseguirla?

Ya puedes encontrar EL JUEGO DEL AMO en: 

https://www.amazon.es/dp/B0FR5HVDBH 

💬 ¿Y ahora qué?

Me encantaría saber qué te provoca esta historia. ¿Te atrapó? ¿Te incomodó? ¿Te hizo pensar? Puedes dejar tus comentarios aquí en el blog o escribirme directamente. También estaré compartiendo contenido exclusivo sobre los personajes, escenas eliminadas y curiosidades del proceso creativo.

Gracias por acompañarme en este viaje. EL JUEGO DEL AMO ya no es solo mío. Ahora también es tuyo.

lunes, 8 de septiembre de 2025

MI NUEVA NOVELA YA TIENE TITULO y PORTADA: EL JUEGO DEL AMO

 ¡Hola a todos! Hoy es un día emocionante porque por fin puedo revelaros el título definitivo de mi próxima novela, esa historia que he estado tejiendo con tanto cuidado y que, estoy segura, os atrapará desde la primera página. Prepárense para adentrarse en "El Juego del Amo".


Este título encapsula a la perfección el corazón de la novela: un mundo donde las líneas entre el control, el deseo y la sumisión se difuminan en un ambiente de lujo y secretos. "El Juego del Amo" es una invitación a explorar las profundidades de las relaciones de poder, no solo en su manifestación más evidente, sino también en las sutiles formas en que se ejerce el dominio y se busca la libertad.

En esta historia, conoceremos a Tamara, una mujer que se adentra en un universo de promesas exclusivas y un tipo de "proyecto" que parece diseñado para su crecimiento personal. Pero lo que comienza como una seducción hacia un estilo de vida único, pronto revela una verdad mucho más compleja y oscura. A medida que Tamara profundiza en este mundo, descubre que la opulencia y el control tienen un precio, y que las cadenas más fuertes no siempre son las que se ven.

"El Juego del Amo" es una novela que te hará cuestionar qué estarías dispuesto a dar por el placer, la pertenencia o el poder. Es una trama de intriga, descubrimiento y, en última instancia, una feroz lucha por la autenticidad y la justicia. Los personajes que encontrarán en sus páginas, desde la compleja Tamara hasta la figura enigmática del "Amo" (Alex), los llevarán por un camino lleno de giros inesperados y emociones intensas.

Si les atraen las historias donde el deseo se entrelaza con el misterio, donde la psicología de los personajes es tan crucial como la trama en sí, y donde la fuerza del espíritu humano brilla incluso en la oscuridad, entonces "El Juego del Amo" está hecha para ustedes.

Estoy deseando que descubran este universo y se sumerjan en la experiencia. ¡Manténganse conectados para conocer pronto la fecha de lanzamiento y cómo podrán hacerse con su copia!

lunes, 4 de agosto de 2025

NUEVA PAGINA WEB

Bueno, como autora de novelas eróticas, y puesto que ya tengo unas cuantas en mi haber, he decidido crear una página de autora desde la cual se puede acceder a mis novelas, noticias, curiosidades, etc. Donde de vez en cuando iré poniendo para descargar los primeros capítulos de las novelas que vaya sacando para que podáis ir haciendo boca y probarlas. 

Seguiré con este mi blog, por supuesto, de hecho he incluido un enlace directo desde mí página web hasta este blog. ¿Qué diferencia habrá entre este blog y la página web? Que aquí solo publicaré mis relatos y cuando publique alguna novela, información sobre esta, eso sí, y allí solo publicaré las novelas, noticias, y curiosidades, además de capítulos descargables de las novelas. 


Podré un enlace directo desde el blog a la página también, pero os dejo aquí el link: 

https://sites.google.com/view/erotikakarenc/inicio

sábado, 2 de agosto de 2025

DESEO OCULTO 6

 

Al salir de la biblioteca, las palabras de Fernando resonaban en mi cabeza: "Cuando termines con él, te estaré esperando aquí". No había duda a dónde me dirigía. Con pasos firmes, caminé por el silencioso pasillo hasta su despacho. La puerta estaba cerrada, así que llamé.

Adelante, querida — me invitó su voz grave desde el interior, una invitación que prometía mucho más que una simple conversación.

Al abrir la puerta, Fernando rompió en un aplauso lento y deliberado.

¡Bravo! Este chico se ha superado a sí mismo — exclamó, con una satisfacción palpable en su voz. — Vamos, ven aquí, quiero oler tu sexo.

Obedecí sin dudar, cerrando la puerta tras de mí, el sonido sordo resonando en el despacho. Me acerqué a él, la anticipación tensando cada músculo, y con un movimiento familiar, me senté sobre su mesa de escritorio, abriendo mis piernas ante su mirada.

