miércoles, 24 de febrero de 2021

QUIZÁS CAPITULO 2

 - ¿Te llevo a casa? - me preguntó.

- Sí, por favor - le respondí.

Le di mi dirección, que en realidad, era muy cerca de donde vivían mis padres, o sea mi antigua casa. Durante el trayecto ninguno de los dos dijo nada, ambos parecíamos abstraídos en nuestros propios pensamientos.

Supongo que igual que para mí, saber que mi hermana había contribuido a que nos alejáramos a pesar de que ambos sentíamos lo mismo el uno por el otro, le había hecho cierta conmoción. De repente fue él el que rompió aquel silencio ensordecedor:

- 15 años, han pasado 15 años, 15 años sin saber que me correspondías. ¿No te da la sensación de que has perdido esos 15 años? - me preguntó.

- La verdad es que sí, pero ¿qué podemos hacer ahora?

- No sé, si pudiéramos volver atrás.

- Sí, pero no podemos.

Habíamos llegado a mi casa, Héctor aparcó y nos despedimos.

- Bueno, gracias por traerme - le dije.

- Oye, ¿podemos volver a vernos? - me preguntó antes de bajar.

- Sí claro - saqué mi móvil del bolso y le dije: - dime tu número de teléfono.

- 648 07 69 23 - me dijo.

Le hice una llamada perdida y le dije:

- Llámame cuando quieras.

- Gracias. Nos vemos.

- Sí, nos vemos. Hasta pronto.


Bajé del coche y subí hasta mi piso, mi solitario y vacío piso. El piso que hasta hacía unos seis meses había compartido con Julio.

Me deshice del abrigo, del bolso y de los zapatos y me senté en el sofá. Estaba cansada, agotada, era tarde ya y necesitaba dormir, alejar de mi mente los pensamientos sobre el porqué mi hermana había hecho aquello. Así que me tumbé en el sofá, pensé que solo sería un ratito, después me iría a la cama.

Cuando desperté nada era como cuando cerré los ojos y no me refiero a que fuera de día y hubiera descubierto que quería tener una oportunidad con Héctor, no. Me refiero a que nada de lo que me rodeaba era como cuando cerré los ojos. Estaba en un sofá, pero no estaba en mi sofá. Estaba en un salón, pero no era mi salón, ni siquiera llevaba la ropa con la que me había dormido, en realidad, aquella ropa me sonaba, la había visto antes, la había llevado antes, de eso si estaba segura, pero de lo demás… No sabía donde estaba hasta que:

- ¿Pero nena, que haces en el sofá? ¿No me digas que has dormido aquí?

No podía ser, aquella voz, la que me estaba diciendo aquello, era Lorena, una de mis amigas 15 años atrás.

- Lorena - dije su nombre como si no me creyera lo que estaba pensando - ¿qué días es hoy?

- ¿No lo sabes? Nena creo que te pasaste un poco con las copas, ¿no?

- ¿Qué día es? - le insté a que me lo dijera.

- 24 de junio, San Juan - respondió Lorena

- ¿De qué año?

- Mira que estás rarita hoy, joder, de 2005.

- ¿Qué? ¡No puede ser! - exclamó sorprendida.

- ¿Cómo que no? Ya digo yo que hoy estás muy rara.

- Es el día que Héctor dejó a mi hermana Isabel - dije pensando en voz alta.

- ¿Qué demonios estás diciendo, te has vuelto loca?

- Qué tengo que ir a ver a Héctor, es importante.

Me puse en pie, me arreglé un poco y salí de aquella casa. Era la casa de Julio y David, donde habíamos celebrado la verbena de San Juan el verano de 2005, el verano en que Isabel y Héctor rompieron, el verano en que él desapareció de nuestras vidas. Por eso tenía que ir a verlo, sin saber como la vida me había dado una segunda oportunidad y no iba a desaprovecharla. Después me preocuparía de como había terminado allí y por qué.

Al salir a la calle y verme en el cristal de una tienda me di cuenta del deplorable aspecto que tenía, aunque si no recordaba mal, aquella fue una noche memorable. Me lo pasé genial con Lorena y Maika, mis amigas en aquel entonces, habíamos estado en la fiesta de Julio, fue él mismo quien nos invitó y… ¡Oh, no, ahora lo recordaba! Aquella noche Julio y yo nos besamos por primera vez, después de eso estuvimos tres años en un ir y venir, en un ni si ni no, hasta que finalmente decidimos consolidar nuestra relación y llevarla más allá de aquel juego en el que igual estábamos juntos un par de meses como nos tirábamos cuatro sin vernos la cara y odiándonos a muerte.

Decidí irme a mi casa, era mejor que me cambiara y me pusiera decente antes de ir a ver a Héctor. Si no recordaba mal, aquel fin de semana mis padres se marcharon a la casa de campo el fin de semana y nos dejaron solas a Isabel ya mi. Cuando llegué a casa, no había nadie o eso creía, pero enseguida oí ruido, alguien se estaba duchando.

- ¡Isabel! ¡Isabel!

- Joder, para de gritar ya, tengo la cabeza como un bombo - salió mi hermana de la habitación de mis padres quejándose.

- Pensé que no había nadie - dije - pero al oír el agua de la ducha. ¿Por cierto, quien está ahí dentro? - pregunté, y justo en ese momento salió Pablo envuelto en una toalla de cintura para abajo.


- Buenos días, pequeñaja - siempre me llamaba así ya mi me fastidiaba un montón.