Él se inclinó, su rostro bajando lentamente hasta quedar entre mis muslos abiertos. Pude sentir su aliento cálido rozar mi intimidad, y el olor de mi propio deseo, mezclado ahora con los rastros de Pablo y Toni, se volvió abrumador. Fernando aspiró profundamente, un gemido bajo escapándose de sus labios. Su lengua se deslizó, húmeda y experta, probando la piel sensible, haciéndome temblar al instante.

Uhm... delicioso, querida — murmuró contra mi sexo, su voz ronca y llena de una satisfacción que me erizó la piel.


Sus dedos hábiles se abrieron paso, hurgando entre los pliegues húmedos, encontrando los puntos más sensibles. Un gemido profundo escapó de mi garganta mientras mis caderas se alzaban instintivamente, buscando más de su toque.

Sentí el calor de su aliento mientras me observaba, su rostro aún oculto entre mis piernas.

Todavía hueles a ellos. Eso me gusta. — Su voz era un susurro posesivo, y el placer que provocaba se mezclaba con una punzada de sumisión absoluta.

Podía sentir el peso de su mirada en cada centímetro de mi piel, aunque mis ojos no pudieran verlo. Él era mi Amo, el que orquestaba mis placeres, el que me empujaba a límites que nunca imaginé. Él que me obligaba a hacer aquello y cada vez me resultaba más repugnante y más difícil obedecer a sus designios, pero él me conocía tan bien, sabía como provocarme aquel placer y quizás por eso, sucumbía a sus deseos.

Su lengua continuó su exploración, subiendo y bajando, cada lametón más audaz que el anterior. Gemí, mi cabeza cayendo hacia atrás mientras mis manos se aferraban al borde de la mesa, mis dedos apretando la madera pulida. La mezcla de su aroma, el de los chicos, y mi propio excitado olor era un cóctel embriagador. Sentí el cosquilleo familiar de la excitación creciendo, un nudo apretándose en mi vientre.

Fernando se irguió un poco, sus ojos oscuros clavados en los míos. Una sonrisa lenta y depredadora se dibujó en sus labios.

Parece que te ha gustado el juego de hoy, ¿verdad, querida? — Su voz era un ronroneo bajo, una confirmación de su poder sobre mí. Que esta vez me sonó como la risa de una hiena. Repugnante y depravada.

No pude responder con palabras, solo un jadeo. Él no necesitó más. Con un movimiento rápido y experto, desabrochó su pantalón. Su erección saltó, dura y palpitante, invitándome. Mi cuerpo reaccionó por sí solo, mis caderas se alzaron, ofreciéndome a él. Sin una palabra más, me tomó, penetrándome con una fuerza que me hizo arquear la espalda. El calor y la plenitud de su entrada eran un alivio, un retorno a la familiaridad de nuestro propio juego.

Sus manos se aferraron a mis caderas, controlando el ritmo, sus embestidas profundas y poderosas. El despacho, silencioso unos momentos antes, ahora se llenaba con el sonido de nuestros cuerpos chocando, el jadeo de mi aliento y los gruñidos guturales de Fernando. Estaba en su escritorio, en su territorio, completamente suya.

El ritmo de Fernando no se precipitó. Aunque sus embestidas eran profundas y llenas de poder, mantenía un control absoluto, negándome el clímax que mi cuerpo ya anhelaba con desesperación. Sus ojos no dejaban los míos, una mezcla de dominación y un placer frío que me hacía arder. Mis caderas se alzaban instintivamente para encontrarlo, pero él ajustaba su ritmo, me elevaba solo para dejarme caer de nuevo, sin permitir que la ola me arrastrara del todo.

Te gusta que ellos te usen, ¿verdad, perra? — susurró, su voz ronca contra mi boca.

El aire se hizo más denso con la tensión. Mi respiración era un jadeo constante, el placer acumulado se convertía en una agonía exquisita. Sabía que no me dejaría llegar, no todavía. Esto no era solo una descarga, era una lección, una demostración de poder. Quería que sintiera cada segundo, cada embestida, cada ápice de control que ejercía sobre mi cuerpo y mi mente. Era su juego, y yo era su pieza, su sumisa. Y Pablo y Toni sólo habían sido sus juguetes.


De repente, se detuvo. Dentro de mí, inmóvil, pero su presencia seguía siendo abrumadora. Mis músculos se contrajeron a su alrededor, rogando por más, por la liberación. Pero él solo me observaba, su sonrisa sutil prometiendo un tormento aún mayor.

Fernando, por favor — supliqué. Eso era lo que él quería, que suplicara. Le encantaba verme suplicar.

Permanecía inmóvil dentro de mí, su presencia un peso dulce y opresivo. Mi respiración seguía entrecortada, mis músculos tensos, rogando por el movimiento que él negaba. Fernando sonrió, una sonrisa cinica y descreida.

Quiero que lo sientas todo, Luz — susurró, y esta vez, en lugar de continuar con las embestidas, comenzó a girar lentamente dentro de mí. Era una tortura exquisita, la cabeza de su polla girando contra mi clítoris interno, rozando cada pared de mi vagina con una lentitud que me llevó al borde de la locura. Mis caderas se alzaban por sí solas, intentando presionar más, buscando el alivio que él dosificaba con maestría.



Mis manos se aferraban a los bordes de su escritorio. Podía sentir el temblor que me recorría. No era solo placer; era una entrega total, una rendición a su control absoluto. Cada giro, cada fricción interna, era una prueba de su dominio. Mi cuerpo respondía a su más mínimo movimiento, esclavo de las sensaciones que él creaba.

¿Lo sientes, perra? — preguntó, su voz un murmullo grave y satisfecho — Así es como te controlan, ¿verdad? Con el placer. Es una cadena más fuerte que cualquier otra. Y te gusta que él te llame perra ¿verdad?

El placer se volvía una agonía exquisita. Cada giro de su polla dentro de mí era un recordatorio de la verdad de sus palabras: el placer era, en efecto, una cadena poderosa. Mis gemidos eran apenas susurros, mi garganta apretada por la intensidad. Mis caderas seguían levantándose, buscando ese punto de quiebre que él se negaba a darme, una y otra vez. Podía sentir el sudor perlado en mi frente, mi cuerpo temblaba.

De repente, detuvo el giro. Y en lugar de embestir, sentí que sus dedos subían por mis muslos, explorando. Se detuvo en la parte interna, justo donde el vello comenzaba, y luego, con una presión suave pero firme, me apartó ligeramente de él. Mis piernas, que aún lo rodeaban, cayeron un poco, exponiéndome aún más.

Sus ojos, que nunca se habían apartado de los míos, brillaban con una promesa.

Aún no, querida — susurró, y luego se retiró de mí con una lentitud que me arrancó un gemido de frustración.

El aire frío me golpeó al salir de mi cuerpo, un contraste cruel con el calor que había estado allí.

Se reclinó en su silla, observándome con la misma sonrisa serena de siempre, mientras yo permanecía sobre la mesa, con las piernas abiertas y el cuerpo tembloroso, completamente expuesta y sin aliento.

Vístete, perra, y ya puedes irte — me ordenó impertérrito.

Bajé de la mesa, sintiéndome débil, un mero juguete en sus manos. Porque eso era, de verdad, un simple objeto para él, con el que hacía lo que quería, con el que satisfacía sus más bajos instintos. Y en ese preciso instante, tomé una decisión. Me puse la gabardina y, justo antes de salir del despacho, lo solté:

Fernando, quiero dejar de ser tu sumisa. Lo nuestro ha terminado.

¿Terminado? — Fernando soltó una risa seca, sin humor, mientras yo terminaba de abotonar mi gabardina. Se levantó de su asiento, sus ojos fijos en los míos con una intensidad que intentaba perforar mi recién encontrada resolución. — No puedes decidir eso, Luz. Esto no funciona así. Eres mía, mi sumisa. Siempre lo has sido.

Di un paso atrás, negándome a ceder.

No, Fernando. Esto no funciona así para ti. Pero para mí, sí. He tomado una decisión. Y no la vas a cambiar. — Mi voz, aunque aún temblorosa, se mantenía firme.

¿Por qué Luz? ¿Qué pasa?

No sé, pero ya no es como antes, tú, te has vuelto tan posesivo, tan… no sé, esto no es lo que yo quiero, lo que yo buscaba.

Él me observó, su mandíbula tensa. Hubo un momento de silencio, un duelo de voluntades en el aire cargado del despacho. Podía ver la lucha interna en sus ojos, la resistencia a soltar el control que había ejercido sobre mí durante tanto tiempo. La frustración y la rabia se mezclaban en su mirada, pero lentamente, una resignación amarga comenzó a asentarse.

Te has enamorado de él ¿verdad? — me preguntó refiriéndose a Pablo. Ni siquiera le respondí.

Finalmente, suspiró, un sonido pesado que llenó el espacio. Su mirada se desvió por un instante, y cuando volvió a fijarse en mí, la intensidad había disminuido, reemplazada por una frialdad distante.