- ¿Qué hace este idiota aquí? - le pregunté a mi hermana ignorando por completo al Imbécil.

- ¿Qué crees que hace? Pareces tonta.

- Ya, pero se supone que estás con Héctor, no me digas que le has puesto los cuernos - le dije tratando de disimular, pues yo sabía perfectamente que había pasado aquella noche entre Pablo y ella.

- Bueno, no, pero sí, anoche discutimos por enésima vez y cuando vino a hacer las paces conmigo, me vio besándome con Pablo y claro, no creo que quiera volver a saber nada de mí. Pero la verdad, tampoco lo quiero. Ya no lo necesito.

- ¿Y no sabrás donde esta ahora Héctor, verdad? - le pregunté.

- Pues no, pero tampoco me interesa, ya te lo he dicho. ¿Para qué quieres saberlo?

- Tengo que darle un recado - le respondí sin darle más detalles.

Y puesto que Pablo ya había salido, me metí en el baño. Me duché, me vestí y me peiné. Sin decir nada más, me despedí de mi hermano y de Pablo y salí de mi casa. Ya en la calle traté de pensar donde podría estar Héctor, donde habría pasado la noche. Traté de recordar aquella noche, que hizo o pudo haber hecho Héctor, tras descubrir a Pablo e Isabel besándose. Recordé que él e Isabel dicho al empezar la noche que tal vez pasarían la noche en casa de Nacho, el mejor amigo de Héctor. Así que decidí ir hacía allí. No tardé demasiado pues estaba a solo unas pocas calles de mi casa. Llamé al timbre de abajo y fue el mismo Nacho quien se puso, preguntándome:

- ¿Quién?

- Soy yo Nacho, Amparo, ¿está Héctor ahí?

- ¿Si, Por qué?

- Ábreme, luego te lo cuento.

- Está bien.

Me abrió y subí, cuando llegué frente a su puerta, él ya me estaba esperando y dijo:

- No sé si podrás hablar con él, está muy borracho. No ha parado de beber en toda la noche.

- Bueno, por lo menos lo intentaré.

- Lo de tu hermana le ha partido el corazón, creo

- Bueno, yo creo que más que el corazón ha sido el orgullo, pero se recuperará. ¿Dónde está?

- En la habitación.

- Gracias.

Entre en la habitación, Héctor tenía una botella en la mano y estaba tirado sobre la cama. Al verme, arrastrando las palabras me preguntó:

- ¿Qué haces aquí? ¿Sabes que tu hermana me ha dejado?

- Sí, lo sé, venía a hablar contigo, pero no sé si es buena ideas. Estás borracho como una cuba.


- Amparo, tengo algo que decirte - dijo.

- Creo que no estás en condiciones. Mira, ¿qué te parece si dejas la botella y duermes un poco? Cuando despiertes lo verás todo más claro.

- No - dijo con voz de borracho - Te quiero, te quiero a ti y no a Isabel.

- Lo sé - le respondí.

- ¿Cómo lo sabes, te lo ha dicho ella?

- No, ahora duerme - le dije, tratando de taparle con las sábanas

- Te quiero -repitió y acercando su boca a la mía intentó besarme, de hecho, lo hizo, pero fue un beso corto, y además olía a alcohol que echaba para atrás.

- Duerme.

Salí de la habitación y dejé que durmiera. Pasé la mañana con Nacho, viendo la televisión. Y cuando íbamos a comer, Héctor se despertó.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó sorprendido al verme.

- ¿Yo? Bueno, quería hablar contigo y… - No sabía que decirle, no sabía si se acordaba de lo que me había dicho por la mañana antes de dormirse, así que no sabía que debía decirle. Así que pensé que lo mejor era sondearle. - ¿Te acuerdas de lo que me has dicho esta mañana?

- ¿Está mañana? No, no recuerdo nada después de descubrir a Isa con el cretino de Pablo besándose y empezar a beber.

- Ya me lo parecía.

- ¿Por qué, he dicho algo inconveniente quizás?

- No, la verdad es que no - le respondí - anda, vamos a comer.

- Sí, estoy hambriento - dijo Héctor.

Fue una comida muy divertida y entretenida, me dio la oportunidad de conocer mejor a Nacho, ya que hasta ese momento no sabía mucho de él, excepto que era el mejor amigo de Héctor.

Después de comer y jugar con la consola un rato, Héctor dijo:

- Creo que ya es hora de que nos vayamos. Creo que tengo que hablar con esta dama. Además me duele mogollón la cabeza. La resaca es terrible, os prometo que no volveré a beber tanto en mi vida

- Eso ya lo veremos - le dije yo.

- Tienes tu moto abajo - dijo Nacho dándole las llaves.

Bajamos a la calle, y antes de subir a la moto, Héctor me preguntó:

- ¿Te llevo a tu casa o a la mía?

Nos miramos profundamente a los ojos. Podría quedarme horas mirando sus ojos negros. Y entonces me preguntó:

- ¿Qué te dije esta mañana cuando estaba borracho?

- ¿Tú que crees? - le pregunté poniéndolo a prueba.

- Mira, ahora no tengo ni tiempo ni ganas para jugar a las adivinanzas. O me lo dices, o como me ha aconsejado tu hermana que hiciera, me iré ahora mismo y no volverás a verme.

Nada me daba más miedo que aquello, no volver a verle, no dejar pasar otros 15 años hasta que volviéramos a vernos para saber que sentía por mí.

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