Muy bien, Luz — dijo, su voz ahora carente de emoción, el tono de Amo sustituido por el del director. — Si es lo que quieres. Lo nuestro... ha terminado.

Se dio la vuelta, dándome la espalda, una señal clara de que la conversación había concluido. Me quedé inmóvil un momento, el silencio resonando con el peso de sus palabras. Luego, sin decir una palabra más, me di la vuelta y salí del despacho, cerrando la puerta detrás de mí con una suavidad que contrastaba con la tormenta que acababa de vivir. El pasillo estaba vacío y silencioso, reflejando el vacío que sentía, mezclado con una extraña sensación de libertad.















viernes, 18 de julio de 2025

DESEO OCULTO 5

 

Al levantar la vista, lo vi en el fondo del aula, riendo animadamente con su mejor amigo, Toni. Pablo le mostraba algo en su móvil, y la forma en que Toni abría los ojos con asombro y luego me miraba de reojo, hizo que la sangre se me helara. ¿Sería posible? ¿Le estaba enseñando la foto que me había tomado en la ducha? La idea de esa imagen circulando, incluso entre unos pocos, me revolvió el estómago. La excitación de la anticipación se mezcló ahora con un miedo creciente. La noche prometía ser más complicada, y más expuesta, de lo que había imaginado.

Las horas se arrastraron con una lentitud exasperante. A mediodía, me dirigí al despacho de Fernando. Tenía que informarle de la cita con Pablo en la biblioteca, un paso más en el intrincado juego que él orquestaba.

Muy bien, cuando termines con él te estaré esperando aquí — dijo, su voz grave, marcando la pauta de lo que vendría después.

Sí, Señor — respondí, sintiendo el familiar escalofrío de la anticipación.

Cuando las clases terminaron por fin, me refugié en mi escritorio, intentando sumergirme en la corrección de deberes. Pero mis ojos se desviaban constantemente hacia el reloj, cada minuto una tortura, cada tic-tac acercándome a la hora acordada, a ese encuentro en la biblioteca que prometía llevar la audacia de nuestros juegos a un nuevo nivel.

Y por fín, llegó la hora. Como Pablo me había pedido, me desnudé y me puse solo la gabardina. Después me deslicé por el pasillo hacía la biblioteca. Mi corazón latía con fuerza contra mis costillas mientras me acercaba, la gabardina ligera rozando mis muslos. Al asomarme, vi a Pablo. Estaba solo, sentado en una de las mesas de lectura, absorto en un libro. Un suspiro de alivio se me escapó, al no ver a Toni de inmediato, aunque la expectativa de su aparición seguía ahí, un nerviosismo excitante.

Entré, el suave crujido de mis pasos sobre la moqueta me parecieron demasiado ruidoso en el silencio. Pablo levantó la vista, sus ojos oscuros brillando con una intensidad que me absorbió. No hubo palabras. Solo se puso de pie, y de la mochila que descansaba a sus pies, sacó una venda de tela oscura. La desplegó lentamente con movimientos calculados, mi pulso se aceleró.

Tus ojos, Srta. Luz — su voz fue un murmullo bajo, apenas audible, pero cargado de una autoridad que me hizo temblar.

Me acerqué a él, mis manos ligeramente temblorosas. Cerré los ojos antes de que la venda se posara, sintiendo su tacto suave y firme mientras la ataba con cuidado. La oscuridad me envolvió de inmediato, intensificando el resto de mis sentidos. El leve olor a libros viejos y a la colonia de Pablo se hizo más pronunciado. Sentí el calor de su cuerpo cerca, la anticipación tensando cada músculo de mi piel. El juego había comenzado, y ahora estaba completamente a su merced, ciega a lo que me esperaba.

La oscuridad era absoluta, pero el resto de mis sentidos se agudizaron hasta lo insoportable. Sentí la mano de Pablo posarse suavemente en mi brazo, guiándome. Cada paso era una incertidumbre, el suave roce de la moqueta bajo mis pies, el eco de mis propios pasos que me indicaba lo vasto y vacío que estaba el lugar. El olor a papel viejo y a barniz de madera se mezclaba con la persistente colonia de Pablo. Él me guio hasta una silla, y me sentó con delicadeza, la tela fría bajo mis muslos desnudos.


La espera se extendió, el silencio de la biblioteca casi opresivo, roto solo por el latido frenético de mi propio corazón. Podía escuchar la respiración de Pablo muy cerca, su presencia era un fuego latente a mi lado, pero él permanecía inmóvil. La tensión era casi insoportable, cada segundo una eternidad de anticipación. De repente, sentí un roce frío en mi cuello. Un gemido se escapó de mis labios al reconocer el tacto metálico: el collar. Pablo lo abrochó con un clic suave, y el peso familiar de la cadena pendiendo de él me envolvió.

Un tirón firme en la cadena me indicó la dirección. Pablo me guio, mis pasos inciertos en la oscuridad, hasta lo que me pareció el final de la biblioteca, un rincón oculto tras una de las grandes estanterías repletas de libros. Y entonces lo sentí: un olor diferente, una colonia de hombre, más intensa que la de Pablo, pero extrañamente familiar. Mi vello se erizó.

Luego, unas manos que no eran las suyas se deslizaron sobre mis hombros. Sentí el suave movimiento de la gabardina al ser desabrochada y abierta, una brisa fresca en mi piel que confirmaba mi exposición. Luego la deslizó por mis hombros quitándomela. Podía sentir una mirada fija en mí, intensa, devorándome.

¡Uhm, qué perra más hermosa! — una voz grave y ronca susurró cerca de mi oído. Mi cuerpo se tensó. Reconocí ese tono, ese acento. Era Toni.

¿A que sí? Mi perra es muy hermosa y por la siguiente media hora puede ser tuya — le aclaró Pablo, su voz cargada de una posesión que me hizo arder.

¿Y puedo follarla como a una perra, en cuatro? — La pregunta de Toni, llena de una excitación apenas contenida, me heló y encendió al mismo tiempo.

Claro, toma.

Sentí el leve tintineo de la cadena al ser entregada. No fue Pablo quien dio la siguiente orden, sino Toni, con una voz que vibraba de anticipación:

En cuatro, perra.

El corazón me golpeaba en el pecho con una fuerza desbocada. La orden de Toni resonó en la oscuridad de la venda, y mi cuerpo, a pesar del miedo, empezó a obedecer casi por instinto. Me puse a cuatro patas sobre la fría moqueta de la biblioteca, sintiendo el aire fresco contra mis nalgas y la parte trasera de mis muslos, ahora completamente expuestas. La vulnerabilidad de mi posición se amplificó con la ausencia de la gabardina.

Sentí el suave tirón de la cadena, una guía invisible que me movió ligeramente hacia adelante. Luego, una mano se posó firmemente en una de mis nalgas, la apretó con posesividad, y la otra se deslizó entre mis muslos, abriéndome. Podía oler sus excitaciones, una mezcla intensa de sus colonias y un aroma más crudo de deseo masculino.

Así me gusta, perra — susurró Toni, su voz vibrando con una anticipación depredadora, muy cerca de mi oído derecho.

Sentí el roce de algo duro y caliente contra mi entrada, pulsando con impaciencia. La expectación era insoportable, y un gemido bajo se escapó de mis labios.


El roce, apenas una insinuación, se convirtió en una presión firme. Sentí la punta de la erección de Toni buscar mi entrada, caliente y ansiosa. Un jadeo se me escapó mientras él me penetraba lentamente, llenándome con una sensación que me arrancó un gemido ahogado. Mis manos se apretaron contra la moqueta, mi cuerpo tensándose mientras se movía.

Al mismo tiempo, sentí la presencia de Pablo acercarse a mi rostro. Su aliento cálido rozó mis labios, y luego, el roce suave y firme de su polla contra mi boca. No hubo palabras, solo una invitación silenciosa. La entendí. Mi boca se abrió ligeramente, y sentí cómo se deslizaba dentro, llenando mi cavidad con su calor y su longitud.

Era una sinfonía de sensaciones: la penetración profunda de Toni desde atrás, el placer crudo de su embestida, y la suavidad de Pablo en mi boca, pulsando con cada uno de sus movimientos. Estaba atrapada entre los dos, ciega, mis sentidos abrumados por el placer y la transgresión. La biblioteca, con sus estanterías silenciosas y sus libros llenos de historias, se había convertido en el escenario de la nuestra, un juego secreto donde yo era el centro de su deseo.

El ritmo se volvió frenético. Toni embestía desde atrás con una ferocidad que me hacía chocar contra el suelo, cada impacto enviando sacudidas de placer a través de mi cuerpo. Mientras tanto, en mi boca, la polla de Pablo pulsaba, moviéndose con cada una de sus propias estocadas. Estaba completamente llena, mis sentidos abrumados por el calor, el olor, el sabor y la sensación de ambos. Los gemidos escapaban de mi garganta, ahogados por la carne de Pablo, mezclándose con los jadeos y gruñidos de los dos jóvenes.

La cadena alrededor de mi cuello tiraba con cada movimiento, recordándome quién era el dueño de este juego. Mis manos, aún aferradas a la moqueta, se deslizaron un poco con la humedad que ahora me rodeaba. Podía sentir el inminente clímax acercándose, una ola gigantesca que se formaba en mi interior, impulsada por la doble estimulación. La oscuridad de la venda en mis ojos lo hacía todo más intenso, más visceral. Era pura sensación, pura entrega, sin la distracción de la vista.

Sentí una sacudida en el cuerpo de Toni, su ritmo volviéndose más desesperado, y supe que él estaba a punto. Al mismo tiempo, la polla de Pablo en mi boca se endureció aún más, pulsando con una fuerza imparable. Estaba a punto de explotar, de romperme bajo la avalancha de placer.

Un grito ahogado escapó de mi garganta, silenciado por la polla de Pablo, mientras mi cuerpo se arqueaba violentamente. Mis nalgas se contrajeron en espasmos incontrolables, el placer me consumía por completo. Sentí un torrente de calor expandirse dentro de mí cuando Toni soltó un gruñido gutural y se corrió con fuerza, llenándome hasta el fondo. Casi al mismo tiempo, Pablo se tensó, y su polla se endureció aún más en mi boca, pulsando y liberando su propio semen en mi garganta.

Mis convulsiones fueron disminuyendo, dejándome exhausta, sin aliento, pero el eco del placer aún resonaba en cada fibra de mi ser. Mis brazos, aún sujetos, temblaban por el esfuerzo. Los cuerpos de los dos se relajaron a mi alrededor, sus respiraciones pesadas y agitadas, mezclándose con la mía.


La oscuridad de la venda permaneció, pero la ausencia de movimiento y la quietud que siguió a la explosión de placer lo hacían todo más evidente. Sentí que Toni se retiraba de mí, un suave roce al salir, y luego el aire frío golpeó mi piel donde antes había estado su calor. La polla de Pablo también se retiró de mi boca, dejándome con el sabor salado de su clímax.

Unos segundos después, sentí el suave toque de la mano de Pablo en la venda. Me la quitó con cuidado, y la luz tenue de la biblioteca me deslumbró por un instante. Parpadeé, mis ojos ajustándose, y los vi a los dos. Estaban de pie frente a mí, abrochándose los pantalones, sus rostros marcados por la satisfacción y una sonrisa compartida que no dejaba lugar a dudas. La biblioteca, ahora en silencio, guardaba el eco de nuestra transgresión, y mis rodillas, temblorosas, apenas podían sostenerme.

Toni, con una sonrisa cómplice que aún me desestabilizaba, terminó de abrocharse el pantalón. Nos lanzó una última mirada, cargada de picardía, antes de girarse y desaparecer por la puerta de la biblioteca, dejándonos a Pablo y a mí en un silencio denso y cargado. El crujido de la puerta al cerrarse resonó, sellando de nuevo nuestra intimidad, aunque ahora con el eco de una presencia reciente.

Pablo se acercó a mí, sus ojos fijos en los míos. Su expresión era ilegible; no había remordimiento, solo una intensa observación. Me extendió una mano, y yo la tomé, mis dedos entrelazándose con los suyos. El contacto de su piel con la mía, después de todo lo que acababa de pasar, era extrañamente reconfortante. Me ayudó a levantarme, y mis piernas, aún temblorosas, apenas me sostenían.

Él no dijo nada, solo me guio hacia una de las mesas de estudio. Me sentó en una silla y luego se sentó en la de enfrente, observándome en la tenue luz de la biblioteca. El aire aún olía a deseo y a las colonias de ambos, un recordatorio palpable de la transgresión. La gabardina estaba tirada en el suelo, una masa arrugada que ya no ofrecía protección alguna.

El silencio se alargó, pesado con todo lo que acababa de ocurrir. Mis ojos, aún dilatados por la oscuridad de la venda, no se atrevían a desviarse de los suyos. Pablo, con la misma mirada intensa de siempre, fue el primero en romperlo, aunque no con palabras. Levantó una mano y, con un pulgar, limpió suavemente la comisura de mis labios. Me di cuenta entonces del rastro de su semen que aún debía de quedar allí. Un rubor subió por mi cuello.

Lo has hecho muy bien, Srta. Luz — dijo, su voz baja, casi íntima, una caricia auditiva que me hizo temblar. No era una pregunta, era una afirmación, y en ella no había juicio, solo una aprobación profunda.

No pude responder. ¿Qué se decía después de algo así? ¿"Gracias"? ¿"Me ha gustado"? Mi garganta estaba seca, mis pensamientos un torbellino. Sentí una extraña mezcla de vergüenza y triunfo. Vergüenza por la exhibición, por la sumisión total; triunfo por haber llegado al límite y haber regresado.

Pablo se inclinó un poco más hacia mí.

Sé lo que estás pensando — susurró, como si leyera mi mente. — Pero esto no es el fin, Srta. Luz. Esto es solo el principio.

Me levanté de la mesa, empezando a caminar hacía la puerta.

Hasta pronto Srta Luz.

No dije nada, me pesaba tanto hacerle aquello, porque él no sabía nada, no sabía que todo aquello había sido un juego más de Fernando, un juego en el que nos había involucrado a todos y que cada día me daba más asco, porque nos estábamos aprovechando de un pobre chaval que me veía a mí como un sueño hecho realidad, como su sueño, estaba completamente segura. No podía seguir con Fernando, tenía que dejarlo, en realidad, lo mejor iba ser dejarlos a los dos.

jueves, 10 de julio de 2025

DESEO OCULTO 4

Ven a mi despacho ahora mismo me ordenó sin preámbulos.

Mi corazón se disparó, latiendo a mil por hora. ¿Le habría gustado la escena con Pablo en las duchas del gimnasio? Caminé por el pasillo, los nervios a flor de piel, hasta su despacho. La puerta estaba abierta cuando llegué, y lo encontré sentado tras su mesa, su figura imponente.

¿Señor? — logré musitar, la voz apenas saliendo de mi garganta.

Entra. Lo has hecho muy bien, mi sumisa. Lo tienes justo donde lo queríamos. Me encanta verte follar con él. Es justo lo que yo quería — su voz ronroneó, disipando de golpe el nudo de miedo que había sentido. Una sonrisa satisfecha se extendió por mi rostro; complacer a mi Amo era mi mayor recompensa.

Ven aquí, mi sumisa.

Me acerqué a él, mis pasos firmes, y me senté sobre la superficie fría de la mesa mientras él permanecía en su silla, observándome. Abrió mis piernas con suavidad, y su rostro se acercó a mi sexo. Inspiró profundamente, sus fosas nasales dilatándose.

¡Uhm, hueles a su sexo! su voz se volvió grave, casi gutural. Metió dos dedos entre los pliegues húmedos de mi carne, penetrándome con una lentitud que me hizo gemir. Su semen aún está ahí. Buff, me pongo tieso solo de pensarlo. Baja.

Bajé de la mesa al instante, dándole la espalda. Sabía perfectamente lo que quería, lo que estaba a punto de hacer.

Sentí sus manos en mis caderas, atrayéndome hacia él hasta que su erección se posó firme contra mis nalgas. El roce era una promesa, un fuego que se encendía de nuevo con la familiaridad de su deseo. Sus dedos exploraron la hendidura entre mis nalgas, untándome con el rastro húmedo de mi anterior encuentro. Un gemido se escapó de mis labios cuando el pulso de su polla me rozó, una invitación que no pude ignorar.

Luego, con un empuje lento y deliberado, sentí cómo se deslizaba dentro de mí. Suspiré, el aire atrapado en mis pulmones mientras me llenaba. Él no se movió de inmediato, solo me sostuvo con fuerza, permitiendo que la sensación de estar unidos de nuevo me invadiera por completo. La lentitud era una tortura deliciosa, cada segundo una eternidad de anticipación.

Eres solo mía, sumisa. Y te gusta, ¿verdad? — susurró, su voz ronca contra mi oído, mientras comenzaba a moverse, sus embestidas firmes y rítmicas. Cada empuje me obligaba a inclinarme más sobre la mesa, mis manos apoyadas en el frío pulido de la madera, mi cuerpo respondiendo sin control a su voluntad.

Sí, soy tuya, Señor — confirmé. Aunque empezaba a sentir que ya no era así, algo había cambiado, sus juegos, hacer que me acostara con otros hombres estaba haciendo que nuestra relación se resquebrajara, que lo que sentía por él se diluyera. Además, estaba Pablo y la conexión que tenía con él, que cada vez se hacía más grande, más fuerte, y me satisfacia más.


El ritmo de sus embestidas se hizo más urgente, llenando el despacho con el sonido de nuestros cuerpos unidos, el jadeo de mi aliento y sus propios gruñidos de placer. Mis manos se aferraban a la mesa de madera, mis nudillos blanquecinos por la tensión, mientras mis caderas se alzaban para encontrar cada uno de sus movimientos. La gabardina, arrugada sobre mi cintura, apenas ofrecía una barrera contra la frialdad del aire en mi piel expuesta, una contradicción que solo avivaba el fuego dentro de mí.

Cada embestida profunda era un recordatorio de su poder, de su posesión, y en medio de la humillación que se avecinaba fuera de estas paredes, aquí, en la intimidad de su despacho, me sentía extrañamente segura, completamente suya. Mis músculos internos se contraían a su alrededor, absorbiendo cada centímetro de su polla, y el placer se acumulaba, una ola imparable que amenazaba con arrastrarme.

Él lo sintió. Su ritmo se intensificó aún más, una furia desenfrenada que me llevó al límite. Mis piernas temblaron incontrolablemente, y un grito ahogado escapó de mi garganta mientras el orgasmo me sacudía con una violencia exquisita. Mi cuerpo se arqueó, la espalda tensa, y sentí un torrente de calor expandirse desde mi centro, empapando la superficie de la mesa. Justo cuando mis convulsiones empezaban a calmarse, Fernando soltó un gemido gutural y profundo, su cuerpo se tensó contra el mío, y se corrió dentro de mí, caliente y abundante.

Permanecimos un momento, unidos, jadeando, el único sonido en el despacho el de nuestras respiraciones agitadas. El silencio se posó, denso y cargado con el eco de nuestra pasión. Lentamente, él se retiró, el aire frío golpeando mi piel donde antes había estado su calor. No hubo palabras, solo una mirada intensa que lo decía todo: la posesión, el placer, y la inminente tempestad que enfrentaríamos juntos, o por separado. Me ayudó a bajar de la mesa y, sin más, me ajusté la gabardina, sintiendo el peso de la realidad volver sobre mis hombros

Puedes irte a casa, Luz — dijo, su voz ya recuperando el tono formal de director. — Nos vemos mañana.

Hasta mañana, Señor.

Salí del despacho sintiendo el peso de su mirada en mi espalda, pero también una extraña ligereza. La adrenalina aún corría por mis venas, mezclada con el agotamiento. El instituto estaba sumido en un silencio opresivo, y la caminata hacia la salida se sintió como un sueño. Al llegar a mi apartamento, me desplomé en el sofá, intentando procesar la avalancha de emociones y los eventos de las últimas horas. Estaba agotada, y sólo quería meterme en la cama y descansar. Me tomé un pequeño sándwich para cenar y me fui directamente a la cama.

A la mañana siguiente, me levanté sintiéndome extrañamente renovada, como si la noche anterior hubiera purificado algo en mi interior. Una ducha caliente despejó los últimos vestigios de sueño, y me vestí con la certeza de que este día no sería como los demás. Mi mente bullía con la anticipación de lo que Pablo y Fernando me tendrían reservado. Era cierto que, desde que Pablo había asumido su rol de "Amo" en nuestros encuentros, la figura de Fernando, mi otro Amo y director, comenzaba a desdibujarse un poco en el primer plano de mis fantasías.

Cuando llegué al instituto, mi corazón ya palpitaba con una excitación inusual. Cada paso por el pasillo era una pregunta, una expectativa de lo que el día depararía. No tardaría en obtener respuestas. Al entrar en mi clase, mis ojos buscaron a Pablo, y al encontrarlo, me recibió con una sonrisa radiante, un destello de pura satisfacción en sus ojos.

Buenos días, Srta. Luz, hoy la veo más guapa — dijo, su voz un susurro que solo yo podía descifrar entre el murmullo de los alumnos.

Gracias, Pablo. Todos a sus lugares, vamos a empezar la clase — respondí, mi voz profesional, pero mi interior vibraba con la complicidad de su mirada. El juego continuaba, y la emoción de lo prohibido me consumía.

La clase transcurrió con la habitual monotonía, al menos en apariencia. Mi mente, sin embargo, estaba lejos de las lecciones, expectante. Pablo, sentado en la tercera fila, parecía concentrado en sus apuntes, pero sus ojos brillaban con una picardía apenas contenida cada vez que nuestras miradas se cruzaban. El tiempo se estiraba, y la anticipación me carcomía por dentro.

Entonces, casi al final de la hora, ocurrió. Pablo se levantó para "afilar su lápiz" y, al pasar por mi escritorio, dejó caer disimuladamente un pequeño trozo de papel. Mi corazón dio un vuelco. Lo recogí con rapidez, mis dedos rozando la suave textura, y lo desdoblé discretamente bajo el pupitre. La caligrafía de Pablo era inconfundible: "Biblioteca. 19:30. Ponte la gabardina." Un escalofrío me recorrió. La cita estaba confirmada.

DESEO OCULTO 7

El día amaneció como cualquier otro, pero para mí, no lo era. Al llegar a clase a las ocho en punto, mi mirada se dirigió de inmediato a la ...